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That sounds like my child

Semana Veintidós

Charles aún no conseguía su abrazo matutino. Erik dormía literalmente como un tronco, sus brazos y piernas rectos a sus costados. Se movía como cualquier persona normal, pero sólo se giraba de un lado a otro, nunca dejaba que sus brazos se estiraran demasiado. Charles pensó que eso era quizá, resultado de su horrible pasado. Haber vivido en un ambiente y lugar tan peligroso, lo mantenía tan tenso, quieto y callado como fuera posible incluso cuando dormía. A Charles no le preocupaba, le molestaba. Obviamente Erik dormía bien, se despertaba temprano y parecía descansado siempre. Pero eso no evitaba que Charles se sintiera como si estuviera durmiendo con un cadáver. Quejarse no era una opción: Erik, amor, ¿te molestaría intentar, por lo menos una vez, pasar tu brazo por mi cintura? Gracias en serio. Charles no imaginaba que eso saliera bien.

Como fuera, quejarse resultó placenteramente innecesario unas semanas después de que iniciaran a dormir juntos. Erik podría no ser un abrazador físico, pero resultó ser un grandioso abrazador mental. Charles lo descubrió una noche de insomnio. La carga emocional de tratar con su embarazo a menudo le robaba el sueño. Y la preocupación de que la fatiga afectara al bebé agrandaba el problema. Nunca fue una persona de sueño pesado. Incluso de niño, antes de que su padre muriera, cuando la casa estaba relativamente vacía, había demasiadas mentes susurrándole cosas a su subconsciente como para hundirse realmente en su sueño. Con una casa llena de mutantes, el sueño de Charles se veía frecuentemente interrumpido.

Y esa noche no era diferente. Charles se despertó de un sueño extraño, se quedó mirando al techo por unos buenos treinta segundos antes de que la realidad lo espabilara. Un ligero ruido captó su atención. Erik estaba sobre su estómago, de frente a él, con su mejilla sobre la almohada. Charles quería acercarse. Tocarlo de forma inocente, quizá sólo peinar su cabello. Sólo para poder sentirse un poco menos solo contra toda la cantidad de información allanando su cansada mente.

Pero mantuvo sus manos quietas. No era apropiado. Acariciar a una persona dormida sería como entrar a una mente sin ser invitado. Así que sólo lo observó y se sintió más exhausto conforme los minutos pasaban.

Justo cuando estaba decidiendo que bajaría a la cocina por algo tibio para beber, sintió el toque de otra mente. No era una mente alerta. Oh, no, esta era una mente equivalente a un pequeño cachorro que trepa en tu regazo y pide tu atención. Todo era un puñado de torpes y cariñosos pensamientos muy diferentes a los firmes toques de esta particular mente.

"¿Erik?" susurró Charles, sintiendo sorpresa pero gusto ante la iniciativa de contacto.

Erik no se despertó ni se movió, pero su mente pareció más decidida ante el sentimiento que Charles no pudo evitar transmitir. Aún muy dormido, Erik envolvió sus pensamientos alrededor de la cansada mente de Charles, acercándolo tanto como fuera posible y llenando todo con el mismo pensamiento que tiene un niño al abrazar su peluche favorito. El incesante sonido de las otras mentes en la casa desapareció por completo.

El repentino relevo se llevó el peso de su agotamiento y, antes de que Charles pudiera despertar a Erik y preguntarle sobre esta conexión, cayó en el sueño más increíble que hubiera tenido en años.

Cuando se despertó, la mente y cuerpo de Erik ya no estaban, pero Charles se sentía maravillosamente descansado y alerta.

Lo cual fue justo por lo que decidió no decir nada la siguiente noche, cuando la durmiente mente de Erik abrazó la suya y básicamente la cubrió con un escudo protector.

Para la quinta noche de esto, Charles estaba transformado de ser un desastre por la falta de sueño, a ser de nuevo un hombre lleno energía. Fue Erik quien sacó el tema.

"Te ves diferente," comentó una noche mientras metía su almohada en una funda recién lavada.

"¿Oh?" Charles estaba distraído por la decisión de Erik de dormir sin playera.

"Sí. Estás menos..." Divagó un poco antes de hablar. Probablemente iba a decir algo acerca del nivel de irritabilidad de Charles. "Más relajado."

"Cierto, sí. Bueno, para ser honesto, es por ti." Dijo Charles. No era justo seguir tomando ventaja de Erik sin que él lo supiera. Charles sólo esperaba que Erik no retirara ese pequeño apoyo.

"¿Por mí?" Erik lo miró. "¿Cómo que es por mí?"

"No he estado durmiendo bien y hace un par de noches, tú iniciaste... a ofrecerme cierto escudo." Explicó Charles, intentando mantener la voz tranquila. No quería hacer que la protección sonara a la gran cosa. "De los otros pensamientos en la mansión. Era difícil para mí alejarlos, el bebé me mantiene muy cansado."

"¿Qué clase de escudo?" Erik no sonaba alarmado. Charles se permitió pasar los ojos por los músculos de Erik que se notaban aún bajo las sábanas.

"No sé realmente cómo describirlo," se metió en la cama también, junto a Erik pero manteniendo unas ocho pulgadas de espacio entre ellos. "Nunca tuve a nadie que cubriera mi mente, ni siquiera sabía que eso era posible, pero tú me..." sostuviste cerca, no encontró la fuerza de decirlo. "Cubriste con una especie de barrera. Ha sido muy relajante."

"¿Y no es intrusivo?" la voz de Erik se profundizó en preocupación, sus ojos se oscurecieron bajo la misma emoción. "¿No hubo... sueños desagradables?"

Charles sabía que se refería a las pesadillas. Recordaba que Erik sufría de pesadillas frecuentes. Las cosas que él había desenterrado de su mente eran lo suficientemente terribles como para darle pesadillas incluso a Charles. Pero estaba casi seguro de que Erik no había tenido pesadillas desde que iniciaron a dormir juntos.

"No, nada como eso," le aseguró. "Es muy pacífico. No creo que hayas tenido pesadillas, amigo mío."

Erik parecía seguir preocupado, intentando recordar. "No las he tenido, ¿verdad?" dijo en voz baja. Charles sonrió. Tal vez no era el único que se beneficiaba de este apoyo nocturno.

"Es tu decisión, obviamente, pero no me molesta. De hecho me es de mucha ayuda..."

"Si, bueno, si está ayudando, no veo cual es el problema." Respondió Erik rápidamente. "No puede ser bueno para el bebé estar cansado todo el tiempo."

La sonrisa de Charles decayó, pero sólo un poco. Erik tenía razón, claro. El bebé necesita dormir también.

Así que nada cambió. Cada noche Erik se sumergía en su sueño antes que Charles y, sólo un momento después, sus pensamientos rodeaban su mente, era cálido y familiar. Cada mañana Charles se despertaba con una distante sensación de pérdida. Extrañaba esa cálida sensación durante el día, pero sabía que mantener la mente unida a la de otra persona todo el día no era práctico. Incluso las personas más cercanas necesitaban privacidad.

Pero eso no evitó que entrara en los pensamientos de Erik de vez en cuando. Después de una clase muy difícil o cuando un pensamiento grosero acerca de él llegaba de repente. Toques fugaces que se convirtieron caricias suaves. Un poco de esa conexión le ayudaba a sentir que podía salir de los problemas. Erik nunca se negó y ninguno de los dos habló de ello, ni siquiera cuando Erik comenzó a regresar dichos toques mentales en forma de abrazos.

No fue hasta el quinto mes de embarazo que Charles descubrió el más impresionante efecto de su creciente relación mental con Erik. Se despertó en una cama vacía y con un plato de desayuno, como era lo usual. Ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que comió el desayuno con los demás. Esa mañana, aparentemente, se había ganado un premio, pues había dos tiras de tocino junto a los huevos revueltos y las rebanadas de melón en su bandeja.

Pero en lugar de sentirse complacido, Charles sólo pudo sentir un tipo de descontento. Frunció el ceño, pensando en el día anterior y en lo que tenía planeado para ese día. No parecía haber nada que pudiera molestarlo.

"Qué raro," murmuró, se sentó y llevó las manos a su estómago. El sentimiento creció, yendo de descontento a pura infelicidad. Sintió que iba a comenzar a llorar en cualquier momento. Estaba por llamar a Hank, cuando lo entendió. La sensación se sentía diferente.

No era él quien se sentía infeliz. Era el bebé.

La tremenda emoción que lo invadió lo obligó a llamar a alguien sin pensar antes. ¡Erik! ¡Erik, ven aquí!

Su bebé, su precioso destello de vida, estaba pensando por primera vez. Era tan diferente de la sencilla conciencia de antes. Entenderlo llenó la mente y corazón de Charles, estaba creando la primera conexión real con la mente de su hijo. Era diferente a lo que esperó sentir. De verdad había una persona pequeñita dentro de él, dependiendo totalmente de él. Con un cerebro en desarrollo y una personalidad formándose. Charles no se dio cuenta que se había puesto a llorar hasta que las lágrimas cayeron hasta sus manos.

¿Qué? Preguntó Erik, su voz sonaba alarmada. Charles supo que ya estaba en su camino hacia ahí. ¿Qué pasa, Charles?

Nada, nada. Le aseguró. Lo siento. No pasa nada malo. Estoy bien, pero ven de todos modos, por favor.

Como si Erik necesitara que se lo pidiera. Sintió que quería gritarle por asustarlo, pero no le importó. Tenían un bebé pensante. Sus brazos se cerraron alrededor de su estómago. Era la sensación más extraña. La mente del bebé no se sentía completa. La falta total de pensamientos verbales invadió a Charles, todo lo que sentía eran emociones. Justo ahora, un berrinche.

Erik entró por la puerta antes de que Charles pudiera encontrar qué mantenía al bebé tan molesto. Sus ojos cayeron hasta los brazos de Charles. Su preocupación creció, Charles pudo sentirlo. "¿Qué está pasando?"

"Ven aquí," Charles le extendió una mano. "El bebé está pensando. Acabo de sentir su primer pensamiento real."

La preocupación de Erik se disolvió en el enorme asombro que sólo sentía por el bebé. Se quedó un segundo en la puerta, quieto por la gama de emociones que sentía. Charles guardó en su mente todo acerca de ese momento. La manera en que los ojos de Erik brillaron, el sentimiento de afecto sin final.

"¿Puedo...?"

"Claro que sí." Charles sacudió su mano hasta que Erik cruzó la habitación y la tomó. "Me temo que él está molesto."

"¿Él?" preguntó, sentándose mucho más cerca de él de lo usual. Su mano se presionó contra el estómago de Charles inmediatamente. "¿Es un niño?"

Aún no estaba totalmente seguro, pero no podía decir que no. El bebé era un pequeño niño. Charles cubrió la mano de Erik con la suya. "Sí, eso creo. Tú hijo está molesto por algo."

Para su sorpresa, Erik sonrió. "Eso suena como a mi hijo."

Charles rio. Incluyó a Erik en el pequeño lazo que había creado con el bebé. En el segundo en que los cuidadosos pensamientos de Erik tocaron la mente descontenta del bebé, ésta se derritió en brillante felicidad y alivio y entonces, ni dos minutos después, se durmió. Charles se sorprendió demasiado como para hablar. Erik no tuvo ese problema.

"No me parece que esté molesto." Dijo Erik. Aún con la pequeña confusión, Charles pudo sentir su gusto por sentir los pensamientos del bebé. "Está muy feliz."

Charles se hundió en el sentimiento, inspeccionándolo y usando su experiencia para saber la razón tras el cambio. Cuando lo descubrió, no pudo evitar reír en voz alta. Erik levantó una ceja.

"¿Qué?"

"¡Estaba molesto contigo! Te quería. Tenía sueño y tú te fuiste," Oh, este era definitivamente su hijo. Su pequeño y brillante niño. En estos últimos meses de dormir con Erik, él debió acostumbrarse a la unión también. O quizá sólo dormía mejor cuando la mente de su padre estaba ahí para protegerlo. Como fuera, era obvio que el bebé sabía cuándo Erik no estaba. Charles abrazó su estómago. Increíble e inteligente niño. "Me pregunto si las madres telépatas tienen este problema siempre," dijo. "Voy a tener que... ¿Erik?"

Los pensamientos de Charles se salieron de curso cuando levantó la vista y vio una expresión desconcertada y extrañamente familiar en el rostro de Erik. Un toque rápido a su mente le dio una sensación mucho más tranquila de lo que esperaba. No era la fuerte alegría que sentía Erik cuando llegó a la habitación, sino más bien algo más profundo. Más profundo y más triste: justo como las emociones que cambian tu vida son siempre. "¿Erik?" repitió Charles, muy suave. Temía romper el momento.

"¿Me quería?" Su voz era una mezcla de incredulidad y gusto.

Ahí fue que Charles reconoció la emoción. La había sentido cuando encontró la memoria de su madre, esa que le había ayudado a mover el satélite. Erik lucía como si pudiera levantar dicho satélite y arrojarlo a kilómetros.

"Bueno, es que eres muy cómodo." Respondió Charles con una sonrisa amable que no encajaba con su tono juguetón. No puedo culparlo, pensó, pero no lo envió. No supo qué más decir, pero no importó. Erik subió a la cama abruptamente, Charles se sorprendió al ser arrojado a la cama. Erik cerró todo espacio entre ellos.

"¿Qué estás haciendo?"

"Necesita dormir," razonó Erik, y, después de haberse sentido como un ama de casa solitaria por meses, Charles por fin obtuvo su abrazo matutino. Erik se acomodó junto a él, pasó un brazo por su cintura y envolvió su pierna con la suya. Era la perfecta expresión corporal de cómo sus abrazos mentales se sentían. "Vuelve a dormir." Ordenó Erik, su aliento en la nuca de Charles. Charles sintió un escalofrío de felicidad.

Precioso y maravilloso bebé.

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