Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

setenta

La contaminación lumínica no dejaba a Valerie ver el cielo estrellado, pero aquello no restaba romanticismo a la escena. Era algo sutil, porque simplemente permanecía sentada al lado de Levi, sin siquiera rozarle, pero ahí estaba: un sentimiento de paz, de alivio, como si hubiera conseguido deshacerse de una mochila cargada de toneladas y toneladas de peso. Aunque Valerie prefería estar sentada en un bucólico campo de flores o viendo un atardecer en la costa amalfitana, se sentía cómoda. Sin previo aviso, se inclinó hacia el rubio y apoyó su cabeza en su hombro. Disfrutó del silencio, de aquella sensación de tranquilidad y de la calidez del cuerpo de Levi unos instantes. 

—¿No te estarán echando de menos...? —fue Levi quien rompió aquel momento de quietud. Valerie se giró hacia él. —Llevas veinte minutos aquí.

La psicóloga echó un vistazo a su teléfono móvil. Vio que tenía un par de notificaciones de alguna compañera de profesión que le preguntaba qué narices estaba haciendo y por qué había desaparecido. Notó cierta preocupación en el cuerpo del mensaje. —Mierda. —bufó, alisándose la tela del vestido y agarrando su bolso de mano. —Será mejor que vuelva. 

Se levantó del banco de piedra dispuesta a poner rumbo hacia el palacio de congresos. Sin embargo, la mirada ocre de Levi, entre interrogante y cautivadora, detuvo a Valerie.

—¿Sabes qué? Mejor me marcho. —soltó la de cabello azabache, sintiéndose hechizada por aquellos ojos color miel. —De todas formas, estaba deseando irme. No vivo muy lejos, así que...

Levi le dedicó una sonrisa efímera, algo divertida. También se levantó del asiento. Guardó las manos en los bolsillos de su pantalón crema. —Te acompaño.

Y sin mucha más dilación, los dos pusieron rumbo hacia el apartamento de Valerie, paseando juntos pero separados, guardando una distancia tímida. Ella tuvo una especie de regresión a su adolescencia: sentía mariposas revoloteando en su estómago, sonreía como una tonta y la vergüenza le hacía esconderse tras los mechones de su flequillo. No se sentía así desde que Justin Bieber lanzó Boyfriend, y de eso hacía una década. Era un sentimiento tierno, entrañable, de aquellos que vives una vez y jamás se te olvidan, pero también era raro y algo anacrónico: ¿qué hacía Valerie, a punto de rozar los treinta, sintiéndose como una cría? 

Caminaron sin decirse mucho. Valerie soltó una larga queja. —Una de las cosas que más echaba de menos es tu coche. Dios, los pies me están matando...

—Eso te pasa por ponerte esos tacones. —soltó Levi, echando un vistazo a los tobillos de Valerie. La reprendió con la mirada justo después.

—Podrías haber traído tu flamante y cómodo Maserati... 

El rubio miró la esfera de su reloj inteligente. —Ah, es que hoy no he completado mi objetivo de pasos diario. 

Valerie solo pudo reírse. —¿En serio?

—Sí. ¿Qué pasa?

—¡Nada! Es que eres la típica persona graciosa que no sabe que es graciosa. 

—Si tú lo dices... —Levi alzó las cejas un instante, incrédulo, y volvió a meter las manos en los bolsillos del pantalón, como si fuera la única forma de evitar el contacto piel con piel. 

—Oye...

—¿Es algo sobre el rencor que siento? ¿Sobre mi derecho a estar cabreadísimo contigo? 

La de melena azabache esbozó una sonrisa que guardaba algo de amargura. —No, pero parecido. —a lo lejos, se podían ver los edificios restaurados del centro de la ciudad, y Valerie recordó la noche cuando acompañó a María a casa. No había visto a la pediatra desde entonces, pero había pensado mucho en las palabras sobre Levi que le dedicó. —Eckford sí que debe estar enfadada conmigo. Tendría que hablar con ella, pero no sé si... estará receptiva. 

—Ah... —Levi se carcajeó con suavidad. —Está planeando tu muerte. Algo con electrodos y descargas eléctricas, seguramente. Le encantan esas frikadas de la neuroestimulación. 

—¿Como una silla eléctrica pero más sofisticada? Guau, genial. 

—En realidad, María no es de las que se enfadan. Es capaz de justificar al puñetero Jeffrey Dahmer si se lo propone. Además, si ella no hubiera insistido, yo no estaría aquí. 

