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cincuenta y uno

Los pasillos de la Facultad de Medicina, con estandartes carmesí colgando de las antiquísimas columnas, tenían más gente de lo común, y eso era lo único que diferenciaba las Jornadas Interuniversitarias de un día cualquiera. Valerie no pudo evitar sentirse algo decepcionada: creía que el anunciadísimo acontecimiento tendría el mismo bombo y platillo que el resto de eventos de Harvard, que sería ostentoso y solemne... pero no era más que un montón de alumnos de otras universidades paseando por los edificios de la archiconocida Facultad y unas cuantas charlas y talleres. El repiquetear de los tacones de Valerie apenas se oía; el murmullo abrumador de los pasillos lo amortiguaba. Con un largo suspiro, la psicóloga decidió dar media vuelta y poner rumbo al ala donde se situaban los despachos. 

La charla que acababa de dar con el Doctor Braun había sido un éxito: un anfiteatro lleno -incluso con gente parada en las escaleras laterales de la sala-, con alumnos y profesores de otras universidades de la Ivy League tomando notas, con un bis de aplausos y una larga ronda de preguntas. El decano había estado sonriendo todo el rato desde la primera fila, orgulloso, sabiendo que sus predicciones sobre la acogida que iba a tener el proyecto eran correctas, y Levi había estado bastante mejor que en la anterior conferencia. Valerie odiaba admitirlo, pero el Doctor Braun tenía cierto magnetismo cuando hablaba sobre tensión arterial y el efecto de algunos medicamentos. Sí, Levi había estado brillante.

Y sí, como la vez anterior, decidió desaparecer. A Valerie no le quedó otra que salir en su busca porque varios profesores y alumnos estaban deseando ver al sobresaliente cardiólogo, y ella, por desgracia, no era capaz de responder las preguntas técnicas que le lanzaban. 

La figura atlética de metro noventa del Doctor no parecía estar entre el alumnado. Aún así, Valerie decidió preguntar a unos chicos que llevaban al cuello un cordón naranja. Debían ser alumnos de Princeton. —Hola. ¿Por casualidad no habréis visto a un tipo alto, con cara de pocos amigos, rubio, con bata blanca, que lleva unos pantalones negros...?

Tres de los cuatro jóvenes negaron con la cabeza, pero uno de ellos señaló la otra punta del pasillo. —¿Un tío con pinta de profesor? Se fue por allí hace rato. 

—¡Gracias!

*****

Levi se arrepintió al segundo de haber abandonado su despacho. Había ido hasta allí solo para dejar un par de documentos sobre las Jornadas Interuniversitarias -que seguramente acabarían en la destructora de papel- y, quizá, aunque no quisiera ser consciente de ello, para escapar unos instantes del tumulto de alumnos y profesores que se agolpaba en los pasillos... y, de repente, se topaba con Rashad. Las probabilidades de encontrarse de manera fortuita con él en un día muy ajetreado eran muy bajas, así que Levi concluyó que el neurólogo le había buscado con bastante ahínco. 

—¡Felicidades por la charla! —le oyó decir, lejos. La voz de Rashad rebotó en los suelos de mármol. —Pensé que no ibas a ser capaz de sacarla adelante, Levi.

De golpe le tenía al lado, propinándole una sonora palmada en la espalda. Levi guardó las llaves de su despacho en el bolsillo de su bata y alzó la vista. —¿Qué quieres decir con eso?

Rashad se encogió de hombros. Su sonrisa ladina le repugnaba. —Pues, teniendo en cuenta que Valerie no es precisamente fácil y que tú estás deseando metérsela, pensé que no ibais a sacar la charla adelante.  

Levi odiaba su aire presuntuoso, su pelo engominado en demasía y sus llamativos trajes de colores, pero lo que más le sacaba de quicio era comprender a Valerie: Rashad era un envidioso sin complejos ni remordimientos. El rubio solo pudo retirar la mano del neurólogo de su hombro. —No sé qué narices estás diciendo.

—Son los pequeños detalles los que delatan al hombre, Levi. —soltó. —No hay más que verte: miras a Valerie como si fuera la única mujer en el mundo... y hay cientos de testigos, porque yo no he sido el único que ha estado en vuestra charla.

Levi soltó una carcajada y comenzó a caminar hacia las escaleras. —¿Pretendes que no mirara a Berkowitz mientras hablaba...?

Rashad le siguió, un par de pasos por detrás, hablando, como si fuera una molesta mosca zumbando cerca del oído de Levi. —Llevas años trabajando conmigo; soy capaz de darme cuenta de cómo la miras. Ella te sonríe y tú haces lo mismo, como un auténtico bobo... Le llevas café, le pones la mano en la cintura y hasta le has ayudado con los zapatos antes—dijo, refiriéndose a cómo Levi se había agachado para abrochar el tacón de Valerie mientras ella se colocaba el micrófono cuando aún estaban entre bambalinas —Y corre el rumor de que os han visto un sábado noche cenando juntos.

—Joder, pues sí que te fijas en mí, sí. —bufó Levi, parándose en seco y girándose, a unos metros de las escaleras. —¿A qué viene todo este monólogo? 

—Era solo un apunte, nada más.

—Sí, ya. No soy gilipollas. ¿A qué viene esto? —repitió. 

—Si lo que querías era follarte a Valerie, no hacía falta crear todo un proyecto. 

Levi volvió a reírse, sarcástico. —Yo no he creado este proyecto. La idea fue del decano, no mía.

—Ella es mucho más lista que tú y se dará cuenta de que vuestro proyectito no es más que un espejismo. Si hay algo que quiere esa tipa es escalar puestos, y contigo al lado no lo va a conseguir-

Una nueva carcajada del rubio interrumpió a Rashad, cuya mirada empezaba a ensombrecerse. —Sé que tienes envidia, pero eso no te da derecho a hablarme así.—le dijo, recuperando su aire soberbio. Nunca se había dirigido a Rashad de tal forma porque, en el fondo, siempre le había considerado un igual, aunque el propio neurólogo no lo creyera. Le señaló con el índice. —Yo también quiero escalar puestos. Y tú también. Y cualquiera. Y tienes razón: conmigo no va a conseguirlo. Puede ser más lista que yo, pero no es más que un peón de esta universidad. Yo soy el cardiólogo número uno, el profesor con más ratio de alumnos matriculados y el único de aquí que tiene un premio por su labor científica. Harvard no puede deshacerse de mí, pero sí de ella. Y de ti.

Rashad frunció el ceño. —Estás hablando con un veterano. —le advirtió. —Vigila tus palabras.

—¿Y tú como veterano puedes insinuar lo que te dé la gana? —rio. —Aún eres profesor asociado, Rashad. Abre los ojos. Yo me he asegurado un despacho en este pasillo, y cuando se den cuenta de que tu estudio de mierda es una copia barata del nuestro... te mandarán a la calle. O a Ohio.

—Vuestro estudio no tiene validez. —dijo el neurólogo, de carrerilla, claramente ofendido. —Por eso es un espejismo. Lo sabes de sobra, Levi. Cuando alguien te llame la atención, te pondrán sobre la cuerda floja y estarás a un paso de irte de aquí. 

—Tampoco tiene validez el estudio que cambió el Alzheimer, ¿no? —contraatacó — y la gente aún se lo traga. Además, si el nuestro no tiene validez, el tuyo menos.

Rashad decidió cambiar de estrategia. —¿Y qué harás cuando Valerie intente quitarte del medio? ¿Qué harás cuando se quede con todo el mérito de vuestro proyecto?

—Me la suda lo que haga Berkowitz.

Levi no sabía que podía mentir hasta ese punto. Claro que le preocupaba lo que hiciera su compañera, y claro que le perturbaba que Rashad estuviera intentando alejarles. Fuera lo que fuese aquel absurdo monólogo, Levi no se creía ni una sola palabra -ni siquiera lo más probable del discurso, que eran los gestos que delataban su atracción por Valerie- y sabía de sobra que su supuesto amigo nunca lo había sido. Estaba esperando el momento perfecto para atacar, ¿y qué mejor situación que un hombre locamente enamorado?

O al menos eso debió pensar Rashad. Sí, puede que Levi estuviera calado hasta los huesos, y sí, se le notaba, pero lo que Rashad no sabía es que Valerie tenía todo bajo control. Había convencido al rubio para mantenerse firme ante las coacciones del neurólogo. Levi comía de su mano. Confiaba en ella ciegamente. Y, aunque Levi creía estar en ventaja, en realidad era Valerie quien la tenía. Ella sabía que él iba a hacer lo posible para tenerla al lado, ya fuera por fastidiarla o por poder admirarla, y, si continuaban juntos, Valerie contaba con la protección de Braun al mismo tiempo que podía atacar a los viejos conocidos de la Facultad como Rashad sin tener que recibir amonestaciones. ¿Qué mejor que un hombre locamente enamorado...?

—No lo creo. —masculló Rashad, entre dientes. 

Levi guardó sus manos en los bolsillos de la bata. —¿Querías que Valerie se sumara a tus filas? Mala suerte. Sí, es lista, así que no aceptará un puesto en tu estudio jamás.—soltó, con aire altivo, encogiéndose de hombros. —¿Querías ser el único con una charla interesante? Habértelo currado más. 

El neurólogo ahogó una carcajada, y fue entonces cuando Levi supo que había dado en el clavo. Rashad, opacado por la llegada de alguien más joven y con más méritos que él, necesitaba recuperar la atención del alumnado, profesorado y público general de cualquier forma, y para ello necesitaba destruir al susodicho y brillante joven. —Yo que tú, no estaría tan seguro de todo lo que haces. Valerie va a traicionarte en cualquier momento.

El rubio no quería continuar con aquel tira y afloja. Miró hacia el final del pasillo y suspiró, cansado. —Mira, Rashad: aquí solo hay un ganador, y soy yo. Me la suda cuál sea tu plan o cuál sea el de Berkowitz porque, al fin y al cabo, seguiré ganando el doble que vosotros y mi nombre seguirá estando en la lista de autores de un proyecto novedoso. Mientras tú te comes la cabeza por urdir un plan de mierda para lo que sea, yo llego a casa en un Maserati. Si te jode, deja de intentar ser alguien que nunca vas a ser y deja de aceptar estudios que te quedan grandes.

Hacía tiempo que el Doctor Braun no hacía gala de sus punzantes palabras. Si no fuera por el lejano sonido de unos tacones chocando contra el suelo, habría continuado con un discurso de lo más hiriente. Levi se giró hacia la fuente del sonido. Era Berkowitz, subida a unos tacones negros de infarto y con el pelo recogido en una coleta.

—¿Dónde te habías metido? —exclamó Valerie, aún al otro lado del pasillo, alzando los brazos al cielo y dejándolos caer, indignada. Caminó hacia los dos médicos y se paró, colocando las manos sobre sus caderas, justo enfrente de ellos. —Los profesores de Yale y algunos alumnos te llevan buscando horas. Tienen muchas preguntas sobre el proyecto que yo no puedo responder. —le informó. Se giró hacia Rashad y fingió una sonrisa. —Anda, hola. Siento no haber podido ir a tu charla...

Levi dio la espalda a su compañero de profesión y comenzó a bajar las escaleras. —Vamos, Valerie.

Ella obedeció la demanda de Braun. Mientras bajaba las escaleras junto a él, se giró para observar a Rashad una última vez: estaba rabioso, casi al borde de la hiperventilación. Valerie sintió una especie de punzada en el abdomen que identificó como adrenalina. Debían mover ficha antes de que lo hiciera el neurólogo. Valerie agarró el brazo de Levi y lo detuvo justo cuando llegaron a la planta baja del edificio. 

