cincuenta y ocho
Los tópicos decían que los neoyorkinos siempre vivían con prisas, siempre llegaban tarde a cualquier lado. Valerie, nacida y criada en la Gran Manzana, prefería excusar a sus paisanos diciendo que no eran impuntuales, sino desafortunados: Nueva York era tan grande que siempre ocurría algo que fastidiaba los planes, como una avería en el metro o la grabación de alguna película. Sin embargo, los sucesos inoportunos no eran exclusivos de su ciudad natal, así que Valerie comenzó a pensar que ella era la realmente gafe. Su ordenador se estropeó justo antes de una reunión en la Facultad de Psicología, su pedido en la cafetería del campus tardó dos minutos más de lo que había calculado, se dejó las llaves del coche en el aulario y, para más colmo, encontró un atasco a la salida de Cambridge. En resumidas cuentas, llegaría muy tarde a su despacho en la Facultad de Medicina.
Con las manos sobre el volante y los pies cerca de los pedales, Valerie alcanzó su teléfono. Lo había dejado sobre el asiento del copiloto y no dejaba de sonar. Sintió alivio cuando vio que se trataba de su mejor amigo y no de alguien de la Facultad de Medicina que llamaba para preguntar dónde narices estaba. Puso el manos libres.
—Hola, Benny. ¿Echas de menos mi maravillosa voz o echas de menos que te cuente mi vida?
Su amigo entonó una risilla. —Ambas, aunque llamo más bien por la segunda.
—Oh, qué bonito. Me encanta tu sinceridad. —soltó Valerie. En realidad, ella también se moría por contarle a Bennett todo lo que había sucedido en las últimas semanas; tenía muchísimas ganas de decirle cómo se sentía. Al fin y al cabo, aunque de vez en cuando discutieran y a pesar de que tuvieran visiones de la Psicología algo distintas, eran mejores amigos. Valerie intentaba no volcar todos sus pesares en Bennett, pero él era la única persona con la que podía hablar sin tapujos, sin miedo a ser juzgada. Él era su mayor confidente, y viceversa.
—Últimamente, apenas me escribes mensajes. ¿Va todo bien? —Teniendo en cuenta que Valerie era una ávida usuaria de las aplicaciones de mensajería, era raro que estuviera en silencio durante días. Bennett tenía claro que algo fuera de lugar estaba pasando. —¿La oxitocina es más importante que la amistad y me has reemplazado por la polla del médico?
—Joder, Benny, claro que no. Trabaja esa inseguridad y ese miedo al abandono, por cierto. —añadió, dejando su teléfono en un hueco de la consola y levantando el pie del embrague para mover su coche unos escasos metros. —Lo único que está pasando es que tengo muchísimo trabajo.
Sin mucha más dilación, la psicóloga le contó a su amigo un resumen bastante detallado de todo lo que había sucedido desde el día en el que el Decano le ofreció un puesto envenenado. Bennett solo pudo suspirar. —Me dejas sin palabras, la verdad.
—No sé cuánto más aguantaré. Con suerte, llegaré de una pieza a junio.
—Ay, no digas eso. ¿Ya estás en plan dramático? No te veía así desde tercero de carrera, Val. —dijo el joven, refiriéndose a aquellos tiempos en los que su amiga soltaba frases escalofriantemente similares. —Esto no es más que un pequeño bache, ya sabes. Eres una chica fuerte; de hecho, ¡eres la tía más maravillosa que conozco!
—¿Por encima de Beyoncé?
—No te pases. —contestó Bennett a la velocidad de la luz. A Valerie le hizo reír.
—Bueno, he vivido cosas peores, tienes razón, pero estoy muy cansada. Física y mentalmente. —confesó, apoyando la cabeza contra el asiento y cerrando los ojos un fugaz instante. —Al principio pensé que tanto trabajo no sería para tanto, pero con el paso de las semanas... Es como si llevara una mochila y cada día fuera metiendo un papel más; al final, pesa.
—Mira el lado bueno, Val: ¿cuántas profesoras de Harvard tienen el lujo de ser parte de la Escuela de Medicina y de la Facultad de Psicología a la vez? Ah, y no te olvides del dinero extra. Te vendrá fenomenal para gastártelo en un spa.
—Créeme, parte de mi sueldo será para un masaje.
—¡Te lo mereces...!
Los silencios entre Benny y Valerie no eran demasiado comunes, y menos aún los incómodos. Ella sabía de sobra que su mejor amigo no iba a colgar sin preguntarle sobre el médico, así que se adelantó.
—¿Qué quieres saber sobre Levi? —soltó, con un tono que podría calificarse como algo molesto. El tráfico volvió a moverse un par de segundos.
Bennett tomó una bocanada de aire de forma audible, como si llevara minutos aguantando la respiración. —¡Menos mal! No sabía muy bien cómo sacar el tema. —dijo, aliviado. —Pues, la verdad, quiero saberlo todo. Vas a odiarme, pero en el vídeo de la Kiss Cam parece que huele a jabón de bebé. ¿Es verdad?
Valerie se carcajeó sin llegar a creerse del todo la pregunta. —Pues no, no huele a jabón para niños. A veces huele al jabón de los hospitales, a ese que dicen que no tiene olor. Otras veces huele a... perfume.
—Era coña, pero gracias por responder. —se rio Benny—Está claro que sabes a qué huele. Eso dice mucho de cuánto te interesa... Pensaba que no prestabas tanta atención a esos detalles.
—El interés es puramente... —Valerie falló en encontrar la palabra adecuada. ¿Profesional? ¿Ficticio? Ninguna lograba describir lo que sentía, así que terminó truncando la frase con un suspiro. Sí, comenzó a fijarse en determinadas cosas tan solo para sentirse más cercana a Levi, pero había otras que simplemente le llamaban la atención por sí solas, como el cariño que le guardaba a sus gatos o lo paciente que era con su mejor amiga.
—Bueno, ¿alguna otra novedad? ¿Le has vuelto a reforzar positivamente o ha dejado de hablarte...?
—Si lo que quieres saber es si hemos vuelto a acostarnos, no.
—¿Tampoco ha habido ningún otro momento de novela erótica?
—Alguno, sí.
Benny ahogó un grito. De no haberlo hecho, hubiera dejado sorda a Valerie. —¿¡Qué!? —exclamó, prolongando la vocal. —¿Y habéis tenido alguna cita más?
—No. Ahora soy yo la que no tiene tiempo. —dijo, entre dientes, dejando entrever que en el fondo sentía algo de rabia. —Apenas hablamos, aunque anoche me llamó.
—¿En serio? ¿En plan ''es que quería escuchar tu voz''?
—No lo sé. —suspiró. Cada vez estaba más confusa. —Estuvo contándome qué es un Holter... Me preguntó qué tal había ido mi día...
Otro chillido frustrado interrumpió a Valerie. —¿¡Qué!? ¿¡Un hombre hetero que se preocupa por ti? ¡Incluso después de sus cuatro minutos de gloria, sigue interesado! Val, ¡qué bien ha funcionado tu estrategia del refuerzo positivo!
Sí, sin duda la estrategia de la psicóloga había sido un éxito. Sin embargo, había una variable que iba a ser mucho más difícil de controlar, y era ella misma. Valerie se frotó la cara. —Ayer, cuando hablamos por teléfono, le notaba tan tranquilo... Como si realmente le calmara hablar conmigo. Y, aunque no le podía ver, sé que estaba sonriendo; se le notaba en la voz todo el rato, Benny. Era tan... distinto. —hizo una breve pausa. —¿Y sabes qué es lo peor? Que cuanto más me doy cuenta, peor me siento.
—¿Por qué?
—Porque me da la sensación de que él no se olvidará de mí tan rápido como pienso.
Tras unos segundos de silencio, Bennett soltó una especie de carcajada irónica. —No engañas a nadie, Valerie.
Ella pestañeó un par de veces y alzó las cejas. —¿Eh? ¿Qué quieres decir?
—Bueno, quizá a otras personas sí, pero a mí no me puedes engañar. Estás colada por él.
Valerie rodó los ojos e hizo una mueca. El tráfico volvió a moverse un instante, así que tuvo que arrancar su coche y levantar el pie del embrague mientras se explicaba: —No, no lo estoy. Lo que pasa es que me ha pillado con la guardia baja. Estoy hasta arriba de papeleo, no tengo tiempo ni para cenar y el estrés hace que quiera llorar por las noches. ¿Cómo no voy a sentir lástima por él si estoy así? Es como cuando lloras con los anuncios de Navidad porque echas de menos a tus abuelos; se aprovechan de tu vulnerabilidad emocional para-
—Ya estás racionalizando tus sentimientos. —bufó Bennett. —Siempre encuentras una explicación para lo que sientes con tal de no admitirlo.
—No estoy racionalizando nada. —se defendió ella. —Además, fue una llamada. Se pierde mucha información no verbal que puede ser relevante y el matiz de la voz no es cien por cien natural. Ah, y era muy tarde, así que él seguramente también estaba cansado; por eso me hablaba tan despacio. —resopló. —Olvida todo lo que te he dicho. No se pueden intuir tantas cosas por teléfono.
Ante el -casi- monólogo de su amiga, Bennett solo pudo reírse de nuevo. —Sí, tienes razón. Por una conversación de teléfono no se pueden notar todas las cosas. —dijo, irónico, porque notaba el evidente nerviosismo de Valerie a través de la línea telefónica, y ni siquiera tenía a su amiga delante. —Aún así, te estás comiendo demasiado la cabeza para buscarle una explicación a todo, Valerie. ¡Deja que las cosas fluyan!
Ella negó con la cabeza. —No, no puedo fluir. Si fluyo, la cagaría otra vez, como con la Kiss Cam.
Oh. Valerie se dio cuenta del significado implícito de sus palabras: fluir significaba dejarse llevar por lo que verdaderamente sentía, fluir era relajarse y disfrutar del momento. Y, curiosamente, todas las veces que había dejado de lado su premeditado plan, había terminado besando a Levi... e incluso había llegado a sentirse en las nubes.
Ignoró sus pensamientos y se aclaró la garganta. —Sea como sea, tengo un objetivo principal, y ahora que piensan agotarme, quiero cumplirlo más que nunca. Esta universidad necesita un buen cambio, así que no puedo dejar nada a la casualidad.
—¿Ves? Estáis hechos el uno para el otro. Resulta que los dos sois unos ambiciosos de cuidado y unos maniáticos del control.
Valerie fue la que soltó una carcajada que oscilaba entre la amargura y la ironía. —Sí, seguro.
*****
El ambiente en la Facultad de Medicina era algo extraño y se alejaba de la solemnidad que lo caracterizaba. Se podía sentir cierta crispación en el ambiente, como si estuviera a punto de desatarse una guerra. La sala de profesores, que normalmente estaba llena a media tarde, tenía las luces apagadas y la puerta abierta, señal de que no había nadie. Valerie pasó de largo y continuó caminando hacia su despacho.
Según lo que había oído de unos alumnos, los departamentos de la Facultad habían comenzado a señalarse los unos a los otros: ningún profesor quería que atribuyeran a su respectivo grupo de investigación un estudio plagiado; las acusaciones y conjeturas volaban como dardos intentando encontrar el centro de una diana, pero nadie daba en el blanco.
Valerie abrió la puerta de su despacho, dejó su bolso cerca de una torre de libros y se sentó en la incómoda y vieja silla de oficina que presidía el escritorio. Se recogió la melena con una pinza y, a pesar de tener la vista cansada y ganas de dormir una buena siesta, encendió el ordenador del despacho y comenzó a responder a todos los correos electrónicos que se habían acumulado en su bandeja de entrada.
Dejó de teclear de golpe cuando escuchó cómo llamaban a la puerta. Tenía claro que no era Levi; los toques en la madera habían sido demasiado gentiles, no demandantes y rápidos. Después de revisar su agenda y comprobar que no esperaba a nadie, con voz grave pero algo tensa, preguntó: —¿Si?
Esperaba a algún alumno, puede que al Doctor Braun, incluso al Decano, pero jamás pensó que Rashad iba a ser quien abriera la puerta. Ataviado con un traje de raya diplomática azul y corbata rosa, fingió una sonrisa cortés y señaló una de las sillas libres del despacho.
—¿Puedo? Por lo que veo, estás muy ocupada.
La sorna hizo que Valerie hincara los codos en la mesa con más fuerza de la esperada. Hizo un gesto con la cabeza antes de apoyar la barbilla entre sus nudillos, indicando al neurólogo que podía tomar asiento. —Tengo un hueco. —mintió Valerie. Odiaba tanto a aquel hombre que le estaba costando mantener su sonrisa falsa y exagerada. Sentía cómo se le entumecían los músculos de la cara. —¿Qué necesitas?
—Oh, —Rashad se cruzó de piernas y alisó la tela de sus pantalones con aire altivo. —solo venía a ver si habías cambiado de opinión.
—¿Sobre qué?
—Ah, —la ingenuidad que simulaba empezaba a sacar de quicio a Valerie. —sobre el puesto que te ofrecí en mi estudio. Como ahora pasas más tiempo con los alumnos de Psicología, quizá te veas con más fuerzas para ser la luz que les guíe en este duro camino.
La profesora se rio. No pudo evitarlo. —¿Qué? —dijo, incrédula. —¿De verdad me estás preguntando esto?
—Sí. Tu perfil encaja mucho mejor en mi estudio que en el de Braun, Valerie. Y, como ya te dije, me aseguraré de que formules como autora. —se llevó las manos hacia el pecho, las juntó e hizo un puchero que a Valerie le pareció ridículo. —Por favor, únete. También me aseguraré de que no sea una carga para ti-
—¿A qué viene todo esto? Creo que fui lo suficientemente clara. —le interrumpió Valerie, seria. Rashad dejó de hacer gestos teatralizados y, por fin, mostró lo que sentía: enfado. Estaba molesto. Succionaba sus carrillos y su mirada, que se paseaba por el suelo del despacho, ardía con furia. —No voy a participar en tu proyecto, y menos aún cuando me has denigrado delante de médicos y profesores.
Rashad frunció los labios y asintió despacio, como si estuviera procesando las palabras de Valerie. —¿No? Estás trabajando con Braun y él también te ha denigrado.
En parte, tenía razón, pero no iba a dársela. Valerie inclinó la cabeza. —¿Te da rabia que salga a cenar con él y no contigo? Oh, pobre.
—Su estudio carece de validez. —insistió. —Estás trabajando con alguien sin escrúpulos. No tardará en echarte la culpa, y te irás a la calle.
La sonrisa de Valerie se volvió sincera. —Tus intentos para convencerme son patéticos. No lo vas a conseguir. Además, no es su proyecto: es nuestro, de los dos.
—¿Te ha manipulado? —preguntó el neurólogo, con la voz agudizada por la rabia. —Ah, no, ya sé lo que ha pasado. En el fondo, eres como el resto. Una rata deseando escalar puestos, ¿no? Pues Levi no va a ponértelo fácil. Si quieres ganarte una plaza, debes estar a mi lado.
Valerie se deslizó hacia atrás, empujando la silla con los pies. Se levantó y caminó hacia la puerta ante la atenta -y llena de ira- mirada de Rashad. Giró el picaporte. —No voy a participar.
—Tú y yo podríamos haber llegado muy lejos. —masculló el médico que, con resignación, se levantó de su asiento. Se volvió a alisar los pantalones y la chaqueta. Se giró hacia Valerie y la señaló con el índice con desprecio. —¡Tú y yo podríamos haber sido muy grandes, Berkowitz!
Ella se limitó a contener una carcajada. —¿Robando los datos de los trabajos de tus alumnos?
Y, por fin, Rashad estalló. Entró en cólera. —¡Has sido tú! ¡Guarra chupapollas! —gritó, haciendo aspavientos con las manos. Valerie tuvo que esquivarle un par de veces para evitar recibir un golpe. —¡Sabía que habías sido tú desde el principio, joder!
Valerie no iba a volver a quejarse jamás de lo lejos que estaba su despacho o de lo pequeño que era. De haber estado ubicado en otra parte del edificio, seguramente Rashad habría terminado zarandeándola, o algo aún peor. Logró alcanzar un libro que estaba en un montón para defenderse, pero blandir aquel manual no fue lo que la salvó de una inminente bofetada.
Si el despacho de Berkowitz estuviera en otro lugar, Levi no podría haber escuchado los gritos de Rashad... y no podría haber abierto la puerta de golpe. Su mera presencia fue suficiente para que el neurólogo retrocediera un par de pasos, confuso.
—¿Qué cojones estás haciendo? —preguntó el rubio. Su figura, imponente, ya era lo bastante amenazante, pero su mirada sombría y la tensión de su mandíbula asustaban aún más. Se giró hacia Valerie. —¿Qué cojones le has dicho?
—¡Tú...! —Rashad, en una medida desesperada de sacar a flote la situación, se acercó a Levi con pasos largos y agarró la solapa de su bata, implorante. —¿Sabías que esta hija de puta ha difundido el rumor que me está matando, Levi?
El susodicho solo tuvo que mirar a Rashad para que dejara de asir la tela de su bata. Evidentemente, no iba a meterse con alguien que medía treinta centímetros más. —¿Quieres pegarme? Inténtalo.
Valerie vio cómo Rashad llegaba a la conclusión de que tanto ella como Levi eran los catalizadores de lo que iba a ser una reacción en cadena. Sus ojos oscuros se llenaron de ira y, sin previo aviso, se puso a gritar de la forma más desgarradora posible: —¡Puto traidor...! ¡Confiaba en ti, Levi! —chilló. —¡Sois auténtica escoria, y me encargaré de que acabéis fuera de esta universidad! Sea como sea, ¡haré que os pongan de patitas en la calle! Y sobre todo tú, —señaló a Levi— que piensas más con la polla que con la cabeza. Haré lo que sea para que dejes de ejercer. ¡No me moriré sin veros en la más asquerosa miseria!
Levi, cansado de oír el discurso típico del villano de una película de superhéroes, agarró a Rashad por los hombros y lo empujó con fuerza fuera del despacho. Le cerró la puerta en las narices y, sin pensarlo mucho, alcanzó una de las sillas y la colocó bajo el picaporte. Suspiró mientras Rashad golpeaba la puerta desde el pasillo.
Se giró hacia Valerie. —¿Estás bien?
Ella asintió. Dejó el libro que había elegido como arma arrojadiza en el escritorio y se retiró de la frente un par de mechones que habían escapado de la pinza. Levi hizo ademán de acercarse a Valerie para comprobar si lo que decía era cierto, pero los incesables golpes en la puerta y las injurias que profería Rashad le hicieron chasquear la lengua y sacar su teléfono.
—Joder, voy a llamar a seguridad. —bufó. —O directamente al servicio de psiquiatría para que le inyecten un relajante muscular. ¿Qué le has dicho para desquiciarle tanto?
Valerie se apoyó en el escritorio -la adrenalina estaba abandonando su cuerpo y se sentía algo débil- mientras Levi marcaba un número de teléfono.
—¿No es obvio?
Levi sonrió de soslayo. —Bien.
**********
de verdad mira que he escrito personajes que me caen mal y que son auténticos gilipollas pero es que rashad....... no le aguanto le odio le odio le odioooooooooooo
capítulo con varias cositas que desengranar, como por ejemplo: creéis que valerie realmente está colada por levi¿¿ según bennett sí, pero ella no lo ve muy claro.... chanchanchannnnnn siente lástima porque sabe que le va a partir el corazon??? o levi es realmente un verdadero unga unga y se la pelará¿¿?? quién sabe!!
en fin, siempre digo que se vienen curvas pero es que SE VIENEN CURVAS. en todos los sentidos. preparad una caja de pañuelos, porsiacaso. no os voy a decir para qué ;)
un besitoooo os mando buenas vibras chaoooo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro