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veintisiete

El otoño daba sus últimos coletazos con lluvias y rachas de viento. Conducir por la carretera era misión imposible debido a la escasa visibilidad y a los zarandeos violentos del vendaval y, por tanto, el gimnasio estaba casi desierto. Tan solo aquellos que se habían atrevido a desafiar a la misma naturaleza estaban allí, y entre ellos, los dos y únicos componentes del equipo del proyecto estrella de la Facultad de Medicina. 

El Doctor Braun recuperaba su rutina después de dos días de descanso. Durante el fin de semana hizo las cosas que supuestamente hacía cualquier adulto, como la compra, pero también aprovechó para ver los pasos que Berkowitz había dado sin él. El proyecto avanzaba a un ritmo constante, quizá algo lento, pero avanzaba. Levi supuso que era suficiente y dejó de pensar en la investigación durante unas cuantas horas, pero en cuanto vio la encrespada melena azabache de Valerie, que salía de los vestuarios femeninos, algo hizo clic en su cabeza. Dando largas zancadas, la alcanzó. 

Puso su mano en el hombro de la psicóloga. —Eh.

Ella se giró mientras se quitaba uno de sus auriculares. Sus grandes y redondos ojos claros observaron a Levi un instante con algo de sorpresa, pero enseguida su mirada cambió y pasó a ser algo más fría, astuta. —Oh, hola. ¿Qué tal tu fin de semana libre?

—Bien. —escueto como siempre, Levi comenzó a caminar hacia el grandísimo hall del gimnasio junto a ella. —He estado revisando el proyecto. 

Valerie se quitó el otro auricular y soltó una suave risilla. —No esperaba menos de ti. 

—¿Dónde está el registro de las sesiones? —preguntó el Doctor mientras pasaban por el torno de salida. Vio cómo Valerie suspiraba con algo de hastío. —Tienes que-

—Tranquilo. —le cortó ella, alzando ambas manos. —Sé lo que tengo que hacer. Además, ni siquiera ha pasado una semana desde la primera sesión. ¡Vamos bien de tiempo! 

Levi asintió un par de veces. Valerie tenía razón: si continuaban con aquel ritmo, entregarían el borrador oficial antes de la fecha límite, y aunque no coincidía con la idea inicial de Braun, que quería zanjar el asunto lo antes posible, tampoco era un plan inadmisible. Vio cómo su compañera se ponía la capucha de su abrigo para salir a la calle, donde llovía sin parar. Levi, acordándose de los insistentes mensajes de su mejor amiga, soltó:

—Tengo las autorizaciones para el resto de los pacientes en el coche. Te llevo. 

—No hace- ¿qué? —Valerie se giró hacia él, extrañada, preguntándose si le había oído bien. Como de costumbre, más que una invitación parecía una orden, pero, aun así, le resultó raro. 

—Vas a la facultad, ¿no? Pues te llevo en coche. Así hablamos sobre el proyecto, te doy el papeleo y nos ahorramos una reunión de mierda. 

Valerie echó un vistazo al exterior. Volvió a suspirar y, algo resignada, aceptó. Cualquier cosa era mejor que llegar empapada a casa, incluso tener que aguantar una casi segura retahíla del Doctor Braun durante un viaje de casi media hora.

En el aparcamiento, bajo la lluvia y cerca de la puerta, se encontraba el flamante coche de Levi, que lo abrió desde el interior del gimnasio. Valerie se tomó el destello de las luces de automóvil como el pistoletazo de salida de una carrera que solo iba a ganar la tormenta. Echó a correr hacia el coche lo más rápido que pudo, intentando mojarse lo menos posible. Levi, mucho más tranquilo, casi caminando con parsimonia, se rio al ver cómo Valerie resbalaba por culpa de un charco. Ella fue la primera en entrar al coche.

El fuerte sonido de las gotas cayendo sobre la carrocería del coche se amortiguó en cuanto Levi cerró la puerta del lado del conductor. Su pelo rubio volvía a estar empapado, como si se hubiera vuelto a duchar, y su sudadera gris estaba marcada por las gotas de agua. Por un cortísimo instante, los pensamientos intrusivos de ''joder, es guapo'' invadieron la cabeza de Valerie, que intentaba ante todo no ver el encanto del archiconocido médico. Levi agitó la cabeza y se removió el cabello, salpicando a Valerie. Ella se encogió en el asiento del copiloto.

—Ahí atrás tienes las autorizaciones. Dáselas a los pacientes antes de empezar las sesiones. —apuntó Levi cuando ya estaban en marcha. 

Valerie echó un vistazo a los asientos traseros. Vio una carpeta roja. —Bueno, gracias por las fotocopias. —dijo, irónica. —No me estás diciendo nada que no sepa, Levi. 

—Revisé los documentos y vi que no los habías impreso. ¿Ibas a empezar las sesiones sin la autorización de los pacientes? —a pesar de estar conduciendo, Levi era capaz de intercambiar alguna que otra mirada con su compañera. —Tampoco has subido el registro. Y lo necesitamos.

—Eres un maniático controlador, ¿eh? Hasta revisas el historial de impresiones.... 

—Si no lo hubiera hecho, hubieras metido la pata.

—¿Como siempre? —añadió Valerie, aún con tono sarcástico.