Lo bueno era que María nunca justificaba algo si no tenía suficientes pruebas: ella había visto perfectamente cómo su mejor amigo estaba calado hasta los huesos por una chica que en realidad admiraba, que le había hecho entrar en razón e incluso cambiar la estructura de su propia Facultad. Ella le había hecho algo deleznable, sí, pero, como había repetido mil veces a su amigo, él tampoco era un angelito inocente y loable. Con el tiempo y la insistencia de María, Levi llegó a la conclusión de que la rivalidad entre ellos nació porque se vieron reflejados el uno en el otro, porque eran más parecidos de lo que habían imaginado. María le dijo que eran como una multiplicación: ''negativo por negativo siempre da positivo''. Y era cierto.

Valerie inclinó la cabeza hacia un lado. —¿No te dijo algo así como ''¡voy a matar a esa guarra!''? Es lo típico que dicen los mejores amigos.

—¿Qué clase de mejores amigos tienes tú? 

—Bueno, Bennett quería venir a Boston solo para increparte, así que...

—¿Bennett? —más que celos, Valerie notó cierta curiosidad en la voz de Levi. 

—Mi mejor amigo de la universidad. —le explicó. —El chico que vino a buscarme en Nueva York-

—Ah, si... —asintió Levi, como si se acordara, como si aquella noche no se hubiera emborrachado más que cuando tenía dieciséis años, como si no tuviera una laguna totalmente negra en lugar de los recuerdos de aquel día. 

Valerie sonrió y optó por contarle a Levi cómo había conocido a su mejor amigo y que, a pesar del resentimiento que el segundo guardaba al primero, se llevarían bien por una simple razón: mantener a Valerie lejos de la cocina. 

Continuaron recorriendo las calles del centro de la ciudad, despacio, dedicándose alguna que otra sonrisa sutil pero brillante, mirándose de vez en cuando con una mezcla de timidez y encanto. Hablaron de cosas banales de las que nunca habían hablado y el paseo -que Valerie alargó porque apenas podía mantenerse en pie por culpa de los tacones- parecía más bien una de las citas que se prometieron en inverno. 

El tiempo no era lo único cálido: el corazón de Valerie también lo estaba, y sospechaba que el gélido corazón de Levi ya se había deshecho por completo. Bastaba con ver lo relajado que estaba y con cómo las comisuras de sus labios dibujaban una leve sonrisa que era incapaz de contener. 

Valerie señaló un edificio de varias plantas con el índice. Era algo viejo, pero tenía su encanto. Era de ladrillo visto, como la mayoría de las casas del barrio, y una enredadera amenazaba con continuar  su camino a través de los muros. Se quedó parada justo a los pies de la pequeña escalera de madera ajada que se encontraba antes de la puerta principal. 

—Es aquí. —anunció. 

Levi se giró hacia ella. Hizo un gesto con la mano, invitándola a subir los escalones, pero no dijo nada. El silencio le resultó algo incómodo y no fue hasta entonces cuando se dio cuenta de que las cosas aún estaban... raras. No sabía cómo narices actuar. ¿Debía despedirse con un abrazo? ¿Tenía que darle un beso como hacía una pareja normal? Ni siquiera estaban saliendo. Nunca lo habían hecho, en realidad. Había intentado que Valerie se marchara a otro continente. ¿Debería pedirle perdón? ¿Debería rogarle que se quedara?  

—Descansa. —soltó, por fin, con una sonrisa tensa que terminó siendo una mueca.

Valerie asintió. —Igualmente. 

El bochorno que sentía era indicio de que estaba viviendo un amor juvenil, tierno, nuevo. Solo hacía falta que su madre la estuviera esperando al otro lado de la puerta para increparla con preguntas incómodas y ya tendría la experiencia del romance adolescente al completo.

Dio la espalda a Levi, subió el resto de escalones y buscó las llaves en su bolso negro. Aún podía sentir la mirada del rubio clavada en ella, así que se giró. Nada más verle ahí, en la acera, con aquel aire imperturbable pero desafiante a la vez... Nada más verle, supo que ella tampoco iba a arrepentirse de su propuesta.

—No puedo hacerte la cena, pero puedo hacerte el desayuno.

Él frunció el ceño, síntoma principal de que no entendía muy bien qué estaba pasando. —No te preocupes. Yo ya me voy.

Valerie le devolvió una mirada compasiva. —Levi, te estoy invitando a pasar. — intentó no reírse demasiado fuerte. —A pasar la noche. —especificó.

—Ah...

—Puedo hacerte tortitas de avena.

—Me- me has convencido...

Levi ocultó su sonrojo lo mejor que pudo, aclarándose la garganta, agachando la cabeza y subiendo los escalones sin mediar palabra. Dejó que Valerie abriera la puerta del edificio con un empujón y la siguió escaleras arriba, hasta el segundo piso, donde tuvo que abrir la puerta de su apartamento. Estaba pintada de verde oscuro.

El metódico y minimalista médico se topó con todo lo contrario a su -para nada humilde- hogar: pintura llamativa de colores que eran de todo menos neutros, cuadros y láminas colgados de las paredes, un salón-comedor pequeño y con un sofá de terciopelo verde, velas, plantas, decoración carente de sentido como una bola de discoteca tirada en el suelo... Era abrumador. Pero también era un buen reflejo de lo que era Valerie.

—Bienvenido a mi morada. —dijo la dueña del apartamento mientras se quitaba los tacones, apoyándose en la pared y desatándose la hebilla que se ceñía a su tobillo. Los dejó sin mucho cuidado al lado de un aparador y caminó descalza hacia lo que parecía ser la cocina. —¿Quieres tomar algo...?

Levi la siguió en silencio, aunque se despistó con algunos de los cuadros que Valerie olvidado colgar. Cuando llegó a la estrecha cocina, vieja y con el suelo ajedrezado, la psicóloga rebuscaba en su frigorífico, inclinada hacia delante. A Levi le resultó gracioso. Y luego encontró algo de erotismo en la escena. Le echó la culpa a la testosterona. 

—Tengo zumo de naranja... Ah, mira. —sacó una botella oscura, cerró la nevera empujando la puerta con la cadera y agarró dos copas de vino. Le mostró la botella a Levi con cierto orgullo. —¿Te va el vino espumoso o eres demasiado machote?

No le iba a hacer falta una copa para lanzarse, pero aceptó. Estiró la mano hacia Valerie y ella le dejó una de las copas entre los dedos. La psicóloga descorchó la botella sin mucho esfuerzo y llenó ambas copas hasta la mitad. Fue Levi quien alzó levemente la suya, brindando. Valerie sonrió mientras chocaba el cristal, sin despegar la vista del rubio. Dio un sorbo al vino.

No supo si era un momento de disociación o todo lo contrario: Levi sintió que Valerie era una especie de materialización de lo que alguna vez había soñado, con esos ojos de un verde esperanzador, con aquel ligero aire a suficiencia, con esas sonrisas torcidas algo maliciosas... pero, por muy irreal que le pareciera, la tenía ahí. De nuevo. Podía sentirla. Y, aunque que no podía decírselo con palabras porque moriría en el intento, sabía que era la indicada. Que nunca encontraría a nadie tan inteligente y ambiciosa como ella. Que nadie encajaría con él tan bien como lo había hecho Valerie.

La psicóloga dejó que Levi acortara la distancia entre sus labios y disfrutó de las sutiles caricias en su mejilla. Fue un beso delicado, algo corto, ligero pero igualmente chispeante. Valerie quiso suspirar cuando Levi volvió a besar sus labios, despacio. Lo único que pasó por su mente fue un ay, cómo te echaba de menos, porque, por fin, se dio cuenta de que no añoraba el tacto o sentirse deseada, sino que le añoraba a él

Valerie consiguió dejar su copa en la encimera de la cocina justo antes de volver a fundirse en un nuevo beso. Levi saboreó las últimas gotas de vino que había tomado Valerie mientras, poco a poco, iba recorriendo su cuerpo con las manos, pegándola a él, inclinándose hacia delante para poder profundizar aquel beso suave como la seda.

—No se te ha olvidado, ¿eh? —comentó Valerie, divertida, refiriéndose al beso y colocando su mano en la definida mandíbula de Levi. Notó la aspereza de su barba incipiente. 

Él, que ya había dejado que era un hombre de acciones y no de palabras, reclinó su peso sobre Valerie y comenzó a besar su cuello. Sin previo aviso. Simplemente lo hizo. Y lo hizo tan bien que la de cabello azabache emitió una especie de suspiro entrecortado. 

—No. —dijo, dejando que su voz grave vibraba contra el recoveco entre el cuello y el hombro de Valerie, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda. —No se me ha olvidado nada.

Era cierto: había memorizado como si se tratara de un manual de cardiología cada recoveco del cuerpo de Valerie, qué zonas le hacían retorcerse, cómo hacer que pusiera los ojos en blanco... Solo le quedaba aplicar sus conocimientos a la práctica.

La respiración de Valerie había comenzado a acelerarse y sus pensamientos ya estaban borrosos. Ya había dejado que Levi deslizara su mano por debajo de la tela del vestido. Ya sentía la cabeza demasiado ligera. Ya sentía cómo el latido de su corazón se desplazaba hacia su vientre. Tuvo que esconder sus dedos entre los mechones rubios de Levi para obligarle a que volviera a besar sus labios, y aquel beso fue el primer indicio de que iban a perder el control: fue extasiante y estaba lejos de aquel inicial beso cargado de añoranza y ternura. 

Y en cuestión de segundos, estaban dándose uno de esos besos de película. No de película romántica, sino de película dirigida a un público más bien adulto. Impetuoso, húmedo, tan incontenible que casi se podía tachar de rabioso. Valerie tiró de los mechones rubios de Levi y él agarró con vehemencia las caderas de ella. 

Caminaron con torpeza hacia el pasillo. El cuerpo de Levi chocó contra la pared, pero no tardó en darse la vuelta y en encerrar a Valerie entre sus brazos. El golpe hizo que uno de los cuadros del pasillo cayera al suelo, y el leve dolor que sintió Valerie le hizo pegarse aún más a Levi, buscando el roce con su muslo, curvando su espalda para unir su vientre al del rubio.

Darse el lote se quedaba corto para definir lo que estaban haciendo; era algo más. Más efusivo. Y más ardiente. El ansia que sentían por estar el uno encima del otro era tanta que volvieron a caminar a base de tropiezos hacia la sala de estar, donde aquel sofá de terciopelo verde les esperaba. 

Incluso en un momento como aquel, su respectivo orgullo salía a flote. Levi estaba deseando quitarle la ropa a Valerie, pero ella lo anhelaba con aún más fuerza y no iba a dejar que el rubio lo hiciera por cuenta propia. Tomó las manos de Levi y las colocó cerca de su trasero. Le obligó a arrugar la tela del vestido y, por fin, se lo quitó. Valerie también estaba al borde de la locura porque quería lanzarle al sofá de una puñetera vez... Pero el médico no iba a permitir que ella volviera a estar sobre él, así que aprovechó que sus manos estaban en las caderas de Valerie para levantarla al vuelo y tumbarla sin mucha delicadeza en el sofá. Ella tenía una sonrisa radiante en el rostro, claro indicio de que aquel rifirrafe le resultaba la cosa más atractiva del planet.

Levi hincó una rodilla en el sofá mientras se deshacía de su camisa. La lanzó al suelo sin siquiera comprobar su trayectoria. Se inclinó hacia Valerie, imponente, con una sonrisa algo pícara, colocando sus manos a los lados de la cabeza de la joven y acorralándola bajo su cuerpo.

Bzz, bzz.

—Espera. —Levi se irguió. Alzó el índice mientras miraba la notificación que acababa de llegar a su reloj inteligente. Valerie se dedicó a mirarle como diciendo ''¿en serio?''. —¿Qué modo pongo? ¿Cardio? ¿Circuito de entrenamiento...?

Valerie alzó las cejas. Supuso que su reloj y pulsómetro le había enviado una advertencia de ''ritmo cardiaco elevado''. —¿Estás de coña...? —le preguntó, entre carcajadas.

—Tengo que completar mis objetivos diarios. —soltó, totalmente serio. —¿Lucha libre...?

No aguantó más: rodeó las piernas de Levi con las suyas, le agarró por el cuello y tiró de él para volver a besarle mientras aún sonreía. 

Levi consiguió quitarse el reloj y lo dejó caer al suelo.



***********

a valerie le gusta asustar a los hombres y a levi le gustan las mujeres que le dan miedo. a match made in heaven! 

como siempre, he escrito este capítulo con un ojo cerrado por el sueño así que he decidido dejarlo aquí :) 

hagan sus apuestas: habrá sex0 desenfrenado o no??? me marcaré un PG16 y Levi y Valerie se despertarán así de la nada a la mañana siguiente??? o por el contrario jugarán al twister del pecado??? 

lo descubriréis en el próximo capítulo! 







Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro