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2

—Yoongi —mencionó abriendo sus ojos— ¿Por qué tengo que vivir esto cada noche?

Se preguntaba a si mismo sin deseos ni fuerzas para levantarse de la cama. Su cuerpo estaba sudoroso y sin una gota de energía. Aquella secuencia de recuerdos atormentaba sus noches cada día impidiéndole dormir.

Jimin se sentó en la cama llevando sus manos a sus ojos para comenzar a quitar las continuas lágrimas que salían de ellos cual cascada. Así mirando a la nada, específicamente a un punto fijo en la pared de su habitación, se quedó por varios minutos sin intenciones de moverse.

Ya había pasado más de un año desde la repentina muerte de su único y mejor amigo Min Yoongi pero aún le seguía doliendo como el primer día.

Tras aquello sus sueños quedaron de lado, sus metas se fueron dejando atrás. A Jimin ya nada lo motivaba a seguir adelante. Sólo quería estar solo, inmerso en la oscuridad de su cuarto.

Ni su madre, quien en ocasiones lo obligaba a salir de esas cuatro paredes había conseguido que volviera a cantar, mucho menos a bailar.

Todo eso había quedado atrás para él. No se creía capaz de hacerlo solo, no podía hacerlo sin Yoongi. Habían prometido estar junto por siempre, pero la vida le cobró factura y ya no podía hacer lo que más amaba en el mundo. Bailar y cantar ahora tan solo lo llenaban de tristeza y eso no era capaz de soportarlo.

—Jimin, amor mío —se escuchó llamar a su madre mientras tocaba la puerta de su cuarto—  ¿Puedo pasar?

—No, quiero estar sólo.

—Lo siento pero te he dejado disfrutar de tu soledad bastante tiempo —contestó su madre abriéndose paso a la habitación—. Dios mío que oscuridad —comentó al entrar por lo que se dirigió hasta las ventanas para correr las cortinas y dejar entrar la luz del sol.

—¡Mamá! —exclamó disgustado Jimin.

—Mi hijo no es ningún vampiro —comentó—, tu cuerpo necesita de las vitaminas que da el sol; tan solo mírate estas muy pálido esto no puede seguir así.

—Pero... —intentó protestar, pero su madre no dudo ni un segundo en interrumpirle.

—Pero nada. —Camina por el interior de la habitación para luego acercarse a su hijo—. Es más ya tengo tarea para ti —le contó—.Vamos, vamos levanta.

—Mamá por favor. —Pone cara de cansancio y boquita triste.

—Nada de mamá por favor, se me pone de pie ahora mismo —le exigió—,  y tome una ducha que hoy se me irá a hacer la compra al súper.

—No, nooo ni lo pienses —negó continuamente, pero una repentina mirada de su madre lo hizo tragar en seco—. Vale, lo hare —se rindió tomando las cosas necesarias para ir a ducharse.

Algunos pocos minutos después salió del cuarto de baño. Se sentía mucho mejor tras aquella ducha, pero su depresión no había baño que se lo quitara.

Vestido completamente de negro, con un short largo y un abrigo ancho con capucha, salió de su cuarto bajando hasta la cocina donde su madre lo esperaba con la lista de la compra en la mano.

—Aquí está todo lo que tienes que comprar —dijo extendiéndole el papel—. En otras circunstancias te diría que no tardes, pero será mejor que te tomes tu tiempo. No me molestaré si das una pequeña vuelta y tomas un poco de aire.

—Ni lo pienses —negó tomando la tarjeta de crédito de su madre y guardado la lista en su bolsillo—. En par de minutos estoy de regreso.

Así Jimin salió de su casa por primera vez en meses. Todo por ir a la compra. Colocándose la capucha de su abrigo caminó por las calles sin mirar más que al suelo que pisaba.

A paso apresurado y sin mucha demora llegó al supermercado, donde se encaminó en busca de los productos de la lista que su madre le había entregado. Con un poco de dificultad consiguió encontrar todo lo que su madre pedía, y por fin pudo salir de aquel infierno de lugar.

