
Romance de Dos Cuerpos en Llamas
Para Juan, amante de las hojas secas.
—He pintado cuatro atardeceres, observado tres, leído sobre dos y disfrutado sólo uno: este.
La pata del gato se resbalaba con sutileza por la mejilla de su acompañante. Los ojos marrones, colores propios del otoño cercano, hacían contraste con los tonos anaranjados que el sol provocaba.
—Ahora siento que tú también estás disfrutando el primero, ¿será que nunca lo vemos realmente en paz, alejados de todos los problemas y cosas que componen nuestro día? —Continuaba, emocionado, perdido en los ojos de su amado.
El viento removía de pronto los pelajes de ambos, el olor característico del mar subió de pronto de intensidad e invadió todo el lugar. Allá, en el fondo, la ligera bruma se levantaba, en el fin del mundo cotidiano y conocido.
—¿Sabes?, hace tiempo que quería traerte aquí. —El gato miraba el mar mientras hablaba. Los ojos del zorro se movían buscando todos los detalles del gato; buscando expresar eso que sus cuerdas vocales no podían—. Me recuerda a ti: es inmenso y bello. Monótono a veces, como todos, pero profundo. No importa que tú no puedas hablar, porque este, que es tu espejo, tiene a la bruma para representar eso de ti. —Los ojos amarillo apagado del gato se encontraron con los inquietos, y eso que no se puede escribir pero sí expresar fue comunicado entre ambos cuerpos.
Un barco apareció en el fondo, acercándose desde el más allá, como el muerto que eleva la mano desde la tierra y saca a la luz su postrero aspecto; nos muestra lo que realmente somos y la debilidad que a veces olvidamos.
—Ese barco —explicó el felino—, son las palabras que en tu mente existen pero que tu cuerpo no te permite verbalizar, sé que sufres por no poder decirme lo que en tus ojos veo, y he sentido un dolor similar al no encontrar el color perfecto.
Un suave beso siguió a esas palabras. Un beso y un descanso; un beso y dos sonrisas. El sol bajó más, tiñendo todo de un carmesí profundo.
—Y es este rojo el que simboliza todo lo que sientes, expeles y eres: pasión desbordante, puro sentimiento que emana de un corazón censurado por el recipiente propio. Eres el alma que llora en la noche más profunda por las solitarias calles, pues son esas lágrimas las que logran saciar tu infinita necesidad de expresar. Esa que los abstractos entienden y los figurativos odian por considerarla superflua. Pero tú eres más simple que palabras complejas o composiciones intrincadas: tú eres sentimiento vivo que todo artista comprende bien, porque es lo que guía al lápiz o al pincel; lo que da vida a los acordes más vivos acordes o forma a las reales esculturas.
De pronto, como en un abrir y cerrar de ojos, la luna comenzaba aparecer tras la ciudad, iluminando los suaves rostros grises y difuminados de seres impersonales. El rojo pasión se apagaba y los azules volvían a tomar el lugar que horas antes habían tenido. Las caricias se consolidaron en un abrazo donde ambos corazones quedaron unidos. Con el lenguaje del pulso, que está en clave y se basa en las emociones, se comprometieron en carne y alma a no olvidar nunca ese atardecer ni esos colores; dejaron los cuerpos para comprometerse en algo mucho más profundo. Se olvidaron de los impulsos primitivos.
Cuando la luna reinó al fin en el cielo dos nuevos animales observaban el mar: simples, sentados y mudos. Pero el candor de ambos resaltaba entre tanta inexpresividad.
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