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cincuenta y seis

Después de hablar con el último paciente de la mañana, el Doctor Braun revisó los partes que había escrito en el ordenador de la pequeña sala de control, algo oscura y con una pizarra blanca donde estaban apuntados los nombres y habitaciones de algunos casos extraños. Guardó los informes, apagó el ordenador, se despidió de dos compañeros y se dispuso a marcharse de allí, pero un veterano enfermero le detuvo. 

—Una chica está esperándote en el pasillo. —le dijo el hombre, señalando la puerta de la sala. —Creo que lleva un buen tiempo esperando. 

Levi frunció el ceño, extrañado, y sacó del bolsillo de su bata blanca el cuadrante de los pacientes hospitalizados que tenía que ver durante aquella mañana. Había tachado todos los nombres de la lista. —He hablado con todos los pacientes y sus familiares. ¿Seguro que quiere hablar conmigo? 

—Sí. Dijo que no tenía prisa. Es una chica joven, con el pelo negro, pálida. ¿No será familiar del paciente de la 5201? —sugirió el enfermero.

—Bueno, voy a ver. Suerte en la guardia. —guardó el papel en el bolsillo, se despidió de nuevo de sus compañeros y salió de la sala. 

Por la vaga descripción del enfermero, aquella chica podría ser cualquiera. Había cientos de mujeres jóvenes con el pelo oscuro y con piel pálida en Boston, por no decir miles, pero Levi solo tenía en la cabeza a una persona que cumplía esas características. Caminó pasillo abajo, dirigiéndose a la salida del ala de hospitalización, y finalmente llegó a un pequeño hall donde convergían varios corredores. Allí, en la semioscuridad del hospital y con su bolso negro al hombro, estaba esperándole Valerie. Pálida, con el cabello negro, algo encrespado y suelto, vestida con una sudadera y calzando unas zapatillas blancas. Sí, encajaba con la descripción.

Levi se quedó a un par de metros de ella. —¿Se ha perdido? Psiquiatría está en otro edificio. 

Valerie se giró hacia él. Aliviada, pero siguiendo el juego al médico, señaló con el pulgar los ascensores. —Me han dicho que viniera aquí. ¿Es usted el Doctor Braun...?

Llevaban sin verse casi una semana, desde el lunes posterior a la tragedia de la Kiss Cam, desde el día que el Decano les citó en su despacho. Valerie no le dijo mucho a Levi después de que la dejara a solas con el señor Harris; de hecho, lo único que le mencionó fue que pasaría menos tiempo en el campus de Boston porque iba a dar clases en la Facultad de Psicología. Levi decidió no molestar a Valerie con el proyecto y, aconsejado por María, tampoco quiso enviarle muchos mensajes. Como resultado, había estado día sí y día también pensando en ella, preguntándose cómo narices había sido capaz la psicóloga de hacer que la añorara tanto en cuestión de días. ¿Y si era bruja?

El rubio metió las manos en los bolsillos de su pantalón azul. —Debe ser urgente para que hayas venido aquí. 

Valerie asintió y se dispuso a sacar su teléfono. Tecleó algo y mostró la pantalla a Levi que, haciendo gala de su naturaleza recelosa, tomó el teléfono despacio. Le dedicó una mirada interrogante a Valerie. Ella hizo un gesto con la cabeza, invitándole a leer el correo electrónico que le mostraba. 

De: [email protected]

Para: [email protected]

Asunto: Denuncia anónima

       Hola, prof. Berkowitz

Somos un grupo de alumnos de la Escuela de Medicina y queremos denunciar la situación que se está produciendo actualmente en uno de los estudios de la Facultad. 

Desde el pasado febrero, se está llevando a cabo un supuesto estudio con datos que han recopilado alumnos, residentes y doctorandos en sus propias tesis, y determinado profesor y doctor de la Facultad se ha apropiado de dichos datos para llevar a cabo su estudio sin dar crédito a los alumnos que están haciendo posible su labor. 

Además de los datos, ha robado la idea a un grupo de tres alumnos que pretendían publicar su tesis conjunta en la revista de Salud de Harvard. Curiosamente, el artículo que estos tres alumnos querían presentar fue rechazado por un comité en el que se encuentra el mismo doctor que está robando los datos. 

Nos ponemos en contacto con ud. ya que es miembro del OADA. Consideramos que podemos confiar en alguien que ha demostrado estar del lado de los alumnos y no de un profesorado anticuado y que perjudica a los futuros sanitarios del país. 

Levi devolvió el teléfono a Valerie. Enarcó las cejas. —¿Cómo sabes que esto es real? Puede ser cualquier idiota que esté colándotela. —le preguntó. 

El cardiólogo estaba en lo cierto. Una dirección de correo sospechosa, una acusación bastante grave... El núcleo duro de la Universidad ya había demostrado que quería quitarse a Berkowitz de encima, así que no era extraño pensar que era una farsa urdida por alguien que necesitaba salpicar a Valerie con otro escándalo. Sin embargo, ella hurgó en su bolso y sacó varios sobres oficiales, con el escudo de Harvard reluciendo en una esquina. Se los tendió a Levi. 

—Porque ya han llegado quejas al OADA. —respondió. 

—Pueden habérselas inventado también. 

—Es un órgano externo, —le recordó Valerie —y las quejas que me llegan ya han sido procesadas y verificadas. 

Mirando a los lados, asegurándose de que nadie estaba observándolos, Levi abrió uno de los cuatro sobres. Los leyó con rapidez y, dándose cuenta de la seriedad del asunto, agarró a Valerie por el antebrazo y la condujo pasillo abajo. Abrió una puerta con su identificación, pasándola por un lector, e hizo que Valerie entrara a la sala de material, con estanterías llenas de sábanas y algún que otro cajón transparente con cánulas y distintos aparatos. Levi cerró la puerta apoyándose en ella. 

—¿Están plagiando un estudio? —susurró Levi.

Valerie asintió. —Sí. Y que yo sepa, solo hay un estudio que coincida con lo que nos cuentan. Los alumnos que han decidido denunciar están haciendo su residencia en otros hospitales del país, pero todos están especializándose en neurología. 

El rubio sofocó una carcajada. —Qué coincidencia.

—¿Sabes algo de esto? —inquirió Valerie. 

—El tema de utilizar a los alumnos para que hagan el trabajo sucio y luego no poner sus nombres entre los autores de un estudio es el pan de cada día. Es un asco, pero siempre se ha hecho. Los apellidos del más veterano siempre van por delante, aunque tan solo haya puesto una coma. 

La psicóloga se acercó a él. —Están plagiando datos y una idea. Y el plagio, además de ser una deshonra, es delito. —dijo, clavando su índice en el pecho de Levi. —Esto es serio, y lo sabes de sobra. Si no, no me habrías encerrado aquí.

Touché. Levi inspiró, miro al techo y soltó todo el aire en un suspiro largo, pasándose las manos por el pelo y la nuca. —Vale. —dijo, más bien para sí mismo—¿Qué pretendes hacer? Esto es gordo. Meter la pata significaría-

—Yo ya tengo un pie fuera. —le interrumpió Valerie. —No me importa que me echen si esto resulta ser una farsa de lo más elaborada. Llevo poco tiempo aquí, pero, visto lo visto, en Harvard sois capaces de hacer cosas que rozan la ficción. 

El cardiólogo guardó silencio unos instantes. Serio, puede que algo preocupado, cruzó una mirada con su compañera. —No pueden echarte. —murmuró, sabiendo de sobra que estaba contradiciendo sus propias palabras, que estaba tirando por la borda el discurso soberbio que había mantenido durante meses. 

—¿Por el proyecto? —Valerie agitó la cabeza— Eso es lo de menos. Hay un estudio que están plagiando y nadie hace nada. ¿Qué más da que tú firmes un proyecto que has hecho conmigo? Es tan fácil como colgar un comunicado en el boletín que diga que yo misma he decidido apartarme y listo.

Parecía la trama de una película de acción, de traiciones y de policías, pero no se alejaba de la realidad. El poder del Decanato parecía ir más allá de lo puramente académico, así que, si podían hacer la vista gorda de algunas cosas y podían favorecer otras... quizá lo que decía Valerie no era tan inverosímil. La situación era más complicada de lo que habían imaginado. 

Levi volvió a suspirar, espirando por la nariz. —Bueno, ¿entonces?

Valerie sonrió con algo de malicia. —Lo más probable es que el OADA comience una investigación. Ya tienen algunas pruebas, como el artículo que los doctorandos no llegaron a publicar, pero necesitan desenmascarar a Rashad. Si él consigue defenderse, lo más probable es que desestimen las quejas. 

—Mmh, no creo que ese cerdo llegue a defenderse. —gruñó el rubio. —Seguramente huirá con el rabo entre las piernas.

—¿Quieres apostar algo? 

—No me tires mucho de la lengua, por favor. —murmuró Levi, con voz grave y un ligero tinte de desesperación que a Valerie le hizo soltar una risilla suave. 

—Creo que subestimas a Rashad. —la psicóloga decidió continuar con el tema— Es huidizo, sí, y es su afán por no salir perjudicado le hará luchar hasta el final. Y también subestimas a alguien más: al Decanato. Fíjate en nosotros, Levi: han hecho lo posible para que hiciéramos un proyecto que dará renombre a la Facultad, pero también han intentado alejarnos al ver que nosotros suscitamos más curiosidad que un estudio. Y, aunque sea de forma sutil, me han extorsionado para que, poco a poco, en cuanto acabe el proyecto, me puedan lanzar a los cocodrilos sin sentirse culpables. Si han intentado acallar el rumor de que dos profesores están saliendo por todos los medios, ¿crees que no harán lo mismo con un estudio plagiado?

Levi chasqueó la lengua y rodó los ojos. Caminó en círculos por la habitación, como si estuviera buscando alguna solución rápida, como si el posible hecho de que Valerie desapareciera de Boston le atormentara. Colocó su mano en el hombro de la pelinegra y clavó sus ojos ocre en los de ella. 

—¿Qué quieres que haga? —le preguntó. —Si has venido aquí, es porque ya tienes un plan.

Valerie le dedicó una sonrisa y, por un instante, quiso tomar el rostro de Levi entre sus manos. Había algo en su mirada, en su actitud, que le hacía ver más accesible que nunca. Incluso dócil. Estaba dispuesto a obedecer las órdenes de Valerie, algo que era impensable meses atrás. Ella no pudo evitar sonreír aún más cuando se dio cuenta de que aquello era la confirmación de que Levi estaba calado hasta los huesos; si ella se lanzaba al vacío, él la seguiría. 

—Solo necesito que el OADA haga su trabajo. 

—No iba a interferir de todas formas. Si tiran por tierra el estudio de Rashad, no tendremos competencia directa. —le recordó.

—No me importa la competencia para esos premios absurdos, Levi. —la voz de Valerie sonó suave y melodiosa— Lo que sí me importa es que dejemos de ser el centro de atención. Necesitábamos algo que fuera más grande que nuestro vídeo y hablaste de un caso de hace años... ¿No te acuerdas?

—El plagio de la Escuela de Diseño. —masculló él. 

Valerie asintió, sonriente. —Sí, eso mismo. Necesitamos algo que merme el prestigio de la Facultad para que tú y yo —y volvió a apuntar al pecho de Levi con su índice— no seamos más que dos profesores con un estudio puntero. ¡Y esto nos lo deja en bandeja!

Por unos segundos, la mirada de Levi se oscureció, como si hubiera pasado por su mente una bocanada de sospecha. Dejó que Valerie se pegara a él y que apoyara la barbilla en su pecho, mirándole con aire astuto a los ojos. Levi se mantuvo estoico. 

—No tienes nada que ver con esto, ¿no?

—Te lo prometo. —aseguró ella. Y era cierto. —Esto ha caído del cielo. Supongo que el karma está de nuestra parte. 

Levi alzó las cejas. —Oh, ¿ahora crees en el karma?

—Creo que todas nuestras acciones tienen consecuencias, y Rashad, como buen idiota que es, tendrá que hacer frente a las suyas. 

—Idiota se queda corto. —bufó el cardiólogo, que aprovechó la coyuntura y sostuvo la cadera de Valerie con sus manos. —Es un gilipollas, imbécil, anormal, cerdo, hijo de-

La carcajada dulce y armoniosa de Valerie interrumpió la ristra de insultos. Ella, gratamente sorprendida por el cambio en el tacto de Levi -que ya no era tímido e incluso torpe, sino más directo y carismático-, rodeó el cuello del rubio con sus brazos. 

—Antes de que se me olvide, sí necesito que hagas algo. —susurró.

Levi apenas estuvo atento a sus palabras porque el movimiento de los labios de Valerie le pareció más importante, pero aún así logró devolverle una mirada interrogante. —¿El qué?

—Tienes que despertar desconfianza. —se ladeó ligeramente, balanceando sus cuerpos de un lado a otro, como en una especie de delicado vals. —Tienes que empezar a hacer que tus alumnos empiecen a desconfiar en su propia universidad. Puede que seas un profesor de lo más rígido, pero eres el ejemplo a seguir de muchos de ellos. Si tú comienzas a cuestionar la autoridad de la Facultad, ellos también empezaran a sospechar. 

—¿Y cómo pretendes que lo haga?

—Insiste en que revisen su bibliografía. Diles que no se inventen los datos o que no los roben aunque la Facultad lo permita. —le respondió. —Se te da muy bien lanzar ese tipo de comentarios y ellos, aunque no lo parezca, te escucharán. Quizá no el cien por cien, pero basta con que el mensaje cale en uno o dos alumnos. Ellos se encargarán de esparcirlo. 

Levi asintió, dejando que Valerie siguiera moviendo sus cuerpos. —Y tú, ¿qué harás?

Valerie volvió a sonreír con malicia. —Ya lo verás. 

El rubio también sonrió. —Qué intriga. 

—Necesitamos que esto se haga aún más grande, pero de eso me encargo yo. No te preocupes. 

—A lo mejor no tienes que ser tan ambiciosa, Valerie. —le advirtió él. —No sé cómo de grande puedes hacer que sea un escándalo como este. Hay muchas variables que juegan en nuestra contra.

La psicóloga acercó su rostro al del médico sin previo aviso, poniéndose ligeramente de puntillas. —Confía en mí. 

—Lo hago, —soltó él, sin pensárselo, sin meditarlo, siendo completamente sincero. —pero no quiero que la cagues. Sabes que yo solo hago las cosas bien. Y, si te despiden porque metes la pata, me cabrearía. 

—¿Porque si me voy tiene que ser por tu culpa?

Levi asintió, rozando sus narices y labios. —Exacto. 

Valerie estuvo a punto de besarle, pero se contuvo. —Esto tiene que ser un escándalo que nos deje en segundo plano, así que, mientras tú le dices a tus alumnos que desconfíen de las praxis de la Facultad, yo me encargaré de que todo vaya como la seda. 

—Ah, ¿ahora no estás desesperada por tener algo de atención?

—No me interesa. —susurró la de melena negra— Esto tiene que ser gordo para que nos dejen en paz.

—¿Tan gordo que podré besarte en mitad de clase? 

Valerie se rio. —Sí, tan gordo que ni siquiera los ciento veinte alumnos se darán cuenta.

—¿Tan gordo que si nos pillan aquí, follando, harán como si nada?

Hacía tiempo que Valerie no sentía tanto los latidos de su corazón, ni el calor de sus mejillas, ni el nudo que carcomía su vientre... Según su calendario menstrual no estaba ovulando, así que, ¿habían sido las palabras de Levi lo que le estaba haciendo sentirse así? ¿Era la mezcla de bata blanca y pijama quirúrgico azul lo que la estaba volviendo loca? ¿La proximidad? ¿Su suave aroma a jabón? ¿Su voz grave? ¿Su peligroso tacto, que poco a poco pegaba más sus cuerpos? ¿El ambiente tórrido de la sala, que no tenía ventilación? ¿La desesperación del cerebro de Valerie por tener un chute de oxitocina y regular la secreción de serotonina?

La parte racional de Valerie se rindió en cuanto Levi besó sus labios de forma voraz, casi lasciva, y dejó de resistirse al médico que, sin pudor alguno, exploraba todo lo que la ropa de Valerie le permitía tocar. Ella tuvo que apartarse unos instantes para recuperar aire, tiempo que él aprovechó para quitarse la bata. Cayó al suelo. En cuestión de segundos, lo único que llenaba el pequeño almacén eran los suaves quejidos de Valerie, algún que otro gruñido de Levi y los chasquidos húmedos de sus besos. 

Levi indicó a Valerie que se quitara la sudadera tirando de la tela de esta. Ella obedeció, y de hecho se quitó también la camiseta que llevaba debajo. De la nada, sus cuerpos estaban separados tan solo por los escasos milímetros de su ropa. Levi se lanzó sobre el torso semidesnudo de Valerie, repartiendo por sus clavículas y escote besos que no eran tan ligeros como los de días anteriores: eran más lentos, como si el tiempo que pasaran allí dentro no importara, y más intensos; tanto, que la psicóloga tuvo que retroceder para buscar apoyo en la puerta. Pegó su espalda contra la fría madera. Valerie agachó la cabeza para asegurarse de que Levi no estaba marcando su pálida piel y, aprovechando que él estaba ocupado, buscó a ciegas el cordón de su pantalón azul. Lo desató. Ni siquiera tuvo que meter la mano por la tela para notar lo excitado que estaba el rubio.

—Levi. —susurró Valerie con la voz entrecortada, con una mano palpando la entrepierna del susodicho y con otra rodeando su ancha espalda —Levi, viene gente. 

El sonido de las ruedas metálicas de lo que parecía ser un carrito se detuvo unos segundos. Levi escuchó cómo alguien rebuscaba algo al otro lado de la puerta. —Joder, —protestó— más te vale hacer que el escándalo sea gordo, porque me la suda quien entre. Voy a seguir follándote-

Valerie le tapó la boca y le empujó hacia atrás. Recuperó del suelo su sudadera, se la puso y se quedó al lado de la puerta. Levi, con el pantalón desabrochado y la camiseta arrugada, imitó a Valerie y se puso su bata. Se dio la vuelta y fingió que estaba buscando algo en los cajones de las estanterías mientras adecentaba su pijama. Tuvo que cerrarse la bata para disimular su visible erección.

Escucharon el pitido de la cerradura y la puerta del almacén se abrió. Valerie se pegó todo lo que pudo a la puerta, escondiéndose tras ella. Un hombre menudo y vestido de blanco empujó el carro con cajas vacías hacia el interior.

—¿Doctor? —preguntó, extrañado. —¿No había terminado su turno?

Levi cerró los ojos, apretó los labios y lanzó cuatro improperios en su idioma natal antes de girarse hacia el enfermero. —Estaba buscando lidocaína. —soltó. — y... gasas. 

El hombre no compró la excusa. Era un veteranísimo enfermero y siempre había tratado a Levi demasiado bien, como si fuera un sobrino o incluso nieto. Se rio, agitó la cabeza e hizo un aspaviento con la mano. —Volveré luego... —dijo, con una sonrisa divertida en el rostro, dando un par de pasos hacia atrás y sacando el carro del almacén— y no diré nada sobre esto. Disfruta de tu juventud todo lo que puedas. 

Y cerró la puerta. Valerie continuaba pegada a la pared. 

—¿Qué? —pudo llegar a musitar.

Levi se limitó a encogerse de hombros y, unas milésimas de segundo después, no pudo evitar soltar una carcajada de lo más sonora, natural, que hizo que Valerie también se riera, incrédula, acuclillándose y tapándose el rostro por culpa de la vergüenza. 

**********

pillinasssss que sois unas pillinas.... de verdad pensáis que iban a claudicar??? pues no. not on my watch!!!! 

como habéis leído, Rashad está utilizando datos que él no ha recopilado en un estudio que está firmando (sí, eso es plagio). qué creéis que está planeando nuestra querida Valerie para que el asunto de la kiss cam deje de perseguirles????? como bien ha dicho ella, es probable que el decanato frene la investigación para no manchar la reputación de la facultad... 

qué pasará? qué misterio habrá?

será en algún momento de esta historia la gran noche de levi y conseguirá menear la colita sin correrse a los dos minutos???

lo sabremos en próximos capítulos!!! 


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