Ya en camino de regreso a su casa se detuvo en el inmenso parque que allí se encontraba. El mismo parque en el que había vivido tantos momentos increíbles durante su infancia.

Un tanto melancólico se permitió sentar en uno de los bancos del lugar. Respirando con fuerza suspiraba mirando al cielo mientras recordaba o al menos intentaba recordar los momentos más felices de su vida, pero todos acababan con el sufrimiento por aquella pérdida.

—Meow —un fino y delicado maullar, acompañado por un cosquilleo en sus piernas lo hizo bajar la mirada.

Los ojos de Jimin se encontraron con un pequeño felino de pelaje blanco que se encontraba caminando entre sus piernas, intentando captar su atención.

—Ya, déjame tranquilo —mencionó Jimin tomando al felino con sus manos para separarlo de sus piernas.

—Meow —el gato cual protesta regresó nuevamente a sus piernas para acariciarlas con su cola— Meow.

—¿Tienes hambre? —preguntó con cansancio sacando algo de la bolsa de la compra a su lado—. Toma —dijo extendiendo su mano con algo de comida.

El gato lo aceptó rápidamente, con mucha confianza y Jimin sonrió por ello. Aquel era su animal favorito y hacía muchísimo que no tenía contacto con ninguno.

Realmente en esa ocasión no le apetecía en lo absoluto tener contacto con el felino, pero finalmente cedió y una vez lo hizo no pudo detenerse. Era tan relajante acariciar aquel delicado y fino pelaje que no pudo evitar cargarlo. Así estuvo durante algunos minutos, todo parecía indicar que sí tardaría más de lo esperado en llegar a casa. ¿Quién lo diría? Y todo por un pequeño gato.

Los minutos se hicieron una hora y Jimin decidió ponerse en marcha nuevamente. Ya había sido suficiente para él, pero el felino no opinaba lo mismo.

—Meow —el gato maulló al verlo ponerse en pie.

—Lo siento amiguito pero ya debo irme a casa.

—Meow —el felino caminó a su lado sin quitarle sus cristalinos ojos de encima a Jimin.

—No, no puedo llevarte conmigo —respondió como si entendiera a la perfección lo que aquellos maullidos significaban.

—Meow...

—Pero nada, lo siento.

Parecía ridículo y el mismo Jimin lo sabía, por lo que negó varias veces con su cabeza volviendo a ponerse en marcha. El gato debía detenerse en algún momento después de todo ¿verdad?

Pues no, Jimin llegó a su casa tras cruzar una calle situada frente a ella y observó hacia atrás, encontrándose con el mismo felino de antes sentado en la acera contraria observándolo desde la distancia.

—No me lo puedo creer —negó varias veces antes de adentrarse en su casa con las bolsas de la compra.

Su madre no tardó ni un minuto en recibirlo. Ella estaba muy feliz porque su hijo se había tomado un tiempo antes de regresar.

—¿Cómo te fue? —preguntó curiosa.

—Para la próxima con la lista también entregarme un mapa del súper —mencionó entregándole las bolsas a su madre—. No recordaba que ese lugar fuera tan grande.

—¿A qué crees que se debe su nombre?  —Sonrió divertida su madre por el reciente comentario de su hijo.

—Meow —un maullido extremadamente intenso se escuchó desde el exterior de la casa.

—¿Eso fue un gato? —preguntó la madre de Jimin algo confundida.

—Debe de ser algún gato callejero que está rondando la zona —comentó—, seguro que pronto se va.

Así, sin nada más que decir Jimin se puso en marcha directo a su habitación. Estaba cansado de sólo haber ido al supermercado, su cuerpo ya no estaba acostumbrado a tal movilidad.

Con pesadez arrastró su cuerpo hacia la cama, dejándose caer en su superficie. Con lentitud fue cerrando sus ojos hasta quedar completamente dormido.

—Meow —se escuchó maullar desde lo lejos—  Meoow —aumentó la intensidad el felino como si se tratase de un llanto—  Meeeeoow.

Jimin movía su cuerpo de un lado a otro en la cama, colocándose la suave almohada en la cabeza para evitar escuchar el fuerte maullar del gato.

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