Uno
Todavía poseía fragmentos de imágenes y oraciones del día en que a su hermana y a él les tocó realizarse el examen determinante de castas. Naturalmente no recordaba exactamente la fecha, pero ambos tendrían al menos la primera década ya cumplidos. Y en lo que recapitulaba, sentado en la silla del escritorio de su dormitorio, cayó en cuenta de que no podía ser otra, pues era la edad en que los especialistas consideraban viable el hacerlo, y sus padres absolutamente ansiosos no esperaron a más que el segundo día del cumpleaños para agendarles una visita con el médico especialista en una de las clínicas particulares más caras, pero prestigiosa, de la región. Una donde solían atenderse ocasionalmente como familia.
Len podía recordar a su madre nerviosa, de vez en cuando mordiéndose las uñas, desde unos días previos. Mientras que a su padre, León, a quien veía poco por los eventos laborales de este, lo percibía especialmente más tenso de lo característico en él. Rin por su parte cada cierto tiempo le preguntaba acerca de qué casta le gustaría que le tocara, tal vez como una forma no muy peculiar de apalear la propia ansiedad. Porque aún en su corta edad se hacía una idea de que el asunto en cuestión marcaría las siguientes fases de su vida de forma permanente y profunda, en cada una de las escalas de lo que implicaba coexitir en la sociedad.
—¿Qué te gustaría ser más? —le preguntaba en ese entonces con su voz entusiasta y aún de niña— ¿Alfa, beta u omega?
Habían por lo menos otras dos castas más en ese entonces, pero al no haber tenido parientes en su línea genealógica con alguna de ellas, la predisposición genética era realmente poca. Y según sabían ambos, nadie quería ser Delta o gama.
—No sé —contestaba Len cada vez y su melliza presionaba a que escogiera alguna—... Para qué preguntas si sabes lo que te voy a responder.
—Porque quizás ya te decidiste... ¡Es que debe haber uno que te guste más!
—¿Y eso qué? No es algo que se pueda elegir...
—Pero has de cuenta que sí se puede —solicitó la rubiecilla—: Si pudieras elegir, ¿qué te gustaría?
—No sé —volvió a contestar Len con cierto desgano y antes de que Rin pudiera replicarle, añadió—: Lo que mamá y papá quieran...
—Oh, alfa entonces —mencionó la niña en son de entendimiento. Era lo que habían escuchado decir a su padre un par de veces cuando en la noche los dos chicuelos se acompañaban al baño el uno al otro, y en el viaje de regreso se quedaban en el pasillo más de una vez fuera del dormitorio de sus progenitores, cuando en lugar de dormir el par de treintañeros aprovechaban de exponer asuntos maritales o extramaritales; menciones que eventualmente no se atreverían a comunicar ante los niños. Y para estos últimos escuchar la información prohibida de los adultos era generalmente divertido.
—Sí... —musitó el mozuelo en respuesta a la alusión de su hermana para al fin dejarle una certeza. Ella asintió, en medio de un estado contemplativo acerca de sí misma y Len siendo alfa y alfa, o alfa y Omega, o incluso betas... alguno o los dos, pero imploraba en la misma intimidad de su mente a los cielos en no ser eso último, ni mucho menos Delta o gama; pues en las novelas que veía su madre solía representarse el idílico romance entre un alfa varón y una femenina y hermosa omega, y entonces la niña se imaginaba a sí misma como una mujer de la edad de su madre, omega como las chicas de las novelas y su misma progenitora, casada con un guapo Alfa como el interés romántico y su propio padre. Lucía como un panorama muy lindo en su imaginación, en la que podía quedarse clavada un buen rato.
Mientras que Len en su seriedad más marcada de lo usual resguardaba un miedo denso y para nada infundado en aras de mantener el orgullo de su padre. Sentimiento que había sido potenciado luego de que en una de las escasas reuniones familiares donde se encontraba su abuela materna, escuchase en medio de una charla entre ella y León que tener un hijo alfa era una bendición de la diosa luna y lo importante que era que hubiese uno para traspasar el apellido y encabezar la empresa familiar en la siguiente generación; él pareció estar de acuerdo.
—No importa el resultado, su padre y yo siempre los vamos a amar —con voz dulce les dijo su madre a cada uno en la noche previa al exámen, seguidamente les depositó un amoroso beso en la frente mientras los arropaba; misma oración que llevaba diciéndoles un tiempo antes cual mantra sagrado para insertar la noción en sus pequeñas psiques. Incluso minutos antes de entrar la mañana siguiente al aula médica, cuando esperaban en uno de los pasillos, los tres sentados a excepción de León, que posaba con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared, cuando no, dejaba pasar el rato fuera del recinto, fumando. Era una espera larga en medio de los exámenes de rutina, los hormonales, la revisión ginecológica y el final que correspondía a la ecografía abdominal. La parte benéfica era que en las clínicas privadas los exámenes los entregaban el mismo día.
En el momento en el que llegó la hora de la verdad, Lily informó a su esposo enviándole un mensaje. León, que se había fumado casi toda la cajetilla que había comprado ese mismo día, retornó al interior de la clínica a paso acelerado. De no ser por cuestiones de normatividad y protocolo, su ansiedad le hubiese hecho entrar corriendo.
Su familia estaba esperándole de nuevo en el hall.
—¿Y? ¿Qué dijo el médico?
—En el auto te digo —le indicó su mujer, tocándole el hombro, para luego iniciar a desplazarse y conducir a los menores hacia la salida. León la siguió, confuso.
Iba a reprocharle, pero a su mente atravesó la teoría en trasfondo de que Lily le dejase con el misterio hacia un rincón más personal en lugar de haberle antecedido el detalle en cuanto se lo hubo pedido. Una de dos: o había salido un resultado favorecedor, o en los exámenes se habían revelado las más bajas de las castas. En el primer caso para que la emoción tras el suspenso fuese dizque mayor, y en el segundo para evitar que se descompusiese anímicamente ante desconocidos y con ello desembocase alguna posible escena que pudiera a ella y a los niños generarles algún bochorno. Como fuere, el Alfa ya se estaba preparando moralmente, o al menos haciendo el intento, para lo peor, mientras en lo ínfimo de sus adentros confinaba aún el más mínimo retazo de esperanza de que la instancia por venir le confiriese el caso positivo o tan siquiera el menos malo. Y era que la casta de los menores afectaría todo el núcleo familiar buena o malamente, también en son de ello el cómo los trataría la sociedad y la imagen que les exigiría en complementación. Fungía detrás toda una cuestión biológica y social tras la preferencia de que la progenie naciese alfa, por encima de cualquier ápice de capricho que pudiese parecer se tuviese.
—Ya —inició el Kagamine adulto dentro del auto—. ¿Qué apareció?
Observó a su esposa apretar los labios desde su perfil. Paralelamente en los asientos de atrás Rin y Len estaban excesivamente serios, probablemente contagiados por sus mismos progenitores. León lo notó desde que los hubo reencontrado en el hall de la clínica y el clima en ellos no terminaba de generarle mucha confianza.
Entonces Lily dejó de mirar el vidrio de la ventana delantera para posar la vista sobre su esposo y finalmente abrió la boca.
—Omega. Los dos.
La noticia aterrizó sobre el mayor cuan gélida agua con montones de cubitos de hielo de forma tan abrupta que resultó, en algún modo, doloroso.
—Omegas —repitió el hombre, en un intento de decodificación—. Len... —musitó en cuestionamiento, aún dutativo. En caso de que su propia mente se hallase torpe de entendimiento y no hubiese interiorizado del todo la información real. Pudo incluso haber escuchado mal. Vale que una chica fuese Omega, pero en un varón la cosa era todavía menos respetable, más allá de la consideración familiar.
La mujer asintió. Luego hizo un ademán facial, señalando cautelosamente hacia el par de chicuelos. En advertencia hacia su marido. León le contestó con una mueca. Su emocionalidad quería hacerle decir muchas cosas, pero algo de sazón paternal le hacía reflexionarlo mejor antes de entregarse al sentimiento del momento. Su mujer le palmeó un muzlo como invitándolo a suavizarse.
—Quizá nos apresuramos en hacer los exámenes; en los chicos la cosa es un poco más lenta —pensó él en voz alta—. Deberíamos repetir el examen de Len más adelante.
—León, se les hizo la prueba justo en la edad permitida para ambos y en un buen laboratorio —ratificó la mujer—. Hacer un segundo examen no cambiará los hechos.
—Hazme caso. El proceso biológico de Len es más lento. Lo mejor será que le repitamos el examen el próximo año.
Lily rodó los ojos en reacción a la porfía del mayor.
—¿Cuál es la diferencia entre la biología de Rin y Len? —espetó ella, dejando entrever la obviedad.
Los menores en los asientos de atrás seguían mudos, rectos como muñecos, en función de oyentes, analizando la reacción de los adultos. A Len le atacaba un temblor constante y molesto, que trataba de regular pero que no podía. Rin al verlo le tomó la mano.
—Para responderte tendría que tenerlo claro —pronunció el alfa— y aún no está fijado lo de Len.
Los ojos de Lily se endurecieron apuntando directo a los ojos de su esposo. León, por su parte, no pareció inmutarse y prosiguió.
—Te responderé eso en un año —proyectó el hombre.
Y entonces el año pasó. Para ese entonces Rin se había adaptado casi totalmente a la noción de ser omega, con el beneficio de no haber pasado todavía por el periodo de celo, al ser aún muy novicia. A Len le tocó repetir el examen ese año. Y el siguiente. Y el sucesivo. Y los que le secundasen hasta los quince años, cuando la época de celo hizo aparición.
Para el momento León ya estaba totalmente desmoralizado, Lily desgastada con las ideaciones de su pareja, y Len ya no quería saber nada del tema de las castas. Fue un ápice de suerte que al menos el celo le llegase en casa, poco después de Rin, y que hubiese supresores al alcance. Las pruebas eventualmente cesaron y el estilo de vida del menor se adecuó a su casta.
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¡Hola! Intentaré ir actualizando una vez por semana. Un abracito psicológico pero muy emotivo; gracias a quienes leen. 💕 Cualquier comentario, consulta o acotación es bienvenida.
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