
Capítulo 19.
Antonella POV:
—¿Estás segura de que esto es una buena idea?
—Por supuesto que si. ¿Cúando yo he tenido malas ideas?
—Malas no. En las que hayamos terminado en la cárcel... bueno, ya perdí la cuenta.
—Katherine, callate o vas a espantar a Sullivan —señalé a Nestor, mi hermano, que si estaba pálido antes, tienen que velo ahora—. Más de lo que está, claro.
—Lo siento por ser sensata y pensar con lógica —se disculpó, el sarcasmo derramándose en cada palabra.
Puse los ojos al cielo. Eso del sarcasmo nada más le queda bien a ______ (y a mí, obviamente) pero como soy un amor con las personas y odio verlas sentirse mal, me callé el comentario.
—En fin, ¿trajiste jaula si o no?
—Está en el piso de abajo.
—Perfecto —sonreí, girardo la cabeza hasta encontrar a mi hermano—. Hey tú, animal, ve y trae la maleta. Para ayer, ¿me oyes?
Si, un amor con las personas. Deberían llamarme Madre Antonella de Calcuta.
Como lo esperaba, el sumiso de mi hermano mayor bajó corriendo las escaleras de mi futura ex-casa, dejándonos solas a Katherine y a mí en la habitación. Traté de evitar su mirada, poniéndome a guardar las últimas cosas en la gran maleta frente a mi cama, dándole la espalda. Sé que está gruñendo, mascullando entre dientes algo que no tiene nada que ver con mi fabuloso plan. Criticando la manera en la que he llevado la situación, alegando que lo que estoy haciendo es ridículo, estúpidos, infantil... inmaduro.
—Si vas a seguir balbuceando cosas sin sentido —gruñí—, déjame sacar mis audífonos para no escucharte todo el trayecto al aeropuerto.
—Sabes que no son cosas sin sentido, Antonella —replicó, se estaba conteniendo para no gritarme—. En unas horas volaremos directo hacia allá. ¿Seguirás todavía...?
Di media vuelta, encarándola.
—Si. Y si lo hago o dejo de hacerlo, Katherine, no es problema tuyo.
Aquello no estaba planeado, pero de todas maneras lo dije. Me sentí mal al instante, aunque no hice nada para remediarlo. Katherine me miró, obviamente dolida, pero solamente se dignó a cruzarse de brazos y sentarse en mi sillón a mirar su teléfono. Yo volví a hacer lo mío, ahora con un nudo en la garganta.
Odiaba tratarla así. Es mi amiga, tal vez la única que tengo aquí en Colombia. Pero después de la pelea que tuvimos la semana pasada, luego de que me llamara como lo hizo, he tenido algo parecido al resentimiento con ella. Lo peor del caso es que no sabe por qué lo hago. Y es estúpido, porque ni yo misma lo sé. Pero igualmente me dolió no recibir un apoyo de su parte.
Tal vez sea por cosas como estas que siempre he preferido a _____.
No estoy diciendo que no la quiera. Concidero a Katherine como una hermana, pero ella jamás ha tenido lo que yo con _____. Esa conexión que solo pueden tenerse dos personas, la manera de entendernos sin siquiera hablar, saber cuando la otra está mal, está feliz o simplemente no siente que está en ningún lado. La obligación que tenemos de hacerla volver a la realidad, de convertirnos en payasas cuando lo necesita, en investigadoras del FBI y la CIA e incluso de hacernos pasar por lesbianas (es normal, esa perra va a casarse conmigo algún día, que se joda Corey) para sacarla de algún lío.
Estoy segura que _____ va a entenderme cuando le explique. Sé que primero me cuestionará, pero será incapaz de criticarme sin tener razón, de juzgarme... de llamarme inmadura.
No había reparado en ello, pero me encontraba apretando mis puños con tanta fuerza que las uñas se clavaron en mis palmas. Con una mueca de dolor y todo ya listo adentro de la maleta, la cerré, justo a tiempo en que Nestor subía la jaula para perros tamaño oso.
—¿Estas segura de que esto es buena idea, Tony? —preguntó nuevamente Nestor, haciéndome suspirar con fastidio—. Digo, si ya tenemos todos los papeles en orden...
—Estas experiencias solo pasan en las películas —le interrumpí, metiendo dentro de la jaula palomitas, una soda y galletas para más tarde—. Y yo quería actuar junto a Adam Sandler, pero no se pudo, así que déjame revivir la escena de su película.
—Tony, muchas cosas pueden salir mal...
—El 85% del plan puede y va a salir mal, ¿y crees que eso me importa? —reí, metiéndome dentro de la jaula y cerrando la puerta—. Uh, está bastante cómodo aquí, ¿saben?
