♛PROLOGO ♛
GUERRA DE LARGA NOCHE.
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Recuerdo una tierra gloriosa
Gente gloriosa vivía allí
Dragones formidables vivián allí
Corazones fuertes latían allí
Algún día nos levantaremos de las cenizas
Traer de vuelta a su majestad
Fragmento tallado en valyrio sobre el trono de Althoria
Hubo una época en la que la imponente y hermosa tierra de Elarión era gobernada por cuatro poderosos generales, con la característica única de poder comunicarse con inmensas bestias que escupían fuego, dragones, su misión era proteger y servir a los habitantes de estas tierras y al emperador que gobernaba por encima de ellos.
El quinto enviado, el emperador de Elarión, dueño legítimo de estas tierras, un ser nacido bajo la bendición del dios Asher, alguien cuyo origen divino le permitía convivir entre humanos y dragones como igual.
Por miles de años la gente prosperó, no había en el mundo lugar más fructífero y pacífico, era un paraíso en tierra mortal, durante generaciones, todos inclinaron sus cabezas ante el soberano, apodado como:
Azerion, rey del fuego y las cenizas.
Todo podría haber seguido su curso por la perpetuidad, con el paso del tiempo, el ultimo soberano bendecido por el dios Asher desapareció, sin dejar rastro o una explicación.
Los cuatro generales, quienes habían gobernado en paz durante décadas, norte, sur, este y oeste, de manera equitativa, se tornaron egoístas y arrogantes, no querían agachar la cabeza ante nadie, ni siquiera ante las instrucciones que les hacia dejado Azerión.
Se sumergieron en violentas disputas por poder y riquezas, desencadenando batallas que arrasaban ciudades enteras como si fueran simples rabietas.
Con las constantes batallas entre las bestias míticas y sus ejércitos humanos, miles de vidas se perdían sin remedio.
Un caballero noble llamado Caesar Daelmont, viendo la devastación que causaban los dragones y sus jinetes, lideró un grupo de rebeldes.
Con la ayuda de enanos, habitantes del reino encantado de Elvfame y los guerreros bárbaros de Northeim, fabricaron enormes ballestas capaces de disparar flechas de cinco metros con puntas de obsidiana y madera de fresno, lo suficientemente fuertes para derribar a las bestias aladas con aliento ígneo.
Los hombres de Daelmont, traicionaron a los cuatro generales, en una sangrienta batalla, los exterminaron junto con sus bestias.
El caballero Caesar Daelmont, fue coronado como el rey de estas tierras, será recordado por la posteridad como el salvador de Elarión, pues han pasado 172 años desde la desaparición del emperador dragón y la caída de su imperio, no hay un rincón en el que no se recuerde su historia.
La grandeza de su batalla dejo rastros aun en la actualidad, bosques nevados, que hoy en día se conocen como tierras frías, el sitio del descanso eterno para aquellos que ferozmente combatieron.
Aunque no es como si las cosas hubieran cambiado demasiado, pero claro, esa parte no la admiten, luego de que él fuera coronado como rey, nos salió con la sorpresita de que había conservado cuatro huevos de dragón.
¿Dónde los encontró?
Sabrá Asher y su santísima virgen.
Se construyo una muralla en torno al reino de Althoria, Lazarus, el gigantesco muro construido con la piedra caliza y hierro, extraído de las minas en los picos de la tierra Valyria que alguna vez había sido el dominio de Azerión, cada ciudad del reino de Althoria estaba protegida por uno.
Versiones más pequeñas rodeaban pueblos cuarteles, comunidades granjeras y otras poblaciones poco habitadas, con el fin de no permitirle la entrada a ningún extranjero.
Lo cierto es que el tipo fue astuto, engatuso a los barbaros del norte, y a muchos más para ayudarle a derrocar a los generales, tal vez les prometió una parte del codiciado terreno del reino costero de Althoria, pero al final el poder y los cuatro lindos guardaespaldas escupe fuego fueron solo para el, nadie más que la realeza y un selecto grupo de jinetes de la academia Emberwing pueden acercarse a esos terribles seres.
Daelmont con el poder de sus cuatro dragones, redujo las Tierras Valyrias a cenizas, robo la corona y el trono de Azerión, haciendo que lo transportaran a su palacio.
Actualmente, lo que alguna vez fue un maravilloso reino gobernado por un gentil emperador, es una zona habitada por seres peligrosos, un sitio de pesadilla al que nadie quiere acercarse y sobre el cual dicen, la ceniza cae eternamente de los cielos, como una nevada interminable.
Mi abuelo solía contarme esta historia una y otra vez antes de dormir en mi infancia, se enorgullecía diciendo que sus antepasados habían servido fielmente al último soberano dragón, pero su memoria a veces fallaba, así que no era una fuente muy confiable, podría haber sido su anhelo por tener una vida mejor o por hacerme creer que mi existencia tenia algún significado en medio de una tierra que me despreciaba por haber heredado un rasgo que solo los seres impíos poseían.
"Si alguna vez te encuentras en un peligro mortal, cuando veas a la muerte a los ojos, suplica una gran misericordia, suplícale al rey del fuego y las cenizas, quizá un dragón bondadoso este escuchando y reconozca el nombre de su señor en tus labios"
Me dijo eso el único día en el que no me conto aquella historia, ese fue el día de su muerte.
Pero hasta ese entonces, yo nunca había visto un dragón.
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