Capítulo 18.
—Me llamo Diego Ortiz —dijo—. Y soy tu hermano.
Hubo un momento de silencio. Luego me le eché a reír en su cara.
—Si, claro. Mi hermano. Y ahora tú me dirás —señalé a mamá— que tuviste un hijo al cual diste en adopción y me lo ocultaste todo este tiempo para protegerme, ¿no?
—Mi único condón roto has sido tú —aclaró, para luego mirar a "Diego"—. ¿Te apellidas Ortiz?
—Así es.
—¿Y cuantos años dices que tienes?
—No dije mi edad, pero para responderla, tengo dieciocho.
Mamá calculó los años mentalmente, después, cuando llegó al resultado, ahogó un grito.
—¡El desgraciado tuvo un hijo y yo no tuve ni idea!
—Si, exactamente —Diego asintió—. Me alegro que entendiera; soy hijo de José...
—¿Quién demonios es José? —interrumpí su amena charla.
Los dos se giraron al mismo tiempo hacía mí.
—Tu padre —dijo mamá.
—Y el mío —añadió Diego.
Guardé silencio un rato. ¿Ese señor, José, es mi padre? ¿Por qué mamá jamás me dijo que se llamaba así? ¿Por qué siquiera no me dijo su nombre? A lo mejor le pareció tan poca cosa que aquello no merecía importancia. Pero aún así, ¿por qué éste tipo igualito a Cameron Dallas llega de la noche a la mañana diciendo que es mi hermano?
—Puedo responder tus preguntas si me dejan pasar —comentó Diego, como si leyese mi mente, e hizo una mueca—. He estado de pie todo el día y me duele el culo... Trasero, perdón. Quise decir trasero —nos dio una risita nerviosa—. Jeje... ¿Me dejan pasar si o no?
—¿Cómo nos aseguramos de que no eres un ladrón o un asesino serial?
—A mí me cae bien —comentó Froy.
—Tú eres un confianzudo —le espeté.
—Mi corazón, Pato.
—A mí también me cae bien.
—Tú eres el padre del confianzudo, no tienes mucho que alegar aquí.
—Mi corazón, Katie.
—Es muy temprano para decidir si me cae bien o no, pero yo tengo curiosidad... Y cierra la boca, _____. Tú no tienes autoridad sobre mí. Anda y espera en la sala.
—Mi corazón, madre.
Antes de dar la vuelta, hice contacto visual con Diego para tratar de intimidarlo, pero él solo se dignó a sobarse indisimuladamente el trasero. Resoplé y pasé por entre el muro que formaban los dos Gutierrez en la puerta, para tomar asiento en el sofá grande. Segundos después aparecieron Erick, Froy, Diego y mamá. Por alguna razón, Froy se sentó a mi lado y Diego en el otro. Los dos adultos en el sillón de enfrente. Esto nos daba apariencia de una familia que se reunía a discutir un tema.
—Bien, Diego —empezó mamá, sentada en el brazal del sillón—. Somos todo oídos.
—Antes de empezar, quería darles las gracias por dejarme entrar y no echarme a patadas cuando les dije que era el hermano de _____ —dijo, jugando con sus manos pero viéndonos a todos a los ojos.
—¿Te echaron de algún lugar antes? —preguntó Froy y él asintió, haciendo una mueca que hizo removerme incómoda y, por la expresión de mamá, deduje que pensábamos lo mismo.
Hacia gestos casi iguales a los míos. Éste por ejemplo, uno muy claro de ellos.
—Nuestro primo Carlos pega muy fuerte, ¿eh? —comentó mirándome.
—¿Fui... fuiste con mis primos?
—Nuestros. Y si, pero no me creyeron. Pensaban que venia a aprovecharme de tu dinero y demás cosas que no entendí porque un tipo raro con delantal de flores me estaba apaleando con una escoba.
—Guille —dijimos mamá y yo.
—Pero aguarda —le interrumpió ella—. ¿Por qué no te vi al salir de ahí?