—¿Qué le has dicho para que se ponga así?

—Nada. —respondió. 

Valerie no quiso preguntar más. Soltó el brazo de Levi y siguió caminando a su lado. Pasados un par de instantes, con la certeza de que nadie les seguía, volvió a hablar. —Creo que una profesora de Yale quiere tirarte los tejos.

—¿Celosa?

—No, yo encantada. —se llevó la mano al pecho mientras negaba con la cabeza. —Encandila a mujeres cincuentonas con tus músculos para que otras universidades quieran colaborar con nosotros. 

Las comisuras de los labios de Levi se curvaron en una sonrisa tímida. —Me lo tomaré como una orden. 

—Es lo mínimo que puedes hacer después de dejarme tirada con una decena de personas preguntándome sobre medicamentos con nombres... extraños. —llegaron a una puerta de acristalada que Levi se encargó de abrir y sujetar. Valerie se agachó para pasar por debajo de su brazo. —¿Por qué has desaparecido así? ¿Es una especie de mecanismo de defensa contra el pánico escénico...?

Caminaron con rapidez hacia el edificio principal del campus. —Ya estamos con los diagnósticos. —se quejó Levi, abriendo otra puerta con su identificación y dejando que Valerie pasara primero. —Simplemente me han dado un montón de papeles y los he ido a dejar al despacho.

—Bueno, es que ha parecido una huida en toda regla. —Valerie esperó de brazos cruzados a que Levi cerrara la pesada puerta de metal. —Parece que evitas que te diga cosas buenas. 

—¿Como cuáles?

—Has estado muy bien en la charla. —confesó Valerie, que no podía evitar sentir una pizca de envidia. —No sé si tienes un talento para las ponencias o si has ensayado mucho, pero has estado genial. Normal que esa señora de Yale esté loca por ti.

La sonrisa de Levi se ensanchó. —Entonces, ¿yo me encargo de ella y tú de los dos señores que no han dejado de mirarte todo el rato?

—Puedes decir ''gracias, tú también has estado estupenda en la charla''.

—Gracias, tú también has estado estupenda en la charla. —repitió, con tono burlón, recibiendo un codazo de Valerie entre las costillas. Continuaron con su camino hacia la sala donde habían explicado su proyecto y donde aún les esperaba un pequeño pero curioso público. Poco a poco, el murmullo de los alumnos en los pasillos se iba haciendo más intenso. Aún así, Levi no alzó la voz. —¿Vas a comer con el resto de profesores?

Valerie cruzó una mirada interrogante con el rubio. Le conocía lo suficiente para saber que, a pesar de su rostro impasible y serio, la pregunta iba con segundas. —Depende. ¿Tienes un plan mejor?

—Ven a mi despacho. —señaló con la barbilla los tacones de Valerie. —En algún momento tendrás que descansar los pies, ¿no?

La psicóloga se paró en seco. —No me vendría mal un asiento en este mismo instante.

Pudo ver cómo encendía algo en el interior de Levi, como si ella tuviera un mando a distancia o conociera un interruptor que le permitía controlar a su antojo la libido del médico. Levi echó un vistazo al reloj de su muñeca, luego a su alrededor -como si buscara algún posible testigo del que deshacerse- y, por último, a Valerie. 

Juró en aquel mismo instante que podría sufrir un shock cardiogénico por culpa de la verde y sugerente mirada de Valerie. —Voy a hablar con esa señora de Yale. —anunció. —Vuelvo en cinco minutos.

—¿Y el resto?

—Que me escriban un correo.

**********

Acabo de caer en que esta historia HA CUMPLIDO UN AÑO. wow. EN FIN, muchíisisisisisismas gracias por leer, y sobre todo por comentar Y POR VUESTRO FEEDBACK! Os adoro 

En otras noticias: se vienen las curvas. ;)

y en la sección de  ''elsa, para ya'': quizá haga un spin off con alguno de los alumnos de levi. stay tuned!

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