cuarenta y dos
Jugársela o no jugársela: esa era la cuestión que rondaba la cabeza de Levi. Tenía a Valerie cerca, mirándole con sus brillantes ojos verdes y una sonrisa pícara, retándole a hacer algo que podía salir muy, muy mal.
Por otra parte, ella decidió continuar con su cruel juego, pegándose por completo a Levi, reduciendo la distancia entre sus labios a unos escasos milímetros. Notó cómo el médico se tensaba, endureciendo su mirada y restringiendo al máximo sus movimientos. Valerie temió que entrara en apnea; apenas notaba la respiración de Levi contra su rostro. La psicóloga sofocó una risotada al ver, más de cerca que nunca, cómo él intentaba contenerse. No había ni rastro del Doctor Braun opaco y misterioso que había conocido meses atrás y, aunque no sabía bien a qué se debía, estaba, por fin, ante la versión más transparente de Levi. Bastaba con observarle unos instantes para darse cuenta de que su cerebro estaba trabajando a pleno rendimiento, sopesando pros y contras, intentando inhibir aquellos pensamientos procedentes de su yo más primitivo.
Valerie echó más leña al fuego. Rodeó el cuello de Levi con uno de sus brazos y, con la mano contraria, acarició levemente su rostro, algo áspero por la incipiente barba. Nunca antes Valerie había tenido que premeditar y preparar tanto un beso. Vamos, te lo estoy dejando a huevo.
—Lo estás deseando. —susurró.
Y estaba en lo cierto, desde luego. Levi se humedeció los labios, inspiró y analizó el rostro de Valerie por infinita vez. Colocó sus manos en la cintura de Valerie, que logró disimular el escalofrío que le había producido el tacto repentino. Tuvo la esperanza de que, por fin, se lanzara. Entonces, Valerie podría dar como terminada una de las fases de su proyecto personal: no había signo más inequívoco de la atracción que un beso, y de la atracción a tener influencia en él solo había un par de pasos más.
Levi empujó con suavidad a Valerie hacia atrás, deshaciendo el agarre y alejándola. Ella, confusa, se apoyó en la camilla.
—Recoge tus cosas. —soltó, sonando algo frío, como si de golpe hubiera vuelto el Levi de antaño.
Valerie estaba realmente confundida. No, no lo estaba fingiendo. No entendía nada de lo que había pasado. ¿Por qué la había retirado así, justo cuando parecía que iba a besarla? ¿Se había arrepentido? ¿O él también estaba jugando con ella? La confusión dejó paso a la vergüenza, a ese bochorno típico que cualquier persona tenía cuando le daban calabazas. Era la primera vez que a Valerie le habían negado un beso. Es la cobra más sofisticada que me han hecho nunca, pensó mientras, con la cabeza algo gacha y escondiéndose detrás de su melena, abandonaba la consulta del Doctor Braun por la puerta lateral.
Con la misma rapidez de un rayo, guardó unos cuantos papeles en su bolso y dejó el escritorio de la consulta colindante vacío. Se aseguró de que el ordenador estaba apagado y agarró un par de carpetas finas para guardarlas en el fichero metálico de la habitación. Solo tenía una cosa en mente y era irse de allí.
Levi aprovechó que Valerie estaba demasiado ocupada ordenando la sala y se colocó justo delante de la puerta lateral. La cerró despacio, intentando no hacer ruido, y buscó el cerrojo situado justo debajo del picaporte. Valerie se giró al oír el 'clic' de la puerta. Cerró el cajón del fichero con un golpetazo. Enarcó las cejas y observó a Levi, inclinado ligeramente sobre el marco de la puerta que acababa de cerrar para que nadie pudiera entrar... ni salir.
El médico sabía que Valerie había cerrado desde dentro su consulta porque había escuchado el tintineo de las llaves y el sonido de la cerradura. Además, siempre volvía a la consulta de Levi para dejar ahí su bata, y nunca se marchaba por la puerta de la 396. El Doctor Braun, gracias a analizar la rutina de Valerie, había conseguido acorralarla, encerrarla dentro de una habitación sin riesgo a que ningún paciente, celador o enfermero interrumpiera de golpe.
Aún así, Valerie, con las mejillas rojas por culpa del bochorno, calculó el tiempo que necesitaba para huir.
Se acercó a la puerta principal de la consulta mientras se echaba el bolso al hombro. Levi agitó la cabeza.
—Deja el bolso. —le ordenó, aunque su voz sonaba definitivamente más grata, puede que algo burlona.