—Ah, bueno. Porque aquello fue antes de que usted terminara de hacer lo que sea que estuviese haciendo en el baño. Entonces me fui y esperé en una parada autobús hasta que usted (porque sabia perfectamente que estaba ahí) saliera. En efecto, escuché claramente cuando le dio al taxi la dirección a donde iba y la seguí.
—Todo un espía del F.B.I —halagó Froy.
—Hijo, silencio. Esto está mejor que cuando Josh le dijo a Maya que ella le gusta.
—Gracias... —Diego pareció dudoso—. Supongo.
Se hizo un momento de silencio. Parecía que el diálogo padre-hijo le había causado gracia, porque trataba de mantenerse serio cuando una sonrisa se asomaba en su boca. Otro gesto de los míos añadido a la agenda.
—Bien, Diego —hice énfasis en el nombre y crucé mis brazos—. Puedes empezar a hablar.
Me sentía como en una entrevista para obtener empleo en donde yo era la que decidía si te quedabas o te ibas a dormir bajo el puente. Si en verdad se hacia llamar mi hermano, tenia que presentarme pruebas de ello, más que simples y estúpidos gestos y muecas.
El moreno asintió, pasando sus manos contra el jean.
—Acomodense, porque esto va para largo.
[...]
En verdad a veces pienso que mi vida es más cliché de lo que quiero que sea.
No voy a emnumerar cada una de las cosas clichés que me han pasado porque creo que ya se las saben de memoria. Pero sin embargo, tener un hermano perdido que acaba de aparecer de la nada diciéndome que mi padre —el cual me abandonó sin siquiera saber qué sexo era— tenia un hijo de un año y estaba casado, había superado todas mis otras clichecosas (llamemoslo así).
Esto está peor que cuando Peyton llegó diciéndole a Joe Kingman que era su hija.
Lo sé, ¿por qué aquel chico aparece precisamente ahora y con qué excusa? Cualquier persona, como mis primos, por ejemplo, pensaría que es un psicópata que me ha visto en la televisión y quiere aprovecharse del dinero que gano como actriz. Incluso yo llegué a pensarlo y mamá junto con los Gutierrez también.
No obstante, antes de que pudiésemos decir algo, Diego alzó un dedo y sacó de la mochila que tenía (con algo de dificultad, pues estaba bastante abultada) una carpeta amarilla, extendiendomela. La tomé, algo dudosa, y si bien mi comentario irónico acerca de la película The Game Plan estaba bien acertado, ahora la ironía de esta escena lo hace encajar más todavía. Solo que en vez de una niña de ocho años probando el parentesco con su padre, había un chico de dieciocho probando el parentesco conmigo.
Con su hermana.
La carpeta, como me lo esperaba, contenía su acta de nacimiento. Diego Andrés Ortiz nació el 17 de enero de 1998, en Cartagena, Colombia, hijo de Ana María Gonzales y... José Alexander Ortiz.
—¿Papá sale en mi acta de nacimiento? —alzando la mirada, observé a mamá. Ella asintió lentamente—. ¿Cual era su nombre? El completo, quiero decir.
—Si no me equivoco es... José... José Alexander...
—Si es mi hermano —murmuré, pero sonó más alto de lo que suspuse.
En la sala reinó el silencio, algo que se había hecho común ésta noche. Diego tenía los ojos clavados en mí, como esperando mi reacción. De igual manera estaban los demás.
Pero yo no sabia de qué manera reaccionar. ¿Cómo debía sentirme? Todavía no entendía nada de lo que pasaba aquí, y se me hacia difícil sentir una emoción que no fuese confusión.
—Así que... ¿quien quiere burritos?
El comentario de Froy me sacó de mi ensimismamiento. Entonces miré al chico de cabello color chocolate y tez morena, bastante parecido a mí, con una única diferencia, la cual era el color de ojos. No había dejado de mirarme y, ahora que yo lo veía también, comenzó a hablar:
—Es confuso. Yo también estaba igual cuando lo descubrí. En su funeral, murió hace un mes de un paro cardiaco. Su abogado llegó con el testamento —señaló la carpeta amarilla—. Ahí ponía que nos dejaba su dinero a mí y... al hijo o hija de Nathalia Córdoba.
Mamá alzó las cejas tanto que le llegaron a la mitad de la frente. Daba la impresión que no esperaba que mi padre le dejase una parte de su dinero al bebé fuera del matrimonio. Al hijo de la otra. Al bastardo.
A la bastarda.
—No quiero su dinero —espeté.
—Lo sé —Diego encogió los hombros—. Yo tampoco lo quiero. Gracias a él mi madre pasó toda su corta vida infeliz. Si, como lo piensas: nunca fue muy bueno con las mujeres. Y hablo en el sentido de cómo tratarlas, porque de verdad no sé como hacia para tener a todas comiéndole de su palma...
—Tampoco quieres saber —murmuró mi madre.
Todos la miramos con una cara de incredulidad. Ella encogió los hombros, inocente.
—Trataré de no mal pensar eso —señaló Diego, que se quedó observando el horizonte un segundo—. No está funcionando —negó con la cabeza—. Pero en fin, el punto es que consideraba al jardinero más como un padre que a él y lo que necesitaba de su mugriento dinero ya lo gasté en lo que quería... encontrarte, _____. Encontrarlas a las dos.
—Pero... ¿por qué? ¿Con qué intensión?
—Con la intención de pagarnos mutuamente los años que no pudimos estar juntos como hermanos. Digo, no sé tú, pero yo siempre quise... no sé, tener una hermana. Soy hijo único... O bueno, lo era —rió levemente—. Jamás he experimentado lo que se siente intimidar al pretendiente de una hermana... o tener una hermana, en resumen —tragó saliva, disfrazando la vergüenza que seguramente le daba abrirse ante mí (sonó pervertido, pero bueh)—. He dicho mucho hermana ya, ¿no?
Erick asintió, mirándolo como si fuese el programa más interesantísimo del mundo. Lo imaginé comiendo palomitas, que era lo que le faltaba. Sin darme cuenta, estaba riendo. Luego, no sé por qué, empecé a catcajearme como si me estuviesen atacando con cosquillas.
—Se está riendo —oí que decía Diego, presa de los nervios—. ¿Por qué se ríe? No dije ningún chiste. ¿O sí? ¿Tengo cara de payaso o algo?
—Tienes cara de Shanw Mendes, pero el mundo quiere porfiarme —Froy exhaló ruidosamente—. ¿Nadie quiere un burrito, entonces?
—Froy, cielo —murmuró mi madre—. Cierra la boca.
—Como mande, mamá —el rubio apretó fuertemente los labios—: ¿Mhtsh mtsh mnmhst? —la miró inquisitivo.
Ella se llevó una mano a la frente, al tiempo en que yo dejaba de reir, me secaba la lágrima que se me había escapado y observaba a Diego con una sonrisa en los labios.
—Me estas dando miedo. En serio me estas dando miedo. ¿Sonríe así siempre? —me señaló.
Froy asintió, ladeando la cabeza. —Mhts, ntmsms msth.
—Pero tú definitivamente me das —aseguró el chico moreno y volvió a encararme—. ¿Me vas a decir por qué sonríes como el Joker? Se me acalambran los cachetes de abajo y de arriba con solo verte.
Y eso bastó para hacerme reír otra vez.
No tenia idea de por qué. Se lo atribuhí a los nervios, pues tal y como a Diego, ellos me hacen reír de la nada y sin razón. Aunque cuando me tranquilicé, le extendí la mano a quien ahora y siempre había sido mi hermano, el legítimo.
—Bienvenido a la familia, Diego Ortiz, hermano mío.
