No presto atención a lo que ocurre a mi alrededor o fuera de mi oficina. Mis ojos están centrados en la pantalla del computador. Sehun y mi hermana están sentados en el comedor.

Estoy terriblemente aburrido. Ya van dos semanas que soy dejado de lado por un puñado de plantas secas pegadas a un estúpido papel. La autosatisfacción ya no es de ayuda, mi amigo ya no quiere pasar sequía.

Reviso la caja que Kai me trajo está mañana, es de terciopelo negro, una mala señal. Corro con cuidado el botón de plata y veo lo que yo mismo pedí por internet.

Un arnés de cuero con su correa y otros complementos. ¿Cómo demonios? ¿Fue un momento de debilidad? Claramente, lo fue.

Además, ¿por qué se me ocurrió enviar semejante pedido a mi lugar de trabajo? ¿Y si lo encontraba alguien? Bueno, Kai se había topado con él y solo se lo trajo. Puede que el desinterés sea un beneficio que logré al ser tan cerrado, nadie cree que sería capaz de comprar algo así.

Acaricié con cuidado el grabado de la placa que colgaba del centro y lo repetí cuidadosamente con mis labios. Tome mi celular y envié el mensaje que estaba picando en mis dedos.

Bajo en el ascensor como siempre y me dirijo al estacionamiento. La caja es guardada en la guantera y el motor comienza a contar los minutos que faltan, minutos en los que voy hasta una licoreria y para adquirir algo que aumente el interés está noche.

Abro las puertas del penthouse que compre  para mis... reuniones con él. Al principio tomó esto como una burla o un insulto, lo cual no es verdad. Simplemente, no quería arriesgarme a que nos descubrieran... bueno, en verdad eso último me da igual, pero no veo muy agradable que mi hermana nos encuentre en...

Seguimos sin entendernos... es como una guerra entre agua y barro, al final, siempre terminamos envueltos el uno en el otro. Arrastramos todo lo que está a nuestro alrededor, lo consumimos o lo destruimos.

En nuestro último encuentro experimenté lo que realmente se siente poseer a Oh Sehun, lo que se siente tenerlo sin ninguna clase de límites. Las ataduras en sus muñecas y piernas mientras me devoraba su cuerpo me hacían correr hacia la trampa, él era la carnada y yo su presa. Fui capturado entre sus piernas un numero incontable de veces. Aún puedo recordar como estrenamos la ducha y como la vista de la ciudad se distorcionaba a causa del placer.

Cerca del final ya no podía mirar a ningún lugar sin toparme con sus ojos.

Estoy perdido.