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veinticinco

Ni siquiera unos golpes en la puerta de su habitación de hotel hicieron que Levi se moviera de la cama. Murmuró -o al menos lo intentó- un ''ya voy'' que terminó ahogado por la almohada, y no fue hasta seis minutos después cuando el médico se reincorporó. Con el pelo alborotado, los ojos aún cerrados, el ceño fruncido y la boca seca, se levantó de la cama para ponerse los pantalones. Necesitaba una buena dosis de ibuprofeno, unos cuantos vasos de agua y una siesta para recuperarse de la resaca. Al fin y al cabo, Levi seguía siendo joven, y aunque no fuera una persona especialmente fiestera, quedaba en él algo de espíritu universitario.

Mientras emitía un largo bostezo, miró su teléfono. Quedaba menos de media hora para el check out, pero no fue aquello lo que le hizo pestañear varias veces. Levi comprobó unas tres veces que el mensaje que había creído enviar a su mejor amiga no estaba por ningún lado.

María

qué tal por NY??

16:09

la charla ha ido bien????

16:09

Sí.

17:00

No necesito que finjas un infarto para salvarme de alguna situación incómoda

17:00

jo:( esta vez he mejorado mi cara de dolor...

17:10

levincín!!!! estás despierto?

04:25

coy un pcovo bebido

04:33

acbao de llegar al h0etel

04:33

un pcovo????

07:24

ibas pedísimo jajajajajaja

07:24

Una a una, revisó todas las conversaciones recientes. No tuvo que indagar mucho para saber que aquel ''Berkowitz tiene novio'' se lo había enviado a la persona equivocada. Levi chasqueó la lengua al ver que ya no podía eliminar la evidencia y dejó su móvil sobre el escritorio de la habitación. No tenía mucho tiempo para lamentarse; se marchó directo al baño donde, al verse en el espejo, se preguntó por qué había aceptado tantos chupitos de tequila. Más que un Doctor en Medicina, parecía un adolescente atormentado.

*****

Los gritos desgarradores eran más comunes en otras áreas del hospital, aunque incluso en la cafetería podías recibir malas noticias. Sonriendo a las personas de su alrededor para tranquilizarlas después de chillar con cierta desesperación, María comenzó a sentirse algo avergonzada. Levi se frotó la cara y se hundió en su asiento, una incómoda silla de plástico. Evitó hacer contacto visual con la gente que tenía cerca que, después del susto inicial, parecían estar molestos por el grito de su amiga. Ella se inclinó hacia Levi con aire urgente.

—¿¡Eres tonto!? -susurró. —¿¡Eres tonto o qué te pasa!?

Levi, de brazos cruzados, volvió a resoplar. —Estaba borracho.

María agitó la cabeza, moviendo los mechones castaños de su corta melena. —Eso no es excusa. ¿No te cansas de ser ridículo?

—Joder,—el cardiólogo se inclinó también hacia delante —es solo un mensaje.

—¡Un mensaje ridículo! Además, lo ha visto. Y no te ha contestado. —apuntó la neuropediatra. —Seguro que piensa que estás interesado en ella.

—No. —rio Levi, imitando a su compañera y negando con la cabeza. —Nunca responde a mis mensajes —alzó su índice y miró a María con seriedad—y no estoy interesado en ella.

La de gafas hizo una mueca, dudando de la veracidad del último apunte de Levi. —Mmh, y aunque lo estés, no pegáis ni con cola. En realidad, si lo piensas, los únicos que hacemos buena pareja somos tú y yo. El viejo tacaño egoísta y...

—¿La loca de los gatos?

—Es que tú también eres el loco de los gatos. Yo sería como la vieja que se tiñe el pelo de colores y sale a cenar con el resto de sus amigas sesentonas. —María tamborileó con los dedos en la mesa, pensativa. Con brusquedad, volvió a acercarse a Levi. —Oye, ¿sigues en época de sequía?

Levi se limitó a alzar las cejas. —¿Eh?

—Me entiendes. —su amiga posó sus manos cerca del cuerpo de Levi, esperando a que él iniciara algo de contacto, pero, como era de esperar, continuó cruzado de brazos. —¿Me donarías tu semen?

Había visto corazones abiertos de par en par, venas explotar, partos, úlceras, pieles en descomposición, miembros amputados... y nada le sorprendía tanto como las repentinas ideas de su mejor amiga. Deseando que su buscapersonas sonara justo en aquel instante, pestañeó con incredulidad y logró soltar una suave carcajada. —Estábamos hablando del mensaje.

—Ya, bueno, pero escúchame. La calidad de tu sem- ¡Oh! —ambos pudieron escuchar los pitidos cortos de aquel pequeño dispositivo que tenían que llevar siempre consigo durante las guardias. A pesar de no ser el de Levi, se sintió aliviado al ver cómo María contestaba la llamada entrante de su buscapersonas. —Vale, sí, voy corriendo para allá. —colgó, se levantó rápidamente e hizo ademán de irse sin acabar su café. Se lo terminó de un solo trago. —Ya hablaremos de tu semen más adelante, aunque si la ridiculez es hereditaria, prefiero que el padre genético de mis hijos sea otro.

