veintidós
Era común, por no decir una tradición inexcusable, realizar una cena de despedida el último día del congreso. Aunque a Valerie la noche neoyorkina le resultaba mucho más atrayente, se calzó de nuevo sus tacones y se dirigió al mismo edificio donde se habían celebrado las ponencias y resto de actividades. El hall pasó de estar prácticamente vacío a tener unas largas mesas de madera decoradas con enormes centros florales; más que una cena entre colegas parecía una recepción organizada por la mismísima familia real inglesa. La gente, bastante animada y risueña, aún no había tomado asiento. Muchas personas charlaban con una copa de lo que Valerie supuso que era vino blanco en la mano y otras paseaban alrededor de la mesa buscando su nombre.
La psicóloga hizo un barrido rápido de la sala mientras se quitaba su largo abrigo de paño, no lo suficiente cálido como para protegerla del frío de noviembre, y lo dejó en el guardarropa que habían habilitado cerca de la entrada. Un camarero -probablemente él y Valerie eran los más jóvenes de la sala- le ofreció una copa de aperitivo que tomó sin mucha dilación. Sintió un ligero toque en el hombro que le hizo girarse.
—¡Berkowitz!
Habría unos ciento treinta médicos y doctores en la sala, y de esos ciento veinte, Valerie solo quería evitar a uno. Y no era Levi. Su labios se curvaron en una sonrisa tan, tan fingida que los músculos de las mejillas comenzaron a dolerle.
—¡Rashad! —exclamó ella imitando el tono del neurólogo, vistiendo con un traje completo de color azul marino. Más que en un congreso, parecía estar en una boda.
—Estuviste genial en la charla. —le dijo, abriendo su brazo e invitando a Valerie a caminar hacia las mesas. La psicóloga comenzó a dar lánguidas zancadas. —Pensaba que, con la cantidad de trabajo que tenéis tú y Levi, el proyecto no iba a ir muy allá, ¡pero me equivocaba! Sabía que tenía que confiar en vosotros.
—Gracias. —Valerie se paró en seco. —¿Hay algo más que quieras decirme?
Rashad soltó una risilla y alzó las manos en son de paz, como solía hacer. Era un gesto que desquiciaba a Valerie. Era como si no fuera consciente del tono socarrón y condescendiente que siempre utilizaba, como si siempre tuviera una excusa para salir impune. Sabía de sobra que el médico no estaba allí porque quisiera felicitar a Valerie por su trabajo, sino por algo más. La actitud del de tez moreno era similar a la de Levi, aunque, por lo que había observado la psicóloga, Rashad escondía mucho mejor sus enfados, algo que le llevaba a ser más pasivo-agresivo e incluso hiriente.
—Que las faldas te quedan mucho mejor que los pantalones. —soltó.
Valerie, que hasta el momento no se había arrepentido de no seguir la etiqueta y de llevar una minifalda blanca a juego con su blusa, comenzó a hacerlo. Dejó de fingir la sonrisa de golpe. —No me esperaba menos de una persona tan asquerosa como tú.
Sus palabras hicieron que Rashad riera de nuevo. —¡Era una broma, era una broma! ¡No te lo tomes así! ¿Qué hay de malo en decir la verdad? —puso su mano de nuevo en el hombro de Valerie, impidiendo que ella se marchara. —Tienes razón, no estoy aquí solo para felicitarte. Tengo una oferta para ti.
—Estoy centrada en las clases, el proyecto y otros asuntos profesionales. No estoy interesada. —le cortó, agarrando bien la pequeña copa de vino espumoso y girándose para dirigirse hacia las mesas, donde los asistentes comenzaban a sentarse.
*****
Los camareros solo se encargaban de servir las bebidas; la comida podía conseguirse en unas mesas colindantes con bandejas llenas de diferentes tipos de queso, carne, pescado, postres... Disculpándose con las personas que la rodeaban, Valerie se levantó de su asiento por décima vez: debía aprovechar el buffet todas las veces que su estómago le permitiera. A pesar de llegar allí con la idea de marcharse cuanto antes, Valerie estaba disfrutando de la cena -y no solo por la comida y el vino ilimitados-. A su lado se habían sentado grandes profesionales que terminaron encandilados con la personalidad de la joven psicóloga y de su proyecto. Nadie le preguntó por Braun. Nadie le preguntó si estaba casada o si pensaba hacerlo. Nadie le dijo que su disciplina era una pseudociencia. Nadie trató a Valerie como si fuera una niña tonta, y eso le hacía sentirse realizada.
Mientras llenaba su plato de patatas fritas, sintió cómo alguien se inclinaba hacia ella. Una figura alta, grande, de aura oscura. Por el rabillo del ojo, vio que se trataba de Levi.
—¿Contenta?
La de melena oscura se rio. —Vaya, si es don perfecto. Así que estás vivito y coleando...
Era la primera vez que se cruzaban en aquella noche. Después de la charla y de aquella sonrisa, Levi desapareció, como si ya no tuviera nada que ver con el asunto. No se vieron durante el resto de charlas del congreso y tampoco en la pausa para comer. Valerie se llegó a preguntar dónde narices se había metido su compañero, pero no se le pasó por la cabeza enviarle un mensaje para preguntarle, al menos, si todo iba bien.
—Una pena, ¿eh? —dijo el rubio, sarcástico, tomando la pinza que Valerie había dejado sobre la bandeja de las patatas. —Veo que estás bien rodeada.
—Ah, sí. —Valerie echó un vistazo a su asiento vacío mientras se servía más solomillo. Las personas sentadas en la mesa charlaban entre ellas.
—Supongo que ya no estarás cabreada. Ahora ya tienes toda la atención que querías.
Valerie se giró hacia él y le tendió las pinzas del solomillo. ㅡY tú no te cansas de comportarte como un crío celoso de su hermano pequeño. ㅡbufó. ㅡPásatelo genial hablando de fútbol y quejándote de las enfermeras en tu mesa, Levi.
Antes de que ella se marchara, el Doctor Braun alzó levemente la voz. ㅡRashad me ha dicho que quiere colaborar con nosotros y ampliar el estudio.
Levi evitó hacer contacto visual con Valerie que, a juzgar por sus zancadas y el choque de sus tacones con el suelo, estaba entre sobresaltada y enfadada. Se acercó al médico. Lo único que los separaba era el plato repleto de patatas fritas que Valerie sostenía en sus manos.
ㅡ¡¿Qué!? ㅡgritó en un susurro. ㅡ¿Y tú qué le has respondido?
El Doctor Braun continuó mirando, respectivamente, al solomillo, a su plato y a los pies de Valerie. ㅡQue es nuestro proyecto.
La psicóloga alzó las cejas. ㅡ¿Solo eso?
ㅡ¿Qué más quieres que diga? Es nuestro estudio, y es lo que es. Cardiología y Psicología, punto.
Valerie esbozó una sonrisa. ㅡBien. ㅡdio una palmada en el pecho de Levi. ㅡBien hecho, don perfecto.
Se marchó de vuelta a su asiento, animando de golpe la zona, que la recibió con suspiros de alivio e incluso alguna que ltra exclamación de alegría. Levi la observó mientras tanto, sorprendiéndose cada vez más por la maestría que tenía Valerie con sus tacones. ¿Cómo no era capaz de caerse si sus talones estaban prácticamente en el aire? ¿Y por qué le resultaba tan elegante, si era la única que no llevaba un vestido largo?
*****
Aunque su plan inicial era huir de allí cuanto antes, las bebidas gratis y la música de los 80 hicieron que Valerie se quedara más tiempo del esperado. Estaba cómoda, charlando con dos Doctoras y alejada de una improvisada pista de baile donde unos cuantos médicos sacaban a la luz pasos de baile pasados de moda.
La atención de la psicóloga fue captada por unas graves risotadas. Miró hacia un grupo de hombres relativamente jóvenes entre los que se encontraba Levi, que parecía mucho más sonriente de lo normal. Valerie se preguntó cuál sería el chiste que le había hecho reír. Y luego, pensándolo bien, sospechó que Levi se había carcajeado porque sus compañeros -entre los que estaba Rashad- también lo habían hecho.
No quiso dedicar mucho tiempo a observar a aquel corro, pero, casi sin darse cuenta, se quedó observando a Levi. Sí, estaba más relajado. Su espalda estaba ligeramente encorvada hacia delante, como si hubiera perdido la estoicidad de repente; su cabello rubio, algo más revuelto de lo normal; su camisa blanca, remangada y arrugada; sus mejillas, rojas; y la copa que sostenía en la mano, vacía. Valerie sospechó que la actitud relajada de Braun no se debía a que estaba en un contexto natural, en un entorno en el que se podía desenvolver con facilidad... se debía al alcohol. No era la primera ni la última copa con la que Valerie veía a su némesis, por lo que era fácil intuir que había bebido bastante. Además, por su envergadura, debía metabolizar el alcohol mucho más rápido que ella, permitiéndole tomar más de lo que debía.
Valerie devolvió la vista hacia las mujeres con las que estaba manteniendo una larga e interesante conversación justo cuando Levi se despidió del resto de hombres. Caminó hacia ella con pasos decididos y la copa vacía en la mano. Valerie hizo un esfuerzo gigante para concentrarse en las palabras de sus interlocutoras, esperando volverse totalmente invisible para Levi. Escuchó su voz algo cerca, pero supo que no se dirigía a ella al oír la voz de otro hombre. Se giró levemente para comprobar que Levi la estaba ignorando y que, en lugar de molestarla, estaba pidiendo otro cóctel. Valerie espiró disimuladamente por la nariz, aliviada.
A pesar de estar lejos de la pista, la gente se animaba a bailar cada vez más cerca de las tres mujeres. Valerie se vio obligada a dar un pequeño paso hacia atrás, intentando que una animada pareja no se chocara con ella y, en cuestión de milésimas de segundo, plas.
Alguien derramó su bebida sobre su espalda, hombros, melena y parte del pecho. Una gigantesca mancha de un sospechoso color marrón ensució la blusa de Valerie. Se giró en cuanto los gritos ahogados de sorpresa cesaron.
—Mierda. —oyó a su espalda, reconociendo la voz al instante.
Se topó con un Levi sujetando una copa medio llena con una mezcla de CocaCola y una bebida destilada indescifrable. Su rostro no reflejaba malicia y, de hecho, su camisa también estaba salpicada. Valerie estaba demasiado enfadada como para ver que había sido sin querer. El pecho de Valerie pecho ardía con rabia y su primer impulso fue lanzar su vino al torso de Levi, que se mantenía frente a ella sin lograr entender qué estaba pasando. La joven se contuvo como buenamente pudo, dejó la copa de cristal en una mesa colindante y, sin mediar palabra, se abrió paso entre las personas que se agolpaban para ver la escena y se marchó.
Levi ni siquiera tuvo tiempo para pedirle perdón o explicarle que había sido ella, al retroceder, quien se había chocado con él. Tomó lo poco que quedaba de su Vodka-Cola y también se abrió paso entre las personas que le observaban como si hubiera roto uno de los candelabros de la sala.
Se rascó la nuca y cruzó todo el edificio para encontrar los baños.
**********
oooooooh no hubo 113 comentarios así que no hay beso
de momento ;)
ahora levi está un poco borrachillo así que...... who knows???? a lo mejor se lanza en próximas entregas de esta historia
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro