Primera Cita
OBLIGADO.
Mi vida es horrible.
Me encuentro ahora yendo a una cita con Bryan. ¡Una cita con Bryan Mouque! El chico que preparó todo un espectáculo para mí y yo simplemente esquive ingeniosamente cada uno de sus movimientos es ahora con quien deberé encontrarme. Aja, con ese voy. Todavía no puedo creer que acepté salir con Bryan, y que yo haya sido quien lo invitó. Pero en mi defensa diré que todo fue culpa de tres personitas que no paraban de fastidiarme toda la bendita semana.
Mientras yo me encontraba coqueteando con cualquier chica que encontré –cabe recalcar que era preciosa–, Alonso y Jos vinieron a mí y, llevándome como su rehén, fui reunido con Alan en el salón de artes. Los tres impidieron que saliera del aula sin antes escucharlos, pero estaba más ocupado en recuperar la atención de aquella morena que en sus patéticos discursos morales, sociales y sentimentales. Estaba desesperado, la chica era de intercambio, no pienso perder mi oportunidad con una brasileña como Chantal. Sin embargo, tuve que permanecer callado y sentarme en uno de los pupitres, pues fui amenazado por Alonso, quien prometió azotarme con su látigo. Ese rubio tiene un gran fetiche que deberá solucionar o ninguna chica querrá salir con él.
—Bien, ya estoy aquí. ¿Qué es lo que quieren? —pregunte exasperado, deseando con todas mis fuerzas salir del recinto.
—Cierra la boca y escucha lo que tiene que decir Alan —masculló el de ojos grandes—. Es una propuesta.
—La única propuesta que quiero escuchar es la de Chantal suplicando un revolcón conmigo.
Recibí un tremendo golpe en el brazo, cortesía de Jos, y luego un latigazo en la pierna derecha que dolía como el infierno. Grité tan fuerte que creo haber reventado los oídos de mis amigos.
—¡¿Eso que fue?! —chillé adolorido, pasando mis manos por la pierna.
—Para qué calles y nos dejes hablar a nosotros —sonrió Alonso, enredando su látigo como si el objeto fuese un útil tan habitual en la escuela—. Alan, ya díselo.
Alan, que permanecía sentado en el escritorio con su expresión seria –como siempre–, me miró detenidamente mientras levantaba los brazos hasta dejar reposar los codos sobre la mesa y unir los dedos de sus manos. Respiró profundo y luego lo soltó, relajando los hombros. Se levantó bruscamente y golpea la mesa con la palma de sus manos. No cambió de gesto, parecía amargado la mayoría del tiempo y serio con cualquier tema, y esta no era la excepción.
—Freddy, tendrás una cita con Bryan.
—¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! –protesté, levantándome de mi asiento. Me cruce de brazos y voltee la cabeza hacia otro sitio— De ninguna manera, no soy homosexual. Además, tengo citas más importantes... ¡Ahaha!
Alonso me soltó otro latigazo ahora en la espalda que me mandó de rodillas al suelo inmediatamente.
—¿Esto es legal? ¿Golpear a tu mejor amigo con un látigo es legal?
El menor del grupo sonríe con gracia y sus mejillas se ponen levemente rojas.
—Imagina que estas en una sesión sadomasoquista, te parecerá placentera una vez que te acostumbres —de pronto sus ojos cambiaron a un verde oscuro y una sonrisa maliciosa apareció en sus labios—. A menos que te portes mal y tenga que tomar medidas drásticas.
Su timbre de voz paso de aguda y tierna a una ronca y baja, algo que me puso los pelos de punta. Me incorporé con un poco de dificultad del suelo, alejando de mis pensamientos el dolor punzante en la espina dorsal, y una vez de pie regresé con Alan.
—Lo siento, no voy a salir con Bryan. No pueden obligarme.
—No estás siendo obligado.
—¡¿A no?!
—No —repuso—. Mira, esté es el trato: Tú sales con Bryan en una cita, le das la oportunidad de impresionarte, y si después estás seguro de no querer nada con Bryan nosotros te dejaremos de molestar y Bryan asumirá tu rechazo.
—Esto es ridículo, no lo haré.
—¿Por qué no? Me parece un trato justo.
—Porque ya les dije que no me interesa Bryan.
—Si estuvieras tan seguro de eso no te molestaría en aceptar —Alan levanta una ceja de manera retadora—. ¿O qué? ¿A caso el grandioso Freddy Leyva tiene miedo de caer en los encantos de Bryan Mouque?
—Ningún encanto puede seducirme —aseguré.
—¿Entonces?
Pensé un momento en lo que mi amigo propuso. No sonaba tan mal después de todo. Tal vez tengan razón, no pierdo nada si estoy seguro de lo que digo, y yo nunca me equivoco. Fácil: Salgo con Bryan en una cita y al día siguiente digo que nada cambió, ellos dejaran de fastidiarme y yo podré conocer más chicas bonitas sin sentir culpa. Es buen plan.
—Bien. Díganle a Bryan que aceptó salir con él.
—Yo nunca dije que debías aceptar tú la cita.
—¿Ah? —musite, confundido. Jos sacó mi celular de mi propio bolsillo y me lo extiende— Ósea... ¿Pretenden que yo lo invite a salir?
—Pretendemos muchas cosas —contestó Alonso, riéndose de su propio chiste.
—Aquí tienes —Alan me muestra una hoja que contenía distintos datos—. Llámalo y dile todo lo que está escrito ahí.
Gruñendo, acepte ambos objetos y me di a la tarea de llamar al número de Bryan. Una vez hecho, me lleve el artefacto a la oreja y esperé a que contestara.
—¿Freddy?
—¡Hey, hola! —lo saludé. Podía oír claramente como su voz no tenía ánimos para nada— Oye, llamaba para preguntarte algo.
—Suéltalo.
Aleje un poco el celular de mi boca y tome un gran bocado de aire. Mis manos comenzaron a sudar y mi cuerpo no estaba respondiendo correctamente. ¿Qué me pasa? Estoy nervioso, lo sé, pero no tengo ni idea porqué. Quizás se deba a la cita obligada que tendré.
Alce la hoja que Alan me dio para leer su contenido. Comencé a decir...
—Bryan, quiero pedirte una disculpa por lo de la otra vez. Fui... ¡¿un grandísimo idiota?!
Miré a mis amigos exigiéndoles mudamente que me explicaran aquella frase, a lo que obtuve como respuesta unos hombros encogidos. Eche a volar mis ojos y continué con mi lectura...
—Como sea, lo que hiciste por mí fue muy... halagador —"¿Pero qué rayos pusieron en la nota?"— y yo sólo fui un... ¿imbécil?... por haberte rechazado sin escucharte primero.
—E-Está todo bien, Freddy —murmuró Bryan del otro lado de la línea—. No fue tu culpa, creo que yo me pase un poco.
—Sí, bueno, lo hiciste —asentí nerviosamente, me era muy vergonzoso recordar aquel día. Luego continué leyendo—: Por eso quisiera remediar mi error y preguntarte sí... ah... tú... ya sabes... ah... ah...
No podía sacar las palabras de mi boca, me estaba costando mucho trabajo. Es como si un gran nudo creciera sobre mi garganta y le impidiera el paso a cualquier cosa que intentará decir. Fue una sensación bastante molesta.
Moví mis pies inquietos, la ansiedad me consumía, y de pronto empecé a transpirar exageradamente. Por poco creí que se me caería el celular de mis manos. Trague saliva para ahuyentar la sensación de una roca atravesada en mi cuello y tomé el valor suficiente para pedírselo. Ya había aceptado, y el látigo de Alonso no tiene piedad de nadie.
—¿Te gustaría tener una cita conmigo? —pregunté de forma veloz, tropezando con cada palabra.
Oí un grito ahogado por su parte y después me imaginé sus labios formar una enorme sonrisa.
—¿Hablas enserio?
—Desearía que no —pensé en voz alta. Jos gruñó como perro rabioso pero simplemente lo ignoré—. Entonces... ¿qué dices?
—¡Claro que acepto!
Aquella felicidad tan repentina en Bryan extrañamente me hizo sonreír.
—Bien. El viernes nos vemos en Papillon, reserve una mesa a nuestro nombre para las siete en punto.
—¡¿Papillon?! ¡¿No es un restaurante carísimo?!
—Tú no te preocupes por eso. Mereces lo mejor, Bryan, así que sólo disfrutalo, ¿me oíste bien?
Abrí mis ojos con impacto. Esto no estaba en el libreto.
—Ah... S-Sí. Lo haré —aceptó.
—Bien —dije. Ya había leído todo lo que mis amigos escribieron en la hoja, ahora me toca agregarle algo a mí—. Esto no quiere decir que lo nuestro está garantizado, quiero darte una pequeña oportunidad, pero no seré el responsable si esto fracasa. ¿De acuerdo?
—Entonces... ¿Sólo me invitaste a salir contigo para saber si lo nuestro podría funcionar?
Cuando lo dice tan seco suena realmente mal.
—Am... ¿Sí?
—De acuerdo. Aceptó salir contigo. No desaprovecharé mi última oportunidad.
Apreté mis labios inconscientemente y de nuevo sentí como mi cuerpo colgaba de un hilo. Su tenacidad estaba por matarme. Me puso muy nervioso imaginar otra declaración similar a la anterior. Conozco muy bien a Bryan, si hablamos de personas que se proponen una meta y la cumplen, ese es él. Temó que haga cosas que me incomoden, me sujete por la cadera y me obligue a mirarlo a los ojos mientras el espacio entre nuestros cuerpos disminuye, susurré para mí y que de pronto esté tan avergonzado que hasta mis defensas caigan a sus pies. A veces me siento demasiado pequeño a su lado, y eso me molesta. Todo en Bryan Mouque me molesta, exclusivamente que sea esa clase de persona que sabe qué decir todo el tiempo; sus palabras fluyen de manera irresistible. Es un experto en la labia, pero acertado, mientras que yo la utilizo torpemente y suelo perjudicarme con mi propia boca. Sin embargo, aún con mi envidia rodeando su ser, no impidió que nuestra amistad fuese una de las más fuertes del grupo.
Desde que lo conocí no ha habido otra persona con la que quisiese pasar las veinticuatro horas del día. Bryan influyo bastante en mí, me enseñó muchas cosas y cambio perspectivas de otras; siempre fue atento y me apreciaba por lo que soy. Nunca había conocido a alguien a quien le importara mucho. Pero, todo lo bueno tiene un fin, y fue esa vez que descubrí la orientación sexual de Bryan y lo que sentía por mí. No mentiré, me alejé mucho tiempo de él, lo estuve evitando por meses hasta que Bryan vino a mi casa y nos sentamos a hablar. Una parte de mí no quería estar más tiempo lejos de él pero otra me decía que continuando a su lado sólo lo lastimaría.
Yo no quise ilusionar a Bryan, por eso le hice saber que lo nuestro jamás sucedería y únicamente lo veía como un amigo más, a lo que él asintió aceptando la realidad. O eso creí...
—Alfredo Leyva. Reservación para las siete —le dije a la bonita chica que se hallaba al otro lado del mostrador. Tecleo unas cuantas cosas en su computador y una bella sonrisa apareció en sus labios cuando terminó.
—Aquí esta. Reservación privada para las siete. Su cita lo espera, señor Leyva —la chica me invitó a pasar y un hombre en traje se acercó a nosotros—. Manolo, escóltalo hasta su mesa por favor.
—Por supuesto. Por aquí, caballero.
Mientras seguía al hombre elegante, no pude evitar sentirme nervioso y jalar el corbatín que traía puesto para que mi saliva traspasara sin problemas. No puedo creer que Bryan ya esté aquí, y que nuestra mesa se ubique en lo más profundo del restaurante: sin gente a nuestro alrededor. No cabe duda que mis amigos se fijaron en cada detalle, puesto que soy una persona muy distraída y que le gusta disfrutar de las bellas damiselas cuando estas cruzan mi camino, debieron suponer que una reservación privada podría evitar que mi impulso de idiotez arruine el momento. Un momento que deseo terminar desde que desperté.
—Aquí es, señor —dijo el empleado, deteniéndose en una puerta color cobre. Abrió ésta y me invitó a entrar—. Enviaré a un camarero para que puedan ordenar. Con su permiso.
—Propio —dije. ¿Qué? No he perdido la educación.
Una vez adentro, me detuve a observar la pequeña sala en la que nos encontrábamos. Finas telas de seda adornaron la ventana con el paisaje de la ciudad, colores cálidos y que abrían el apetito, un dulce olor a manzanilla con rosas y la luz más suave que desprendía el gran candelabro sobre la mesa. Miré a Bryan sentado en su lugar, sólo observándome con una sonrisa y sin pronunciar palabra alguna. Le devolví el gesto mientras tomaba asiento sobre la única silla desocupada de fiel madera oscura. La mesa redonda ya estaba lista para recibir los platillos, con su mantel al contraste y en el centro reposando una pequeña lámpara ovalada que desprendía luz eminentemente. Estaba boquiabierto, nunca había visitado un restaurante tan elegante como este.
—Me encanta ver tu cara de asombro, es... linda —dice Bryan con una ligera risilla. Yo me puse rojo hasta las orejas.
—G-Gracias... creo.
—Yo... am... Te traje algo.
Por favor que no sea un ramo de flores, por favor que no sea un ramo de flores.
—Ten.
Bryan me entregó una pequeña caja envuelta en papel decorativo. Con su mirada me dijo que la abriera, y eso hice. Una cadena dorada llamó mi atención, y para rematar, el dije en forma de una plumilla de guitarra tenía escrita mi inicial. Sonreí bobamente por ello, recuerdo haberle mencionado mi afición por las plumillas.
—Gracias, Bryan, es lindo —le agradecí. Saque el contenido de su caja y abrí éste—. Me lo pondré ahora mismo.
—Déjame ayudarte.
Antes de que pudiera protestar, sus manos retiraron la cadena de las mías y su rostro se hallaba a sólo centímetros de mi cuello. Alce la cabeza, desviando la mirada a otro punto. Era bastante incómoda la posición, estaba que me moría, su tibia respiración me golpeaba tan expresamente que tuve que aguantar la mía. Me volví un lío en ese momento, no tenía cabeza para pensar, estaba tan absorbo en lo que Bryan hacia entre mi cuello que olvide aquella capacidad de conciencia sobre la invasión de mi espacio personal. Nunca lo aparte después de todo. Espero que el restaurante no tenga cámaras de seguridad porque imaginar que alguien nos ve sólo logra perturbarme.
Sentí un pequeño rose de sus dedos en mi piel y no pude evitar cohibirme. Cuando al fin acabo, regresó a su asiento como si nada mientras mi rostro se torneaba de diversos colores. Baje la mirada y empecé a jugar con mis manos, intentando aclara mi mente. ¿Por qué rayos me siento así?
De pronto, escuché como tocaban la puerta y después entraban por ésta.
—Buenas noches, caballeros. He venido a tomar su orden.
—¡Uf! ¡Qué bien! ¡Muero de hambre! —exclame. La verdad es que me hizo un gran favor al irrumpir el momento.
Luego de haber ordenado platillos de nombres desconocidos y difíciles de pronunciar, íbamos por el postre y a punto de acabar nuestra cita. Me la estuve pasando muy bien con Bryan, siempre me ha gustado hablar con él sobre cualquier tema porque él sabe de todo; no hay conversación en la que no pudiese opinar. Otra de las razones que me divierte platicar con Bryan es verlo prestarme tanta atención y sin cansarse de hacerlo, pues mi boca nunca pará de moverse. No toda la gente es muy paciente conmigo, pero Bryan sí lo es, y eso me agrada. Me simpatizan bastantes cosas de él.
—Entonces cuando la chica intenta seducirme, yo le digo: "Oye, tranquilízate, he escuchado a lo que te refieres y es ridículo".
—¿Y luego que paso?
—No lo sé. Amanecí en el hospital ese día.
—¿Te golpeó?
—Creo que sí. Por suerte era de intercambio.
—Ya no la volviste a ver entonces, supongo.
—De hecho sí. Ayer me revolqué con ella.
Eso... no tenía que mencionarlo. Pero si soy un idiota.
—No dejas de impresionarme —dice Bryan mientras le da una probada a su nieve de menta—. Que importa quien sea, tú ya te la has tirado. No me parecería extraño que cuando salgamos de aquí nos encontremos con una de tus amiguitas.
Creí que se lo tomaría apecho, pero parece estar llevando las cosas con calma. Pues claro, Bryan Mouque es la persona más tranquila de todo el universo, por supuesto que no se iba a molestar por un comentario tan realista como el mío. Aunque he de admitir que estuvo fuera de lugar, se supone que estoy en una cita con él. Mi idiotez está yendo demasiado lejos, y pensamientos bobos como estos también.
—Como sea, háblame de ti —pedí, cambiando de tema ingeniosamente—. Parece que llevas una vida interesante.
—No realmente —suspira y mueve un mecho castaño de su frente—. Lo único realmente interesante ha sido conocerlos a ustedes. Jos, Alan y Alonso son muy buenos amigos y siempre están ahí para escuchar; me dan los mejores consejos, puedo contar con su apoyo para cualquier tontería que se me ocurra... No lo sé... Cuando necesito una mano ellos ya están sujetándome.
La nostalgia invadió su rostro y de sus labios apareció una pequeña sonrisa ladeada. Negó levemente mientras se incorporaba de su antigua posición.
—Perdón, fue tonto lo que dije.
—¡No! —intervine de inmediato— Claro que no que lo fue. La verdad es que yo también pienso lo mismo pero nunca lo menciono.
—Es vergonzoso.
—Lo es, te entiendo —asentí.
Un breve silencio se apodero de nuestra cita. Siendo sincero no tenía ni idea de que más hablar, Bryan consumía mi voz. Escucharlo a él era como ir al cine; debías estar callado, mirando detenidamente la pantalla, escuchando cada dialogo hasta que se terminé la película. Si no sabes prestar atención jamás comprenderás el mensaje que te es dirigido, y esta vez no fue la excepción. Me alegré mucho que nos mencionara pero tras oír sólo tres nombres y que ninguno fuese el mío me pareció deprimente. Tal vez Bryan no me considere como un buen amigo después de todo.
—Estuvo increíble el postre, ¿no crees?
Vi a Bryan mover la boca pero no oí nada por mis pensamientos divagando.
—¿Ah?... Oh sí. S-Sí, estuvo excelente.
Él me miró con una mueca.
—Pero ni siquiera has probado el tuyo.
Revise mi postre y aterrice la información. Estaba tan concentrado contándole mis aventuras a Bryan que no me percate de la banana-split en mi plato. Ya no tenía antojo de ella, sentí un extraño revoltijo en el estomago cuando la miré.
—B-Bueno es que... creo que no se me antoja —sonreí hacia su dirección—. Además, creo que es tarde. Ya deberíamos irnos.
—Antes quisiera que vayamos a un lugar especial —sugirió. Yo levanté una ceja, desconfiado.
—Con especial espero que te refieras a un sitio con gente y mucha luz.
Soltó una risita tras lo dicho.
—Oh sí, habrá mucha luz pero... no gente.
Adiós a mis testigos.
—Está bien —me rendí. De todos modos no perdía nada—. Vayamos.
Después de pagar la cuenta con la tarjeta de crédito de Jos, Bryan y yo nos dirigimos a otro sitio, que por supuesto no sabía donde quedaba. Estuvimos caminando en smoking por toda la ciudad. Me sentía ridículo, la gente nos veía como si fuéramos unos locos. Es demasiado habitual para mí ser el centro de atención, ¿pero el de las burlas? No, ese no es mi estilo. Pero Bryan parecía darle poca importancia al suceso, estuvo charlando conmigo mientras nuestras piernas avanzaban a su "lugar especial".
Cuando llegamos, me le quedé viendo al sitio. No era lo que esperaba, y aparte terminó su tiempo de servicio.
—Lastima, está cerrado. Vámonos...
—No para mí —dice de manera superficial y me muestra su llavero—. Es la pista de hielo de mi familia.
Perfecto, ahora deberé entrar al local familiar de Bryan y fingir que me divierto con él. Estoy agotado y quiero irme a mi casa ya...
Bryan abrió la cerradura del local y ambos caminamos en su interior. Luego de pasar recepción, fuimos directamente por unos patines que se hallaban colocados por calzado en una de las repisas detrás del mostrador; Bryan me entregó unos a mi medida. Luego de ponernos los patines, nos dirigimos a la pista de patinaje, la cual era completamente azul y estaba recién pulida.
—Lindo —alagué el local de sus padres—. ¿Cuánta gente viene aquí?
—Alrededor de unas cien o doscientas personas por día —explica mientras entra a la pista y se desliza espléndidamente sobre el hielo.
—Creí que tu familia sólo se dedicaba a contar las acciones de las empresas que poseen.
—Literalmente lo hacen —ríe un poco y hace un giró sorprendente sobre el aire que me deja boquiabierto—. Este es el local de mi familia adoptiva. Mis padres biológicos cuentan billetes, aquí me divierto solamente.
Me golpeé mentalmente y mi boca se cerró.
—¿No dijiste que habías regresado con tus padres?
—Sí... Bueno, me aburró mucho con ellos. Mis padres no hablan de otra cosa más que de la riqueza que poseen mientras ignoran mis intereses y sueños.
—Lo siento por eso.
—No importa realmente —voltea hacia mí y me extiende su mano—. Ven, patinemos.
Los colores se me cayeron de la cara. Si piso ese suelo frio seré el hazme reír de los átomos que habitan el local, ¡oh!, y de Bryan también.
—Ah... Verás... No soy muy bueno patinando.
Ni bueno ni malo. ¡Soy pésimo!
Bryan aligero una sonrisa amigable. Acercó un poco más la mano.
—No importa. Yo estoy aquí para detener tus caídas.
—¿Y si no me atrapas?
—Caigo contigo.
Me paralice por completo, aún si quisiese aceptar la petición de Bryan no podría, lo único logre gesticular fueron torpes balbuceos. En mi pecho sentí el latido de mi corazón romper un record mundial. Estiré mi brazo lo más que pude hasta unir nuestras manos y ser guiado a la pista por el agarre.
Al principio, estuve a punto de caer varias veces, pero Bryan me tomó con firmeza y estuvo ayudándome a recuperar la postura.
Jamás me soltó.
—Lo haremos más lento, ¿te parece?
Asentí sin la capacidad de romper ésta linda conexión de nuestros ojos al vernos.
Cuando mis piernas aprendieron a moverse bajo el hielo, Bryan fue dejándome patinar solo de apoco, y cuando su mano se desprendió de la mía sentí caer en un abismo oscuro. Él llegó a mí por la espalda y me agarró fuertemente antes de que terminara en el suelo.
Jamás me dejo caer.
Trate de ponerme nuevamente de pie y patinar solo.
—Entonces... —carraspeé mi voz— con que somos buenos amigos para ti.
—Alan, Jos y Alonso solamente.
Una presión sobre mi pecho me llego a doler emocionalmente.
—Oh.
—Pero tú...
Sus palabras se detuvieron segundos después, al igual que el baile sobre el hielo que hacía, ahora podía ver un chico en medio de la pista con sus ojos perdidos el vació.
En ese momento supe que era hora de actuar. Bryan necesitaba un amigo, y quienes eran importante para él no estaban, sólo yo. Lograría ser ese amigo y por fin escucharía mi nombre fluir en sus palabras. Era mi turno.
Deslice mis pies sobre el hielo pero antes de poder siquiera avanzar dos pasos caí de espalda contra el hielo. No me dolió tanto, pero el susto había robado el protagonismo. Abrí mis ojos y a un costado mío se encontraba Bryan en el suelo también.
Jamás rompió su promesa.
—Tú eres más que un amigo para mí, Freddy —musito de la nada, volteando a verme. El color de sus ojos de pronto me parecían más claros y bellos de lo normal—. Te quiero.
Sus labios se acomodaron perfectamente sobre los míos sin moverse, pero que permanecieron divagando en mi mente. No fui capaz de romper aquel beso, un impulso me atrevió a unirlos un poco más y mi mano acariciar su mejilla. Sentí su boca tomar ritmo al compás de la mía y poner alerta todos mis sentidos; pidieron a gritos un poco más de aquel contacto. Su manera de acariciarme no podría describirlo; era suave y firme a la vez, tan dulce pero también dominante, lo tenía todo.
Tal vez fallezca en sus labios. Me parecieron tan cómodos, un poco deshidratados, pero la sensación abrió mucho más mi placer. No fue más que pequeños roses de nuestros labios unidos y ya me sentía como en el cielo aún sin estarlo metafóricamente. Quise más, deseaba más, pedía más, pero mis pulmones no recibían la porción adecuada de aire así que me separé... Y me aparté velozmente hasta estar dos metros de distancia lejos de Bryan.
¡¿Qué demonios fue eso?!
.
¡Hola, hola!
No sé si decir "Freddy, te odio" o gritar a todo pulmón por el beso que se dieron este par de tórtolos :'''3
Uy, la cosa se pone cada día más buena, literalmente jajajaja.
¡Mañana actualízare el "AU Favorito"! :'D
Si alguno de aquí está familiarizado con FNAFHS quiero decirles que Foxy es mío *lo agarra, se hace bolita y se va rodando* y mañana tocaremos algo especial referente a esa serie que amo con todo mis riñones xD
Spoiler: Bon x Bonnie.
He dicho mucho.
Bueno, muchas gracias por leer y participar también. Es súper que les este agradando la dinámica 😍👏
Acabo de descargar bastantes libros sobre la dinámica y estoy amando las historias. Tardó un poco en leerlas porque estoy ajetreada, pero nada me impide a darles su tiempo como se lo merecen.
MUCHAS GRACIAS POR TODO.
Y dejen en los comentarios que les parecio este día :'3 io sé que lo amaron 7u7
Muchos besos y abrazos.
-Cinaferonte6♡
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