○ conversaciones ○
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Colin lo había creído una buena idea. Había pasado tanto tiempo fuera que lo había extrañado, pero no había tenido en consideración, claro está, las circunstancias actuales.
Y ahora se daba cuenta de que, quizá, practicar esgrima con sus hermanos mayores no había sido la idea más brillante.
Anthony y Benedict habían estado actuando extraño desde la ida de toda la familia a las carreras. Y Colin, que no era tonto, asumía que era por su mejor amiga, Annie.
Creyó que la esgrima serviría para que los hermanos se desquitaran de una forma sana. El deporte siempre ayudaba a mejorar el mal humor, después de todo. Pero no contó con que el tema de conversación podría pasar del enojo del mayor por haber perdido las apuestas de los resultados de la carrera contra Kate Sharma, a los cómo y por qué de la actitud de Annette contra Benedict.
—Es presuntuosa y arrogante, y cree tener la razón en cada situación. —se quejaba Anthony, su rabia latente mientras se movía en contra de Colin, que intentaba bloquear cada uno de sus ataques con lo mejor de sus habilidades.
—Parece ser un verdadero incordio. —concedió, más que nada para evitar que su hermano cortara su cabeza sin darse cuenta.
—En especial porque eres tú el que siempre tiene la razón. —se burló Benedict, cruzado de brazos al costado, despreocupado pues no era él el que entrenaba con el mayor.
Anthony, molesto, se decidió a vencer a Colin pues, entre más pronto lo hiciera, más pronto podría vencer a Ben también. Y lo hizo. Colin soltó su espada, el más ligero de los bufidos dejando sus labios.
—Y siempre ganas. —le dijo entonces, él y Benedict compartiendo una mirada cuando el tercero le entregó su espada, ambos cambiando de lugar.
Benedict le sonrió a su hermano, sonrisa repleta de sarcasmo. —¿Listo?
Anthony no le respondió, simplemente dio un paso al frente y dio inicio a la pelea, moviéndose más ágil y con más fuerza que previamente.
—¿Sabes por qué siempre gano? —le preguntó a su hermano, desviando su espada.
—Porque siempre que pierdes afirmas que hicimos trampa. —gruñó, volviendo a atacar y, esta vez, sin contenerse demasiado.
Anthony lo ignoró. —Porque conozco mi deber. Sé cuáles son mis metas y cómo cumplirlas. Y las cumpliré —dijo, y su voz tomó ese tono sutilmente fanfarrón que utilizaba para regodearse— cuando convierta a Annie en mi vizcondesa.
A sus palabras, que ya habían sido un golpe para Benedict, se le sumaron un ataque directo a su pierna. Rodó los ojos, se enderezó, y se puso en posición nuevamente. Ahora sí que no iba a contenerse.
—Somos compatibles. —siguió Anthony, como si intentara alterarlo, cosa que sus hermanos sabían era así— Desea casarse pronto. Desea tener hijos. La conozco de toda la vida. Sería una esposa perfecta.
Benedict simplemente lo apuntaba, Anthony dándole un golpe a su espada tras cada una de sus oraciones, queriendo hacerlo moverse.
—Es decir, ya has descartado a todas las demás jóvenes de la ciudad. —atinó a responderle Ben, comenzando a atacarlo como el mayor quería, su espada zarpando el aire con cada palabra— A pesar de que es evidente que ninguno de sus corazones está en el lugar correcto.
Fue el turno de Anthony de rodar los ojos. —No permitiré que nadie me aleje de obtener lo que deseo.
—¿A quién deseas, no será? —Benedict no pudo evitar el aumento de su enojo tras la última frase de su hermano, y fue directamente a su pierna, exclamando con fuerza— ¡Annette no es un objeto al que puedas simplemente utilizar para tus fines, Anthony!
—¿Pero tú sí podías hacerlo para los tuyos, hmm? —contraatacó el mayor, devolviendo el ataque con la fuerza necesaria para hacerlo caer, mirándolo desde arriba— Yo le daré a Annie estabilidad. Un hogar y una familia. ¿Tú qué le diste cuando—?
—¡Basta! —los interrumpió Colin, ya harto de la situación y de que el nombre de su mejor amiga fuera arrastrado a una pelea de la que tenía poco y nada que ver— Ambos.
El vizconde se dió media vuelta y se marchó, tirando su espada al suelo antes de dejar los jardines. Colin suspiró y ayudó a Ben a levantarse, el mayor mirándolo con una mueca de realización.
—Anthony lo sabe. —dijo, tomando aire y soltándolo lentamente— Sabe por qué Annie dejó de hablarme. Y tu también.
Colin asintió.
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Annette no podía creer su suerte. Movía el pincel sobre el lienzo y observaba con cuidado lo que pintaba, las líneas acentuándose con cada pasada, sus ideas tomando forma. Los colores lucían más vivos en la pintura que en la escena frente a ella, lo que la hacía sentir un enorme orgullo.
Se encontraba en los jardines de su majestad la Reina Charlotte, que le había enseñado su más reciente adquisición: más de diez cebras, una especie de caballos rayados que le habían traído desde África, ni más ni menos. Eran criaturas realmente magníficas, de colores blanco y negro cuyo contraste con la flora a su alrededor hacían de pintarlas una tarea exquisita.
Llevaba allí cerca de dos horas, siendo atendida como si fuera de la realeza por los lacayos de su majestad, que quería la pintura ese mismo día y, por lo tanto, se aseguraba de que a Annie no le faltase absolutamente nada.
Había tenido una conversación de lo más extraña con ella, al llegar. Había sido llevada directamente a los jardines tras presentarse, junto a Lady Bennet, Lady Danbury y las señoritas Sharma y Edwina. Ocupó el tiempo entre que llegaron y apareció la Reina para conocerlas mejor puesto que, asumía, pasaría mucho tiempo con ellas.
Edwina era la dulzura personificada. Una muchacha culta, bellísima y modesta. Hablaba con la voz más suave que le había oído a alguien jamás, quizá solo Daphne pudiendo comparársele. Kate, por otro lado, y si bien era tan bella y culta como su hermana menor, parecía carecer de esa cualidad soñadora, teniendo los pies firmemente puestos sobre la tierra, algo que ambas compartían.
Al aparecer la Reina la conversación se volvió, rápidamente, al tema de la temporada y en si tanto ella como Edwina la estaban disfrutando. Pero, y Annie pudo notar las expresiones casi conspirativas entre Lady Bennet y Lady Danbury, la Reina quería hablar también de... Rumores, tramposos y chismosos.
No entendió muy bien de qué iba la conversación después de eso, solo se sintió ligeramente en guardia, y como si la Reina le estuviese advirtiendo acerca de algo. ¿El qué? No lo sabía, y estaba demasiado distraída pintando cebras como para meditarlo.
Kate y Edwina regresaron de su paseo por los jardines y se le unieron, sentándose en las bancas junto a ella y acompañándola mientras pintaba.
La menor observaba sus pinceladas maravillada, mientras que la mayor charlaba con ella de todo y nada. Aunque pronto, y para sorpresa de ninguna, la conversación se tornó en el tópico de los caballeros.
—Lord Bennet es, ciertamente, el partido perfecto. —había comenzado a decir Kate, una expresión cuidadosa en su rostro mientras analizaba el de ella— ¿No lo cree, señorita Alcott?
Annie sonrió para sus adentros. Estaba claro, para ella, al menos, que la señorita Sharma intentaba averiguar si ella podía resultar ser un obstáculo entre Edwina y Elliot.
—Ciertamente lo es, —se decidió a responder, dándole la razón de manera cordial, pero no entusiasta— y estoy segura de que él piensa lo mismo de la señorita Edwina. —acabó, girándose y compartiendo una sonrisa con la mencionada.
Kate pareció satisfecha con eso, y desde ese punto en adelante bajó considerablemente la guardia.
Edwina, notando esto, se permitió unirse a la conversación, queriendo hacía ya tiempo preguntarle a Annette sobre su temporada.
—Señorita Alcott, —le habló, sonriéndole suavemente— la vi a usted y a la familia de Lord Bridgerton, hace unos días en las carreras. ¿Les conocía a todos ya?
Annie asintió, feliz de tener la oportunidad de hablar de los Bridgerton. —Sí. Les conozco a todos desde pequeña, vivía muy cerca de Aubrey Hall, su residencia fuera de Londres.
Los ojos de la menor brillaron con emoción. —Usted y Lord Bridgerton están destinados, entonces. Un verdadero romance, ¿verdad, Kate?
—No logro comprender cómo tiene que ese hombre en tan alta estima. —fue la respuesta de la mayor de las Sharma, que tardó un segundo en darse cuenta de las palabras que habían dejado su boca— No quise decir eso, mis más sinceras disculpas...
Pero fue interrumpida por la carcajada de Annie, que tuvo que taparse la boca con la mano para al menos intentar y aparentar el ser una señorita en esos momentos. Rió, negando con la cabeza.
—Por favor, no se disculpe... Entiendo perfectamente lo que está diciendo. El vizconde ciertamente es... Especial. Créame, lo conozco lo suficiente como para saber que, aunque todos digan adorarle, el verdadero él es más bien un gusto adquirido.
Annette realmente no pensó en sus siguientes palabras, simplemente dijo lo que se le venía a la mente, lo que viajaba de su corazón a sus labios.
—Los Bridgerton siempre han sido maravillosos conmigo. Cada uno de ellos. Anthony– el vizconde, me cuidó durante varios periodos difíciles de mi vida, por lo que estaré eternamente agradecida.
Era verdad. Pero no había sido solo Anthony, habían sido todos los Bridgerton quienes la habían protegido, incluyendo el segundo hijo, Benedict.
Verlo nuevamente le había traído recuerdos que habría preferido dejar enterrados, pues revivirlos solo hacían que olvidara la razón de su enojo, y olvidar la razón de su enojo la hacía querer ir con él, volver a ser Benedict y Annie.
—Sus mejillas están rosadas, señorita Alcott —la sacó de sus pensamientos Edwina, una sonrisita en sus labios.
Kate le dió un golpecito para que callara, una mueca en sus rostro.
Ambas mujeres, asumió Annie, debían creer que sus mejillas sonrojadas se debían al vizconde. Edwina, claro está, lo veía como una historia de amor de novela, mientras que Kate seguía sin entenderlo en absoluto, y seguramente la juzgaba un poco por ello.
Ah, cómo reaccionarían si supieran que, en realidad, todo se debía al segundo hermano Bridgerton.
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regresé ♡ tuve un bloqueo con la mayoría de mis historias durante el 2024, espero sepan comprender, pero ya estoy devuelta ♡
espero que les gustara, el próximo capítulo habrá annie y benny ♡
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