Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34.

—Espera un segundo —dijo Amir—. Me perdí en la parte de "vetar".

Rodé los ojos. Maldición, lo había explicado unas cinco veces y estos tres idiotas todavía no entendían nada.

—Los Gutierrez me han vetado de su casa —repetí, con fastidio—. Vetar significa echar. Como cuando te echan de una discoteca, algo así.

—Aaaaaah —los tres asintieron.

—¿Y por qué te vetaron? —preguntó Peyton.

—Casi hace que Froy se muera... otra vez —Corey dijo, haciendo que lo mirase con curiosidad—. Antonella me lo contó —explicó.

—Esa maldita —gruñí—. Ni siquiera se paró a defenderme en el juicio, y después de todo lo que he hecho por ella... ¡La ayudé a cojerse a mi hermano!

—¿Juicio?

—¡¿Se cogió a Diego?!

—Erick y mamá pensaron que mis terribles actos de niña del Aro merecían ser juzgados —dije—. ¡Y no se cogió a mi hermano! Pero casi; se andaban comiendo con la boca cuando pasó lo de Froy. Y con lo del juicio, ahí fue donde dictaron mi sentencia: una semana fuera de la casa, tiempo suficiente para que Froy supere su trauma y deje de lloriquear cada vez que vea mi cara.

Peyton frunció las cejas de manera incrédula. —¿Froy no está ya demasiado grandecito como para temerle a los fantasmas?

—Dime, Meyer —me giré hacia él—. Si a ti se te apareciera una niña del Aro a la oscuridad de un pasillo largo y solo a las dos de la mañana, ¿tú qué harías?

El rubio pareció pensarlo, llevándose una mano al mentón.

—Probablemente me orinaría encima y luego diría que fue el fantasma quien lloró en mi pene —reflexionó.

—¡Yo también haría lo mismo! —Corey sonrió y ambos chocaron las palmas.

Amir y yo nos miramos mutuamente, llegando a un acuerdo silencioso de que él y yo eramos los más normales en este apartamento.

—Yo probablemente me pondría a llorar y luego diría que fue el fantasma quien me orinó los ojos —dijo Amir.

Rectifico: yo soy la más normal en este apartamento.

—Como sea —sacudí la cabeza—. Ahora estoy aquí, con mis cosas y eso, para ver si podía quedarme con ustedes estos siete días —entonces formé mi sonrisa más encantadora y batí mis pestañas—. ¿Puedo?

Mis tres amigos me miraron, se miraron, luego asintieron y agrupándose en una esquina, se pusieron a susurrar, como en una mini conferencia masculina donde debatían los pros y contras de mi estadía en su apartamento.

Lo que no saben es que me quedaré independientemente de lo que decidan.

Aproveché aquél breve momento para apreciar el apartamento:

No estaba hecho un desastre como pensé. En realidad parecía más ordenado de lo que está la casa de los Gutierrez. Había muy poca ropa regada por el suelo, lo que es un logro. Tenia sala, cocina con una barra de bar, tres habitaciones y un solo baño (un problema enorme, de seguro). Era prácticamente un apartamento de solteros modernos de California, teniendo en cuenta que solo uno de ellos lo está (pobre y friendzoneado negrito), decorado en tonos grises y negros. Estos chicos tenían estilo.

Los mismos habían terminado de debatir, pues venían hacia donde me encontraba, Corey con una enorme sonrisa en los labios.

—¡Puedes quedarte, Sarcastichica! —exclamó, abrazándome—. Claro, con un par de condiciones —y señaló a Amir con la mano.

—Número uno —alzó un dedo— en vista de que aquí nadie sabe cocinar y tú te vas a quedar, tenemos que aprovecharte, así que hoy cenamos arepas hechas por la chef _____.

—Hecho, pero ustedes lavan los platos.

Ellos asintieron.

—Número dos —prosiguió Peyton—: Eres nuestra inquilina, no nuestra mamá. No puedes mandarnos a recoger nuestras cosas o algo por el estilo. ¿Entendido? Conocemos a las mujeres y sabemos que les encanta hacer eso.

