
Capítulo 50.
Me encontraba en una cafetería cerca del estudio de Disney Channel. Se preguntarán ¿Qué estoy haciendo aquí? Pues mi querido ex productor, Michael Jacobs, me llamó para que lo citara en este lugar porque tenía algo que hablar conmigo. Desde hace un tiempo llevo imaginándome que llamaría tarde o temprano, como un presentimiento de mi sexto sentido que terminé acertando.
Llevaba unos minutos de retraso, así que me metí a Instagram —mi red social favorita— y revisé el video que habíamos publicado ayer de nosotros cantando Me, Myself & I, puesto a que en medio de nuestro ataque musical, Froy y Erick irrumpieron en la habitación y este último tuvo un ataque fanman pidiendo «por favor, por favor, por favor» que le dejásemos grabarnos. Entonces ahí estábamos, bailando y riendo, mientras Sabrina y yo cantábamos las partes de Bebe Rexha y Froy y Corey marcaban el ritmo y rapeaban. El video tuvo muchas vistas y muchos me gustas, incluyendo el de Bradley, algo que a Sabrina la llenó de mucha satisfacción vengativa.
El video se interrumpió a la mitad pues me había entrado una video llamada de Honguitochico. Contesté y me encontré con su bello rostro fruncido en una mueca de asco.
—¿Qué te pasa? —pregunté.
—Peyton está cocinando lasaña otra vez —murmuró caminando hacia, supongo, su habitación.
—¡Si no te gusta no te la comas! —escuché la voz del mencionado.
—¡No te preocupes, Meyer, ya llamé a una pizzería... y a los de servicios social por si acaso! —Cerró la puerta de un portazo y cuando pudo respirar mejor, sonrió y me observó a través de la pantalla—. Hola, ¿te reunirás con Mich siempre?
Asentí. —Sip, ya estoy aquí en el café, aunque va algo retrasado...
—¿Y para qué crees que te haya llamado?
—¿Crees que si supiera no te lo hubiese dicho ya? —Suspiré, comiéndome el azúcar de las papeletitas que dejaban en la mesa—. Aunque mi Pepe Grillo interior me dice que tiene que ver con El Ladrón de Cunas.
—¿El Ladrón de Cunas? —Alzó una ceja—. Bueno, tendría sentido. Si te dijo lo que te dijo... Por cierto, hablando del Ladrón de Cunas, ¡Froy me spoileó el final!
Me reí.
—Bienvenido al club, Honguitochico. A mí me spoileó cuando fue a regresarme el libro. Lo peor era que ni siquiera había abierto la boca; se le cayó el libro abierto, lo recogió, y cuando me lo dio estaba por la última página —negué con la cabeza—. Ese Ganso nunca va a mejorar... Oh, ahí viene Mich. ¿Te parece si hablamos más tarde?
—Hecho, ¿en tu casa o en la mía?
—Estaba pensando que por videollamada de nuevo, pero si quieres que nos veamos en persona podríamos ir a caminar.
—¿Es una cita? —sonrió.
—Si, Honguitochico, es una cita —asentí, devolviéndosela—. Adiós, te quiero.
—Yo más... ¡Hola, Mich!
—¡Adiós, Corey! —Mich sacudió la mano sonriente al tiempo en que yo colgaba.
Bajé el teléfono y observé a mi ex productor, que tomó asiento frente a mí y miró el montoncito de papeletitas vacías que había en la mesa.
—Vas a hacer que quiebre la cafetería, _____ —observó.
Yo encogí los hombros riendo y me levanté para darle una abrazo por sobre la mesa.
—¿Cómo has estado? ¿Cómo sigue tu mamá? Me enteré de que está en cinta.
—Así es. Tiene dos meses y no uno y medio como pensábamos todos, por lo que prácticamente no fue culpa mía y de Froy.
—¿Y por qué sería culpa tuya y de Froy?
—Oh, le abrimos agujeritos a los condones con un alfiler y cambiamos las pastillas por dulces —sonreí con orgullo—. Pero eso no coincide con el tiempo que lleva de embarazo así que no puede culpar a más nadie que a ella y a Erick.
Mich me observó negando con la cabeza.
—Te diría que me sorprende lo que hicieron ustedes dos, pero no, no me sorprende —pidió un par de capuchinos para ambos y cuando nos los trajeron, le echó la única papeletita que había sobrevivido a mi masacre y tomó un sorbo—. ¿Leíste el libro que te regalé?
—Sip —asentí haciendo lo mismo—. Justo ayer lo terminé y se lo presté a Corey. Me gustó mucho.
—¿De verdad?
—Ajá. La vida de Amanda es triste, me recuerda un poco a Carrie solo que sin la sed de sangre y venganza —Mich rió, de acuerdo conmigo—. Y su madre es una completa perra, entiendo que es su única hija y quiere protegerla pero ¡ella supera los límites hacia la locura y malad!
—Exactamente. ¿Y qué pensaste cuando conoce a Félix?
—Uff, su relación fue lo mejor de todo —sonreí—. Me encantó que él explotara las habilidades artísticas que ella no sabía que tenía, y que en toda la historia nunca pasaron la brecha de estudiante/profesor, pero que aún así quedaron completamente enamorados. Lo que sí no me gustó fue el final —hice un puchero de molestia—. Fue injusto que lo encerraran sólo por ser mayor, ¡nunca la tocó de una manera que no fuese adecuada! Aunque bueno, al menos Amanda pudo librarse de su madre, y quiero pensar que luego de eso continuó hablando con Félix y esperó hasta que él saliera para así vivir felices y comer perdices... ¡y fornicar de una buena vez y como Dios manda!
Mich Mich soltó una carcajada.
—Supuse que ibas a decir eso —con un suspiro, bebió otro poco del capuchino y continuó—. Me alegra que te haya gustado. Ahora, te debes imaginar por qué te dije que te imaginases a ti como Amanda, ¿no?
—Déjame adivinarlo —cerré los ojos y extendí las manos hacia él, en un intento por imitar a los psíquicos—. Los astros me dicen que es porque harán una adaptación y quieres que audicione para ella.
El hombre frente a mí se llevó las dos manos a las mejillas, Kevin de Home Alone, lo que me hizo carcajearme.
—¡Cielos, _____! Olvida todo eso, renuncia a la actuación y conviértete en una adivina. Serás más rica así —yo rodé los ojos aún riendo—. No, hablando seriamente, es por eso exactamente por lo que te llamé.
—¿Para volverme una adivina?
—¡No, chica! Para esto —y me extendió una hoja por la mesa.
La tomé. Era una copia de una página web en la que indicaban que las audiciones para Amanda Climont abrirían la próxima semana, y buscaban a jóvenes actrices de entre dieciséis y veinte años para interpretarla. La distribuidora de la película, que son los que se encargan de promocionar y producirla, era nada más ni nada menos que Warner Bross.
—Estás loco —dije—. ¿Warner Bross? ¿Es en serio?
—Es en serio —asintió. Yo me mostré dudosa. De repente se me quitaron las ganas de seguir tomándome el capuchino y rebusqué en el surtidor de papeletitas pero no encontré ninguna—. No te alarmes si ni siquiera has audicionado, _____. Sé que es un personaje difícil de interpretar —comenzó diciendo—. No muchas personas han pasado por el estrés y la depresión de esa chica, pero si de algo estoy seguro es que es un gran papel, y que si logras conseguirlo será el primero de muchos más que vendrán.
—¿Crees... crees que de verdad pueda hacerlo?
Mich torció el rostro de manera que significaba: «¿Qué cosas estás diciendo?».
—Si creyera que no, te hubiese dado comida en vez de ese libro para tu cumpleaños, ____ —confesó—. Tú ya sabes lo que pienso yo de tu talento actoral. Y sí, tal vez vayamos demasiado rápido pues nos lanzamos de una a las películas de grandes compañías como Warner, cuando por lo general los actores de Disney Channel o se quedan en el canal, o continúan con series de productoras más pequeñas. Pero yo creo en tus capacidades, y sé que si te metes en el papel, justo en los pies de Amanda, harás un trabajo más que excelente.
No sabía qué carajos decir. Que la productora fuese Warner Bross me había sacado un poco de sí. O sea, sí que imaginé que Mich quería que audicionara para una adaptación de la novela, pero pensé que sería en mínima escala, no de tanta exigencia como lo era dicha compañía. ¡Fue la que distribuyó Yo Antes de Ti! ¡¡YO ANTES DE TI!! Aunque ahora que lo pienso, si era una adaptación de un libro tan hermoso como El Ladrón de Cunas, no me esperaba algo menor.
—Sólo es cuestión de no tener miedo a dar un salto alto —susurró Mich, mirándome—. ¿Qué dices? ¿Lo intentarás?
[...]
—¿Lo intentarás? ¿Audicionarás?
Observé a Honguitochico. Nos encontrábamos sentados en los columpios del parque adonde habíamos ido luego de huir de Diego. Era de noche, no tanto como la otra vez pero sí eran cerca de las nueve, hacía frío y la luna se alzaba frente a nosotros como la sonrisa del gato de Alicia.
—Sarcastichica... —insistió.
No sabía que decirle, así como no supe qué decirle a Mich.
Desde que dejé el café mi mente ha estado en el limbo, incapaz de poder formular una respuesta sin rastros de dudas ante esa pregunta. Podrían estarse preguntando «¿Por qué tanto drama, estúpida? Sólo es una audición. Si no quedas, lástima, la siguiente». Pero yo no pensaba así. No era sólo la audición. Era la audición para una película que sin duda alguna sería un polémico éxito entre el género romántico, que de lograr la audición lanzaría mi carrera a lo alto... o la catapultaría al subsuelo si lo hago mal.
—¿Qué es lo que piensas? Dime, por favor —quiso saber mi novio.
Suspiré pasando mis manos por mi cabello.
—Que no le tengo miedo a audicionar... le tengo miedo a quedar seleccionada y no hacerlo perfectamente.
—No tienes que hacerlo perfectamente —sostuvo una de mis manos—. Sólo tienes que hacerlo de manera genuina, como tú sueles hacer las cosas.
—No lo sé, yo... no estoy segura.
—¿Qué no estás segura? —preguntó incrédulamente. Lo miré, y en su rostro tenía una sonrisa de diversión—. Sarcastichica, ¿cuándo cambiamos de papeles tú y yo? ¿Cuándo te volviste insegura de ti misma? ¡Se supone que tú eres el macho en esta relación!
Eso me sacó una risita.
—Es que... simplemente no sé —encogí los hombros y lo observé con duda y timidez que no sé de donde salió—. Tú... ¿de verdad, en serio, realmente crees que pueda interpretar a Amanda?
Corey torció su sonrisa a un lado, con cariño.
—Sarcastichica, la estás interpretando maravillosamente en este momento, y no te estás dando ni cuenta.
Parpadeé y repetí lo que había dicho, pero en mi mente. Y recordé una parte del libro, donde Félix jura y perjura que tiene talento, y Amanda le responde con esa misma pregunta... claro que ella no dice si puede interpretarse a ella misma, eso sería extraño.
—Además —continuó Corey al ver que yo no iba a contestar—. ¿Por qué no te pones a pensar en el éxito que tendrás si todo sale bien? Contratos lloviéndote del cielo, fama, muuucho dinero... —sonrió—. Estarías realizada.
Analicé su rostro. Había algo extraño en esa sonrisa. Era genuina, sí, pero a pesar de eso creo que pude percibir en sus ojos algo que no cuadraba con ella.
Más no supe lo que era.
—Bien, supongo que me convenciste —dije al fin—. Me atreveré a hacer la audición y si llego a quedar...
—Que lo harás...
—Sí llego a quedar —enfaticé el sí— no entraré en pánico y sólo daré lo mejor de mí, sin miedo a nada... ¿Qué dices? ¿Soné bien?
Corey movió su cabeza de arriba abajo, como un niño pequeño.
—Excelente. Y claro que entrarás, porque eres la mejor en lo que haces —se inclinó sobre su columpio y me dio un corto beso—. Entre otras noticias, mi viaje a Londres será dentro de varios meses más, por lo que tendremos muchísimo tiempo para estar juntos.
—¿Qué dices? Pero si yo quería irme contigo...
—Lo sé, y yo también quería que vinieses conmigo. Pero si ganas las audiciones (y no me cansaré de decir que lo harás), seguramente no podrás. Pero relájate, esta vez no le creeré a ninguna rubia maniática lo que diga para intentar alejarme de ti. Ya aprendí esa lección una vez y créeme que primero me castro antes de perderte de nuevo.
Sonreí. ¿Por qué era tan condenadamente tierno?
—No te castres, tu Corey Junior es lo único que me ata a ti —bromeé, y le saqué una carcajada.
—Y después soy yo el que dice esas cosas, ¿no?
—Oh, la totalidad de las veces siempre eres tú. Yo hago comentarios de esos cada veinte años. En esta relación tú eres el pervertido, amigo, acéptalo —lo miré... y besé su mejilla—. Y no, no me preocupa que lo que pasó antes ocurra de nuevo, porque sé que no lo hará. Ambos aprendimos la lección y ninguno de los dos es tan idiota como para volver a caer.
