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setenta y uno

Menos ellos dos, todo el mundo había augurado lo que estaba pasando entre Levi y Valerie, e incluso lo habían dado por hecho. Parecía que todas las personas que les rodeaban habían visto saltar las chispas de su indudable química, algo que el médico y la psicóloga habían estado ignorando hasta que la tensión se hizo dolorosamente insoportable. Aquello que estaban viviendo, esos besos abiertos y voraces, aquel roce chispeante entre sus cuerpos... aquello que estaban viviendo era el producto de la acumulación de todas las palabras que no se habían dicho: los besos sabían a reconciliación pero también a rencor; a añoranza, a anhelo, a soberbia, a desesperación y  a todos los sentimientos que afloraban en el pecho de ambos.

En algún momento de la noche, habían abandonado el incómodo sofá, aunque la única diferencia era que la espalda de Valerie estaba contra el mullido colchón de su cama. El rubio, inclinado sobre ella, repartía besos por todo su torso, dejando alguna que otra marca, como si la blanca piel de Valerie no tuviera suficiente con estar salpicada por aquellos encantadores lunares. El roce de sus dientes, el leve dolor y el cosquilleo que le producía su barba hacían que Valerie soltara exhalaciones agudas, suaves, lejanas a un gemido pero igualmente eróticas. Estaba tan excitada que ni siquiera sabía lo que estaba haciendo; rodeaba la fibrosa y ancha espalda de Levi con un brazo mientras que, con la mano contraria, buscaba casi a ciegas la hebilla de su cinturón. Él pareció resistirse. Tomó con fuerza la muñeca de Valerie y la sostuvo mientras se entretenía en besar los costados de la joven.

—Deja que te toque. —le dijo, mirándole con cierta extrañeza, suplicándole con sus ojos verdes que cediera.

Levi se irguió. Su cuerpo tapó la tenue luz del techo, proyectando una enorme sombra sobre Valerie. A pesar de estar a contraluz, pudo ver cómo los labios de Levi se ensanchaban en una sonrisa que rozaba la maldad. Ella aprovechó la coyuntura para deslizar la yema de sus dedos por los abdominales cincelados del rubio, siguiendo la estela de vellos rubios que comenzaban en su ombligo, y para terminar de desabrochar el cinturón. Antes de que pudiera volver a sentir la cálida erección de Levi con sus manos, él negó con la cabeza. 

—Denegado. —soltó, con un tono robótico que más bien reflejó la diversión que sentía. Vio cómo Valerie fruncía el ceño, puede que molesta, quizá aún más determinada a hacer lo que pretendía. 

Volvió a inclinarse sobre ella, pasando sus robustas y algo ásperas manos por las costillas de Valerie, abriendo los dedos y rozando despacio la piel cercana a su pecho. Terminó inmiscuyendo las manos por debajo de su sujetador, recorriendo a ritmo parsimonioso la cinta. Se lo quitó, por fin, y a Valerie no le dio tiempo a quejarse del frío que erizó su piel; Levi se encargó de otorgar calidez a la zona repartiendo besos y algún que otro mordisco que hizo sisear a la joven. 

—Te odio. —le recordó Valerie mientras intentaba, silenciosamente, hacerse un hueco entre su pelvis y la de Levi para colar su mano. El rubio, contra la piel de Valerie, soltó una carcajada tan natural que le resultó encantadora. 

Lo repitió un par de veces, moviéndose para buscar el roce, cada vez con la voz más entrecortada, dejando que Levi succionara sus pezones con una ligereza casi apática, como si su única intención fuera jugar con ella. El médico utilizó una mano para asir el torso de Valerie, y con la contraria empezó a deshacer el nudo que se le había formado en el vientre, palpando primero la zona por encima de la fina ropa interior, luego tocándola por debajo. Valerie quiso preguntarle dónde narices había aprendido a hacer aquello, pero luego decidió que solo quería disfrutarlo. 

—Repítemelo. —le retó, viendo cómo Valerie entrecerraba los ojos. —Dímelo ahora.

Se encontró con una sonrisa más desafiante que sus propias palabras, como si Valerie supiera que era esa actitud provocadora lo que más le gustaba de ella. —No. 

Levi le devolvió la sonrisa, satisfecho. Era justo lo que necesitaba. Agarró a Valerie por los tobillos, obligándola a doblar las rodillas. Ella empezó a imaginarse mil escenarios posibles, a cada cual más fantasioso; por eso su corazón empezó a latir aún más fuerte, como si tuviera delante a un depredador. La incertidumbre se disipó de golpe cuando Levi le quitó las bragas con rapidez y cuando se agazapó para quedar muy, muy cerca de su sexo ya húmedo. La incertidumbre dejó pasó a la incredulidad. ¿Iba a hacerlo? En cuanto Levi dejó un primer beso plantado en la parte interna del muslo de Valerie, una zona demasiado sensible, la incredulidad fue sustituida por la tensión. Sí, iba a hacerlo.

Desprendía seguridad mientras sus pulgares presionaban la carne de las piernas de Valerie, separándolas. Levi estaba seguro de qué lugares besar, lamer, morder y succionar. Pero primero se detuvo en tantear la zona, como si se tratara de una delicadísima operación.

Lo hacía a un ritmo tan desesperadamente lento que Valerie pensó que solo quería torturarla. O vengarse por aquella noche en su despacho. Si su sexo ya se contraía con los labios de Levi acariciando la piel de sus muslos, no quería imaginarse qué iba a pasar cuando, por fin, su lengua contactara con sus pliegues.

Cuando lo hizo, Valerie inhaló, desprevenida. Cuando empezó a lamerla de arriba a abajo, de izquierda a derecha, cuando notó que la lengua de Levi le presionaba el clítoris, tuvo que agarrarle del pelo. No quería armar un escándalo, así que tiró de los mechones rubios con la esperanza de que parte de sus fuerzas se escaparan por la yema de sus dedos en lugar de hacerlo por su boca.

La fuerza de voluntad abandonó el cuerpo de Valerie cuando Levi, sin previo aviso, situó las manos en la espalda de Valerie para tirar de ella. Dejó de tumbarse en la cama y volvió a hincar las rodillas en el colchón mientras colocaba las piernas de Valerie sobre sus hombros, pudiendo así profundizar sus lamidas, hundiendo su nariz en el sexo de la psicóloga, dejando que ella pudiera sentir el inicio de su barba. El gruñido satisfecho que recorrió todo el vientre de Valerie hizo que ella gimiera sin ninguna clase de vergüenza.

Lo estaba disfrutando. La estaba devorando como si le fuera la vida en ello. Como si hubiera esperado siglos para hacerlo. Cada vez hundía su lengua más en ella, que no podía hacer nada contra el vehemente peso de Levi -ni siquiera mover sus caderas; él tenía todo el control de la situación... y no iba a resistirse-. Valerie terminó con el cuerpo perlado por el sudor, soltando algún que otro insulto, sin fuerzas, con las manos laxas en sus costados. 

Aprovechando una brevísima pausa que Levi tomó para recuperar algo de aire, Valerie volvió a enredar sus dedos en aquellos brillantes mechones rubios, pero, al agachar la cabeza, cambió de idea. 

Lo único que podía ver de Levi, además de su pelo, eran sus ojos de color ámbar. Cruzó una mirada con él: una mirada insaciable, descarada, ávida y un tanto socarrona, lo suficiente para que Valerie echara la cabeza hacia atrás y mientras la sangre le ruborizaba el rostro. Pudo sentir cómo Levi sonreía. Él estiró los brazos para alcanzar los pechos de Valerie. Jugó con sus pezones y le hizo curvar la espalda.

—Joder... —gimió Valerie, sintiendo que iba a temblar en cualquier momento. Posó sus manos sobre las de Levi. —Joder, eres- eres un- —suspiró. Quería insultarle porque le parecía surrealista que la conociera tan bien como para hacerla sentir así, pero se deshizo en quejidos. —Eres muy bueno. —soltó por fin.

Levi volvió a sonreír con orgullo y volvió a alzar la vista. Valerie había echado la cabeza hacia atrás por culpa del placer, así que no le quedó otra que dejar de lamer sus pliegues para que le mirara.

—Sigue. —le imploró. 

—¿Ni siquiera me lo vas a pedir por favor? —y él se irguió justo antes de volver a acercarse a la de cabello azabache. 

Valerie agarró las mejillas de Levi y le obligó a besarla. Pudo notar el sabor de sus propios fluidos al chocar sus labios con los de Levi, a quien le resultó una escena de lo más carnal. Se separó de él y, con esa mirada de un verde venenoso, le suplicó: —Fóllame, por favor.

Le bastaron dos milésimas de segundo para obedecer. Se quitó el cinturón y se bajó los pantalones y el bóxer con la ayuda de Valerie, con rapidez y puede que algo de torpeza, mientras ella volvía a acomodarse en el colchón. Se quedó bajo el cuerpo del rubio, expectante. Levi se ayudó de su mano para dirigir su miembro hacia la entrada de Valerie, pero se detuvo.

—Necesitamos condón. 

Valerie pestañeó un par de veces. Volvió a sujetar el rostro de Levi con su mano y escudriñó su expresión. —Tomo anticonceptivas. No pasa nada. —le aseguró, demasiado ansiosa como para que su voz sonara suave. 

Pero Levi iba demasiado en serio. Agitó la cabeza. —No voy a follarte sin condón.

Ella no iba a replicar con un ''pero si ya lo hemos hecho'', y tampoco iba a aguantar un sermón sobre la efectividad de las pastillas anticonceptivas combinadas con los preservativos. Necesitaba tener a Levi dentro, cuanto antes, así que, protestando, se giró y estiró el brazo para abrir el cajón de una de las mesillas de noche. 

—Médico tenías que ser. —bromeó, sacando un par de condones que, curiosamente, habían repartido en unas jornadas contra las enfermedades de transmisión sexual en la Facultad de Medicina. Valerie pasaba por ahí y decidió llevarse un par, por si acaso. 

Con la torpeza de un novato y los nervios causados por la anticipación, Levi abrió el envoltorio mientras se humedecía los labios. Valerie le ayudó a deslizar el látex por la largura de su miembro erecto, hasta la base, y no esperó siquiera a que él estuviera cómodo para volver a tumbarse en el colchón, con el corazón amenazando con salir por su boca y con sus paredes contrayéndose a la espera de que Levi, por fin, entrara en ella.

Lo hizo, no sin antes utilizar sus manos para abrir las piernas de Valerie. Masajeó sus muslos como si buscara relajarla, aunque sabía de sobra que no lo necesitaba porque le recibió sin resistencia. A pesar de que su cuerpo ardía, Levi se inclinó para poder sentir aún más la calidez de Valerie, de sus entrañas, y tras emitir una especie de quejido gutural, comenzó a deslizarse dentro y fuera de ella a un ritmo que fue acelerándose poco a poco. Sujetó las piernas de Valerie con sus robustas manos, despegando la cadera de la joven de la cama.

Ella se dejó llevar tanto que ni siquiera se dio cuenta de cómo se movía, buscando sentir estocadas más profundas, conducido por los lascivos gruñidos de Levi y el choque húmedo de sus cuerpos. Su conciencia volvió a la Tierra cuando sintió que el médico se inclinaba hacia ella con vehemencia. El peso del macizo cuerpo de Levi le obligaba a mantener las piernas abiertas, ligeramente dobladas. Poco a poco, terminó con los muslos pegados a su torso y con Levi embistiéndola contra el colchón sin merced, a un ritmo constante. Apenas tuvo fuerzas para ver el bulto que se formaba en su vientre con cada estocada. 

Estaba tan llena que solo podía gemir palabras ininteligibles -tenía el cerebro hecho papilla; literalmente la había follado hasta que perdiera el sentido-. Valerie entreabrió los ojos y rodeó la espalda de Levi con un brazo, sintiendo que su sudor iba a evaporarse, que iba a alcanzar uno de los orgasmos más deseados de su vida entera.

Los espasmos de Valerie ayudaron a que Levi llegara al clímax no mucho más tarde, puede que un par de estocadas después, haciendo que exhalara todo el aire que quedaba en sus pulmones con una especie de quejido. Aminoró el ritmo de las embestidas mientras Valerie repartía largas y ligeras caricias por su abdomen. El cosquilleo de sus uñas contra su piel le resultó sugerente en lugar de tierno.

Valerie aún tenía la respiración agitada y el cuerpo laxo cuando Levi cayó a su lado, sobre la almohada. Tenía las mejillas ruborizadas y el flequillo se le había pegado a la frente por culpa del sudor. Su pecho también subía y bajaba con rapidez, aunque a él no le costó tanto recuperar el aliento y calmar su respiración. A pesar de que sus labios estaban  aún enrojecidos, Valerie se giró hacia él con una sonrisa y le besó con delicadeza. Levi aceptó, como era obvio, colocando su mano en la mandíbula de Valerie y el pulgar tras su oreja. 

Se separaron con un chasquido suave. Valerie pegó su pecho desnudo al de Levi y se quedó observándole unos instantes, haciendo que se sintiera algo avergonzado. 

—Enhorabuena, has cumplido tus objetivos diarios. —comentó, retirándole el flequillo húmedo de la frente. 

Levi se limitó a sofocar una carcajada. —Ya. 

—¿Crees que te ascenderán si pones en tu currículum que eres experto en la anatomía del sexo oral...?

Y volvió a carcajearse con suavidad. —Seguro que me lo convalidan por una asignatura de tres créditos.

—Mejor. —Valerie acarició su rostro por primera vez, como si quisiera grabar sus facciones angulosas en su memoria táctil, para que su cara no se le olvidara nunca. —Así tienes más tiempo libre.

Se quedaron unos instantes en silencio, hasta que perdieron la noción del tiempo. Segundos, minutos, a lo mejor horas en las que Levi aprovechó para recorrer las curvas de Valerie con las yemas de sus dedos, despacio, dejando que ella respirara aquel aroma amaderado de su cuello, disfrutando del sinuoso camino hasta su espalda baja, hasta sus nalgas y, luego, de nuevo, hasta sus pliegues. Escuchó una risilla. 

Valerie disfrutó de un par de toques tímidos. Como si negara a Levi el permiso para tocarla, se apartó de él...

Para sentarse a horcajadas sobre su cadera.

—Ahora me toca a mí. 

—No trabajo mañana, —aclaró Levi que con aire algo pícaro se había acomodado contra el cabecero de la cama, pegando su espalda al mullido respaldo y cruzando las manos tras la nuca—así que tómate el tiempo que quieras.

La de media melena negra le sonrió. —Nunca pensé que te diría esto, pero tus deseos son órdenes.

Levi le sonrió con una mezcla de vanidad y cariño. —No esperaba menos de ti. 


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el síndrome del impostor me dice que dejaréis de leer después de esto!! it was clear in my mind pero las palabras que me salían eran: ...

efectivamente, no me salían las palabras

 pero no pasa nada, que tenemos portada nueva

tomaros este capítulo como un extra. Como diría Valerie, es vuestro refuerzo positivo por haber llegado hasta aquí!! Aún quedan cabos sueltos y cositas que resolver así que,

os espero en el siguiente capítulo <3

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