No me importó que apenas lo conociera hace una hora. Me dio igual que todavía quedaran preguntas sin responder. Me valió mierda las mil y un posibilidades de que fuese un violador que atacaría por la noche a mí y a mi familia. Mandé todas las inseguridades que sentía hacia él al caño, porque siendo sincera, yo también quería tener un hermano. Siempre envidié a Andrea por Carlos, a Anto por Nestor, a Baylee por Corey, a Sabrina por Sarah y Shannon. ¿Por qué yo no podía darme el gusto de considerar a alguien mi hermano, y que en verdad sí lo sea de sentimiento y de sangre también? ¿Por qué no recuperar todos los años que el imbécil de mi padre nos mantuvo separados? Aun no confiaba en él, pero tampoco dudaba en que tarde o temprano, igual a como pasó con Froy, Diego terminaría siendo alguien importante para mí.
Él me sonrió, las esquinas de sus ojos arrugándose cuando lo hizo, y apretó firmemente mi mano.
—Gracias, _____ Córdoba, hermana mía.
—Mhmsh mmgshms.
—Froy —mi madre, que también sonreía, observó a Froy—. Cielo, ya puedes hablar. ¿Qué querías decir?
—Mndjsm... Vaya, gracias, ya me dolían los labios —el rubio pasó de mi madre a nosotros, entrecerrando los ojos—. ¿Debería sentirme celoso? Porque lo hago.
Yo reí, aunque los demás fruncieron el entrecejo. Sin soltar la mano de Diego, tomé la de Froy.
—Tanquilo, Ganso. Sigues siendo my Best Brother.
—Por ahora —canturreó Diego, con una sonrisa maliciosa dirigida al rubio.
El chico le sacó la lengua y me abrazó, atrayéndome violentamente a su pecho.
—Tú ve a cantar con la maldita traidora de Camila Cabello, Shawn.
—¡Que se parece a Cameron Dallas! —chillé, presionada contra la camiseta de Froy.
—¡Nadie pidió tu opinión, barato intento de Madison Beer!
Y ahí es cuando comenzamos a batallar nuevamente él y yo.
Sólo que, ahora, tengo un hermano que me defiende.
N/A: ¿Qué tal, mis preciosas niñas del Señor?
Estoy contenta. Bastante, diría yo, porque después de casi un mes en los que no tenía ni la menor idea de qué escribir en esta novela (a lo mejor, supongo, se debe a que no quiero terminarla), la inspiración me ha atacado brutalmente y por fin he vuelto a retomarla. Si, así es: esto significa que no me volveré a ausentar tanto en ANE.
*Se escuchan gritos y aplausos por todos lados*
Por ahora.
WUAJAJAJAJAJAJA. Ok no.
Pero, ¿saben cómo podrían ayudarme a que no se me pierda la inspiración de nuevo? Pueden hacerme un pequeño resumen del capitulo, de lo que piensan de cada personaje y de lo que esperan que pasará. ¡Me encanta leerlos!
Y pos saben, no es por nada, pero estoy leyendo una fanfic de Peter Pan que las amantes de este ser también deberían leer. Se llama Salvando Nunca Jamás, la chica que lo escribió se llama Nikky Grey y creo que así es el usuario (idk). Es muy buena, la verdad, y saben que yo solo recomiendo lo mejor 💅 así que... ¡EXIJO QUE LA LEAN! okno, me calmo. ¡PERO LEANLA!
Ah, si, y Seashore es mio, nenas, alejense de él ↓↓↓↓
¿Como quedó? Lo hice Sho *–* (vuelvo a recalcar que es mio de mí, de MUA)
Diccionario del capítulo: The Game Plan (Entrenando a papá) es la película de Disney Channel filmada en 2007, donde Joe Kingman (Dwayne Johnson), un jugador de fútbol americano muy exitoso, recibe en año nuevo la sorpresa de que tiene una hija de ocho años llamada Peyton (Madison Pettis).
Eso creo que es to... ¡Esperen! Si, así es, Cameron Dallas representa el rostro de nuestro Diego Ortiz ¿Qué les parece o cómo quien se lo imaginarían ustedes?
Ahora si, esto ya es todo. Las quiero demasiado, chicas. Gracias por estar ahí conmigo siempre <3
Sin más que decir, se despide x_girlmeetslove_x.
¡Hasta la próxima!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro