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treinta y siete

—Se lo merecía. —aclaró Valerie justo antes de tomar un trozo de la porción gigante de pizza que había comprado en un restaurante que violaba todas las reglas sanitarias existentes, pero que estaba abierto hasta la madrugada.

Levi se encogió de hombros. —Pues ya está.

Los dos, tras haber dejado a Rashad en el aparcamiento, huyeron del campus de Harvard y se escondieron en el centro de la ciudad, decorado con luces navideñas, y donde se pudieron camuflar entre gente joven que iba de un bar a otro. Valerie arrastró a Levi a una de esas pizzerías que vendían porciones por tres dólares con la excusa de que tenía hambre; así que terminaron sentados en dos taburetes, pegados a la cristalera del escaparate y viendo cómo la mayoría de los transeúntes se hacían fotos con la decoración de Navidad.

—¿Cómo narices has descubierto este sitio? —preguntó Levi para cambiar de tema. No era una de las mejores pizzas que había probado en su vida, pero el precio contrarrestaba la grasa y el sabor ácido del pepperoni barato.

—Mis primeros días en Boston me dediqué a investigar restaurantes. Esto es lo más cercano a mi pizzería de confianza de Nueva York, ¿sabes? Abría hasta las seis de la mañana y siempre me regalaban una porción más si llevaba un vestido mono.

—¿Eso no es muy machista?

—El feminismo abandona mi cuerpo cada vez que me dan comida gratis. —bromeó— De todas formas, no lo entenderías. —añadió, imitando a Levi.

Él rodó los ojos. —Lo que tú digas.

Mientras masticaba, Valerie observó a su compañero. Él ya había terminado su porción y parecía pensativo: miraba a través de la ventana con cierta preocupación y movía su pierna derecha de arriba a abajo. Si la tuviera a su alcance, Valerie pondría su mano sobre ella para que dejara de moverla, tal y como hizo Levi una vez cuando era la psicóloga quien estaba nerviosa.

—¿Qué quieres preguntarme?

Valerie supo que había acertado de lleno cuando Levi, de golpe, dejó de agitar la rodilla. Le picaba la curiosidad, eso estaba claro.—¿Eh?

—Sé que quieres preguntarme algo pero no sabes cómo. Lo dice tu cara. —señaló con la barbilla el rostro de Levi. —Dime. 

El cardiólogo tardó un par de instantes en formular la pregunta. Por primera vez, supo que tenía que medir sus palabras. A juzgar por la reacción que Valerie había tenido, era un tema delicado, así que no quiso sonar frío o demasiado condescendiente -como de costumbre-. 

—¿Quiénes son tus padres para que todo el mundo piense que están detrás de tus méritos?

Valerie se rio. Dejó lo poco que quedaba de su porción de pizza en la mesa y miró a Levi aún con la sonrisa en la cara. —Mi padre es congresista. Mi madre es jefa de redacción de las noticias de la NBC. 

—Ah, otra hija del nepotismo. —bufó él, sarcástico. Recibió un codazo de Valerie en el costado y fue entonces cuando ella, al ver cómo no parecía muy interesado, se dio cuenta de que Levi no se creía lo que estaba contando. 

Algo ofendida porque había sido sincera y había revelado uno de sus secretos a su mayor enemigo, volvió a golpearle en el lateral del torso, llamado su atención. —¿Crees que te estoy mintiendo?

—Sí. —se encogió de hombros— Estás comiéndote una pizza de tres dólares y llevas media noche quejándote de lo caro que es Nueva York. Si tu padre fuera congresista y tu madre jefa de redacción de un medio tan importante, no estarías aquí. 

La de cabello oscuro sacó su teléfono móvil del bolsillo de su abrigo de piel sintética. Sin decir nada pero con aire molesto, comenzó a bucear en su galería de fotos. Encontró la que buscaba: era ella el día de su graduación, sonriente, con toga y birrete de color azul, y posaba junto a una mujer de cabello rizado y junto a un hombre trajeado. Acto seguido, cuando Levi había analizado bien la foto, buscó en su teléfono el nombre de un tal Allan Berkowitz. 

Congresista demócrata por el Estado de Nueva York.

—Pues no te pareces nada a él. —sentenció Levi. 

—¿Ahora sí me crees?

Valerie le notó algo suspicaz aún, así que tuvo que buscar en Google el nombre de su propia madre. Repitió el modus operandi y le mostró la pantalla a Levi, que enarcó las cejas al ver a la mujer de cabello oscuro y rizado de nuevo, aquella vez posando en el plató de las noticias de la BBC junto a otros compañeros. 

—Eres una nepo baby. —confirmó Levi, haciendo que Valerie soltara una sonora carcajada.

—¿¡Cómo sabes ese término!? —exclamó, incrédula, gratamente sorprendida. —¡Pensaba que no sabías nada de la cultura pop!

—No soy un ladrillo, Valerie. Oigo cosas.

—En plan... ¿voces? Eso es serio. —bromeó, esperando que Levi siguiera el juego. —¿Qué clase de cosas oyes? ¿Necesitas el número de un psiquiatra? 

—Cállate. —cortó el médico. 

—Pero no soy una nepo baby, que conste. He ganado mi puesto de trabajo igual que gané la beca para mi tesis. 

—Aun así, no entiendo por qué has elegido Harvard. — cruzaron una mirada rápida pero seria. —Estarías mucho más cómoda en Nueva York. 

Valerie esbozó una sonrisa amarga. —La pregunta debería ser por qué Harvard me ha elegido a mí, no al revés. Tuve unos problemillas en Columbia, así que me fui. Y ninguna universidad me quería en sus filas.

Era una de las primeras veces que Valerie veía un atisbo de interés en Levi. La observaba con sus ojos ocre y la escuchaba con atención, algo que jamás había hecho -siempre estaba mirando el ordenador, el teléfono... cualquier cosa para evitar centrar su atención en ella-. La de cabello azabache pudo distinguir incluso una pizca de compasión en el rubio, que hizo un gesto con la mano para indicar que continuara.

—¿Y? ¿No me vas a contar la historia?

—Simplemente el rumor que ha contado Rashad hizo demasiado ruido. Todo el mundo pensaba que estaba allí porque mi padre había metido la cabeza en las admisiones o porque mi madre tenía muchos contactos en la Universidad. Todo el mundo empezó a criticarme, incluso los alumnos. Seguro que algún periódico sacó algún titular con mi nombre. Discutí con el rector, me harté y firmé mi dimisión. —suspiró. —Y luego, cuando envié mis currículums al resto de la Ivy League, solo Harvard me pidió hacer una entrevista. El resto de universidades rechazaron mi solicitud en cuanto llegó. 

—¿Porque pensaban que tus méritos eran comprados...?

Valerie asintió. —Sí. 

—Bueno, eso te ha pasado por no enviar currículum a la Universidad Católica de Colorado.

La psicóloga agachó la cabeza. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba sonriendo. O de que llevaba más de media noche con Levi; de que, a pesar del disgusto y la rabia que posteriormente recorrió todo su cuerpo, estaba pasándoselo bien; de que estaba cómoda, tanto que había soltado un dato sobre su vida personal que no pensaba desvelar en ningún momento de su estancia en Boston. Quizá, Levi era lo malo conocido y se había acostumbrado tanto a estar con él que ignoraba lo bueno por conocer. A lo mejor es que ambos comenzaban a sentirse cercanos porque no les quedaba otra. 

Tras un breve silencio, Valerie volvió a girarse hacia Levi. —Ahora que sabes esto, ¿puedes responder a una pregunta?

—No. —soltó.

—Ah, bueno, genial. —se carcajeó la del vestido rojo. —Además de coleccionar vinilos, ¿qué hace tu familia?

A pesar de mostrarse algo reticente, Levi respondió: —Son médicos.

Lo sabía. —¿Todos?

—Mi padre, mi madre, mis tíos y mi abuelo.

—Pues entonces tú también eres un nepo baby...

—Sus nombres no tienen nada que ver con la universidad. —aclaró. 

Valerie ya había realizado su particular investigación hace tiempo: el único Braun que había formado parte de las filas docentes de Harvard era Levi, aunque sí que había varios Braun entre los alumnos de años anteriores. La psicóloga ya sabía, en parte por haber navegado en los bajos fondos de la intranet universitaria y en parte por algunas lenguas, que Levi había escalado puestos sin ayuda de familiares. Sus méritos no eran ser el hijo de un gran cirujano o de una política. Intrigada por saber su versión de los hechos, Valerie se inclinó hacia Levi y le preguntó:

—Entonces, ¿cómo llegaste a ser el Doctor Braun? 

—Hice un doctorado.

La joven puso los ojos en blanco. —Hasta allí llego, campeón. Quiero decir, ¿cómo- por qué te contrataron? 

Levi se encogió de hombros. —Había una plaza libre. Eché el currículum y me llamaron. Supongo que era la mejor opción. 

—¿Nadie te ayudó? —enseguida hizo un gesto para ganar algo de tiempo y poder explicarse— Lo digo porque has llegado muy alto en muy poco tiempo y, visto lo visto, un ascenso en Harvard es de lo más difícil.

—Llevo década y media aquí. Estudié, investigué y me doctoré en Harvard. Optaron por lo conocido, por lo que sabían que iba a funcionar.

—Optaron por lo manejable. —murmuró para sí misma Valerie. Antes de que su compañero le preguntara qué había dicho, cambió de tema: —Hablando de tus padres, ¿vas a pasar la Navidad con ellos? ¿O estarás ocupado atendiendo infartos?

—Sí, me voy una semana con ellos.

Valerie abrió la boca, sonrió y se echó hacia atrás, sorprendida. —Anda, pensaba que no te ibas a tomar vacaciones... ¡Cuánto desarrollo personal estás teniendo últimamente!

El rubio volvió a encogerse de hombros. —Tampoco tenía mucho más que hacer... He agotado las guardias del mes. ¿Y tú? ¿Te vas a Nueva York?

—Sí. He decidido que no voy a trabajar nada durante estos días, así que ni se te ocurra enviarme cosas del proyecto.  

Levi sofocó una carcajada y se cruzó de brazos. —Ya veremos.

*****

La noche y el frío se habían cerrado sobre los dos jóvenes profesores, pero a ninguno de los dos les pareció importante. Valerie, que hacía tiempo que no se divertía, arrastró a Levi hacia una tienda abierta las veinticuatro horas. Era la primera vez que el rubio ponía un pie en un local así, algo descuidado y, sobre todo, ilegal. Dejó que Valerie comprara alcohol -de hecho, no medió palabra- y comenzó a sentirse un adolescente. La psicóloga le tendió una de las botellas de vino blanco que había comprado y pasearon hasta uno de los parques de la ribera del río.

—Estás bebiendo en la calle. Y es ilegal. —le recordó Levi, que caminaba mucho más despacio de lo habitual para poder seguir el paso pausado de Valerie. 

—¿Y tú no estás bebiendo? —golpeó con su índice la botella de cristal varias veces, emitiendo un sonido corto y tintineante. —Tienes dinero de sobra para pagar tu multa y la mía, así que no pasa nada. 

—¿Y el antecedente penal?

—Un sorbito de vino no cuenta como antecedente... ¿no? —Valerie miró a Levi en busca de respuestas, pero él se limitó a hacer una mueca. —Oh, mierda.

Continuaron caminando por el parque, bajo la luz tenue de las farolas. Valerie se abrazó a sí misma y a la botella para protegerse del frío, que congelaba su nariz y el vino. Levi, por el contrario, seguía dando largos sorbos. 

—Oye. —volvió a hablar Valerie—Sé que hemos zanjado el tema-

—No vuelvas a hablar del mensaje que te envié.

La psicóloga soltó una risilla aguda. —No iba a hablar de eso. Iba a preguntarte por qué has empujado a Rashad...

—Porque es gilipollas. —bufó.

—Ya, pero tiene que haber algo más para que le hayas pegado un puñetazo. Sí, se lo merecía, pero...

—Valerie, si no lo hubiera hecho yo, lo habrías hecho tú.

—Pero- le has agredido. — siguió, empezando a abandonar su tono de voz sosegado para hablar más rápido, como si estuviera preocupada o nerviosa.

—¿Y?


Poco a poco, llegaron hasta una zona prácticamente a oscuras, con árboles frondosos, iluminada tan solo por el suave resplandor de los edificios del downtown. Valerie se paró en seco y Levi la dejó atrás. Se giró justo después de situarse bajo la luz parpadeante de una farola. Observó a Valerie, un par de metros más allá. Su vestido rojo destacaba entre la semioscuridad.

—¿No tienes miedo de las consecuencias?

Levi negó con la cabeza. —No. Iba demasiado borracho como para acordarse.

—Verá que tiene un golpe en la mejilla y tendrá la espalda dolorida. ¡No te haces algo así cayéndote al suelo!

—Si tengo que hacer frente a alguna consecuencia, pues ya lo veré. De momento, me la suda. Rashad lleva siendo insoportable meses. Además, tú misma has dicho que se lo merecía.

Valerie chasqueó la lengua. —Una agresión también es delito, no solo beber por la calle. ¡Pueden echarte de la universidad!

Levi, que iba a tomar otro trago de la botella de vino, se quedó a medio camino. Entornó los ojos para poder ver mejor a Valerie y, como si le hubiera atravesado un rayo de lucidez, comprendió cuál era el motivo de aquel discurso de Valerie. Sonrió con aire altivo.

—Valerie, ¿en qué quedamos? ¿Quieres que me marche de Harvard o no?

Ella no iba a admitir por nada del mundo que Levi, en una noche, se había convertido en su primera opción dentro de la universidad. En la persona que sí soportaba. En el único hombre en el que podía, en cierta manera, confiar. Había conversado con él más que nunca y había cruzado un parque en tinieblas en mitad de la madrugada a su lado. Y había estado cómoda en todo momento. Con la guardia baja. Quizá por eso mismo había soltado aquello.

Valerie caminó los pasos que le alejaban de Levi y se plantó justo delante de él, a unos escasos centímetros. Encontró la forma de darle la vuelta al asunto para que él no pudiera colarse por la brecha que la propia Valerie había abierto: contraatacar y abrumarle.

—Tú no me dejaste dimitir en su momento, ¿no? ㅡmurmuró, utilizando su mano derecha para colocar la corbata roja de Levi, que sobresalía de su chaqueta negra. ㅡSi tú eres el único que puedes hacer que me vaya...ㅡagarró la tela de la corbata con fuerza y obligó a Levi a inclinarse hacia ella — Yo soy la única que puede echarte. No quiero que Rashad tenga el lujo de hacerlo.

Supo que su plan había surtido efecto cuando Levi no fue capaz de decir algo al respecto. Valerie clavó sus ojos verdes en los de él con una sonrisa algo maliciosa y analizó bien su mirada.

No fue el destello de deseo en los orbes ocre de Levi lo que le hizo lanzarse; la señal que hizo aue Valerie volviera a tirar de la corbata del médico fue verle humedecer sus labios. Valerie sonrió aún más justo antes de besarle.

Fue tan rápido e inesperado que Levi apenas tuvo tiempo de responder, de al menos colocar su mano libre cerca del cuello de Valerie, o en su espalda.

Ella se alejó casi al instante, dejando a Levi con la boca entreabierta y, casi literalmente, con la miel en los labios.

—Es tarde. —dijo, caminando hacia atrás con lentitud y con la botella de vino pegada a su torso— Pasa una feliz Navidad en familia, Levi.

A pesar de la escasa luz, el Doctor Braun pudo ver la sonrisa pícara de Valerie. La grabó a fuego en su retina. Jamás se le olvidaría.

Vio cómo la psicóloga se marchaba a paso rápido. En cuanto estuvo lo bastante lejos, se llevó la mano a la cara y ahogó un grito.

*********
Nos leemos a la próxima en 2023 😏😏

Aquí tenéis vuestro regalito de Navidad

Sinceramente tenía el beso planeado para más adelante (muuuuuuy adelante), pero sabéis que yo me vendo al público a un precio muy bajo 🥲 osqm

Ha sido un capítulo un poquito improvisado, aunque creo que se lee rápido y fácil por la cantidad de diálogo

Sé que váis a comentar un montón así que hoy hay 💋💋 besitos💋💋 extra


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