Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V

La luz se perdía en el profundo azul del veneno. Un solo frasco de veneno.

Logan dejó rodar el frasco en su mano, de un lado al otro, hasta que estuvo a punto de caer y derramarse en la alfombra. No podía hacer lo que le pedían. Mika no se lo perdonaría.

Pero Mika no estaría viva por mucho tiempo si no lo hacía.

Cerró los dedos sobre el cristal, apretó con fuerza deseando ver todo desaparecer.

—Logan. —Cyrus llamó a su puerta.

¿Por qué no se lo habían pedido a la reina? Ella podría hacerlo sin problema, sin dudarlo. Logan ni siquiera estaba seguro de que sabía de aquel descabellado plan. ¿Cómo habían pasado aquella carta a través de los guardias?

Magia. Sombras, suponía. Mika.

Era demasiado para procesar en pocos minutos.

—Sí, Cyrus, dime. —Logan deslizó el frasco a su bolsillo cuando se giró para enfrentarse a Cyrus.

Mantuvo sus manos tras la espalda. Verdaderamente tenía más ganas de irse de aquel país que quedarse otro día, ni hablar de lidiar con Cyrus en este momento.

—Tu habitación está helada—comentó. Entró, por supuesto sin pedir permiso—. Mi hermana quiere que bajes a cenar.

Logan, consciente de la estupidez que era, sacudió la cabeza. Una sonrisa se dibujó en sus labios con lo ridícula que sonaba la oferta.

—Prefiero no comer, gracias —dijo antes de poder pensar sus palabras.

—No seas idiota, sabes que no es una sugerencia. —Cyrus levantó uno de sus instrumentos, uno que no había desinfectado aún—. Eres un diplomático, ¿no? Solo quiere hablar de política.

—No soy diplomático. —Logan le quitó la cuchilla antes de que se le ocurriera alguna idea que resultara en daños—. Y no sé nada de política.

—Convenciste a la reina de que ayude a tu país. —Cyrus le sonrió; las cicatrices en su cara entonces le parecían más extrañas.

Logan observó a su paciente, su cabello rubio totalmente distinto al de su hermana. Que distintos y que similares. Asesinos por profesión. La reina, sin embargo, tenía algo que no le recordaba tanto más a un soldado, no solo a un soldado.

Y aún así lo que había visto no podía olvidarlo. Sabía perfectamente que no tenían prisioneros rebeldes en ninguna cárcel, en ninguna parte del palacio. La guerra se mantenía casi totalmente al sur.

Se balanceó de lado a lado buscando algo que tuviese sentido en su cabeza, pero no lo tenía. Las personas solo tenían sentido cuando estaban inconscientes.

—Eso solo era lógica —discutió.

—Usa lógica entonces, eso es lo que me dices que haga.

—Eso es distinto.

—Es una maldita cena, Logan.

—¿Y tú? —Logan no era particularmente afín a la idea de sentarse solo con la reina para que se burlara de él.

Cyrus perdió su sonrisa. Le enseñó a Logan el anillo de compromiso de Cassandra.

—Haré una visita.

—Ten cuidado. —Logan tenía que admitir que se preocupaba por Cyrus, como de cada uno de sus pacientes—. No hagas nada que pueda matarme.

—¿Matarte a ti? — Cyrus frunció el ceño, luego enarcó una ceja—. ¿Crees que Alessia te mataría si algo me pasara? —Finalmente asintió—. Es probable. Apurate o Alessia va a encontrar alguna otra razón haga lo que haga.

Todavía le parecía que los pasillos eran un laberinto. Un guardia lo llevó hasta un salón donde una mesa demasiado larga estaba preparada solamente para dos.

Los ventanales traían la oscuridad del exterior que luchaba contra el candelabro, con todos sus focos encendidos, y una chimenea, que buscaba además calentar todo un salón de piedra.

—¿Por qué siempre estamos solos? —fue lo primero que preguntó, sus dedos cerrados aún sobre el frasco en su bolsillo, sus ojos marcados por ojeras moradas.

—Porque temo que no hablaría si hubiesen más personas. ¿Me equivoco? —La reina se levantó de su asiento para saludarlo.

—No, no en absoluto. —Logan hizo una reverencia y dió la vuelta a la mesa para sentarse.

Un empleado se acercó con una botella de vino para llenar su copa. Logan lo detuvo con una mano y sacudió la cabeza.

—No bebe, nunca —comentó la reina, siempre tan segura de que llevaba la verdad.

—No me gusta —respondió con simpleza—. Pero sí bebo, a veces, muy poco.

—Es tradicional aquí. —La reina bebió un sorbo de su copa.

Una gota resbaló desde sus labios como la sangre que antes Logan había visto en sus manos. Sacudió la cabeza para borrar aquella imagen, sin lograrlo. Desenfocó la vista de su rostro. El fuego detrás de la reina se perdía en su cabello y oscurecía la neblina de sus ojos.

—No la mía. —Logan siguió el movimiento errante de los ojos de la reina en la oscuridad. Aún así parecía enfocarse más de lo que había hecho al inicio de la semana—. Su vista, ¿qué le sucedió?

—No le corresponden esas preguntas —advirtió la reina mientras dos empleados servían la comida en charolas cobrizas entre ambos—. Pongamoslo así: un incidente.

—¿Mejora? —Sin la causa era difícil encontrar una solución, pero no por ello detendría sus preguntas—. ¿Empeora?

—Mejora. Gracias por su interés. —Alessia se esforzaba por mantenerse cordial.

Gracioso era usualmente como describiría a Logan. Se había dedicado a separar con líneas territoriales sus panecillos de la salsa de la carne y vegetales. También esos los había dividido.

—Me juzga por lo que vio en el templo —insistió Alessia cuando el chasquido del fuego y el movimiento de los cubiertos ocupó toda la habitación el suficiente tiempo.

—Es incorrecto. No hay prisioneros de la resistencia. Es mentir —dijo sin subir la vista del plato.

—Algún día, Logan, verá que las cosas no son tan a blanco y negro como usted cree que son —Alessia dejó de lado los cubiertos para agitar el vino—, y que la honestidad no siempre gana guerras.

—¿Vamos a repetir la misma conversación, majestad? —preguntó Logan con el aburrimiento en sus ojos ámbar.

—Ciertamente que no. Lo invité a cenar para discutir otros asuntos: como el campamento rebelde un kilómetro al norte de la ciudad —Alessia juntó sus manos bajo su mentón y siguió los movimientos distraídos del médico, sus ojos perdidos quién sabe dónde— y las explosiones cerca de la frontera.

—Saben que somos aliados. —dijo Logan—. Hasta hace poco no era clara la posición que tomarían.

—No se equivoque. Voy al mejor postor. —La reina dejó la copa con un movimiento brusco que salpicó sobre el mantel blanco.

—Tal vez, pero destruyeron su templo. Eso es un ataque directo. —Logan se entretenía intentando pinchar una zanahoria—. Y no creo que esté a favor de acabar con la magia.

—Es astuto. —La reina compartía la sonrisa con su hermano, una que no parecía traer nada mejor que un incendio.

—Gracias. —Logan no dudó, como si estuviera seguro de aquel cumplido—. ¿Qué va a hacer con el campamento?

Logan habría jurado poder sentir el peso del frasco y el frío a través de la tela, igual que sentía las costuras de la ropa, igual que el cansancio que parecía cortar toda comunicación entre su mente y su cuerpo.

—No tan astuto si tiene que preguntar eso —se burló la reina—. Acabar con ellos, por supuesto.

• • •

Todavía estaba allí, la carta y el frasco.

Si se lo dijera a la reina, ¿lo haría ella por él? Pero la carta era muy clara en ello. Nadie debía saberlo, no con tantos rumores de espías en altos mandos de gobierno. Nadie podía saberlo.

Usaron a Mika, estaba seguro.

Era él quien debía hacerlo. Él, el médico que había estudiado ese veneno tantos años y que sabía aplicarlo.

Se sentó en medio de la oscuridad de la habitación.

El silencio le resultaba tan extraño como dormir bajo el agua. La luz del jardín y la ciudad entraban tímidos por la ventana. El valle de casas a sus pies, los bosques que se alejaban de la bahía y en donde, en algún punto, estaba el campamento.

—¿Crees eso en serio? —le preguntó al lobo que llevaba cinco minutos intentando convencerlo—. ¿Por qué tendría la reina la vista así por las sombras, Luna? Eso no tiene sentido.

El lenguaje que hablaban las sombras era similar al susurro de la brisa. En realidad era más pensar que hablar. Luna, el lobo, se sentaba a los pies de su cama, su cabeza entre sus patas delanteras. Logan observaba el cielo, vestido desde hacía media hora, listo. Una bandeja donde solo quedaban los platos aguardaba en la mesilla junto a la puerta. Prefería comer allí, sin esperar los horarios de nadie, sin conversaciones incómodas con la reina o terapias improvisadas con Cyrus.

—Un accidente pueden ser muchas cosas. En este país hay mucha magia con la que no estoy de acuerdo. —Logan se apoyó en el respaldar de madera de la cama—. Sigo sin entender cómo puedes estar segura.

Luna gruñó, un sonido como un trueno en el horizonte. Su pata era como nieve contra su pierna.

—Bien, sí, puedes tener razón. ¿Qué tengo que ver yo? Ya estaba así cuando llegué.

Sabía perfectamente que no se refería a eso, pero el riesgo que involucraba usar su magia para curarla era demasiado alto. Tal vez estuvieran a favor de usar magia natural, pero muy pocos podían aceptar a una persona que, en su biología, estaba atada a la oscuridad.

—Está amaneciendo de todas formas. Tenemos que irnos. —Logan se levantó de la cama. De la mesa tomó el frasco de veneno. Se lavó el rostro y dejó que el frío despertara su mente, sus ojos fijos en su reflejo—. ¿Qué opción tengo? Matarían a Mika.

Con un gesto le indicó a luna que lo dejara antes de que pudiese seguir discutiendo con él.

Ella lo había acompañado desde niño, lo que quizá explicaba el nombre simple que le había dado.

Su reflejo estaba allí, en el espejo de un baño de paredes blancas y muebles de madera, ajeno y casi familiar. Pero no era capaz de reconocerse en él.

Logan se dejó caer hacia atrás, a su propia sombra. Cerró los ojos. Era como atravesar una ráfaga de viento helado y como caer libremente desde lo alto. Caer hasta encontrar el suelo.

En la orilla del río el frío era más intenso. Nieve se apilaba aquí y allá sobre los rojizos tonos del otoño. Rio abajo se alzaba el humo del campamento que aguardaba para atacar más temprano que tarde.

Simple, pero no lo era.

Dió vueltas sobre sí mismo dejando que el mundo se perdiera entre colores, los del bosque y los del amanecer, que perdiera todo sentido hasta desaparecer. Se detuvo de cara al río y apretó el frasco una vez más.

Las rocas se clavaron en sus piernas cuando se arrodilló en el lecho del río.

—El antídoto se saca del veneno —había insistido a sus profesores alguna vez—. Muchas veces lo usamos en cirugías, son útiles.

—Logan, una gota de eso podría contaminar el abastecimiento de agua de una ciudad. —Leyton , su profesor de toxicología, había discutido—. Es un arma antes que una cura. Será mejor que deje su arrogancia de lado y busque otra investigación.

Tenían razón. No había encontrado una cura, no para el veneno extraído de un anfibio como ese, tan azul como el líquido en sus manos, tan viscoso como la sustancia en sus patas palmeadas.

Miró al cielo en busca de perdón. Esto era imperdonable. Mordió su labio hasta que no pudo aguantar el dolor.

Por Mika, se repetía sin palabras una y otra vez.

Sus manos temblaron cuando vertió todo el contenido del frasco en las plantas que crecían en el lateral del río. Suficiente para contaminar todo el abastecimiento de agua, al menos por unas horas.

El frasco cayó de sus manos, fue arrastrado por la corriente y hecho trizas por las rocas. Las plantas dobladas con el paso de la corriente, igual de verdes, igual de inmutables.

No, ese veneno no era para ellas. Debía ingerirse para servir.

Logan llevó sus manos hacia su pecho. ¿Qué dirían sus padres? Él tenía que proteger a su hermanita.

El rojo de las cicatrices entonces le pareció la sangre que pronto caería sobre sus manos. Su camisa blanca le parecía sucia, manchada por el azul del veneno como sus pantalones se habían manchado de tierra gris.

Retrocedió del agua, de la tentación de lavarse las manos. Se tambaleó y, con las sombras deslizándose fuera de su falta de control, cayó dentro de la suya.

Abrió los ojos en el suelo de piedra del baño, con la vista en los paneles de madera. Temblaba pero no comprendía, no del todo, nunca del todo.

• • •

Muchas personas se quedaban en el palacio: generales, diplomáticos, maestros y, por supuesto, la reina, Aunque no todos compartían mesa con ella. Su invitado más reciente, y ciertamente el diplomático que más había durado, había llegado cómo un fantasma, que ese día había huido lo más rápido posible del comedor, sin tocar su plato.

Alessia apoyó su mentón en sus manos y le sonrió a su hermano.

—¿Qué quieres? —suspiró Cyrus dejando de lado su taza gris.

—Lo que ya te había pedido —dijo Alessia, pinchando sin interés un pedazo de fruta—. ¿Quién es en realidad nuestro nuevo amigo?

—Amigo es una forma de decirlo —Cyrus dijo con un sarcasmo frío. Logan era casi un enemigo declarado de su hermana—. Disculpa que no haya tenido tiempo de cumplir tus caprichos.

Un cuchillo cortó el aire junto a la oreja de Cyrus, que se limitó a sonreír.

—Caprichos. —Alessia soltó con la ira que solo su hermano sabía despertar—. Podría ser un espía, imbécil.

—Tan linda —bromeó Cyrus. Levantó el cuchillo y lo clavó en la madera de la mesa que había sido preparada con un mantel rojo—. Dame hasta la tarde. Sinceramente, Ale, ¿crees que ese niño es un espía?

Alessia se estiró sobre la mesa para recuperar su cuchillo. Su seriedad le recordó a Cyrus su expresión malhumorada de cuando era niña.

—No creo nada —admitió—, pero alguien informó a los rebeldes de nuestro acuerdo y no habían muchas personas que sabían de él.

Alessia alzó una ceja cómo si quisiera recordarle que hasta hace cinco días Cyrus creía que Logan era un asesino.

—El chico que salió corriendo del templo porque mataste a dos inútiles y que, por cierto, todavía te evita... él es el espía. —Cyrus río cómo hace un par de días no lo hacía—. Genial, ya estás paranoica.

Alessia lo amenazó con una mirada. Lo que había hecho en ese templo tenía que hacerlo, lo que Logan pensara daba igual. Ella sería el monstruo que necesitarán para ganar la guerra. Y aún así...

—No dice toda la verdad, Cy —insistió—. Ningún apellido, llega diciendo ser lo que no es. No confío en él.

—No confías en nadie.

Los ojos verdosos de su hermano parecían llevar en ellos toda la luz de la mañana. No era verdad, lo tenía a él, tenía su familia. Solía tener a Cass.

—Confío en ti. No necesito a nadie más. —Alessia se levantó de la mesa buscando entre los papeles los asuntos pendientes—. Solo averigua quién es.

—Ya no soy tu jefe de espías.

—Me da igual. Hoy sí lo eres. —Alessia se giró para mirarlo una vez más; su vestido se deslizó con la brisa. En invierno le costaba mucho salir al frío sin capas de ropa y abrigos. Pero dentro del palacio podía soportar siempre que tuviera mangas largas—. Y ojalá sea hasta la tarde como dices.

El negro que llevaba puesto su hermano y el de su propio traje le recordaba el luto que marcaba la tradición y que él deseaba llevar. El dorado y el púrpura de la familia real relucían en los detalles de la tela.

—¿Alguna vez te he fallado? —dijo. Dejó la servilleta de tela sobre la mesa y se puso en pie—. Para la tarde tendré la identidad del niño, si me dices que mierda hay en ese frasco.

Alessia se detuvo, abrió la mano para mostrarle un pequeño frasco esférico lleno de un líquido transparente que oscurecía a un morado intenso tan pronto como le daba la luz.

—Un regalo de nuestro médico. —Logan lo había colocado sobre la mesa sin decir palabra. Había mantenido el contacto visual por más tiempo del que nunca lo había hecho y se había levantado de la mesa—. Vino con instrucciones.

Cyrus se levantó y tomó la tarjeta atada a un cordel que le ofrecía su hermana.

—Cinco gotas en cada ojo. Tres días —leyó. La mueca de su hermano le decía que su confianza con Logan era similar a la suya.

—Ha pasado mucho tiempo contigo; ¿qué opinas? —Alessia se cruzó de brazos.

