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02

Allí estaba yo, Daka Johnson, nuevamente sin palabras, sin aliento y con una gran inquietud carcomiendo mi ser. Había regresado a casa luego de la disputa con Elliot. Lo esperé… Pero no volvió. Había estado intentando entender sus palabras, examinarlas, pero él no me había entendido ni dejado explicarle; ya no podía ser lastimada porque ya lo había sido demasiado, mi corazón estaba decidido a luchar.

Desperté por la mañana con el cantar de las aves, me acerqué a la ventana y observe los rayos de sol alumbrando la habitación, por mi cabeza quisieron pasar los recuerdos de las palabras de Elliot, pero no dejé que sucediera pues era hora de alistarse.

Luego de tomar un agradable desayuno y arreglarme, me encontraba aparcando el auto frente a la casa de mi madre, esa conversación de antes… Aún no termina.

Miré a los ojos de mi madre quien se encontraba a través de la venta, bajé del auto y me dirigí a mi destino más sin embargo antes de poner mi mano sobre la manilla, la puerta fue abierta por la mismísima Jessica.

Se veía cansada, su mirada lucía perdida como si no hubiese dormido en días, con un gesto me invitó a pasar y lo hice sin chistar. Tomé asiento y sin rodeos pregunté:

—¿Qué tan grave es?

—Los doctores no le dan mucho tiempo —respondió.

—Quiero verlo.

Jessica me miró confusa, pero había algo detrás de esa mirada… Algo que no pude descifrar. Me levanté sintiendo un escalofrío recorrerme y lentamente me dirigí hacia la habitación donde el hombre que me había lastimado por tantos años yacía. La sensación era muy extraña, como si todos mis recuerdos, incluso los que ya no recordaban estuviesen a punto de despertar al ver su rostro. Eso me asustó, pero no me detuvo.

Abrí la habitación y lentamente caminé, el hombre dormía y su rostro era pálido, estaba flaco y sus manos ya no parecían tan fuertes como antes, los recuerdos comenzaron a llegar, uno por uno, en compas, apreté mis ojos y me forcé a ser fuerte… A luchar, no era momento de debilidades, aclaré mi garganta y procedí.

—Robert, despierta —llamé.

No hubo movimiento.

—Ya despierta, Robert.

Sus ojos se abrieron y observé su pecho moverse más rápido como si acabase de despertar de una pesadilla, una que más bien parecía su realidad.

—Vaya… Miren a quien tenemos aquí, mi pequeña Daka ¿Cómo te ha ido? —interrogó con una sonrisa que parecía macabra.

—Iré al grano, ¿es cierto que tienes cáncer?

Una carcajada salió de su boca, dejándome confundida, pero también observando la mano que fue llevada hacia su estómago.

—¿Eso fue lo que te dijo tu madre?
Vaya…Parece que nadie puede detenerla—dijo con ironía.

—¿A qué te refieres? —interrogué intrigada.

—Pues resulta que…

—¡Guarda silencio en este preciso momento, escoria! —interrumpió Jessica.
Es como si estuviese escuchando todo este tiempo.

—Es hora de irte, hija.

Jessica me tomó del brazo y me arrastró fuera de la habitación.

—Escucha Daka, yo no soy el único enfermo aquí, ¡Eso te lo aseguro! —gritó Robert desde su habitación.

Mientras, yo seguía siendo arrastrada fuera de la casa, mi madre abrió la puerta y me sacó.

—¿Qué te sucede? —me forcé a soltarme.

—Solo te cuido, hija. Ahora vete —cerró la puerta en mi rostro luego de regalarme una rápida sonrisa.

Me fui de ese lugar luego de procesar lo que había sucedido, cada acción que realizaba me llevaba a otra interrogante, ¿Qué había sido todo eso? No lo entendía y no iba a hacerlo sola.

Conduje a casa de Elliot, era hora de arreglar las cosas. Estacioné mi auto frente a su casa y no vacilé en llamar a su puerta, el rostro dormido de Elliot apareció tras ella y no lo pensé dos veces antes de abrazarlo.

—Lo siento Elliot.

Sentí sus cálidos brazos rodearme y un beso plasmarse en mi frente.

—No te preocupes, todo está bien.

Me alejé de él con la finalidad de mirar sus hermosos ojos y pude notar que mi mirada fue lo suficientemente seria como para preocuparlo.

—Necesito contarte algo, ¿podemos ir a tu habitación? —interrogué.

El asintió y rápidamente fuimos a nuestro destino y al adentrarnos tomamos asiento en la cama, tomé sus manos con la finalidad de calmar lo que mi corazón estaba sintiendo en ese preciso momento, se encontraba tan inquieto que me desesperaba.

—¿Qué sucede Daka?, me preocupas.

Le conté a Elliot lo que había sucedido en casa de Jessica, con lujo de detalles esperando la peor reacción de él. Su expresión al principio fue de seriedad, pero posteriormente cambió a intriga, se levantó de la cama y llego la mano a su boca como si intentara descifrar o analizar algo.

—Hay algo raro allí —confirmó mis sospechas.

—Eso es lo que yo creo, ¿pero que es? —pregunté levantándome de la cama también.

—Habría que averiguarlo, aunque parece demasiado riesgoso, podrías incluso descubrir algo que no quieres —me advirtió Elliot.

—Quiero saber lo que realmente sucede, estoy cansada de vivir en un engaño —afirmé.

Pero afirmé con mi boca, no estaba segura de si con el corazón.

Y quien diría que al final esta historia me iba a arrepentir de esas palabras.

Elliot y yo pasamos la noche juntos, ninguno podía dejar de pensar en lo que había sucedido temprano, estábamos planeando nuestras jugadas, pensando en alguna manera de descubrir la verdad sin arriesgarnos tanto, sin salir perjudicados. Elliot me había confesado su pequeño complejo de detective, que nunca tuvo la oportunidad de poner en práctica y aunque no le gustaba que tuviese que hacerlo conmigo, no estaba dispuesto a dejarme sola en esto y menos con ellos.

Eso me causó ternura.

Esas dos personas que parecían traer una máscara.

Había demasiados cabos sueltos, demasiadas interrogantes, demasiadas acciones sin descifrar, palabras sin definir, ¿Quiénes eran Jessica y Robert y porque las cosas parecían complicarse con ellos cada vez más? Debía averiguar que había sucedido, que estaba sucediendo y el significado de las palabras de Robert, era hora, debía hacerlo o jamás iba a desprenderme por completo de esa familia.

Así comienza esto.

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