—Esa jaula le perteneció a mi tía Cecilia —explicó Katherine, hablando sin dirigirse a nadie.
—¿Tenía un perro grande?
—Tenía un marido grande —especificó—. Grande y necio.
La pregunta que Nestor iba a hacer quedó opacada por el sonido que hacía la bocina del taxi.
—Ya es la hora —mi hermano tomó nuestra maleta y la de Katherine—. Ahorita vuelvo. Ve poniéndote el disfraz, Tony-Tony.
Sonreí con nostalgia al recordar que así me llamaba Mich-Mich.
Oh, como hoy a amar hacerle la vida imposible de nuevo.
—Eso es lo que voy a hacer, Sullivan —respondí y corrí al baño para cambiarme.
Cuando salí, la habitación estaba vacía. Como supuse, Katherine había bajado lo más rápido posible para evitar quedarse sola conmigo. No la culpo, pues yo también hubiese hecho lo mismo.
Me metí en la jaula, ambientada con una sábana y una almohada. Cerrarla desde adentro se me hizo algo difícil debido a los guantes del disfraz. Luego, y después de unos segundos de culparme por lo idiota que fui, me quité los guantes y por fin me encerré. Nestor llegó y levantó la jaula como quien levanta varios paquetes de harina.
—¿Tan flaca estoy? —murmuré mientras bajábamos.
—No, soy yo quien es el fuerte. Callate. Recuerda que las perras no hablan.
—Oh, es cierto... Espera, ¿me acabas de llamar perra?
—¿A poco estoy mintiendo? —su tono me hizo saber que estaba sonriendo.
—El mejor hermano del mundo, sin duda alguna.
Nestor rió.
—Lo sé, lo sé —se detuvo justo antes de llegar a la puerta—. ¿Algo que decirle a la casa antes de partir?
No sabía qué decirle. No me culpen, esta casa no se sentía como un hogar. Nunca lo sentí como uno. Mis mejores recuerdos no pasaron aquí. Por eso casi no pasaba el tiempo adentro. A Nestor le ocurría lo mismo. Siempre supimos que nuestro hogar estaba más allá de estas paredes, mas allá incluso del país. Mi hogar está en donde está mi familia y mi familia son los Córdoba, el elenco de Girl Meets World y Ross, a quien considero como un primo lejano que me violaré algún día. Y dicha familia (y primo lejano que me violare algún día) se encuentra en EE.UU, a donde iré y me quedaré.
Para siempre.
—Puede irse al mismísimo infierno —respondí por fin.
No lo veía, pero sé perfectamente que mi hermano estaba asintiendo.
—No podría estar más de acuerdo.
_____ POV:
—¿Y cuando dijiste que volvías? —preguntó Diego al otro lado de la línea.
Suspiré. Había preguntado eso como mínimo diez veces en los cinco minutos que lleva la conversación.
—Te acabo de decir que estamos a punto de llegar, Diego Andrés —reí cuando lo oí exhalar aliviado—. ¿Tan aburrido estás?
—No tienes idea —contestó—. La casa de los Gutierrez solo es divertida cuando están ustedes aquí. Ya hasta me cansé de apretar el timbre. Por cierto, si Erick pregunta quien lo dañó, tú no oíste nada viniendo de mí.
—Claro, hermano. Jamás te delataría —me acerqué a Froy para susurrarle—: Dile a tu padre que Diego dañó el timbre.
—Por supuesto, Pato —Froy se desabrochó el cinturón y dio la vuelta sobre su asiento para gritar a todo pulmón—: SE LE INFORMA AL PASAJERO PAPÁ QUE DIEGO DAÑÓ EL PRECIADO TIMBRE DE LA CASA.
—¡¿Qué hizo QUÉ?!
—Gracias por mantener el secreto, _____. —masculló mi hermano legítimo.
—¿Qué? No es mi culpa que Froy sea un escandaloso.
—¡Yo no soy escandaloso! —chilló el muchacho—. ¿Acaso yo soy escandaloso? —le gritó a una azafata, que lo miraba con miedo—. ¡Respondame, buena mujer! ¡¿Acaso soy escandaloso?! No, ¿verdad? ¡¿Verdad?! ¡¿VERDAD?!
—Si le dice que no lo es, la mujer está mintiendo —Diego guardó silencio—. Creo que me sangra el oído.
—Dona lo que gastes al Banco de Sangre.
—¿Por qué no donas tú la que gastas en la regla, eh?
—Porque nadie quiere sangre de Andrés —hice una mueca, arrugando la nariz—. Es un asco.
—Entonces la mía también lo es —lo escuché reír—. Ventajas de llamarse Andrés, número uno.
Rodé los ojos. Diego siempre se salía con la suya, algo que había logrado descubrír en las semanas posteriores a su llegada y que me volvía loca. Naturalmente era yo la que tenía una respuesta para todo. No obstante, también descubrí que esa era una de las muchas características que teníamos él y yo. Nos asemejamos en demasiadas cosas, en realidad, pero la única que me fastidiaba era esa.
El mismo día que llegó, Erick, tan hospitalario como siempre, le ofreció quedarse con ellos. Diego, que se negó la primera vez, cedió luego de las cinco horas que estuvimos insistiéndole. Ahora compartía con Froy su habitación, pero se quedó solo cuidando la casa cuando los cuatro viajamos a Washington D.C para grabar las escenas que tendrían lugar ahí, las cuales ya habíamos finalizado.
Otra cosa que había descubierto de él era su extraño horario. Me explico: no tiene un calendario, ni tampoco una libreta o la alarma puesta en su teléfono, pero siempre hace algunas cosas en una hora específica. Un ejemplo claro es que se levanta a las diez de la mañana, independientemente del día (a menos que alguien lo levante). También se baña a las mismas horas dos veces al día (al medio día y luego a la media noche) y siempre de los siempres baja a la cocina a las dos de la mañana porque le da hambre, para luego dormirse definitivamente a las tres y media.
Lo sé, es raro. Imagino que todos los Ortiz (aunque yo no lleve el apellido de mi padre) tenemos algo que nos hace verdaderamente extraños.
La reacción que tuviemos mis amigos al presentarles a Diego fue graciosa. Sabrina, olvidando como siempre a su novio Bradley Steven Perry, se puso a hacerle ojitos que pasaban inadvertidos para Diego. Rowan le preguntó si le gustaban las arepas y cuando mi hermano dijo que si, ella se le abrazó al tobillo exclamando en voz alta que lo prefería a él en vez de a mí (tan buena amiga ella, ¿verdad?). Peyton, por otro lado y algo celoso por mi amiga castaña, lo invadió a tantas preguntas que Diego decidió volver con Rowan (lo que hizo ponerlo más celoso aún, pero lo disimulaba), y Amir...
—Entonces él es tu hermano legítimo —Diego y yo asentimos—. Bien, bien. ¿Esta es la parte en que uno de nosotros se desmaya por la sorpresa, verdad? —encogimos los hombros, dubitativos—. ¿Seré yo? ¿Nadie más se ofrece? ¿No? ¿Ningu...? —y se desmayó.
—Me cae bien —murmuró mi hermano, pateándole el trasero para ver si estaba vivo.
Quise también presentárselo a Corey, pero Melanie dijo que era mejor no molestarlo. Estaba en la mitad de las grabaciones y tenia muchísimo trabajo por delante. A pesar de mi decepción, no pude evitar entenderlo, pues yo me encuentro igual o peor con la filmación de The Rivens. Gracias a Dios la semana que viene terminaremos de grabar y el resto queda en manos de los editores.
No lo expresaba en voz alta, pero Honguitochico me hacia falta. No quiero ponerme con cursilerías, pero de verdad quería un beso suyo. O siquiera escuchar su chillona voz de diva. Todavía seguía sin dirigirme la palabra e ignorándome. Dejaba cientos de mensajes y llamadas y ninguno los contestaba. Me cansé ya hace tiempo, pero Rowan me aconsejó nuevamente que no le prestara atención, pues era otra de sus inmadureces y debería estar acostumbrada a eso. Que se le pasaría pronto. Pero yo no veo que se le pase y me estoy hartando. Sinceramente, si sigue actuando de esa manera sin darme otra excusa que no sean los celos injustificados hacia Froy, me temo que...
Ni siquiera puedo formularlo en mi mente.
Se me fue el tiempo pensando en él. Para cuando regresé al mundo real, ya estaban bajando las maletas del taxi y Diego salía a recibirnos con los brazos abiertos, como si estuviese corriendo en un campo de flores hacia las puertas del Paraíso.
—¡_____, hermana mía!
Y de repente vio a Erick, que se encontraba de brazos cruzados y semblante serio interponiendose entre los dos. Diego sonrió inocentemente, se dio una vuelta y empezó a correr a toda velocidad, olvidándose del campo de flores.
—¡Adios, hermana mía!
—¡Ven aquí, hijo de Úrsula! —es lo último que oí de Erick antes de que se perdiese por la puerta.
Mamá, Froy y yo negamos con la cabeza y entramos tras él, los equipajes ya adentro.
—¿Quieren algo de comer? —nos preguntó ella.
—¿Burritos? —Froy me miró.
—Burritos —asentí.
—Burritos quizá pueda ser nuestro "siempre."
—Burrotes son ustedes, ¿sabían? —espetó mamá.
Nosotros fingimos ofensa, más no dijimos nada porque vimos por la ventana como Diego baja rápidamente por la escalera de emergencias que hay en una esquina de la casa. Próximamente apareció Erick también, casi pisándole los talones.
—¡ERA MI TIMBRE EPECIAL FAVORITO! —gritaba el hombre.
—¡NO ES MI CULPA QUE FUESE TAN ESPECIAL QUE NO PODÍA EVITAR TOCARLO! —respondía Diego.
—¡TENÍA LA MÚSICA DE ENTRADA DE DISNEY!
—¿QUÉ PERSONA EN SU SANO JUICIO TIENE POR TIMBRE UN TONO COMO ESE?
—NO SÉ SI TE HAS DADO CUENTA, INTENTO DE ALADDIN BARATO, PERO ¡YO NO SOY UNA PERSONA QUE ESTÉ EN SU SANO JUICIO!
—¿EN SERIO? ¡OYE, QUE NOVEDAD! ¡ME SORPRENDE QUE NO ESTÉS EN LAS NOTICIAS DE LAS DOCE!
—¡VUELVE AQUI!
En la cocina reinó el silencio hasta que Froy comentó:
—Esos dos se aman.
—Se adoran.
—Si no supiera que Erick es totalmente heterosexual, a mí hasta me darían celos —mamá pareció no percatarse en lo que dijo sino hasta que vio las miradas de los dos—. ¿Acaso dije algo?
—Nop —respondimos al mismo tiempo—. Nada de nada.
—Bien, eso creí —sonrió con nerviosismo y se recogió el cabello castaño claro en una coleta—. ¿Quieren su burritos si o no?
—Si, señora —por debajo de la mesa, Ganso y yo chocamos los puños.
Ya es hora de sacar las camisetas.
Faltando cinco minutos para la media noche, Diego y Erick se cansaron de corretear y entraron hechos un revoltijo de sudor a la casa, dejando caer sus cuerpos al sofá, llenándolo todo de tierra, mugre y sudor.
—Yo no hoy a limpiar eso —señaló mamá.
Erick y Diego, tan cansados como se veían, ni siquiera le prestaron atención.
—Te... te compraré otro nuevo... —jadeó mi hermano—. Te... te lo prometo.
—Descuida, Diego. Ya no importa —Erick hizo una mueca de dolor al acomodarse—. Ese timbre ni me gustaba, de todas formas.
Entonces recibió un almohadazo de parte del moreno.
—¡¿Entonces para qué me haces correr por todo el vecindario como si estuviera en la maldita maratón de...?! —se calló, fulminándolo con la mirada antes de irse—. Me iré a bañar para liberar las ganas que tengo de matar al buen hombre que me ha dado techo, permiso...
Y se perdió en el pasillo de las escaleras. Miré la hora: exactamente media noche, tiempo de su baño nocturno.
En ese instante mi teléfono sonó. Fruncí las cejas al ver quién era el que llamaba. Se trataba de Mich. Todos aguardaron silencio cuando contesté.
—¿Mich? —dije, dudosa. Era raro que me llame a estas horas de la noche. ¿Habrá pasado algo con la serie, quizá?
—¿Por qué las personas preguntan el nombre de la persona cuando es evidente que te está llamando ella? —inquirió, haciéndome rodar los ojos con una sonrisa—. Pero en fin, no vengo para eso... Tenemos un deja-vú.
—¿Un deja-vú? —pregunté—. ¿Por qué lo dices?
—Solo espera un segundo. Toma —y de repente, una segunda voz habla, tan reconocible que solo con un suspiro de evidente fastidio me bastó para saber de quien se trataba—. ¡Hola, _____! Me extraste, ¿verdad? Lo sé, lo sé. Es imposible no hacerlo.
Me eché a reír pues había dicho lo último como Etna, la de Los Increíbles. Siempre me hacia orinar de la risa con sus imitaciones aprendidas de Nestor. Negué con la cabeza, sacándome una lágrima.
—¿En qué cárcel están?
—¿En serio desconfias tanto de nosotros como para pensar que estamos en...? Bueno, si es verdad. No tengo idea de donde nos tienen, pero Mich-Mich (¡te amo, Mich!) ya está aquí. Michael, sirve de algo y dale la dirección a mi marida para que venga a recibirme. ¡La mami sexy Antonella Morales is back, bitches!
N/A: ¿Dailex actualizando en menos de un mes?
¿Que clase de brujeria es esta? Va a terminar lloviendo caballos, ya verán.
Pero bueno, esta nota será corta.
Para las que quieren power cogermanis no se desesperen, lo tendrán dentro de unos capitulitos mas :3
Eso es todo, se despide x_girlmeetslove_x
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