—No es idiota, al menos no con estas cosas, pero es una excelente oportunidad para asesinarte. —Cyrus trató de oler el contenido del frasco, pero, como no tenía color, tampoco tenía olor.

—Si es espía, es un excelente actor.

Le costaba creerlo y más tomarse en serio a su hermano cuando batía el frasco frente a la luz para verlo cambiar.

Cyrus derramó una gota sobre su piel y cuando estaba por llevarlo a su boca Alessia le dio un manotazo.

—No seas imbécil. Así no fuera veneno, es para los ojos. — Le quitó el frasco de las manos y cerró la tapa—. Lo llevaré al laboratorio.

•••

—Está hecho en base a un hongo que crece en la oscuridad, majestad —le informó la mujer que trabajaba entre los demás magos expertos del laboratorio—. Un hongo con propiedades luminiscentes, por eso el cambio en la luz. Lo peor que puede suceder es que su condición se mantenga con otra causa.

Alessia recuperó el frasco de la mano de Lila. Si sus ojos se habían oscurecido con sombras, tenía cierta lógica utilizar algo luminiscente. ¿Cómo podría haberlo sabido Logan?

—Majestad, su hermano lo espera en la sala del trono —informó un soldado. Su armadura, en negro con refuerzos en verde y púrpura, reflejaba la tenue luz de los subsuelos—. Algo sobre lo que solicitó esta mañana.

Había evitado todo lo posible darle a su hermano un título. Era sucesor al trono, jefe de espías. Pero un espía no debe tener un cargo real o podría atraer oídos indeseados. Solo Cyrus, solo su hermano; así estaría más seguro.

Subió las escaleras. La puerta se cerró detrás de ella, las enredaderas se convirtieron en metal para sellar el paso a quienes no estuvieran invitados por el dije que colgaba del cuello de la reina y de cada uno de los que trabajaban día tras día en la oscuridad.

—Déjennos —Alessia indicó a los guardias.

La sala del trono quedó vacía en instantes. Las paredes sin decoración hicieron eco a sus pasos cuando se acercó al trono, el único lugar sin eco. La madera del trono parecía absorber los secretos.

La luz de la tarde derretía la nieve en los alféizares de la ventana, entraba y hacía que el cabello de su hermano se pareciera al invierno.

—No fue exactamente difícil, Ale. —Cyrus le extendió una libreta de cuero.

En el interior había papeles de identidad: archivos de Logan que se habían presentado al jurado con su pasado judicial y sus datos familiares. Todos archivos que le prohibieron ver en el juicio.

Logan Foscor, leía su nombre sobre los datos que no le interesaban. Un nombre extraño, pero nada que confirmara o negara lo que llevaba algun tiempo pensando.

—Era médico líder en el frente en Etiola. —Cyrus apuntó la línea en que especificaba su servicio militar—. ¿Qué clase de idiotas mandan a su médico de cabecera como diplomático? Un diplomático bastante inutil, por cierto.

—Aquí hay algo que no tiene sentido, Cy. —Alessia alzó el primer papel para buscar el siguiente.

Adopción legal, leyó entre los trámites; un tramite que mantuvó el apellido orginal de Logan y hecho que databa de hace más de diez años.

—Necesito el apellido de quien lo haya adoptado. —Alessia le entregó la carpeta a su hermano.

—¿Para qué? Ya sabes que dice la verdad. —Cyrus sacudió la carpeta, que inmediatamente se prendió en fuego y cayó en cenizas.

—Porque ningún idiota manda a su médico de cabecera. —Alessia golpeó el apoyabrazos del trono con fuerza.

El golpe vibró entre las concavidades del trono y sus secretos. El cabello de Alessia se sacudió con la fuerza de las llamas que habían consumido los documentos.

—Cyrus, ¿cómo supo qué usar de medicamento? ¿Por qué tenía eso entre sus cosas ? —susurro Alessia como si con todas las protecciones mágicas aún temiera ser escuchada.

Cyrus se había apoyado en el trono para escuchar. Alessia abrió sus labios para añadir su hipótesis. La puerta se abrió con un golpe. Nicholas atravesó la sala más pálido de lo que ya era.

—Majestad, perdóneme, es una emergencia —dijo, sus manos cubiertas de sangre—. Logan. El hospital.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro