treinta y tres
Después de la cena -que Valerie catalogó como 'demasiado buena para ser verdad'-, Levi prohibió terminantemente a la coautora del proyecto que se acercara de nuevo a la cocina. Ella insistió en ayudarle a limpiar y a lavar los platos, pero él era mucho más terco y áspero.
—Te he dicho que no muevas ni un dedo. —dijo, tan serio que a Valerie se le escapó una risilla.
—¿En el sentido literal o en el figurado?
—Ambos. —Levi retiró los platos de la isla de cocina antes de que lo hiciera la pelinegra. Se giró para dejarlos en el fregadero. Hizo lo mismo con los vasos de agua que habían utilizado.
En el fondo, Valerie sabía que aquel supuesto acto de caballerosidad no era más que su afán por controlarlo todo, o más bien su miedo a que algo se rompiera. La psicóloga hincó los codos en la encimera y apoyó la barbilla en el canto de su mano derecha, la que no estaba lesionada. Se quedó observando con más detenimiento la sala , evitando ver la ancha espalda de Levi mientras él lavaba la vajilla. Aunque había recorrido cada recoveco de la casa por la mañana, aprovechando la ausencia del médico, encontró detalles en los que no se había fijado, como un par de libros de cocina bajo la maceta de una planta con tan solo dos hojas verdes, la publicidad de un restaurante cercano arrugada en la papelera o el nombre de sus gatos grabados en los platos donde comían. La única conclusión que Valerie pudo sacar de aquello fue que, en efecto, Levi adoraba a aquellos pequeños felinos más que a cualquier cosa en el mundo.
La música rock que les había acompañado durante toda la cena cesó. Valerie saltó del taburete justo antes de que Levi le indicara, sin abandonar su tono autoritario y algo paternalista, que retirara el vinilo con cuidado.
Valerie cruzó toda la sala de estar, hizo lo que el anfitrión le había dicho y apagó el tocadiscos. Guardó el vinilo en su funda correspondiente y aprovechó la coyuntura para saciar su curiosidad.
—¿Desde cuándo coleccionas vinilos? —preguntó, agachándose para buscar alguno que no fuera de rock setentero, alguno que le pudiera servir para avergonzar a Levi en un futuro no muy lejano.
—Desde siempre. —contestó, escueto, dejando los platos sobre una rejilla y secándose las manos en un trapo.
—¿Y dónde los consigues? —siguió preguntando Valerie. Sabía que muchas aficiones, sobre todo aquellas que estaban arraigadas, surgían porque llevaban años siendo costumbre familiar. Valerie sospechaba que el interés por el rock clásico de Levi, que ya había demostrado ser un defensor fiel de la continuidad, se trataba de algo que había heredado de algún familiar, al igual que su pasión por la medicina. —¿En tiendas de antigüedades? Algunos tienen muchísimos años...
—No todos son míos.
Valerie sonrió y se giró hacia él, que aún seguía de espaldas. —¿Son prestados?
—Son de mi abuelo y de mi padre.
Bingo. Era la primera vez que Levi mencionaba a su familia. Valerie no distinguió melancolía en su voz, tampoco rencor o arrepentimiento. De hecho, su enunciado fue demasiado neutro. Sin bagaje emocional. Desinteresado, como la mayoría de las veces. La psicóloga volvió a tomar asiento en el taburete y, conforme se acercaba a él, se dio cuenta de que estaba más pendiente de su teléfono móvil que de la corta conversación, que de no ser por Valerie ni siquiera se habría producido.
Ella, sentándose de nuevo, enarcó las cejas. Durante la cena, Levi también había mirado su teléfono unas seis o siete veces, comprobando si había alguna notificación nueva con aire nervioso. Valerie tenía dos hipótesis: la primera, que estaba deseando que se marchara de allí y estaba esperando algún mensaje que le sirviera de excusa para echarla; la segunda, que estaba impaciente por recibir alguna respuesta.
—¿Es algo del trabajo? — preguntó para salir de dudas. Levi alzó la cabeza y miró a Valerie con aire confuso. Ella señaló el teléfono del Doctor. —Lo que estás mirando. ¿Es algo del trabajo?
—No. —Levi fue rápido en esconder su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón. Ya había terminado de fregar los platos y cubertería.
—Parece importante; no has dejado de mirar la pantalla en toda la noche.
—No, no es nada. —dijo, dejando claro que sí, sí que era algo. Se apresuró en cambiar de tema. —Hablando de trabajo, deberíamos mirar los registros de las últimas sesiones e ir elaborando los resultados preliminares.
Valerie le siguió con la mirada. —Aún es pronto para los resultados.
Levi abrió un armario de cristal y metal que estaba pegado contra una de las paredes de la sala de estar y sacó una carpeta. Caminó hasta el gigantesco sofá gris, se sentó en él y dejó la carpeta sobre la mesa de café que tenía delante. Apoyó los codos en sus rodillas y miró a Valerie, literalmente, por encima del hombro y aire demandante. —No hemos tenido una reunión como tal desde que dimos la charla. Es momento de avanzar con el proyecto. Si no, nos estancaremos.
—Me pillas fuera de mis horas de tutoría. —Valerie señaló con teatralidad al único reloj que pudo ver, que estaba situado cerca del tocadiscos. —Lo siento.
El rubio chasqueó la lengua. —Prefiero ahorrarme una reunión más.
—Sé que lo quieres hacer por ahorrar tiempo, pero es que no tiene sentido revisar el proyecto ahora. A mí también me encantaría no tener que verte una hora más al mes, ¿sabes? —añadió. Valerie se dio cuenta de que Levi volvía a ojear su teléfono. —Además, no pareces muy concentrado.
—¿Vas a sentarte o no?
—Es que las cosas del trabajo solo las trato en el trabajo. ¿Eso no lo dijiste tú...?
Levi suspiró y se dio por vencido. Apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y miró al techo unos instantes antes de cerrar los ojos. Saltando desde su rascador hasta el sofá, Snow, el gran gato de pelaje blanco, se acurrucó al lado de su dueño. Levi no tardó ni un segundo en acariciar su lomo.
—Tienes razón. —le oyó musitar. —Es una tontería revisar el proyecto ahora.
Valerie sonrió, satisfecha por ver que Levi le daba la razón de manera explícita, y caminó hasta el sofá. Se sentó a la otra esquina, dejando espacio para otras dos personas entre ellos. Colocó el codo en el reposabrazos y apoyó su sien en su puño. Miró al cardiólogo de reojo.
—¿En la carrera no os enseñan la importancia de descansar?
—No. —soltó él con rapidez. —Un médico no sabe lo que es eso.
—Dormir por agotamiento no es descansar. —explicó Valerie. —Descansar también es no revisar el teléfono esperando una llamada del hospital, no pensar en lo que tienes que contarle a tus alumnos mañana mientras estás haciendo la cena... Dedicarte tiempo es descansar.
Levi soltó una carcajada suave. —¿Dándome lecciones de vida?
—Solo consejos. Que los apliques es cosa tuya.
—Ya, bueno.
—Sé que tu trabajo es duro, —continuó, hablando con voz suave, como si a ella misma le molestara el sonido rompiendo el plácido silencio que se había instaurado en el apartamento de Braun. — sé que estás día y noche ocupado... pero eso no es del todo sano.
—Mis análisis dicen lo contrario. —replicó, algo sarcástico y sin dejar de acariciar a Snow.
—¿Y tu cabeza?
Levi cruzó una mirada interrogante con Valerie. —¿Qué?
—¿Qué se te pasa por la cabeza? Sé que estás acostumbrado en cierto grado a ver y vivir determinadas cosas; la muerte es el pan de cada día siendo un médico como tú, pero tiene que llegar un punto en el que tu cabeza quiera un descanso.
—No. —agitó la cabeza. —Estoy bien.
¿Estás bien o no sabes analizar lo que sientes? quiso preguntarle Valerie. Cogió aire y subió los pies al sofá, sentándose con un tobillo sobre otro y encarando a Levi. —El cansancio físico no es el único. También nos cansamos mentalmente, y es muy importante saber cuándo hay que parar y qué cosas nos están agotando. Por ejemplo, tuviste que pedir un par de días libres para desconectar, ¿no?
—¿A qué viene esto? ¿Estás psicoanalizándome o...?
Valerie se rio. —Normalmente cobro sesenta dólares por la primera sesión, así que esto es mi agradecimiento por dejarme pasar la noche. Ah, y no te estoy ''psicoanalizando''—hizo un gesto exagerado de comillas con la mano cuyos dedos podía mover con libertad— Eso demuestra lo poco que sabes de Psicología.
Levi agachó la cabeza y centró su atención en Snow hasta que su teléfono, sobre la mesa, vibró. Se inclinó para alcanzarlo y volvió a dejarlo sobre la madera con rapidez al ver que no se trataba del mensaje que esperaba. Notó cómo Valerie le miraba con las cejas enarcadas y sus grandes ojos verdes, como diciendo ''¿en serio no te preocupa nada?'' y se sintió obligado a contárselo. Chasqueó la lengua con fastidio.
—Es María. —confesó. —No me contesta desde esta mañana. Creo que se ha cabreado conmigo.
—¿Has hecho algo que haya podido molestarla?
—No sé. — y realmente era así. Nunca nadie había llamado la atención a Levi. Nunca había reflexionado sobre sus acciones. Nunca nadie le había enseñado a hacerlo.
—Recapitula. ¿Cuál crees que ha sido el momento donde crees que se ha enfadado?
—Estábamos yendo a por un café y se le olvidó la cartera.
—Levi, no tiene sentido. —se rio la psicóloga. —¿Por qué se enfadaría contigo si la cartera era suya y se le había olvidado a ella?
A Levi se le iluminó el rostro, como si una bombilla se hubiera encendido en su cabeza. —Entonces fue porque no le conté- —se quedó callado un instante. — no le conté que te habías quedado aquí.
Valerie hizo un esfuerzo por no ahogar un gritito. Tal y como sospechaba, era un tema de conversación muy recurrente entre el cardiólogo y la neuropediatra. —¿Crees que ha sido algo como eso?
—Probablemente.
—Cuando hay un conflicto, hablamos de un motivo real y un motivo aparente. Por ejemplo, tú puedes decirme que estás molesto porque no he lavado los platos, pero el motivo real de tu enfado es que no te he ayudado. —Valerie, sin darse cuenta, comenzó a hablar con Levi como si lo estuviera haciendo con un alumno. —María no se ha enfadado porque no le hayas contado que he dormido en el sofá, sino por otra cosa, como... que le ocultas demasiada información.
El rubio volvió a agitar la cabeza y dejó que Snow saltara al suelo. —Puede que se haya cabreado por otra cosa. —al escuchar a Valerie, cambió de opinión. Hizo algo de memoria y recordó lo que su mejor amiga le había dicho. —Dijo que no puede ver dentro de mi coco.
La sonrisa de Valerie se ensanchó. Sintió algo de ternura. —Y es cierto. Ni ella, ni tus compañeros, ni tus alumnos... ni siquiera yo puedo ver lo que pasa en tu cabeza. Por eso es importante que lo digas, no solo que pongas mala cara. Me cuadra más un enfado por algo así.
Levi hizo una especie de mueca. —Ya.
—Entonces, esperas un mensaje de María, ¿no? ¿Le has escrito tú primero?
—Sí. — se inclinó para tomar su teléfono y dárselo a Valerie, para que comprobara ella misma el mensaje. Antes de pasárselo, le advirtió: —no te rías.
—¿Por qué iba a hacerlo...? —Valerie le quitó el teléfono, ya desbloqueado, y miró la conversación. Levi había enviado un ''no sé que te he hecho pero lo siento'' que había sido dejado en visto desde las dos de la tarde. —Esto suena un poco a ''la culpa no es mía pero me voy a disculpar para que me hables''.
Levi resopló. —¿Y qué cojones iba a poner si no? Me he disculpado con ella.
El médico parecía realmente atormentado, también confuso, intentando entenderlo todo. Valerie se compadeció de él, así que hizo un gesto con su mano herida para quitarle hierro al asunto y devolvió el teléfono a su dueño. —Dile que quieres hablar con ella en persona. Es mucho mejor. Entiendo que no quieras abrirte conmigo, pero hazlo con ella. Estoy segura de que lo agradecerá.
ㅡAh, no. Ni de coña.
Pudo volver a ver en él esa pequeña brecha, una nueva apertura. María, su mejor amiga, le importaba. María era más que un apoyo, era parte de los cimientos que sostenían a Levi. Sin ella, él iba a estar perdido, y por eso intentaba recuperarla. Valerie pensó por un momento en qué sería de él sin su amiga, si le despojaba de ella.
—¿Crees que va a juzgarte por decirle las cosas? Es tu mejor amiga, Levi. No debería hacerlo.
ㅡSe reirá de mí.
Valerie entornó los ojos. ㅡSi lo hace, entonces no es una buena amiga. Y no merece tener gente a tu lado que no se tome en serio tus sentimientos.
Levi soltó una risa amarga. ㅡYa.
Valerie vio algo de dolor en su mirada ocre. Fue entonces cuando su verdadera naturaleza se apoderó de ella y, tomando aire por la boca, se acercó a Levi.
ㅡOye, ㅡdijo mientras se sentaba a su lado con las piernas cruzadas ㅡ no creo que el problema sea ese. María no tiene pinta de ser ese tipo de amiga, ¿no? ㅡal ver que Levi no contestaba, intentó cruzar su mirada con la del médico, inclinándose un poco hacia él, buscando su atención. ㅡCreo que el problema lo tienes tú. Piensas que te va a juzgar porque tienes miedo a mostrarte vulnerable.
Levi dejó de mirar a la alfombra negra que protegía el suelo para mirar directamente a los ojos verdosos de Valerie y al pequeño lunar que tenía justo debajo de las pestañas inferiores. ㅡNo.
ㅡSí, Levi. Yo entiendo que quieras parecer el tipo más duro del planeta ante mí, ante tus alumnos y ante todo el mundo, pero ella ha compartido mucho contigo, y creo que es razonable que tú también lo hagas.
El rubio se había quedado demasiado perdido en los labios rosados de Valerie y en las pecas que salpicaban su rostro. De hecho, creyó tenerlas ya memorizadas. El suave golpe que Valerie le dio en la pierna le sacó de sus borrosos pensamientos. Ella le miraba expectante, esperando una respuesta congruente.
ㅡEh, sí. Vale.
ㅡ¿Lo harás?
Asintió. ㅡSí. ㅡ ¿el qué haría? Se había concentrado tanto en el rostro de su compañera que ni siquiera sabía a qué había accedido.
Valerie se quedó un instante pegada a él, intentando ver más allá de sus ojos color oro. Tenía pequeñas motas castañas alrededor de su pupila; no fue capaz de ir más allá. Movió ligeramente su rostro y se fijó en que él seguía sus movimientos con la mirada. Valerie sonrió. Después, le enseñó la palma de su mano.
ㅡSon cincuenta dólares.
Levi se levantó del sofá, apartándola de golpe. ㅡLa cena han sido ciento veinte, el agua y la calefacción son ochenta. Aún me debes ciento cincuenta. Y sumando.
Valerie hizo un puchero. ㅡBueno, siempre podré secuestrar a Salem y pedir un rescate.
ㅡTocas a uno de mis gatos y juro que te mato. ㅡsoltó, de carrerilla, señalando con aire amenazador a Valerie con el índice y totalmente serio. ㅡ¿Has oído?
ㅡSí, sí. ㅡdijo entre risas la secuestradora de gatos en potencia.
El Doctor Braun anunció que se iba a dormir. Valerie le deseó buenas noches y se acomodó en el sofá después de que el médico apagara la luz de la sala de estar. Disfrutando de las vistas nocturnas del apartamento, bajo las mantas que Levi le había prestado, Valerie sonrió. Ya conocía cuál era el verdadero tendón de Aquiles del cardiólogo, ya sabía cuáles eran sus debilidades: sus gatos, María y, si lo trabajaba un poco más, ella misma.
Había notado cómo Levi le miraba a los labios. Incluso él había llegado a humedecer los suyos. Lo que comenzó siendo un acto sincero de ayuda y una charla desinteresada, terminó siendo el as bajo la manga de Valerie. Al fin y al cabo, pensó, sigue siendo un hombre.
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🤨📸 levi?❓️⁉️ te hemos cazado
En fin, graaacias por leer y comentar!!!!!!
Se vienen capítulos 💋navideños💋
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