Carta de despedida
El día que llegaste a mi vida, te acercaste a mí, corriendo sin mirar atrás. Tu carita mostraba felicidad y un corazoncito juguetón que no entendía muy bien a dónde ibas. Eras tan pequeña que entrabas en una mochila, una en la que asomabas la cabeza para observar el camino hasta tu nueva casa.
Al llegar, todo te pareció nuevo y divertido. Investigabas cada rincón del patio con tu nariz susceptible y diminuta. Tus patitas tocaban el pasto, la tierra, y el cerámico sin problema, corrías tan rápido como el viento. Eras inalcanzable.
Te encantaba el agua, los días de baño bajo el sol eran un disfrute, sobre todo porque tu cuerpo cabía perfectamente en un fuentón plástico donde te acostabas relajada. Después de eso, y sin esperar mucho, te ensuciabas con la tierra humedecida, con el pasto recién cortado o con el resto de las plantas que, por tu rebeldía, terminaban esparcidas por doquier. Eras un torbellino.
Siempre vivaz, inteligente, con un oído perceptivo, con ojos grandes y bonitos. Eran azules, eran oscuros, eran miel. Porque con el tiempo mutaron, como el clima, como lo aprendido, como tu fisonomía.
Nunca dabas la patita, pero eras obediente. Algunas palabras las reconocías a la perfección, como "galleta" "Vamos" "Toma". Como así también muchas frases. "¿Qué querés?" "Dame un beso" "Dame un abrazo".
Te acercabas a mí, dejando recargar tu cabeza sobre mi pecho. Mis brazos te apretujaban y eras feliz. Permanecíamos largos minutos así, porque eras mañosa, eras mi lugar seguro y de alguna manera yo también era el tuyo.
Mis largas horas frente a la computadora se interrumpían con tu hocico afirmado sobre mi pierna, solo para que te acariciara la cabeza. Venías por mí al dormitorio con el único objetivo de sentirte acompañada. Odiabas estar sola. Eras mi mejor compañía.
14 años pasaron. Muchas fotos, y no tantas como quisiera, porque evadías las cámaras como toda una celebridad. No te culpo, hago lo mismo. Qué rápido pasa el tiempo, cómo se notó el peso de tu cuerpo en mis brazos que aún me duelen.
Es extraño pensar que hace unos meses te hablé con cariño y te pedí que el día en que te fueras jamás te olvidaras de mí. Me escuchaste, no muy atenta, a decir verdad, porque quizás mis muestras excesivas de cariño eran suficientes para darlo por sentado.
Ayer acuné tu rostro con ambas manos y nos miramos. Te dije una vez más lo mucho que te amaba y lo bella que eras. Negra azabache, de pelo brillante y desprolijo; con bigotes teñidos de blanco al igual que el pecho debido al paso del tiempo.
Te llené de besos minutos antes de que tu corazón se detuviera. Tus ojos se cerraron conmigo al lado. Aquellos ojos grandes y luminosos que contaban un sinfín de emociones. Una parte de mí también se fue con vos.
Tu partida me duele. Tu ausencia se escucha en cada parte de esta casa. Aún creo que voy a despertar y voy a verte moviendo la cola de un lado a otro mientras tus bigotes se mueven hacia un costado en una sonrisa encubierta. Aún creo que puedo tener la posibilidad de abrazarte y quedarnos así un buen rato, o que vendrás a buscarme para que deje de lado la computadora.
Ojalá que tu vida terrenal haya sido igual de maravillosa como la mía al tenerte a mi lado. Ojalá te encuentres al final de ese hermoso arcoíris del que tanto se habla, y que cuando nos encontremos, me permitas llenarte de besos infinitos.
Te amo, mi hermosa bebé. Hoy y siempre.
Noxfy 30/10/2023 🪽
JK BAUER
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro