Little idiots
Recuerdo aquellos días cuando mi mayor preocupación era una mala nota, no saber que ponerme para salir con mis amigo y cuando mis hermanos solo eran mis hermanos y no como mis hijos.
Pero ahora, ahora no había tiempo para lo demás solo era yo y mis hermanos porque el fantasma de mamá se limitaba a trabajar y encerrarse en su habitación.
Cinco treinta de la mañana sonaba la alarma, ni un minuto más para dormir o ya se me hacía tarde, despertar para poner la cafetera porque mi vició de cafeína era lo que me mantenía despierta.
En esa pequeña casa de tres habitaciones y un baño me las arreglaba para cuidar a dos niños, en su pequeña litera jale a mi hermanito para meterlo a bañar, con sus pequeñas manitas regordetas se aferró a la cama.
—No Soso, mimir —se quejó.
—Venga que ya está el agua calientita —lo cargue.
—No, Dani mimido —se quejó al borde de las lágrimas, cada mañana era igual.
—Entonces supongo que las galletas de mi bolsillo serán para Ander —supuse.
El pequeño rápido se levantó para mirarme y presionar mis cachetes con sus manos.
—No, son mías —remarcó serio.
—Solo son para los niños que ya se bañaron y tú no te has bañado —le recordé.
—Báñame —sonrió feliz.
Besé su frente para meterlo a bañar, después sería otra batalla para sacarlo.
Después de bañarlo lo dejé envuelto en su toalla para empezar a cambiar a mi otro hermano.
En la cama de abajo seguía dormido, siempre tan profundo que nada lo despertaba, me senté en el borde de la cama para revolver su cabello y besar sus mejillas, lentamente empezó abrir sus ojos.
—Hora de levántarse Ander —sonreí.
—Vamos a quedarnos hoy, hace mucho frío para salir —se quejó.
—Que más quisiera —bufé— pero...
—No podemos cambiar el mundo si nos quedamos en casa —repitió lo que siempre les decía— está bien.
Sonreí para jalarlo y cargarlo para pasarlo a su silla de ruedas, aquella que tenía que usar desde hace ya un par de años, a sus doce era bastante autosuficiente y solía ayudarme en casa pero aún se estaba recuperando del accidente que lo había dejado así.
Después de ayudarle con los pantalones, él podía vestirse solo, a diferencia de Dani que había terminado con el uniforme al revés, no pude evitar reírme por lo tierno que se veía y sé que a veces lo hacía para sacarme una sonrisa.
Después de dejarlos desayunando por fin me pude duchar, como siempre se nos hacía tarde, pero claro por la puerta la silla de mi hermano no cabía entonces tenía que dar dos vueltas para bajar la silla y luego a mi hermano.
Camino a la escuela sentaba a Dani en las piernas de Ander, era más rápido y si se cruzaba un perro lo podríamos controlar mejor a que saliera corriendo tras de él... hoy no resultó.
—No puedes salir corriendo tras el primer perro que veas —regañe tomándolo de la mano.
—Él me quería —dijo triste.
—Huyó de ti —señaló Ander riendo.
—Claro, si nunca ha sentido amor en su vida cuando alguien le intenta darle es normal que tenga miedo y huya —soltó, ambos le miramos confundidos— podemos quedárnoslo le llamamos quesito si.
Ahí estaba mi bebé, después de media discusión de porque no podemos tener un perro un auto negro se detuvo a nuestro lado, en ese momento sabía que debía correr pero no pude... me quedé inmóvil aferrando a mis chicos.
—Sofi —dijo Ander nervioso.
El vidrio del asiento trasero se bajó pero la criatura que salió de ella me hizo latir el corazón de nuevo.
—¡Dani! —exclamó el pequeño saliendo de la ventana, unos risos alborotados y ojos castaños brillantes.
—Cami —dijo mi hermano corriendo al auto tratándole de alcanzarlo.
—Jeff puede venir Dani con nosotros —pidió el niño.
Cameron era la adoración de mi hermano, su mejor amigo, habían estado juntos todos estos años en la escuela lo que era bueno para él.
—Si su hermana acepta claro que puedo llevarlo —dijo su chofer.
—No quiero molestar...
—Porfis —dijo el nene.
—Si porfis — acompañó mi hermano.
Miré a Ander algo confundida.
—Llegaríamos temprano —se emocionó.
Suspiré para asentir, el chofer se bajó del coche para abrir la puerta, los dos nenes se abrazaron con fuerza como si no se hubieran visto en años.
—Ten un buen día y no molestes al chofer —pedi.
—Si soso —dijo besando mi mejilla para luego abrazar a su amigo.
—Tranquila señorita los llevaré a salvo —dijo su chofer.
Sin la parada del kínder llegué directo a dejar a mi hermano, lo abrigue bien acomodando su bufanda la cual cubría aquella fea cicatriz que le había quedado por él tubo que lo había ayudado a respirar.
—Bien listo, ¿Qué haces si te molestan? —pregunté sería.
—Los atropelló con mi silla —sonrió divertido.
—¡No... Ander eso no está bien! —regañe.
—Tampoco molestar al inválido y lo hacen —se quejó.
—Hey no hables así —ordene.
Mi hermano me abrazó para besar mi frente.
—Estoy bien si, ve a dominar el mundo —sonrió.
—Hola Ander —saludó Jason chocando puños conmigo y luego con mi hermano— nos vamos.
—Seguro —sonrió mirándome para que me fuera.
—Adiós chicos —me despedí.
Jason se fue empujando a mi hermano riendo divertidos, eran niños apenas pero estaban aprendiendo lo que era el amor.
Llegué a la escuela un poco antes como nunca, quería dormir un poco pero no, ahí estaban los pequeños idiotas.
Un par poco inusual, conocía bien a Dean desde que me mudé... como no conocerlo si era mi mayor rival en calificación, un chico listo, inofensivo y algo tierno pero claramente otro niño rico más de este lugar, que digo si era el rey de los niños ricos.
Y por otro lado estaba Jake, un día y ese enano ya había colmado mis nervios, arrogante, impertinente y sabia bien que venía por el trono con las notas... y en un día había logrado llamar mi atención, tal vez era su forma de hablar, la arrogancia en su voz y ese dejó de superioridad que lo hacían odiarle pero a la vez seguir con las ganas de querer hablar con él.
Pero no faltaba ver cómo trataba a su amigo para saber lo más importante de él: era un buen chico.
—Dulzura —saludó acostado en la mesa mientras su amigo ocupaba las sillas.
—No me llames así —gruñí sentándome.
—De acuerdo corazón—se burló, decidí empujarlo haciéndolo caer sobre su amigo.
—Esa agresividad, esa no es forma de tratar a tus amigos —gruño levantándose.
—Ahora somos amigos —dije sorprendida— lo dudo.
—Te hacemos un favor o no Dee Dee —miró a su amigo.
Dean me miró para ver a su amigo y levantar los hombros a manera de respuesta.
—Bien dicho —sonrio Jake.
—Me encanta tu entusiasmo —mencioné sarcástica.
—Cuando quieras corazón —guiño— si no les importa seguiré con mi siesta.
El chico se recargó en su amigo para dormir, Dean solo se quedó callado como siempre hacía.
—Ya sabes a qué universidad irás —traté de sacar conversación.
—No realmente —susurró.
—Seguro entras a la que quieras —anime— con dinero todos.
El chico me miró confundido, fue ahí que me di cuenta de sus lindos ojos azules y probablemente se vería mejor de no ser por su corte de cabello... a nadie engañaba peinándolo así, aquellos rizos nacientes luchaban por salir.
—Irá por sus méritos no por su dinero —se interpuso el enano.
—Seguro que si —sonreí— ¿Y tú?
—Donde me lleve el viento —asintió dándole un chocolate a su amigo— pero tú dulzura, dime que beca aspiras, nadie se mata estudiando por diversión.
Levanté el dedo medio para suspirar, tenía la respuesta clara: tan lejos como sea posible.
Las clases iniciaron y tenerlos de compañeros era realmente agotador, lo que no hablaba Dean lo hablaba Jake por él y de su boca lo que salía me daban ganas de pisarlo a ver si se callaba.
Yo siempre fui una chica alta, desde pequeña lo que siempre me encanto en especial si podía molestarlo por eso.
—Iremos por unas pizzas quieres venir —ofreció Jake subiéndose a la espalda de su amigo.
—No, tengo cosas más importantes que hacer —señalé.
—Tu te lo pierdes —asintió— vamos Dee Dee.
—Bájate de mi Jake —se quejó pero aún así se lo llevo.
Suspiré porque al dar un paso fuera de la escuela mi papel de madre empezaba, llegue por mi bebito el cual comía un helado junto con su mejor amigo.
—Soso Cam me compro un helado —contó el bebé emocionado.
—Eso veo —sonreí— gracias —mencioné al chofer del niño.
—No hay de que —asintió— hora de irnos Cam.
—Adiós Dani —dijo abrazando a mi hermano— puede venir en el auto mañana conmigo.
Miré a mi hermano que me lo pedía con sus ojitos.
—Puedo recogerlo en el mismo punto de hoy y llevarlo a la escuela, a mi niño Cam le encantaría —explicó el señor
—No queremos dar molestias —aseguré.
—No será ninguna molestia —sonrió.
Asentí, me agradaba la idea de llegar temprano e la escuela y que el niño estuviera con su mejor amigo.
Después de tener que separarlo llegamos por Ander, con el bebé ya dormido en mi hombro... lo bueno es que me había quedado con lo que le quedó del helado.
En el momento que vi a mi hermano salir, supe que algo andaba mal, solo hacía falta ver a su amigo cuyo ojo estaba morado.
—¿Donde está tu bufanda? —me exalté.
—Dala por muerta —suspiró.
Negué más que molesta.
—Ahora si me van a escuchar —gruñi.
—Sofi no solo lo empeorarás de acuerdo —me tomó del brazo— estamos bien de acuerdo.
—Dile eso a la cara de Jason —señalé al castaño.
—Estoy bien además no hace falta —me calmó— en cuento mamá me vea ira a pelear.
—Bien ya seremos dos —aclare.
—Oh créeme será mejor que no —negó él chico.
El claxon del auto lo llamó junto con el grito de su madre.
—Llegó mi fin —suspiró el chico— nos vemos mañana —se despidió chocando puños para salir corriendo.
Miré a mi hermano sería.
—Vámonos a casa si —pidió tomando mi mano.
Mi cabeza de mamá me decía ve y arma un relajo con la directora, pero como estudiante sabía que en efecto solo lo empeoraría.
Le di a cargar a Dani para empujarlo.
—¿Qué pasó? —pregunté cansada.
—Me quitaron la bufanda, Jason trató de recuperarla pero lo golpearon y luego la bufanda terminó en el baño —contó para besar la mejilla del bebé— pude arrollarlos con la silla.
—Y eso en que te hace ser mejor —le recordé.
—Al menos ya no sería el débil chico lisiado —bufó irritado.
Detuve la silla para verle, sus ojitos castaños me miraban con aquella dureza que cargaban.
—Eres más fuerte que cualquiera de esos niños me oíste, no te quiero escuchar hablar así de ti otra vez —le recordé.
—Lo siento —susurro bajando la cabeza, besé su mejilla.
Dani despertó mirando su mano.
—Hey y mi helado —dijo aún adormilado.
Aquellas palabras solo hicieron calmar el momento, al llegar a casa era lo mismo, dar dos vueltas para subir a mi hermano y su silla, dejarlos haciendo tarea mientras preparaba la comida, hacer la terapia física de Ander en la pequeña sala con los gritos de apoyo de Dani.
Una lucha interminable para ponerle la pijama a mi hermanito y tres vueltas más para acostarlo a dormir, terminando por ayudar a bañar a Ander y acostarlo a dormir.
Para tener media hora libre del día, solo media hora para mi.
Mientras cenaba un par de fresas viendo un capítulo mamá llegó.
—Hola cariño —saludo— estoy exhausta me iré a dormir.
—Puedes darles sus besos de buenas noches a los niños al menos —pedi desde el sofá.
Mamá miró la puerta de la habitación.
—No los quiero despertar —murmuro para encerrarse en su habitación.
Cuatro años llevaba siendo la madre de mis hermanos... porque el día que perdimos a nuestro padre, también la perdimos a ella.
Ya vamos entendiendo un poco más a Sofia 🥴
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