—Así es... —nos mantuvimos unos segundos columpiándonos suavemente, viendo la calle solitaria—. ¿Quieres volver a tu casa?
Lo pensé. Mi madre nos había dicho antes de salir que no volviésemos tan tarde, y ya casi iban a ser las diez. Pero es que estar a solas con Corey siempre es tan... ameno, divertido, diferente. Por eso aprovechaba estos momentos, pues casi siempre estábamos rodeados de personas, y aunque estar con ellas también era divertido, no se comparaban con momentos como estos, con él y sólo él.
No obstante, mi madre jala muy duro las orejas cuando la haces molestar...
—Caminemos lento —dije.
Corey sonrió y levantándose tomó mi mano y entrelazó los dedos.
—Lo que diga la señorita Sarcastichica.
De esta manera iniciamos el retorno a casa, en silencio y con nuestras manos juntas... y mirando a ambos lados antes de cruzar la calle. Eso es muy importante, chicos, ténganlo en cuenta. No sean un Corey.
No hablamos mucho en todo el camino, aunque tampoco hacía falta. El contacto entre nosotros era suficiente para tenernos contentos y tranquilos. Yo iba pensando en lo hablado con Mich esta mañana y con Corey hace unos minutos. Sí, el papel de Amanda era excelente, amé por completo su personaje, me identifiqué en algunos momentos y era una muy buena oportunidad para propulsar mi carrera como actriz. No puedo imaginar la cantidad de nuevas propuestas que vendrían luego de esta, y más sin embargo... había algo que no terminaba de convencerme completamente, pero no lograba identificarlo.
Meh, lo haré de todos modos.
Al llegar a la casa lo primero que vimos fue a Diego y Antonella en la isla de la cocina, besándose como si la vida se les fuera en ello.
—¿Está rica la cena, muchachos? —preguntó mi novio.
Ellos murmuraron algo parecido a «de... puta... ma... dre».
Negamos con la cabeza y pasamos a la sala, donde Froy miraba a la pareja con una mueca de asco.
—Llevan así desde que se fueron —murmuró—. No sé cómo hacen para respirar, la verdad. ¿O es que ya están muertos y sus cuerpos continuaron haciendo eso por una reacción nerviosa?
Mi novio y yo encogimos de hombros y nos lanzamos a su lado.
—Eso es lo que hace el amor, Ganso.
—Pato.
—¡Cuack!
Corey negó con la cabeza.
—¿Después de todo este tiempo lo siguen haciendo?
—Siempre —respondimos chocando los puños.
—¿Dónde están mamá y papá?
—Salieron a cenar luego de que ustedes se fueron. Creo que papá quería llevarla a Disneyland a ver el desfile de los fines de semana.
—Pensé que tu padre había sido vetado de Disneyland —comentó Corey.
—Lo fue —Froy asintió—. Pero yo hice que le levantaran los cargos con la condición de disculparse con el pato Donald. ¡El poder que tenemos los actores de Disney, amigos míos!... ¿Quieren que les cuente un chiste? —sonrió.
Ay, no.
Gracias a Dios, en ese momento la puerta se abrió. Por ella entraron Erick y mamá, el primero con unas orejitas de Mickey y la segunda con unas de Minnie. Ambos tenían unas sonrisas de oreja a oreja, y luego de que mamá arrojara un gran peluche de Simba a Antonella y Diego para que se despegaran, pasó a la sala dando un gran giro sobre sus talones y soltando un gritico de felicidad al mismo tiempo.
—¡Así es como tienen que reaccionar cuando voy a contar uno de mis chistes, muchachos! —aplaudió Froy.
—¿Mamá? —fruncí el ceño. No era normal verla tan... animada—. ¿Qué ocurre?
Extendió su mano tan cerca de mí que pensé que me la iba a dar de comer. No fue hasta que dejé de poner bizcos los ojos que pude enfocar un pequeño aniño con la silueta del castillo de Disney moldeada en él.
—¿Son colmillos? —preguntó idiotamente Corey, quien lo estaba viendo al revés.
—¡No, Corey! ¡Es un anillo! —sonrió mi madre, llena de emoción.
Entonces Erick llegó alzándola por detrás y dando algunos giros que le hicieron sacar una risotada a mamá.
—¡Un anillo de matrimonio! —exclamó este.
Estábamos a punto de ponernos a celebrar... claro, de no ser porque mamá se mareó y terminó vomitando a Corey de pies a cabeza.
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