—¿Un traumatiso?

—Una crisis epiléptica, parece. -antes de marcharse, señaló a su amigo. —Y no ignores a Brekowitz. Juega bien tus cartas. ¡Ánimo!

******

Valerie, cargada con su bolso y un buen taco de fotocopias, cerró la puerta de su despacho con llave y puso rumbo hacia el ala este de la Facultad, donde se situaban la mayoría de aulas y anfiteatros. Aún era temprano y los alumnos aún no estaban llenando las clases, salvo aquellos que siempre llegaban demasiado pronto, y los profesores no parecían haber llegado todavía. Disfrutando de la calidez de los otoñales rayos de sol y de las vistas que ofrecían los grandes ventanales del edificio, Valerie caminó pasillo abajo.

Escuchó otra puerta cerrarse y el tintineo de unas llaves chocar con otras. Reconoció ese sonido y los pasos largos de Levi, hastiado. En un inicio, el plan de Valerie era seguir adelante e ignorar al médico, pero recordó el mensaje que le hizo reír hasta la madrugada... así que decidió que lo mejor era incomodar a Levi un rato.

—Buenos días. —canturreó, acercándose a él por la espalda. El rubio se giró levemente y miró a Valerie de reojo. Ella le pudo escuchar chasquear la lengua. —¿Qué tal tu vuelta a Boston?

—Ve al grano. —Levi guardó las llaves en uno de los bolsillos de su bata. Volvía a ser el de siempre: amargado, antipático, con aire cansado. A Valerie le resultó raro verle de nuevo con su distintiva bata blanca, un jersey de cuello redondo y barba incipiente en lugar de estar ataviado con camisa y con el rostro limpio. Aun así, seguía siendo atractivo. Y a Valerie, aquello le hacía enfurecerse. ¿Por qué ella no se podía ver igual de bien cuando estaba agotada?

Valerie se puso a caminar a su lado. —No hay grano; te estoy preguntando en serio.

Levi se rio con ironía. —Sé de sobra qué vienes a decirme.

A—h, ¿si? Pues la verdad es que solo iba a preguntarte sobre el viaje de vuelta, pero ya veo que te ha ido mal. —continuó el juego y fingió sentirse algo ofendida. Pegó el taco de fotocopias a su pecho mientras Levi llamaba al ascensor. Se quedaron esperando juntos. —¿Vas a dar clase a los chicos de tercero? ¿Por qué los vas a reñir hoy?

—Estás preguntándome mucho.

—Oh, ¿te molesto?

El Doctor Braun giró el rostro para mirar a Valerie. —No finjas tanto interés ahora. Y deja de hablarme con esa vocecita. Me pone de los nervios.

A Valerie no le quedó otra que abortar el plan. Supuso que Levi ya la tenía cazada, igual que ella a él. Habían pasado demasiado tiempo juntos, y las discusiones frecuentes habían hecho aflorar la naturaleza de ambos. En el fondo, la psicóloga no era menos iracunda que él, que tenía algo más de excusa por la testosterona, y Levi lo sabía de sobra. También sabía reconocer a la legua cuándo la coautora del proyecto quería algo. Nunca hablaba a Levi desde la curiosidad: incluso cuando le preguntaba por algo que no era estrictamente sobre su investigación, había un motivo subyacente. Conocerle para derribarle, saber más para humillarle.

El ascensor llegó. Los dos entraron y Levi pulsó el botón de la planta baja. Valerie sonrió con algo de picardía. —Pensé que después del tema de la copa ya éramos amigos.

Levi volvió a reírse. —No.

—Ah, ya lo entiendo. Después de lo del mensaje somos íntimos, eso es. —soltó Valerie, alzando la cabeza para ver la reacción de Braun.

Él miró al techo. Apoyó la cabeza contra la pared metálica del ascensor. —Sabía que me ibas a decir algo sobre el puto mensaje.

—Tú no pierdes la oportunidad de reírte de mí, ¿por qué no iba a hacer yo lo mismo?

—Estamos empatados, supongo.

—Ah, no, no. Siento destrozar tu ego, pero mi email fue mil veces peor que un mensaje que enviaste borracho. —dijo, moviendo su índice de lado a lado y apuntando con él a Levi. Las puertas del ascensor se abrieron con un suave 'ding'. Salieron juntos de él, pero Valerie se paró en seco enseguida. —¿A quién se lo enviaste? ¿A Rashad?

—No.

—¿Entonces? Está claro que no era para mí.

—No importa.

Valerie, previendo que Levi iba a salir huyendo de allí para evitar enfrentarse a ella, agarró con fuerza la muñeca del médico. —Sí importa.

Levi frunció los labios un instante y miró a su alrededor para asegurarse de que los pasillos aún estaban desiertos. —Olvida que te envié ese mensaje-

Ella tiró de la muñeca de Levi con ímpetu, haciendo que él se inclinara un poco hacia delante. Estaba haciendo tanta fuerza que las yemas de sus dedos empezaban a blanquear. —Dímelo. ¿A quién le importa tanto que tenga o deje de tener pareja? Se lo querías enviar a Rashad, ¿verdad?

Braun se irguió sobre ella, acercando su cabeza a la de Valerie, quedándose a un par de amenazadores centímetros. —No. -susurró. —Suéltame y te lo diré.

Levi comenzó a sentir cómo las afiladas uñas de la psicóloga se clavaban en su piel. Soltó una risilla antes de que Valerie dijera explícitamente que no iba a ceder. —No voy a dejar que te escapes.

—Se lo quise enviar a María Eckford, a la pediatra. —confesó al fin. —Es la única interesada en tu vida amorosa, pero no es porque seas importante; es que ella es una cotilla.

Valerie soltó la muñeca de Levi con desdén. —Pues deberías soltarle a todo el mundo que sí, que tengo novio.

—¿Qué?

Ante la aparente sorpresa de Levi, Valerie decidió explicarse: —Sí, dile a todos tus amiguitos médicos y Doctores que Berkowitz tiene novio, que lleva con él años y que está a punto de casarse.

—¿En serio?

—Sí, díselo. Cuando hay otro hombre de por medio, siempre dejan tranquilas a las mujeres. Parece ser que es la única forma de que los rumores entre tú y yo paren. Haz creer a la gente que realmente tengo pareja. Se llama Bennett, tiene veintiséis años y tenemos un perro juntos.

Levi fue quien tuvo que detener a Valerie, que agarró el asa de su bolso, señal de que iba a continuar con su camino. El rubio posó su mano sobre el hombro de la joven y la obligó a girarse. —¿Qué rumores?

A pesar de ser una de las personas más inteligentes y uno de los médicos más brillantes de probablemente todo el planeta Tierra, Levi estaba más perdido que ninguna otra vez. ¿Aquel chico que fue a buscar a Valerie sí que era su novio? ¿Los rumores seguían extendiéndose? ¿Qué narices estaba pasando y por qué no entendía nada? ¿Era verdad lo que le había dicho María y sí que estaba interesado en Valerie?

—Tú y yo estuvimos juntos en el baño el día de la cena y estuvimos desaparecidos una hora.

—Te tiré una copa encima —dijo Levi— sin querer —añadió—, así que lo lógico es pensar que nos peleamos.

Valerie sonrió, y aquella vez lo hizo con algo de ternura. —Oh, Levi... ¿sabes cómo arreglan un conflicto dos personas jóvenes según cientos de viejos verdes? Follando.

Braun rodó los ojos, fingiendo no sentirse algo abrumado. —Es una estupidez.

—Para ti, pero no para mí. A ti te parece ilógico, a ellos no.

—Ya dije que tú y yo solo somos compañeros.

—Pues vuelve a decirlo. Repítelo todo el rato y diles que, además, tengo novio. Y tú no vas a meterte entre una feliz pareja que lleva saliendo desde el instituto, ¿verdad?

Levi suspiró. —No.

Valerie le dio unas palmadas en el pecho, tal y como había hecho el sábado del congreso. Empezaba a tornarse la forma de contacto físico más habitual entre ambos. —Pues ya estás moviendo el culo, campeón.

Antes de que se fuera pasillo abajo, Levi llamó la atención de Valerie. —¡Eh! ¿Por qué tengo que decirlo yo? Tú no eres precisamente muda.

—A ti te escuchan, Doctor. —contestó ella, con una pizca de sarcasmo, descaminando sus pasos y volviendo hacia Levi. —Eres un hombre, y por mucho que me joda, tienes la potestad de decir lo que te salga de las narices.

—Y es mentira, ¿no? No tienes novio.

Berkowitz sonrió de nuevo. Inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado y entornó los ojos, mirando a Levi con algo de suspicacia. —¿Es relevante?

Levi se encogió de hombros. —Se me da mal mentir. No voy a poder decirlo si no es cierto.

Valerie se tapó un lado de la boca con la mano. —Tranquilo, —susurró— ya me he dado cuenta de lo rojo que te pones y de lo mucho que carraspeas cuando tienes que mentir a alguien. 

*****

he escrito la última parte del capítulo con un ojo medio cerrao por el sueño asi que siento erratas y que sea simple lol

en otras noticias: QUE ESTA NOVELA/OBRA/ FANFIC NO FANFIC ESTABA EL #400 (y pico) EN EL TOP DE ESPAÑOL HOY. Y EL 900 (y pico) EN EL RANKIN DE JUVENIL. THATS SOME HEAVY WORDS PORQUE HAY MILES DE MILLONES DE HISTORIAS CON ESOS TAGS ESTOY MOÑEQUISIMA GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS


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