—Tú eres la única que la ha cagado ante el Decano. 

La joven de pelo negro hizo una mueca. —Hmm, ¿y quién era la que daba la cara hace un par de meses, cuando no teníamos ni idea de qué hacer?

—¿Y quién lleva salvándote el culo todo este tiempo, Valerie? 

—Oh, además de rubio y controlador, con complejo de héroe. —bufó la susodicha. 

—Sabes que no lo hago por ti. 

—Lo sé. —masculló Valerie. —Solo lo haces porque necesitas que el proyecto salga adelante, no sé qué... me la suda.

Levi esbozó una sonrisa y miró a Valerie una milésima de segundo. Tenía los labios fruncidos y miraba por la ventanilla. —¿Estás resentida? ¿No has hecho suficientes sentadillas hoy?

Ella le devolvió la sonrisa. —Veo que has descansado bien este fin de semana, Levi. ¡Vuelves a ser el mismo imbécil de siempre! ¡Incluso peor! 

Y en cuestión de segundos, la pasivo-agresividad dio paso a una discusión en la que ambos alzaron demasiado el volumen de su voz. Levi enseguida le dijo que las cosas debían hacerse a su manera para que salieran bien, y Valerie le contestó de mala gana que no pensaba hacerlo. Luego él insultó los méritos de ella, y ella hizo lo mismo. Se gritaron cosas sin sentido, cosas que quizá ni siquiera sentían, cosas que eran verdad y otras que eran mentira. Valerie señaló acusadoramente a Levi con el índice y él hizo todo tipo de aspavientos cerca del volante, intercambiando miradas rápidas entre la carretera, apenas visible por la tormenta, y el asiento del copiloto. 

De repente, el rugido del motor hizo que Valerie se quedara con la palabra en la boca y la mano a medio camino entre su cuerpo y el brazo de Levi. Su mirada viajó hacia el contador de revoluciones y, después, hacia el piloto luminoso que indicaba que algo no iba del todo bien.

—Levi. —dijo, escuchando que el ruido del motor no era tan grave, sino más agudo y acelerado. —¡Levi! —exclamó, golpeando repetidamente el hombro de su compañero. —¡Levanta el pie del acelerador! 

—Uy. —murmuró el rubio, haciendo caso a Valerie. Se había dejado llevar y había mantenido el pie sobre el pedal derecho y, sin darse cuenta, había acelerado demasiado. Al ver que la luz de emergencia no se apagaba, pensó en reducir más la velocidad de forma drástica.

Gracias al cielo, Valerie estaba ahí para detenerle. —¡Ni se te ocurra frenar, que derrapamos! —chilló Valerie. —¿¡Te compras un coche manual y ni siquiera sabes conducirlo!? 

—¡Es culpa tuya! ¡Me has despistado! 

—¡No, gilipollas! —volvió a golpearle. Señaló los pies de Levi. —¡Pisa el embrague a tope! 

Levi echó un vistazo hacia atrás para asegurarse de que ningún coche los seguía. Obedeció a Valerie y fue ella quien redujo la marcha, moviendo con rapidez la palanca de cambios. Hacía tiempo que el Doctor no sentía tanta adrenalina en su cuerpo. Escuchó a Valerie ahogar un grito cuando una camioneta apareció de la nada, cruzándose en su camino. A Levi no le quedó otra que frenar y, tal como había previsto Valerie, derraparon por culpa del asfalto mojado. Por mucho que el rubio intentara recuperar la dirección del vehículo, el coche continuó con su rumbo, directo hacia el guardarraíl. 

Ni gritos, ni el motor, ni siquiera el ruido de los intermitentes... tan solo se oía la lluvia. 

Después del shock inicial, Levi consiguió despegarse del volante y girarse hacia Valerie. Reincorporándose, estiró el brazo hacia ella con la intención de poner la palma de su mano sobre el pecho de la chica, buscando el movimiento de su respiración. No llegó a hacerlo porque ella también se giró hacia él, demostrando que estaba viva. Más que asustada, parecía enfadada.

—¿Estás bien? —preguntó Levi. 

—Sí. —contestó, asintiendo. Le señalo con el índice. —No me vuelvo a subir contigo en un coche jamás. ¡Nunca! 

Levi solo pudo soltar una carcajada. Era la primera vez que Valerie le escuchaba reír así, tan sincero, tan vibrante. Era como si no le importara haber estropeado el parachoques y la chapa de su flamante coche de importación, como si la situación le resultara de lo más gracioso, como si se acabara de bajar de una montaña rusa. Apoyó la coronilla en el reposacabezas de su asiento.

—Vamos a llegar tarde a clase. —fue lo único que comentó, riéndose. 

—Eres la persona más rara —y fascinante, estuvo a punto de añadir Valerie— que he conocido jamás. ¿¡Cómo se te ocurre reírte después de habernos chocado!?

Y de repente, las carcajadas suaves de Levi hicieron que Valerie sonriera. Fue el primer accidente automovilístico que compartieron. 

Y también la primera vez que se rieron juntos. 

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era un domingo la tarde fui a los coches de choooqueeeee

capítulo exprés que he decidido dividir a la mitad para que no sea eterno. quería actualizar antes de que se me olvidara qué quería escribir lol

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