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sesenta

Como de costumbre, el Congreso de Innovación Médica era un evento ostentoso en el que los asistentes, en su mayoría visitadores médicos y cirujanos de los hospitales más punteros del planeta, vestían con traje y zapatos caros. Valerie sentía que iba a contracorriente al intentar convencer a su público de que, quizá, no eran necesarios tratamientos farmacológicos de última generación para mejorar los síntomas y pronóstico de enfermedades cardiacas. Levi, en la otra esquina del escenario, simplemente se limitó a ver cómo su compañera explicaba con una sonrisa los resultados del estudio de ambos. 

El rubio agachó la cabeza y clavó la vista en un punto lejano del auditorio cuando se dio cuenta de que él también sonreía. Recordó las palabras de Rashad y se preguntó si realmente sus acciones en público, por muy sutiles que fueran, le habían delatado. Se cruzó de brazos. Después, como por arte de magia, vinieron a su mente las imágenes de la Kiss Cam, y supuso que no tenía nada que ocultar. Al fin y al cabo, todo el mundo sabía que entre los dos profesores había algo más allá de lo profesional. Además, había un asunto que acaparaba la atención de cualquier persona, así que no: no tenía por qué ocultar su sonrisa.

La charla terminó sin incidencias, aunque no hubo vítores y el aplauso fue casi obligado. Levi hizo mutis en cuanto pudo, y Valerie tardó unos instantes más en abandonar el escenario. Bajó los escalones con un suspiro y se quedó observando junto al cardiólogo cómo el público se marchaba del auditorio casi con prisa. No pudo evitar resoplar.

—No sé para qué hemos presentado el proyecto. —bufó. —La gente ni siquiera nos ha escuchado.

Sí, era innovador en su campo. Sí, tenía mucho que ver con la Medicina. Pero no debía haber formado parte de un congreso cuya atracción principal era un robot que podía operar de forma autónoma con precisión nanométrica. Los efectos de la psicoterapia en pacientes con enfermedades cardiovasculares crónicas era demasiado tradicional para ser cabeza de programa.

Levi se limitó a hacer una mueca. —Te dije que éramos la distracción del mes. —respondió Levi, que volvió a cruzarse de brazos. —Nuestro estudio no encaja para nada en este congreso. El Decano lo sabe de sobra, pero ha decidido-

—¿Putearnos?

—Utilizarnos. —dijo, entre una carcajada suave. —A efectos prácticos, es lo mismo. 

Valerie se apoyó en la pared. Levi, inconscientemente y casi sincronizado con ella, hizo lo mismo. Se quedaron en silencio viendo cómo el anfiteatro se vaciaba a un ritmo constante. 

—En realidad, me alegro de haberlo presentado hoy. —admitió la psicóloga tras un suspiro. —De no haberlo hecho, no estaría invitada al congreso y me perdería la cena de esta noche.  

—Ah, ¿si? —el rubio enarcó las cejas y miró a Valerie de reojo.

Ella asintió. —Sí, solo pienso en la cena. Es mi única motivación. 

******

Desde que Valerie soltó aquellas palabras, Levi no pudo evitar hacer lo mismo: en su mente solo estaba la cena formal del congreso de innovación médica. Los platos y el menú le importaban un bledo; en realidad, solo iba porque ella acudía, porque quería ver y disfrutar de su rebeldía. La cena tenía un código de vestimenta laxo, que no daba pie a muchas infracciones, pero estaba seguro de que Valerie se presentaría allí con un vestido que agitaría emociones. 

Y así fue. 

Ataviada con un largo vestido negro, drapeado, ceñido a sus curvas; con el pelo suelto, el rostro despejado y una sonrisa algo malévola curvando sus labios pintados de un tono amarronado. Saludó con la mano a alguien mientras caminaba hacia la mesa donde estaba sentado Levi, que no pudo evitar sentirse algo inquieto. Todos -incluido él- observaban a Valerie como si se tratara de una grandísima estrella de Hollywood. Normal, pensó, si llegaba vestida igual que una actriz en la alfombra roja. Levi estuvo a punto de aflojarse la corbata, pero no lo hizo y se limitó a suspirar.

Valerie por fin llegó a su asiento. Saludó al resto de los presentes, se sentó, dejó su bolso de mano en su regazo y, por fin, se dirigió a Levi: —Bonito traje.

—Sí, ya. —bufó él. 

La sonrisa de ella se ensanchó, se volvió más pícara. —¿Te pongo nervioso?

Casi siempre. Levi soltó una carcajada algo sarcástica, alcanzó la botella de vino tinto que les habían servido y llenó la copa de Valerie. —No, pero seguro que a Harris sí. —dijo, señalando con la barbilla el único lugar de la mesa que aún estaba vacío.

Valerie frunció el ceño. —¿Nos han sentado con el Decano? —susurró. 

Levi asintió. Tomó su copa, la chocó con la de Valerie, brindando, y dio un gran sorbo al vino. La de melena azabache hizo lo mismo, algo resignada. Mientras el sabor amargo del alcohol permanecía en su boca, comenzó a arrepentirse de haber ido allí. Pronto, las intensidad de las luces disminuyó y un foco iluminó un pequeño escenario, donde el señor Harris dio un pequeño discurso que fue bastante aplaudido. Levi fue el único, al menos en la mesa, que se quedó cruzado de brazos. Valerie se lo tomó como una auténtica declaración de intenciones. ¿Estaba el ojito derecho de la Facultad comenzando a ser la oveja negra? ¿Estaba cansado de ser el peón de un sistema obsoleto?

Tras el aplauso, el Decano se acercó a su sitio asignado en la mesa. A Valerie no le quedó otra que sonreír, levantarse y recibir al hombre con una mezcla de admiración y ternura más que fingidas. 

—Por cierto, —dijo Harris tras una conversación en la que Valerie solo se dignó a asentir— enhorabuena por vuestra charla.

Levi y Valerie cruzaron una mirada interrogante. Fue ella quien continuó sonriendo y, para evitar que el rubio se adelantara, le dio un golpe suave en el tobillo por debajo de la mesa. —Gracias. —contestó, haciendo una ligera reverencia. 

El cardiólogo se quedó a punto de soltar un ''gracias, pero no sé cómo sabe que ha sido buena si ni siquiera ha estado''. Levi sentía que estaba en una cena de Navidad con todos los familiares que le caían mal, con aquellos que nunca se impresionaban sin importar cómo de brillantes fueran sus logros. Si no tuviera a Valerie al lado, seguramente se hubiera ido de allí. 

—¿Y qué opina? ¿Le parece bien que hayamos incluido la fundamentación teórica desde el principio? —preguntó Valerie.

En un principio, Levi la miró extrañado. Después, tras analizar la sonrisa forzada de la joven y su mirada chispeante, se dio cuenta de que estaba intentando cazar al Decano. Tras tomar otro sorbo de su copa de vino, Levi se inclinó ligeramente hacia delante y siguió el juego a su compañera: —¿Y qué le ha parecido que llevemos a los pacientes para que nos cuenten su experiencia? 

El señor Harris se limitó a asentir. —Bien, bien. Innovador, ¿no? Eso es lo que queríamos, que fuera un estudio único en su campo. 

Valerie se rio al ver el desconcierto desfigurando el rostro de uno de los hombres de la mesa, que sí que había acudido a la charla. Levi también soltó una carcajada suave, incrédulo, sorprendido para mal con la deshonestidad de un hombre que literalmente le había visto crecer. Franco, sin pelos en la lengua y sin pensárselo dos veces, Levi soltó:

—No puede parecerle bien algo que no hemos hecho y que tampoco ha visto, ¿no?

Si la tensión pudiera cortarse, una cuchara de plástico para bebés podría hacerlo. A pesar del hilo musical de fondo, el silencio se precipitó en la mesa como si se tratara de un piano caído de un sexto piso. Valerie comenzó a sentirse algo nerviosa, y no eran nervios de los buenos. Sentía que el control de la situación se le escapaba de las manos... y veía peligrar su plan. 

Era parte indispensable del plan de Valerie que el núcleo duro de la Facultad viera en Levi un aliado, no un enemigo. Y él, que se alejaba de ser su caballo de Troya a pasos agigantados, no parecía estar por la labor de seguir a las órdenes del Decanato. Levi había sacado los pies del tiesto y no iba a volverlos a meter. 

Todo gracias a Valerie. 

—Bueno, —suspiró ella, volviendo a sonreír, tomando su copa y alzándola hacia el techo —un brindis por poder formar parte de este congreso, ¿no?

*****

Valerie sintió una mano cálida sobre su hombro desnudo. De reojo, vio cómo alguien le ofrecía una fresca y burbujeante copa de champán. Se giró levemente para encontrar a Levi a su lado, que también bebía de una copa alargada y que escaneaba al resto de personas con la mirada y cierto recelo. Valerie tomó la copa y retiró la mano de Levi con la suya.

—Pensaba que te habías ido. —le dijo ella. 

—Lo mismo digo. —bufó él. Valerie sospechó que no estaba molesto por la cantidad de situaciones incómodas que había vivido aquella noche, como la de dos señoras preguntándole si estaba soltero, sino porque estaba algo cansado. Y el cansancio empezaba a convertirse en irritación. —¿Ya has hecho suficiente networking?

La psicóloga siguió la mirada del médico antes de contestar. Se fijó en que tan solo miraba a quienes les miraban a ellos, como si quisiera espantarlos. —Sí, y me he enterado de cosas muy interesantes.

Captó la atención de Levi. —¿Cuáles?

Valerie señaló con la barbilla al Decano, que se encontraba de pie, hablando con otros hombres más jóvenes que él. —Harris ha admitido que habrá un ''proceso democrático'' —hizo el gesto de comillas con la mano que tenía libre —para determinar si Rashad o no sigue en la Facultad. 

—Ya ves. —masculló Levi, llevándose la copa a los labios y acabando el champán restante casi de un sorbo. Suspiró. —¿Nos vamos? Tú ya has conseguido la información que querías y yo ya he bebido lo justo.

Los ojos verdes de Valerie se clavaron en los de Levi como si fueran una daga. —No pienso subirme en tu coche, y menos cuando estás casi borracho. —dijo, seria, con voz grave, sospechando que no el Doctor Braun no estaba casi, sino completamente borracho. 

—Dijiste que no ibas a hacerlo y ya lo has hecho varias veces. —le recordó él mientras caminaban hacia una puerta lateral donde nadie iba a impedirles el paso rogando una despedida. Valerie, que había tomado la delantera, le tendió su copa medio llena y Levi, sin procesarlo, bebió el champán de golpe. Dejó los dos cristales vacíos en una mesa que tenía un enorme jarrón. —Y no me digas que soy alcohólico. Esta vez has sido tú la que me ha incitado a beber.

Valerie se rio. —Vale, vale. —se dio la vuelta para verle. Tenía las mejillas algo rojas. —Tengo unos zapatos planos en el coche. Voy a llevarte a casa.

Levi  hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a su embriaguez. —Metabolizo fenomenal el alcohol. No hace falta. Ya te llevo yo.

—No te hagas el caballero. Trágate tu masculinidad y deja que te lleve a casa. —insistió Valerie, golpeando el pecho del médico con su índice. Se giró y caminó con decisión hacia la salida del edificio. —Vamos.

Y con tan solo una orden, Valerie tenía a Levi, un hombre recio, imponente y que rozaba el metro noventa de altura, caminando detrás de ella como si se tratara de un cachorro. 

La noche había caído sobre Boston y el campus, con sus frondosos árboles y grandes edificios, estaba iluminado por un par de farolas de luz cálida. La primaveral brisa nocturna hizo que Valerie se encogiera para resguardarse del frío. Levi, sin embargo, disfrutó del aire que enfriaba sus mejillas. Sin rechistar, siguió a Valerie hasta el aparcamiento.

El instinto de supervivencia que toda mujer activaba de noche hizo que Valerie se parara en seco al ver los faros de un coche de alta gama iluminar parte del parking. Levi se chocó con ella, pero enseguida trató de ocultar el cuerpo de la joven tras el suyo al reconocer la matrícula del coche.

Valerie puso los ojos en blanco al ver quién se bajaba del Mercedes recién comprado. Llegó a pensar que Rashad les perseguía, pero luego comprendió que tan solo quería su minuto de gloria -o desquicie- en un congreso en el que no le habían invitado. El neurólogo, ataviado con uno de sus trajes ajustados y el pelo engominado, cerró su coche y se detuvo al ver a la pareja. Valerie agarró la manga de la americana de Levi con fuerza y tiró de ella con urgencia. 

—Vámonos. —le pidió, entre dientes.

Pero ya era demasiado tarde. Rashad se acercó al rubio con rapidez y la mirada llena de desesperación. Era casi previsible que se echara a llorar.

—Levi, amigo. —se lamentó. —¡Menos mal que te encuentro aquí! Lo has oído, ¿verdad? Sabes que van a intentar echarme. 

—Levi. —repitió Valerie, nerviosa. —Vámonos.

—Van a juzgarme por algo que he hecho sin querer, Levi. ¡Y no van a dejar que me defienda! Yo no tenía ni idea de que iban a hacerme esto, yo- Dios, no sabía que iban a hacerme esta encerrona. Yo no he plagiado nada, te lo juro. ¡Es todo una invención de esos viejos asquerosos! —exclamó, señalando el edificio donde se estaba celebrando la cena de clausura del congreso. —¡Soy inocente!

Sin duda, el alcohol y el alemán no eran una buena combinación. Sí, unas cuantas copas le hacían más accesible y vulnerable... a todo. A una sonrisa, a un halago o a compañero de toda la vida lloriqueando. Valerie, en la semioscuridad, pudo ver un resquicio de compasión en la estoicidad de Levi. O se lo llevaba de allí o la actuación mediocre Rashad terminaría convenciéndole. 

Valerie tomó la mano de Levi.—Por favor, vámonos.

—¡Incluso ella está compinchada con los putos viejos, Levi! ¿No te das cuenta? ¡Te está utilizando!

Si la aparente calma y sosiego del rubio o la exageradísima teatralidad de Rashad: Valerie no sabía qué le estaba irritando más. Agarró la mano de Levi con más fuerza y se pegó a su brazo. Alzó la cabeza y le miró, implorante. —¿Podemos irnos al coche?

—Levi, ¡estás tan colado por ella que no te estás dando cuenta de que ni siquiera le gustas! —exclamó Rashad. —¡Deja de pensar con la polla! ¡Deja de ser como un adolescente y vuelve en ti! ¡Berkowitz solo te usa! 

Harta del tira y afloja, ofendida por las palabras del neurólogo y cansada de tener que fingir ser una niña buena, Valerie soltó una sonora carcajada. —¿Cuántas veces vas a cambiar de estrategia para dar más pena, imbécil? Levi, vámonos.

Se dispuso a ir hacia su coche con Levi de la mano, esperando que él la siguiera sin decir nada, dejando a su antiguo compañero atrás... pero algo la detuvo en seco. Se volvió hacia Levi y se sorprendió al ver que no se había movido ni un solo milímetro. Se había quedado con los pies plantados en el suelo, pensativo. Entre la tensión de sus hombros y mandíbula, entre su mirada algo perdida y sus labios fruncidos, Valerie vio lo que nunca esperó ver: un atisbo de duda en Levi.

Fue entonces cuando se echó sobre él. Desesperada, con miedo a que todo se viniera abajo por una ristra de mentiras mal contadas. Analizó con rapidez el rostro de Levi. Él tardó unos instantes en agachar la cabeza y dirigirse a ella.

Levi hurgó en el bolsillo de su pantalón. Le dio un manojo de llaves a Valerie. —Espérame en mi despacho.

—Levi, no-

—Voy a hablar con él. —dijo, apartando con suavidad a la psicóloga. —No tardaré mucho.

Se mordió el interior de los carrillos. Se quedó unos instantes viendo a los dos médicos y, encomendándose a todas las deidades, decidió obedecer a Levi y se marchó de allí. El tintineo de las llaves chocando unas con otras acompañó al repiqueteo de los tacones de Valerie durante todo el camino hacia el despacho del Doctor Braun, que no estaba muy lejos del aparcamiento.

En el fondo, en aquel momento, a Valerie solo le importaba una cosa, y no era que Rashad convenciera a Levi de votar en contra de su expulsión en un hipotético juicio. 

Lo único que quería era que Levi siguiera a su lado, que la duda que había visto en sus ojos no se convirtiera en desconfianza. Valerie había hecho demasiadas cosas para llegar donde había llegado, a cada cual peor, y no tenía ganas de volver al punto de partida. No tenía ganas de perder a Levi.


**********

que quede claro que esta obra es ficción porque a) los hombres como el levi actual no existen y b) es imposible hacer un estudio de la magnitud del suyo en tan poco tiempo 

por si queréis saber cuál es el vestido de valerie: es el vestido 'adrienne' de house of CB. clásico pero efectivo. was she overdressed? seguro. was she stunning? por supuesto!

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