5
Soy el hombre con la peor suerte del mundo.
En mi día libre elegí salir a caminar y disfrutar. Seleccioné ropa cómoda e informal... Dije que caminaría, pero en verdad, tenía unas enormes ganas de usar la motocicleta que me había autoregalado en mi cumpleaños. Fui hasta mi garaje y saque esa preciosura. Tenía muy pocos planes, pero me importaba muy poco...
- ¡Auch! ¡Mierda!
- Deja de llorar. Solo es un raspón. - Y apretó el algodón en la herida.
- En verdad, siento que lo haces con odio.
- No seas infantil. - Recogió las cosas y se las llevó. - Ahora, ¿cómo terminaste enterrado en mi rosal?
- Es una larga...
- Tengo tiempo. - Bien, la benevolencia se acabó.
- Estaba circulando con normalidad y un niño se me cruzó en la calle. - Rasqué mi cabeza.- Tenía que desviarlo y, terminé incrustado en el colchón de espinas de tu jardín.
- Era un rosal.
- Al menos estoy bien.
- ¿No te golpeaste nada más? - Se acercó y sujetó mi rostro con ambas manos. Su nariz estaba a centímetros de la mía; y me soltó. - Estás bien, nada que unas vendas no puedan resolver.
- Lo de las plantas...
- Estarán bien, las arreglaré y se pondrá hermosa como siempre.
- ¿Esa flor era roja o un poco de mi sangre quedó ahí? - Sehun me clavó los ojos.
- Borgoña, ese es su color. Significa belleza y elegancia; exactamente lo opuesto a como te ves ahora.
- Veo que el dulce Sehun duró muy poco.
- Tienes razón, me agradabas más cuando estabas aturdido y te costaba hablar.
- No estaba aturdido.
- Entonces, ¿siempre dices incoherencias?
- No, simplemente no nos entendemos.
- Eso es verdad... Bueno, voy a cambiarme y vamos.
- ¿Dónde?
- Al hospital.
- Estoy bien.
- No, los golpes superficiales pueden ser engañosos. ¿Puedes tener algún golpe interno? - Me miró con seriedad.
- No voy a ir a un hospital.
- ¡No te pregunte! - Alcancé a oir.
- Demonios.
Busqué con la mirada una salida y me acerqué con cuidado; cerrada.
- ¡No puedes tenerme encerrado!
- Deja de hacer ruido.
Apareció a mis espaldas y abrió la puerta con sus llaves. Salí... pero mi motocicleta no estaba.
- Apurate, iremos en mi auto.
- ¿Qué? No, volveré a mi casa.
- ¿Volverás a tu casa? - Asentí. - ¿Y si te desmayas y produces un choque en cadena y matas a gente inocente?
- Eso no sucederá... - Por qué tenía que oírse tan trágico.
- No lo sabes. - Se dio vuelta. - Sube al auto, no lo diré dos veces.
- Esto es humillante. - Ajusté el cinturón de seguridad.
- ¿Por qué los hombres son tan tercos?
- Tú también eres un hombre y, bastante terco.
- Sí, es la segunda vez que estamos de acuerdo.
- No estoy a favor de esto.
Me ignoró durante todo el trayecto al hospital y me entregó en la guardia.
- Solo fueron unas inyecciones. Te recetó algunos remedios y te ordenó reposo.
- Suena tan poco... ¿Por qué le preguntaste si esto me afectaría sexualmente?
- Es una pregunta importante. - Guardó los papeles en una carpeta y me los dio. - Uno debe conocer su cuerpo a la perfección.
- Yo me conozco.
- Entonces, después de este choque ¿cuánto tiempo tardarás en ponerte erecto? - Miró el semáforo y se detuvo. - Estoy esperando... o...
- ¡Claro que estaré bien! - La sonrisa que me devolvió fue estraña; se mordió el labio inferior y me señaló el gps. - Pon tu dirección o ¿quieres ir a casa?
- ¿Qué te ocurre? Parece como si te hubiera chocado un camión. - Escuché la risa de Kai.
- No, no he dormido nada... - Él me observó y sacudió la cabeza, pero antes de que se burlara lo dije. - Me acosté con el tutor de mi hermana.
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