—A algunas, admito que yo me incluyo en ellas —encogí mis hombros, restándole importancia—. Pero okay, haré el intento de no jalarles las orejas para que hagan caso.

—Y número tres —ahora fue Corey quien habló, formando una gran sonrisa en su rostro—. ¡Vas a dormir conmigo!

—Eso ya lo sabia, Honguitochico —sonreí—. Es por eso que te toca llevar mis cosas a tu habitación —señalé la gran maleta que había traído.

Él hizo una mueca, pues se veía y es bastante grande y pesada. Se giró hacia los dos chicos, quienes miraron a todos lados silbando inocentemente.

—¡Oh, vamos! —se quejó él—. ¡Son mis amigos!

—Y ella tu novia —dijo Peyton, a lo que Amir asintió.

—Tú novia, sus maletas: tú. llevas. sus. maletas.

—Punto —dijeron ambos, chocando las palmas.

Me reí, negando con la cabeza. Vaya estúpidos.

Entonces Corey me miró.

—A mí no me veas —le dije—. Soy tu novia, mis maletas: tú. llevas. mis. maletas.

—Punto —y ahora fuimos los tres que chocamos puños.

Corey soltó un bufido, a sabiendas de que todos estábamos de acuerdo en que él era el esclavo blanco. Llevó mi maleta cargándola a su habitación, que al igual que el apartamento estaba decorada en tonos grises, y la depositó sobre su cama, estirada mucho mejor que la mía.

—¿Sabías que tenía rueditas, verdad? —le dije al verlo jadeando por el esfuerzo.

Honguitochico me miró. —No, no lo sabia, pero gracias por avisarme con anticipación, ¿eh?

—¡De nada! —sonreí—. Siempre a la orden para hacer tu vida miserable.

—No la haces miserable... bueno, solo un poco —murmuró—. Por cierto, ¿qué llevas en esa cosa? —señaló la maleta—. ¿Un cadáver?

—No, pero si fuera así, serían los cuerpos de Froy, Diego y Antonella. Aunque no creo que quepan, los tres tienen traseros enormes...

—¿Por qué?

—Bueno, Antonella se puso a hacer sentadillas y le sirvieron bastante, pero creo que los de Froy y Diego son naturales...

—Hablo de por qué los matarías, Sarcastichica —mi novio rodó los ojos.

—Ah, te refieres a eso. Bueno, Froy, por ser un maldito asustadizo. Diego, por hacerle la broma a Antonella y ella, por no avisarme que abortaría la venganza y se pondría a besuquear a mi hermano.

Corey soltó una risita, a lo que le miré de mala manera.

—¿Te parece divertido? —chillé—. A mí también, la verdad, ¡pero me han vetado! ¡Y lo peor del caso, es que fue en vano, porque esos dos últimos idiotas no son nada todavía!

—Ese es el punto —dijo—: Todavía. Tarde o temprano, la pena que pasaste será recompensada al ver a tus dos hermanos juntos —luego arrugó el ceño—. Pero ahora que lo pienso, ¿quien sería tu cuñado? ¿Él o ella? ¿Los dos? Qué gran incógnita la tuya, Sarcastichica.  

—Y qué gran pregunta idiota la tuya, Honguitochico —rezongué, aunque también me puso a dudarlo, más no lo dije—. Como sea, ¿vas a salir hoy?

—Así es —asintió—. Tengo un photoshoot en unas horas. ¿Vamos?

Me puse a pensarlo mientras sacaba un poco de mi ropa y la ponía sobre la cama. ¿Ir con el troglodita intelectual y sexy de mi novio al photoshoot o quedarme con los dos trogloditas idiotas que tengo por amigos?

—¿Dónde será? —le dije.

[...]

—Te ves tan sexy que te violaría aquí mismo.

Corey y Vic me sonrieron.

¿Se acuerdan de Victoria, la chica que había organizado nuestra fiesta de dieciséis años? Resulta que ahora trabaja para la revista que le haría el photoshoot a Honguitochico. Es la encargada de la sesión, por lo que tiene que ver que su modelo esté perfectamente arreglado antes de ser fotografiado, y por su cara, creo que mi comentario la convenció de que así era.

—Estás listo, Corey —ella le palmeó la espalda—. Ahora vamos, quiero hacer esto rápidamente para ir a comer. ¡MUÉVANSE!

—Si lo pides así... —Corey y yo apresuramos el paso.

Si, había olvidado que Victoria es... un poco impaciente, y más cuando tiene hambre.

La sesión de fotos tendría lugar en un set ambientado para eso. El equipo ya estaba allí, preparando las cámaras y las luces, esperando por las órdenes de Victoria.

—¡Bien, gente! ¿Ya estamos listos? ¡Perfecto! Corey —lo miró—. Pinte ahí y creete el chico más sensual del mundo.

—Soy el chico más sensual del mundo —dijo.

Victoria y yo le sonreímos como unos padres que tienen que mentirle a sus hijos para verlos felices.

—Claro, Corey, claro. Si eso te ayuda a vivir...

—Son unas malditas —murmuró él.

—Así nos quieres —dije, dándole un beso y empujándolo al centro del set—. Lucete, bebé. Pero no más que yo.

—Amo tu modestia, Sarcastichica.

—Todos lo hacemos —Victoria encogió los hombros—. Ahora cállate e inicien. ¡YA!

A veces pienso que el mundo está siendo demasiado bueno conmigo al darme un novio tan guapo como Corey Fogelmanis.

Y a veces pienso que el mundo está siendo demasiado bueno con él al darle semejante golpe de pubertad.

Y a veces pienso que el mundo está siendo malo con Peyton, porque él está igualito.

Y aunque él no venga al caso en estos momentos, hay que admitir que es verdad lo que digo.

Peyton, te amo.

El photoshoot estaba saliendo bastante bien. Corey ya llevaba tres cambios de ropa y yo ya tenía en mi teléfono fotos suficientes para decir que había llegado a una cuarta parte de las fotografías mías que hay en el suyo. Los vestuaristas estaban arreglando a mi novio cuando el teléfono de Victoria comenzó a sonar. Ella lo sacó de su bolsillo y al ver quien era, rodó los ojos.

—¿Y ahora que pasó, Carter? —masculló, con tono de aburrimiento. Después, abrió sus ojos castaños como platos—. ¡¿Qué?! ¡¿Otra vez?! ¡Les he dicho que no se metan en problemas...! ¡Oh, no! ¡No me vas a convencer de nuevo...! ¡Carter! Dios —se llevó una mano a la frente—. Está bien, voy saliendo. ¡Pero esta es la última vez que te saco de un aprieto, Carter Pointer! —Y colgó con un movimiento brusco.

—¿Carter otra vez? —preguntó una camarógrafa.

Aunque la respuesta ya era obvia de las veces que gritó el nombre, Victoria asintió.

—Él y sus amiguitos están en la comisaria... otra vez —suspiró—. Bueno, chicos, lo lamento pero tengo que salvarlo. ¿Tenemos fotos suficientes?

—¿Bromeas? —dijo Corey—. Creo que fueron como mil o dos mil o un millón...

—Ay, no seas dramático —le chisté—. Solo fueron... —miré a la camarógrafa.

—Seicietas.

—Seicien... ¡Wow, ¿seicientas, en serio?! —exclamé, sosprendida.

—Creo que esas son bastantes —Victoria asintió, conforme—. Hasta aquí llegamos, chicos. Debo irme —entonces se giró hacia nosotros—. Ustedes no duden en llamarme si van a hacer algo para su fiesta, ¿okay? ¿Cuanto falta? ¿Una semana? ¿Dos?

—Tres —respondió Corey, que estaba empezando a cambiarse la camiseta que traía por la suya—. Pero no tenemos planeado nada, ¿o si? —me observó.

Negué. Ni siquiera habíamos hablado al respecto, pero sinceramente yo no tenia ganas de hacer algo grande como el año anterior.

Victoria se fue a una comisaria a rescatar al tal Carter, mientras que nosotros decidimos caminar hacia una pizzería cercana y pedir dos para llevar.

—Los chicos van a amarte, Sarcastichica —dijo Corey.

Ya teníamos las pizzas en mano y estábamos en el ascensor, esperando a que este llegase al piso veinticinco, el de los chicos.

—Lo sé, aman a cualquiera que les dé comida chatarra —sonreí.

—Sobretodo después de la comida de Peyton —Él hizo una mueca—. El baño no volvió a ser el mismo—. Pero pensé que nos harías arepas.

—¿Acaso no quieres las pizzas?

—Claro que si, pero... ¿Sabes?, olvídalo.

Llegamos al piso y nos encaminamos al apartamento. Con algo de dificultad por estar cargando la caja de pizza, Honguitochico sacó sus llaves y abrió la puerta. En la sala estaban Amir y Peyton, jugando en su consola Call of Duty.

—¡AMIR! —gritó Peyton—. ¡Acabas de matarme!

—¿Qué esa no era la idea? —preguntó este.

—¡No, cuando estamos en el mismo equipo!

—¿Estábamos en el mismo equipo?

—¡Si! ¡Y acabas de matarme!

—Ups, perdón —Amir sonrió—. Pero mirale el lado bueno: di en el blanco. Entre ceja y ceja.

—No —dije, avanzando a la cocina—. Le diste al blanco.

Peyton me fulminó con sus ojos verdes, ganándose una sonrisa inocente mía. Luego su vista viajó a las cajas que acabábamos de poner en la barra y se olvidó completamente de mi cometario racista.

—¡Pizza! —exclamó, saltando desde el espaldar del sofá y corriendo hacia acá—. Ustedes son los mejores, ¿sabian?

—Si, gracias —dijo Corey—. Amir, ¿quieres una rebanada?

—Quiero a tu prima —gritó, sin apartar la vista de la pantalla.

Corey y Peyton rodaron los ojos. Intercambie miradas con ellos mientras me llevaba una rebanada a la boca.

—¿Togavia sigue gejentido? —pregunté

—No lo superará —dijo Peyton con pesar.

—Me lo recuerda cada vez que puede —suspiró mi novio, tomando una servilleta y limpiando mi labio inferior—. Tienes una manchita aquí.
Cogui —lo miré—. Gejame 'ome gen paz.

—Lo haré cuando termine de limpiarte la boca, cosa en la que puedes ayudar hablando después de comer.

Tu no eges mi mague —tragué y le pegué en la mano—. ¡Deja de limpiarme!

—¡Que no! ¡Mal educada!

—¡Métete lo maleducada por lo poco que tienes de...!

—¡BEEP! —gritó Amir.

Entonces nos sumimos en una pequeña pelea de manotazos, Amir animando y Peyton observándonos con una pizza a punto de llevarse a la boca.

—Esto es lo más estúpidamente tierno que he visto en mi vida —nos señaló con la rebanada—. Y Rowan y yo somos muy estúpidamente tiernos.

En ese pequeño instante de distracción de Corey, le di un golpe en su entremierna con mi puño, provocando que soltara un gemido ahogado y me mirase con los ojos azules bien abiertos.

—Perra —chilló.

—Perra no, Pato. Para ti —lo apunté, dándole un mordisco a la pizza que le robé a Peyton— joy Jascastishica.

—Si, definitivamente —Peyton rió al ver a mi novio, que se dejaba caer en el suelo—. Estúpidamente tiernos... Ahora dame mi maldita pizza.

Sonreí, no por su comentario ni porque es tan inocente que no sabe que bo le devolveré su pizza, sino porque mi novio comenzaba a arrastrarse hacia mí en busca de venganza y no la iba a conseguir.

N/A: 

He vuelto, perras, ¿me extrañaron?

Lamento no haber publicado, lo que pasa es que mi computadora y teléfono se dañaron :') y pues, mi bella computadora no la han mandado a arreglar, pero el teléfono si y aquí les he traído este bello capitulo.

Cuentenme qué les pareció. A la chica con el comentario más gracioso le dedicaré el próximo capítulo :D.

¡Hasta luego!

Otra cosa; recuerden el nombre de "Carter Pointer", porque lo verán otra vez ;)

Sin más que decir, se despide xlexluthorx. ¡Las amo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro