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cincuenta y dos

Contra todo pronóstico, Valerie estaba impaciente. No era una de esas personas que lo pasaban mal esperando durante horas ni de esas que miraban el reloj constantemente entre resoplidos, pero aquel día era todo lo contrario. Miró por enésima vez el reloj de su teléfono móvil, fijó la vista en el suelo y se planteó sentarse sobre las baldosas de mármol. Se había apoyado en la pared del pasillo de los despachos, pero eso no parecía ser suficiente para aliviar el peso que recaía en sus pies. 

A lo mejor por eso se le estaba haciendo larga la espera: deseaba poder sentarse en el sofá del despacho del Doctor Braun. O quizá deseaba muchas otras cosas, porque, cada vez que no se centraba en el color rojizo de las baldosas, su mente comenzaba a mostrarle una ristra de posibilidades infinitas que hacían que su pulso se acelerara. Chasqueó la lengua y abrió Instagram con la intención de distraerse. Gracias a un post sobre salud menstrual que apareció en su feed, llegó a la conclusión de que la repentina y ávida atracción por Braun se debía a la ovulación. Si no, ¿qué sentido tenía?

No había nadie en edificio de oficinas y despachos -quien no estaba en la cafetería, estaba disfrutando de alguna charla o mesa redonda en el aulario-, así que Valerie no tuvo problema en distinguir la voz de Levi, que resonaba por los pasillos de la planta baja. Parecía hablar por teléfono. Al rato, le vio subir las escaleras.

—Te llamo luego. —le oyó decir. Sacó las llaves del despacho del bolsillo de su bata y Valerie aprovechó para despegarse de la pared y acercarse a él. —Tengo una reunión importante. —dijo mientras abría la puerta. Dejó que Valerie pasara primero. —No, no sé a qué hora acabará. Te llamo luego. Sí, adiós.

Y colgó. Alzó la vista mientras cerraba la puerta para observar a Valerie, que caminaba despacio, como si estuviera tanteando el despacho, hacia el escritorio. Levi sintió que su cerebro se hacía papilla, y lo peor de todo es que no la tenía cerca. Valerie se apoyó en la madera del escritorio con aire desafiante. Su cabello ondulado recogido en una coleta alta, su blusa de satén verde, sus tacones, los lunares de su cuello y escote que parecían formar una constelación, su mirada intensa, sus labios levemente fruncidos y pintados de un tono amarronado... Había algo en ella aquel día que le estaba atrayendo con la fuerza de un gigantesco imán. Sí, tenía claro que Valerie le gustaba, pero nunca tanto como aquel día... nunca tanto como para romper las reglas que ella misma había impuesto.

A Valerie le pasaba algo parecido: a lo mejor era la combinación de pantalones de traje y camisa blanca, que se ceñía en sus hombros y cintura; la incipiente barba algo más oscura que, por alguna razón, le hacía verse más maduro; su forma de hablar en la charla, seguro de sí mismo; su mirada cargada de deseo, su cabello algo despeinado... Aún así, aunque estuviera deseando entrelazar sus dedos con los mechones rubios de Levi, Valerie era consciente del peligro que entrañaba el estar en el despacho. El enorme ventanal podía delatarles en cualquier momento.

La psicóloga se sentó en la mesa con un quejido. Se frotó el tobillo derecho. —¿Te importa si me quito los zapatos mientras estamos aquí?

Como si se tratara de una orden en lugar de una pregunta genuina, Levi se acercó a ella y se acuclilló. Con cierta delicadeza, desató la correa de los tacones de Valerie y se los quitó. Alzó la vista y clavó su mirada ocre en el rostro algo sonrojado de Valerie.

—¿Mejor?

El cerebro de Valerie no se hizo papilla: se hizo directamente caldo. Solo pudo asentir, tragar saliva y darse cuenta de que ver a Levi así -acuclillado, sin observarla por encima del hombro, con una mirada entre tierna y anhelante- era la señal que necesitaba para mandar al garete  todos los límites que había impuesto entre ambos. Levi le acababa de confirmar que le importaba más bien poco cómo actuara a partir de entonces; estaba perdido por Valerie, y si para estar a su lado tenía que obedecerla, lo haría.

Levi se reincorporó, suspirando. Valerie tuvo la oportunidad perfecta para colocar las manos en su pecho y conducirle hacia la silla de oficina situada detrás del escritorio. Él se dejó caer en la silla, y Valerie, que ya había comprobado que aguantaba el peso de ambos, se sentó a horcajadas en el regazo de Levi. 

Él enarcó las cejas. —Pensaba que lo del asiento lo decías de forma literal. —comentó.

Valerie se rio con suavidad. —Estoy sentada, ¿no? Eso es lo que cuenta.

Y se lanzó. Levi aceptó el beso sin rechistar, como era obvio, y dejó que sus manos se posaran en la cintura de Valerie. Ella era quien llevaba el ritmo, como en ocasiones anteriores, pero Levi notó que era algo más rápido y profundo que otras veces. 

—¿Ahora no te importa que nos vean? —murmuró Levi contra los labios de Valerie, echando su cabeza hacia atrás levemente. Notó el roce de la boca de su compañera curvándose en una sonrisa juguetona. 

—No. —confirmó ella, hundiendo las yemas de sus dedos en el cabello de Levi. 

—Bien. —y giró la silla hacia el ventanal, dejando que la luz del día iluminara más el rostro salpicado de lunares de Valerie, sus brillantes ojos verdes y sus labios humedecidos. —Pues, si no te importa, —la cercanía entre ambos le obligó a darle un beso corto; no lo pudo evitar—que cualquiera que pase se dé cuenta de lo que estamos haciendo.

Valerie solo pudo soltar una risilla. Volvió a besarle y se dio cuenta de lo difuso que estaba su objetivo: ¿era una recompensa por haber espantado a Rashad tal y como le pidió? ¿Estaba intentando establecer un refuerzo intermitente? ¿Le besaba simplemente porque quería, porque anhelaba su tacto? ¿O necesitaba satisfaccer una necesidad?

Mientras Levi besaba la comisura de sus labios, su barbilla y sus mejillas, Valerie desabrochó los primeros botones de la camisa blanca del médico, los suficientes como para dejar expuestas sus clavículas y algo de su pecho. Valerie, que hasta entonces no había podido, pasó sus manos por debajo de la tela y sintió cada fibra de los hombros y cuello de Levi. Sí, en realidad, lo que añoraba era el contacto piel a piel, acariciar el cuerpo de Levi, sentirlo.

Dejó que el Doctor besara sus labios de nuevo. Pronto, sus lenguas volvían a explorar la boca del otro, sin remordimientos. Gracias a las jornadas interuniversitarias, nadie paseaba por los pasillos del edificio de enfrente... y gracias a los gruesos muros del despacho, nadie podía oír los chasquidos que la silla emitía por vaivén de sus cuerpos, ni los sonidos  húmedos ni los suaves quejidos del médico.

Las manos de Valerie no dejaron de explorar el torso de Levi, y las de él hicieron lo mismo: sus caderas, su espalda, cintura, su abdomen, su pecho; no podía dejar ni un solo milímetro de Valerie sin sentir. 

Aprovechando una pausa para tomar aire, ella terminó de desabrochar la camisa de Levi. Estuvo a punto de soltar una frase de lo más obsceno cuando vio sus abdominales bajo la plena luz del día, pero su voz grave le distrajo.

—Bésame como quieres que te bese. —le dijo, con un tono que rozaba la súplica.

Valerie estuvo más cerca que nunca de soltar la obscenidad más sucia jamás escuchada en el planeta Tierra. Estuvo muy, muy cerca de decirle a Levi que hiciera lo que quisiera con ella. Era una de las cosas más atractivas que nunca le habían dicho, un "enséñame" que demostraba que Levi solo quería una cosa: hacerle sentir bien.

Obedeció y comenzó a besar el cuello del rubio. Repartió besos cortos, algo juguetones, por todo su cuello y parte central del torso, y después dejó que él la imitara. —¿Crees que puedes hacerlo mejor?

Levi se tomó la libertad de tirar con suavidad de la coleta de Valerie. Así, tenía un mejor acceso a su cuello. Ella alzó la vista al techo, puso su mano en la nuca del Doctor Braun y confirmó que él era un alumno excelente. Sus besos eran ligeros y húmedos, y el cosquilleo que le producía el roce de la reciente barba de Levi le hizo estremecerse. Él continuó su camino por el torso de Valerie hasta llegar a su escote, donde se detuvo unos instantes. Lo besó hasta saciarse, o al menos hasta que logró que Valerie soltara un suspiro. Alzó la vista.

—¿Quieres que me quite la blusa? —preguntó ella, aun con su mano en la parte posterior del cuello de Levi.

Él asintió, implorante e impaciente, y ella comenzó a desabrochar un par de botones para poder quitarse la prenda. La lanzó hacia atrás. Levi, con acceso pleno a su pecho, continuó besándolo, jugueteando con los tirantes del sujetador, intentando sonsacar algún otro suspiro a Valerie. Ella comenzó a balancear sus caderas con más intensidad, buscando el roce, y los chirridos de la silla se hicieron más frecuentes.

Fue Levi quien intercaló un par de quejidos entre besos y pequeñas caricias. Podía sentir la presión creciente de su entrepierna, y estaba seguro de que Valerie podía sentirla también.

La psicóloga sonrió al escuchar la voz quejosa y tensa de Levi. Cualquiera diría que alguien con su ego y envergadura podría ser un manojo de nervios como él, que parecía estar conteniéndose. Valerie tomó el rostro del cardiólogo entre sus manos. Intercambió una mirada algo sugerente con él.

—¿Quieres fo-

¿Quieres follarme aquí mismo? es lo que hubiera dicho Valerie si los xilófonos del tono de alarma del teléfono de Levi no hubieran resonado por todo el despacho. Él sacó el móvil del bolsillo de su bata y paró la alarma. Sin casi darle tregua, volvió a besar a Valerie.

El teléfono volvió a sonar casi al instante. Aquella vez, era un recordatorio. Levi iba a ignorarlo -por primera vez en su vida, la Medicina no era una prioridad-, pero leyó de reojo el texto de la notificación emergente y cambió de idea.

—Joder.

Valerie ya había vuelto a la realidad y se estaba enfriando por momentos, aunque estuviera todavía abrazada al atlético cuerpo de Levi. —Oh. —musitó. —No recordaba que eras el invitado estrella de una mesa redonda...

El rubio agitó la cabeza y ancló las caderas de Valerie contra las suyas, utilizando el agarre firme de sus manos. —Da igual. Quédate. Que les den por culo a esos viejos animales.

—No puedes faltar así como así. —le dijo ella. Hizo un puchero al ver la más pura decepción reflejada en el rostro de Levi. —Tienes que estar en esa charla —acercó su cara a la suya— y demostrarles quién es el que manda.

Levi frunció ligeramente el ceño. La idea de ir a hablar sobre nuevas tecnologías en la cardiología no le apetecía tanto como Valerie. Serio, miró a los ojos de la joven. —Podremos seguir más tarde con esto, ¿no?

Valerie sonrió algo enternecida. —Pero, ahora que hemos terminado el borrador, no tenemos excusa para quedarnos aquí.

—Quiero follarte donde sea. —confesó.

—Guau. —fue lo único que pudo musitar Valerie. Miró hacia el ventanal unos segundos, buscando tiempo para encontrar una buena idea. —Si el sábado se te ocurre algo original que podamos hacer juntos, quizá... podamos acabar con esto.

Valerie le dedicó una sonrisa. Levi asintió, aceptando el reto, y aún sin tener la menor idea de que Rashad tenía algo de razón: la mujer que le gustaba podría traicionarle en cualquier momento.

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este es el típico capítulo en el que nadie comenta nada porque estáis bien entretenidas leyendo... anda...... pillinas......

para poneros los dientes largos, ahí va un spoiler: habrá más oportunidades y levi no tendrá que trabajar, lo prometo

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