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Capítulo 24.

Una pequeña nota antes de leer el capítulo:

Querida lectora, si te molesta o desagrada todo lo referente al tema sexual o simplemente te incomoda la mención de la palabra 'sexo', seria mejor que no leyeras éste capítulo, porque no me hago responsable de traumas.

Por cierto, probablemente tarde en actualizar puesto a que este era el ultimo capitulo que tenía escrito. So (si, lo digo mucho porque lo amo):

Gracias y disfruten del cap ;)
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—Así que, ¿terminaron ayer?

—Aja —Corey alargó la mano para tomar el jugo de la mesita de la sala—. Y menos mal. No podía aguantar a la pesada de Sophie una semana más.

Hice un gesto de «te lo dije» cuando él no me veía.

—¿Y tú? —preguntó—. ¿Cuando fue que terminaste?

—Bueno, justamente cuando me llamaste acababa de finalizar la escena del baile —comenté y él me observó de reojo—. Y si, besé a Froy, pero, ¿a que no adivinas quién ve cosas donde no las hay? ¡Ésta nena!

—Explicate.

—Mientras bailabamos, en plena canción, en medio de las luces, la gente y todas esas mamadas, pensé... —me mordí el labio, algo avergonzada—. Bueno, pensé que estaba bailando contigo.

Corey dejó de ver la televisión y giró su cabeza hacia mí, frunciendo las cejas con incredulidad.

—¿En serio? —inquirió.

Yo asentí, robándole el jugo y dándole un sorbo. Honguitochico sonrió débilmente.

—Vaya... Esto... ¿Gracias? —respondió, dudoso. Yo reí.

—De nada, es un placer que tú seas lo que veo en mis momentos de esquizofrenia, Honguitochico.

Eran las dos de la mañana, ¿y ustedes creen que yo tengo aunque sea un poco de sueño? Para nada. Nos habíamos pasado las últimas dos horas actualizándonos de cada cosa que había pasado en las películas, de mi madre y de que se había mudado con los Gutierrez. También le conté acerca de la llegada de Antonella, Nestor y Katherine, y que la última se había distanciado un poco de nosotras por cosas que no estaba enterada. Aparte de eso, hablamos de Rowan y sus problemas de inseguridad. Él estuvo de acuerdo con nosotras; Peyton y ella se adoran y tienen una fuerte atracción sexual entre ambos.

Hablar con Corey me había hecho olvidar todo lo que pasó en los meses anteriores y ya no sentía ningún remordimiento hacia él. Ni siquiera quería golpearlo.

Cuando la charla acabó y ya que ninguno quería irse a dormir, Corey rentó una película. Ambos preparamos juntos unas arepas, sacamos el jugo del refri junto con dos vasos y fuimos al sofá justo a a tiempo, porque la película empezaba en ese momento.

—¿Cómo se llama? —pregunté, acomodándome entre las piernas de Corey.

Cualquiera que nos vea diría que estábamos en una situación comprometedora; yo entre sus piernas y él con una mano justo encima de mi vientre, acariciando ligeramente el lugar. Pero, ¿a quién le importaba lo que pensaran los demás? ¡Tengo tiempo sin ver a mi novio! ¡Dejad que me manosee en paz, malditos conservadores!

—No vi el nombre —respondió, encogiendo los hombros.

—No es de terror, ¿verdad?

—Después de aquél dia con la Noche del Demonio, me juré a mí mismo jamás ver una así —declaró, sacudiendo la cabeza como un escalofrío—. Ésta la compré porque Justin Timberlake y la chica que actúa en Teddy salen.

—Oh, me encanta Justin Timberlake. Y amo a aquella chica. ¡Y mira! —señalé el televisor cuando un rostro conocido salió—. ¡Es el que hace de Haymitch! ¡Hola, Haymitch, te amo!

—¿Es gay? —Corey ladeó la cabeza, confundido. Luego abrió los ojos—. ¡Oh, si, está haciendo de gay! Todas las películas buenas tienen un gay en la trama.

—Exacto.

La película iba bien. Es más, era perfecta; daba mucha risa, los escenarios eran bonitos, los personajes únicos y graciosos y no trataba del típico amor cliché en la que se basan todas las películas de amor. Corey y yo estábamos tan concentrados y divertidos viéndola que la escena de sexo entre los dos personajes (sexo no explicito, pero que tampoco dejaba mucho a la imaginación) nos cayó como un balde de agua fría.

—¡Tapate los ojos! —chillé, al tiempo en que daba una vuelta y le cubría los ojos a Corey con las manos.

Pero cubrirle la visión no sirvió de nada cuando comenzaron a gemir.

—¡¿Qué clase de maldita película semi-pornográfica compraste, Shain?! —grité, pero mi voz no pudo opacar el audio del televisor.

¿Por qué decidí subirle casi todo el volumen?

—¡¿Qué iba a saber yo que se trataba de...?! Oh, Dios mio ¡¿Qué le está haciendo?!

—¡Te dije que no vieras! —presioné mis manos contra sus cuencas oculares, tratando de borrar la imagen que había visto al voltear—. ¡Esas son cosas que un niño inocente como tú no puede presenciar!

Corey respiraba agitadamente.

—Pero... estaba... debajo de la sábana y...

—¡Corey! Solo... cállate, ¿vale? No sigas. Pon tu mente en blanco. Piensa en duendes, fresas, unicornios, perritos, palomitas, Benjamín Franklin y gorritos de lana.

Mi novio negó con la cabeza.

—El estilo de Kevin no está funcionando, Sarcastichica. Ahora tengo a Benjamín Franklin haciéndole lo que sea que Justin le estaba haciendo a la tipa de Teddy.

Ay Dios mío, ¡ha quedado traumado!

—Tranquilo, Corey, eso es solo una rama más del sexo que no abarca precisamente el uso de aparatos reproductivos.

Guardó silencio por cinco segundos, todavía tenía los ojos tapados. Luego chilló como niñita.

—¡¿Y tú cómo sabes tanto de esto, a ver?! —cuestionó.

—Wattpad.

Corey me miró. —¿Tan perverso es ese mundo?

—Peor, Honguitochico. Mucho peor.

Por suerte, cuando la escena de sexo terminó, ambos decidimos mandar al demonio la película (Amigos con derecho, descubrimos que se llamaba) y apagamos la televisión. En la sala reinaba el silencio más tenso que pudimos haber tenido en el transcurso de nuestra relación. Sé que anteriormente habíamos hablado de sexo y  que también tuvimos nuestros acercamientos, pero de ahí a ver prácticamente pornografía (aunque ésta no lo fuera) juntos...

Se podría decir que había calor en el lugar.

—Para la próxima —dije, cortando el silencio casi con cuchillo—, elegiré yo la película.

Corey asintió. La posición de antes había desaparecido y ahora ambos estábamos en cada esquina del sofá, la única parte de nuestros cuerpos que se tocaban eran los pies. Mi novio tenía la vista anclada en ellos y un cojín entre las piernas. No cuestioné el porqué pues ya estaba más que claro (y no porque lo vi, malditas pervertidas).

—Cuando tú y yo tengamos relaciones —habló, de repente—, no será así.

Algo sonrojada por el cambio drástico del tema, encogí los hombros.

—Como sea, Honguitochico. Me da igual si lo ha...

—No hablo de eso —me cortó, subiendo sus ojos a los míos—. ¿No prestaste atención? Ellos iban a tener (más bien, tuvieron) sexo sin amor. Sólo como amigos. Sólo sexo. No quiero tener solo sexo contigo. Quiero hacerte mía como Dios manda; haciendo el amor. Yo no podré ser un especialista en ese tema, pero si sé diferenciar lo que es «sexo» y lo que es «hacer el amor».

Verlo hablar así me hizo dar un vuelco al corazón.

—Entonces... —dije, lentamente—. ¿Eso que dices será cuándo?

Corey encogió los hombros. Ahora jugaba con los lazos del cojín que todavía tenía entre las piernas.

—No lo sé. Hace unos meses eras tú la que hablaba de esto y no yo —rió un poco, como recordándolo, y me miró con una timidez que me resultó tierna—. Creo que cuando tú estés lista, yo también lo estaré.

Eso finalizó la conversación. El silencio que había ahora ya no era tenso, sino cálido. Tenia ganas de lanzarme y abrazarlo, pero comprendí a tiempo que entando en la situación que está, es mejor dejar que se le baje la temperatura sin intervenir.

Decidimos encender la televisión de nuevo, está vez eligiendo el canal de las comiquitas, donde estaban pasando Gravitty Falls, por mucho nuestro programa animado favorito. Corey por fin quitó el cojín de su entrepierna y se desparramó más libremente en el sofá, reposando sus pies en mis piernas.

—Tengo un crush con Wendy nada normal —comentó.

—Si, ya lo dijiste...

—Pero, oye, que es un crush demasiado fuerte. Es... es  como si fuese una persona real.

—¿Quién no se ha enamorado de una caricatura alguna vez? —pregunté, encogiendo los hombros—. Yo tengo un crush con Jack Frost y Eli Shane, de Bajoterra.

—Si, pero Wendy es más hermosa. Su color de pelo, sus grandes ojos y el sombrerito de leñador...

—Honguitochico, se te despertó de nuevo.

—¿QUÉ? —dirigió los ojos a su entrepierna—. ¡Mentirosa!

Me eché a reír por la reacción que tuvo. Él me lanzó un cojín, pero logré atraparlo justo a tiempo para luego arrojarselo de regreso. Le dio de lleno en la cara. Corey me miró con exagerada furia.

—Me las pagarás, Sarcastichi... —pero antes de que terminara la frase, yo ya estaba corriendo como loca por el apartamento—. ¡CA!

Y así empezó nuestro minijuego de «atrápame si puedes», en el que terminamos volcando el plato de arepas, el sofá y creo que también rompimos un florero. El punto era que Corey no podía atraparme y se frustró tanto que terminó —en un intento fallido por atraparme estando yo subida en la isla de la cocina— casi clavándole la frente a una esquina de la misma. Me eché a reír, incapaz de controlarme ante la cara de estupefacción de mi novio quien ahora estaba fulminándome con la mirada.

—Te detesto —murmuró.

—Cuando tú mismo te lo creas, ven y me lo dices.

Corey bufó, a sabiendas de que estaba en lo correcto.

—Mejor callate y paremos de correr —hizo una mueca cuando dio la vuelta—. Me volvió a doler el Cristobal Colón.

Rodando los ojos y reprimiendo las ganas de corregirle nuevamente, regresé al sofá, siendo seguida de él.

[...]

No sé cuando fue que nos quedamos dormidos, ni como, ni en qué posición, pero a la mañana siguiente amanecí con el culo de Corey a mi lado, mientras que su cabeza estaba fuera del sofá y su pie sobre mi cadera. También tenía dolor de cabeza y mi novio no ayudó mucho cuando enroscó mi cabello en su dedo y dio un leve tirón, suficiente para que yo soltase un gritico.

—¡Hijo de Shannon! —chillé, empujándolo fuera del sofá.

Corey se levantó de golpe, pegándole la cabeza a la mesita de noche y volcándola. Restos de arepa, gaseosas y Bucheria llovieron por el lugar.

Si, somos un desastre de pareja.

—¡Sarcastichica! —lloriqueó Corey—. ¡¿Por qué no me puedes despertar con besos y abrazos?!

—La última vez que lo hice casi terminamos follando de no ser por la metiche de Sabrina —me levanté, asegurándome de pisarlo en el trayecto al baño—. Y después de la película que vimos y la charla que tuvimos, lo menos que vamos a hacer tú y yo es "hacer el amor."

Lo miré significativamente antes de meterme al baño. Me sorprendí al descubrir que tenia puesta su camiseta. Eso explica por qué él estaba semidesnudo. Seguro ayer se la obligué a quitar y no me acordaba. Encogiendo mis hombros, hice todo lo que tenía que hacer y salí del lugar para dirigirme a la cocina, donde mi novio me regalaba la hermosa vista de su espalda desnuda.

—¿Fuiste al gimnasio en Canadá? —quise saber.

El me miró tipo «¿Komo lo zupo?» y asintió.

—Con Blake —respondió, sirviendo unas tazas de cereal—. ¿Por qué? ¿Se me nota?

—Yo te doy —simplifiqué—. Y no precisamente consejos.

Corey asintió otra vez.

—Si, se me nota. Y creo que te juntas mucho con Antonella Morales, señorita.

Ambos reímos al tiempo en que se escucharon toques en la puerta. Corey y yo nos miramos.

—Han de ser las chicas —dije, levantándome de la isla donde me había sentado.

—¿Tengo que prepararme para los golpes que me darán?

—Eh... ¿te miento o te digo la verdad? —pregunté, él hizo una mueca.

—Ay de mí.

Juntos fuimos para abrir y personalmente me llevé una gran sorpresa cuando vi a Diego parado frente ahí, sonriendo ampliamente y llevando en sus manos un pote de helado.

—¡Hola! —saludó—. Estaba algo aburrido, Erick y Nathalia fueron a desayunar juntos, Froy no se a despertado aún y quería pasar el día con...

De repente frunció el ceño.

—¿Quién es él? —su voz fue duplicada y me di cuenta que él y mi novio habían hablado al mismo tiempo.

Ay, se me olvidó contarle a Corey que tengo un hermano y a mi hermano que tengo un Corey.

Que de cosas, jeje.

—Eh... ¿sorpresa, sorpresa? —hice manos de jazz.

Los dos chicos se inspeccionaron nuevamente y los ojos marrones de mi hermano se abrieron a magnitud cuando notó que Corey estaba sin camisa y que yo (los abrió aún más) la llevaba puesta.

—Ustedes... —no terminó la palabra y como Juan por su casa, nos apartó de golpe y entró.

No había reparado en que el apartamento había quedado patas arriba luego de los acontecimientos de anoche (las carreritas que tuvimos) y hoy en la mañana: la sala era totalmente un caos y si yo fuese otro que entraba y veía todo esto, fácilmente diría que aquí habían pasado "cosas" comprometedoras. Pero eso pasa porque soy una mal pensada de mierda. Solo espero que Diego no haya sacado eso en común conmigo...

Se giró violentamente hacia Corey.

—¡TE COJISTE A MI HERMANA!

Y eso se suma a la lista de cosas en común, damas y caballeros.

Mi novio, alarmado y totalmente confundido, al ver que Diego estaba a punto de atacarlo, dio la vuelta y echó a correr por el pasillo. Diego se le pegó atrás. No sé si fue por suerte de Corey o desgracia de mi hermano, en ese mismo momento alguien abría la puerta de uno de los apartamento, haciendo que Diego pegase la nariz ahí, volcándose el helado encima y dándole chanses a Corey de adentrarse en el suyo (abriendo con llave, obvio) y encerrarse de golpe.

—Ay —dijo Nestor, mirando a Diego—. ¿Te golpeé?

Diego masculló algo sarcástico seguramente, pero no se le entendió debido al helado derretido que se le había metido en la boca.

—Buenos días, Nestor —saludé mientras me acercaba, haciendo un esfuerzo grande para no reír.

—Hola, _____ —cerró la puerta y se arrodilló junto a mí y Diego—. ¿Él quién es?

—Diego, mi hermano —al ver su cara, rodé los ojos—. Es una historia muy larga, Nestor, que te la cuente Anto... Ah, si: Diego, él es Nestor, hermano de Antonella.

—Ya decía yo que ustedes tenían que ser fami... ay —se quejó cuando le toqué la nariz—. _____, para de hacer eso... Ay, ay ¡aaay!

Sacudió las manos para alejar las mías de su nariz, luego me fulminó con la mirada.

—Solo quería comprobar si se te había roto o no —me excusé de manera inocente.

Él puso sus ojos en blanco mientras que Nestor reía.

—Si, son indiscutiblemente hermanos —sonrió—. Hablando de eso, ¿dónde está Antonella? Peyton sigue durmiendo y me preguntaba si quería acompañarme a comprar algunas cosas...

—Seguro sigue roncando encima de Sabrina —encogí mis hombros y observé a mi hermano—. Estás hecho un asco. ¿No prefieres darte un baño para después explicarte quién es Corey?

—¿Así se llama? —preguntó y yo asentí—. Okay —se levantó con algo de dificultad e hizo una mueca al verse todo lleno de helado—. Andando. Tú y yo tenemos muchas cosas que hablar, señorita.

Rodé los ojos cuando pasó frente a mí para entrar en mi apartamento. Nestor nos miró a los dos y se cruzó de brazos, recargando su peso en la puerta.

—¿Qué?

—Nada —sonrió y se peinó el cabello rubio hacia atrás—. Bueno, en vista de que Anto y la cama tienen una relación tan fuerte que no pueden separarse ni aunque sea un segundo el uno del otro, me toca ir solo a la tienda —suspiró con dramatismo y me revolvió el pelo al pasar por mi lado—. Besos, mil besos ¡mil besitos! ¡Nos vemos! Vales mil.

Y diciendo su diálogo de la Barbie de Toy Story 2, se perdió tras las puertas del ascensor. Me volví hacia el apartamento de mi novio y estaba a punto de tocar cuando él abrió la puerta. Traía una camiseta ya puesta.
—¿Quién era ese tipo y por qué dice ser tu hermano?

Lo hice devolverse para que buscase una camiseta para Diego y luego tiré de su cabello, arrastrándolo hasta mi departamento justo cuando otra puerta se abría.

—Buenas, buenas, mi gente —Antonella, bostezando, nos saludó medio adormilada y pasó directo a mi piso—. _____, amiga, no vas a creerlo pero estoy viendo a Corey en este mismo momento —chasqueó la lengua con los ojos entrecerrados y luego miró el interior del piso—. ¡Oh! ¿Y por aquí cuando pasó el huracán Catrina?

—Estaba jugando a las carreritas con Honguitochico —respondí, señalándolo.

Anto lo miró, ahora con los ojos abiertos y aparentemente dándose cuenta de que la presencia del chico era real. Corey la saludó sacudiendo los dedos. De repente, Anto estuvo a punto de lanzarsele encima de no ser porque en ese preciso momento Diego abre la puerta del baño. En consecuencia, mi pobre amiga terminó dándose en la frente y cayendo de culo.

—Oye, _____. ¿Que hora es? —preguntó mi hermano, luego miró a Anto en el suelo—. ¿Te di? Ah, bueno, eso cobra lo de tu hermano esta mañana. No lo siento nada.

Ella lo fulminó con sus ojos color miel, intentando no preguntar acerca de qué había hecho Nestor hoy. En vez de eso, se fijó en Diego.

—¿A caso tú no sabes lo que es una camiseta? —preguntó, al ver que estaba sin camisa.

Diego encogió los hombros y me miró.

—La hora, _____.

—Veinte para las once.

—Ya decía yo —murmuró mientras salia del baño, pasando por encima de Anto y sentándose en el sofá—. No me apetece bañarme aún. No lo siento salir de mi interior.

—¿Qué no sientes salir de tu interior? —dijo Antonella, levantándose—. ¿La mierda? Chico, esa te sale por la boca con tan solo hablar.

—¿No sientes un mosquito por aquí? —Diego frunció el ceño, sacudiendo las manos como si espantase moscas—. Diablos, si que son molestas esas cosas.

Vete a joder a otro lado, Dios mío —mi amiga bufo, aproximándose hacia nosotros.

Eso mismo se lo digo yo a usted, querida.

Otro marico más que habla español. Mueranse, Señor.

Llegó a donde nosotros y de repente le metió una cachetada a Corey.

—Me lo esperaba —murmuró mi novio.

—Hubiese tardado menos de no ser por la garrapata que tienes por cuñado —rodó los ojos y se sentó en el sillón al lado de Diego, pero sin mirarlo—. Ajá, explica pues. ¿Qué excusa tienes para que no te corte los cojones, aparte de porque no tienes?

—Yo también necesito explicaciones —gruñó Diego—. Venía muy cómodo con mi helado en manos dispuesto a compartirlo con mi hermana y cuando llego me encuentro con el apartamento desacomodado, un tipo medio desnudo y tú con su camisa. ¿Qué esta pasando aquí? Hablen rápido porque creo que un poco de helado se me metió en el pantalón y... —se removió con una mueca—. No es muy cómodo que digamos.

Bueno, por lo menos ya los dos se habían calmado y no mataron a Corey como pensé que lo harían.

Él y yo nos miramos, bufando al mismo tiempo, sabiendo que había mucho que explicar... y a demasiados.



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