Valerie soltó una risilla mientras daba pasos largos hacia la puerta. —Se me hace tarde, Levi. —se encogió de hombros y hizo una mueca— Has perdido tu oportunidad.
Estaba claro que ella, en cuestión de velocidad y fuerza, jamás iba a ganar a Levi, mucho más alto y corpulento que Valerie, más rápido y más fuerte. Tan solo con dos zancadas, alcanzó a Valerie. Se colocó delante de ella, se apoyó en la puerta y tapó la cerradura con sus manos.
—Me tomo muy en serio lo que hago, ya sabes. —dijo, mirando a una Valerie algo fuera de lugar.
La psicóloga volvió a reír. ㅡ¿Lo dices por lo de antes?
Fue Levi quien se encogió de hombros. —A mí me ha sonado a reto. Sabes que odio perder.
Valerie agitó la cabeza e intentó abandonar la consulta, empujando a un Levi totalmente férreo; no se movió ni un centímetro.
—Deja el bolso. —repitió, más impaciente.
—¿Por qué?
—Se te va a caer. —contestó.
Su comentario le sirvió para abrir una pequeña brecha en Valerie, que, confusa, arrugó el entrecejo y se quedó quieta un par de segundos. Cuando Levi vio a esa Valerie más vulnerable, menos astuta, se despegó de la puerta y se inclinó hacia ella con rapidez.
Valerie apenas tuvo tiempo de alzar levemente los brazos para proteger su rostro de forma refleja. Su bolso, tal y como había dicho Levi, se cayó al suelo por el choque del cuerpo del rubio contra el suyo.
Se había lanzado de forma inesperada y brusca. Levi besaba los labios de Valerie con prisa, de forma algo caótica, inexperta, como quien volvía a conducir después de años sin hacerlo. Había perdido la práctica.
Utilizó sus manos para mantener el rostro de Valerie al alcance de sus labios, donde él quería, sin oportunidad para una tregua.
Ella tuvo la intención de retirarse y huir, pero pronto decidió dejarse llevar. Al ver que Levi luchaba por mantener el ritmo del beso, demasiado rápido, Valerie se rindió. Se quedó a su merced, tomando las respiraciones que él le permitía, dejando sus manos sobre los hombros del médico.
Era un beso totalmente distinto al que ella le dio aquella noche, algo juguetón pero igualmente inocente. Aquel era... voraz. Ansioso. Como si Levi hubiera estado sin comer días y como si Valerie fuera su apetitoso plato principal. Ella, mientras intentaba hacer el beso más profundo, rodeando el cuello de Levi con sus brazos y hundiendo la yema de sus dedos en su nuca, quiso sonreír. Su plan iba mejor de lo que esperaba.
Levi no desaprovechó la oportunidad. Se inclinó aún más hacia delante, dejando que su lengua explorara más lugares de la boca de Valerie. Para evitar que ella se cayera, colocó su mano en la cintura de la chica, dejando la otra en su rostro. Ella no tardó ni dos segundos en agarrar la mano que aún estaba en su mejilla. La condujo hacia su cadera. A Levi le pareció algo tan atractivo que estuvo a punto de soltar un 'buf'.
El beso, por fin, se ralentizó. Valerie pudo disfrutarlo un poco, y Levi tuvo la lucidez necesaria como para caminar hacia el escritorio. Apoyó el cuerpo de Valerie contra la madera pintada de blanco. Ella no pudo evitar sentirse algo intimidada por él, que casi engullía su cuerpo.
Dejaron de besarse unos segundos. Valerie miró hacia arriba, buscando los ojos color miel de Levi, agarró el cuello de su bata y pegó los labios enrojecidos del médico con los suyos por un instante.
—Has ganado. —le dijo—¿Contento?
—No. —gruñó él, dando un par de besos algo juguetones a Valerie.
El tercero volvió a ser profundo, más lento, más incontenible. En menos de dos segundos, el cuerpo de Levi estaba prácticamente encima del de Valerie, que continuaba agarrando el cuello de la bata, y el silencio de la consulta fue reemplazado por los sonidos húmedos del beso y los suaves jadeos de ambos.
Valerie empezó a buscar una excusa para irse de allí antes de que terminara tumbada por completo en el escritorio. No podía hacer nada contra la fuerza vehemente de Levi y, aunque se separara de él, el médico se inclinaba aún más hacia ella.
Levi escuchó unos pasos familiares por el pasillo. Los ignoró. Continuó besando a Valerie, paseando sus manos por los muslos de la joven, disfrutando de cada milímetro de su boca.
Al rato, llamaron a la puerta de la consulta contigua.
Hizo oídos sordos.
Volvieron a llamar.
Valerie dijo algo contra los labios del rubio, que se separó el tiempo suficiente para que ella pudiera vocalizar: —A lo mejor es una urgencia.
—No estoy de guardia.—dijo, entre besos cortos.
Sin duda, Valerie tenía algo que le hacía querer besarla sin parar.
Oyeron más golpes en la puerta de la consulta 395. Valerie pudo colocar su mano entre sus labios y los de Levi. —Tiene pinta de ser importante.
Con un suspiro, Levi irguió la espalda. Se frotó la cara con una especie de gruñido, como si no quisiera despejarse, se alisó el cuello de la bata y se marchó hacia la puerta lateral, dejando a Valerie sentada sobre el escritorio, cerca del teclado del ordenador. Ella le observó con atención mientras abría la puerta y se marchaba a su consulta.
Molesto, claramente irritado, Levi arrastró los pies hacia la puerta de la 395. Suspiró por última vez antes de abrirla.
—Cuánto has tardad- Uy. —era María, sin su uniforme hospitalario, vestida ya con su ropa de calle, unas grandes gafas de montura morada y un vaso de café en la mano. No fue el estado de general de Levi (despeinado y algo jadeoso) lo que llamó su atención, sino un pequeño detalle en el que ni él ni Valerie habían caído. —Tienes... pintalabios por toda...—se señaló la zona que rodeaba la boca— por aquí.
Levi se llevó el dorso de la mano a la boca e intentó limpiarse.
—¿Qué quieres? —preguntó a su amiga.
—Yo- eh- nada, nada. Me voy. —dijo, preparándose para hacer mutis por el pasillo. Antes de marcharse, susurró: —¿Estás liándote con una paciente?
Levi chasqueó la lengua. —María, joder.
La de cabello castaño alzó las manos en son de paz. —Oye, yo qué sé. —ahogó un grito— ¿¡Es una alumna!?
—¿¡De qué vas!? —exclamó en un suurro el Doctor Braun, horrorizado. —Vamos, pírate.
—Dame una pista al menos...
—No estoy liándome con nadie.—soltó él.
—¿Y lo de la cara...? No soy tonta, Levincín. Pregúntale qué tono de pintalabios es, por cierto. ¡Me encanta!
—Voy a-
Mientras Levi soltaba injurias y María intentaba sonsacarle más información, Valerie aprovechó para abrir la puerta cerrada de la 396 haciendo el menor ruido posible. Con cuidado, giró el picaporte. Nunca había tenido que huir así, ni siquiera durante sus años como estudiante universitaria o cuando unos cuantos periodistas la persiguieron hasta un Starbucks.
Levi giró la cabeza en cuanto vio, por el rabillo del ojo, que una sombra salía de la consulta de al lado. Vio a Valerie caminar pasillo abajo, hacia los ascensores, con el abrigo ya puesto y el pelo ocultando parte de su rostro.
María tardó unos segundos más en darse la vuelta, el tiempo suficiente para que Valerie estuviera lejos, prácticamente en el ascensor.
La neuropediatra abrió la boca. Levi se llevó el índice a la suya, obligando a su amiga a guardar silencio.
—Ni una sola palabra sobre esto.
—Qué. Fuerte. —fue lo único que pudo decir María. Se recuperó del shock con rapidez y añadió: —Así que, ¿vuestro proyecto va de daros besitos?
Levi agarró a su amiga y la zarandeó de forma para nada cariñosa. Ella se rio a pesar de que Levi la señalaba con el índice. Su mirada era muy, muy seria, casi llameante.
—Ni una sola palabra sobre esto, María, o te haré trizas.
La de gafas hizo como que se sellaba la boca con un candado. Hizo el gesto de lanzar la llave diminuta hacia atrás.
A Levi no le tranquilizó mucho, pero lo tomó.
ㅡSiempre interrumpiendo... —farfulló el cardiólogo, dándose la vuelta y volviendo a entrar en la consulta para cerrar historiales y recuperar sus cosas.
—¡Como en las pelis!
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quiero que quede constancia: yo no pretendía que levi se lanzara tan rápido, pero el público ha hablado en una encuesta que he hecho en instagram (95% quería beso con lengüita vs un mísero 5% que vive en celibato) y ha decidido que quiere SANGRE
en otras noticias... sé que soy horrible y terriblemente laísta, pero me da igual. its about time. la rae tiene que admitirlo a este paso.......
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