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Capítulo IV_Planes de noche

 —¿De dónde vienes?

Lalessar dio un brinco hacia atrás luego de llevarse las manos al pecho, cerró los ojos cuando vio a Selim agha en sus aposentos del palacio viejo, aún no lograba entender cómo era que Mahidevran no quisiera hacer algo contra la rusa; pero ella no se quedaría con las manos quietas. De algo tenía que valerse para perjudicarla aunque fuese un poco y ese algo era el conocimiento que tenía con las hierbas medicinales. Criada en Barcelona y con una madre que era morisca y que a su vez fue hija de médicos moros. Fueron ellos sus abuelos maternos quienes le dieron toda instrucción necesaria durante su juventud para aliviar dolores, prevenir embarazos o bien para realizar pequeñas cirugías con éxito y sin mucho dolor más que el necesario para el cuerpo humano.Así fue cómo la que en ese tiempo se llamaba Isabel de Montijo llegó a los veinticinco años hasta la corte aragonesa donde el rey don Fernando vivía con su última hija, el cardenal Cisneros la puso al cuidado de la infanta doña Leonor que en ese entonces contaría con solo diez años de edad y desde entonces jamás se separó de ella. Fue durante todos esos años más una madre que un aya de cría, quizás por eso la quiso tanto.

Tomándole cariño como si se tratase de una hermana menor dado a que la princesa llegó a su vida justo cuando ella tenía nulas posibilidades de casarse debido a que sus padres cayeron en desgracia y no podían pagar una dote adecuada para un matrimonio beneficioso para ella, el cardenal fue a su encuentro. Pidió primero que usara sus conocimientos en la reina doña Germana pero al fallar optaron inmediatamente por las plantas venenosas con consentimiento de la propia princesa de Castilla, la cual veía con malos ojos el que su padre hubiera tenido un príncipe aparte de sus hermanas. Apenas reparada del susto se metió de lleno en sus aposentos dejando en una mesita donde solía trabajar durante las noches con sus pociones era buena para crear medicinas para curar los dolores de los príncipes de su señora, el sultán mientras vivió en Manisa la trató de médico pero jamás la hizo estudiar para tal como ella habría deseado.

—No es asunto tuyo Selim agha deberías avergonzarte, ¿Que habrán de pensar si te ven aquí a estas horas de la noche? Se supone que tienes que vigilar las puertas de nuestra señora ahora anda y déjame hacer mi trabajo.

Selim agha no atendió sus peticiones se levantó del diván para dirigir sus pasos hacia la cesta con las hierbas medicinales que trajo del mercado. Empezó a sacar los racimos y los olisqueaba según los iba sacando de la canastilla.

—¡Por allah! ¿Que se supone que haces negro de satanás?

Para ese punto Selim agha ya tenía todas las hierbas acomodadas en la mesilla de centro bien puestas junto al mortero donde ella solía triturar.

—A mi no me engañas Lalessar ¿Acaso pretendes dejar a alguna enemiga estéril?

—Pues quisiera hacer lo mismo que con el hijo de Germana de Foix pero no puedo.

Enfurruñada Lalessar comenzó a meter de nueva cuenta las hierbas en el cesto parecía que Selim no entendía que quería estar a solas para hacer lo que tenía en mente, pero ahora creía que tendría que meter a ese eunuco impertinente en sus asuntos para que no abriera la boca de más. Las instrucciones de la princesa fueron claras pero ella quería al menos causar algún daño en las entrañas de la rusa. Si pensaba que habría de quedar preñada al primer par de noches que pasara con su majestad. Entonces tendría que deshecar todo lo que cayera en su plato de comida y vaso de bebida porque su relación con el agha de las cocinas era bastante buena y de eso se bastaría para poder echar cada poción en sus comidas. Además.Ella ya tenía intimidada a una de las muchachas que se encargaban de servir las meriendas a Hurrem Hatun.

Esa víbora no quedaría embarazada o al menos como conocía lo engañosas que eran esas plantas en ciertas ocasiones, no tan fácilmente y no tan rápido como probablemente pensaba.

—Esta es ruda, esta otra es neem, la que está en medio del neem y la ruda se llama moringa y la última es lechuguilla de vaca.

—Las conozco y te conozco Lalessar—Selim le apuntaba con gesto bromista, y ella bueno pasó pronto del enojo a la diversión la amistad con el eunuco la tenía desde hace años—Creo pensar en la persona en la que podrías usar este tipo de plantas. Me parece que previenen el embarazo o si bien ayudan a retrasarlo un poco.

—En efecto, esa rusa no se saldrá con la suya así de fácil y lo puedes tener muy en claro. Quizás no me dejen matarla como yo quisiera pero lo de hoy no pienso perdonárselo nunca, sé que soy una criada pero solo sirvo a nuestra princesa, se aprovechó de la situación amistosa cuando estábamos en el jardín está tarde. Me obligó a servirle sharvat.

—¿Solo por eso?—cuestionó Selim agha a punto de las risas.—mujer yo he llevado leña hasta sus aposentos y no me he quejado además es nuestro trabajo aquí somos sirvientes y no podemos ponernos en pintas sobre a quién servimos o no.Y el hecho de ser la favorita el sultán bueno, es lo que la hace pesar que tiene cierto poder.

Lalessar dejó caer algunas hojas sobre el mortero, mientras vertía aceite de moringa para comenzar a triturar. Pero mientras lo hacía. Movía el mazo con fuerza como si la misma Hurrem estuviera dentro del recipiente.

—La odio, la detesto y quiero ver que sufra. Quiero que sepa que quedar embarazada no será trabajo fácil gracias a las manos que le sirvieron un poco de sharvat y pusieron bakalvas en su plato.

El eunuco de color solo se conformó con negar, a su gusto Lalessar estaba actuando de una manera mediocre e infantil. Pero ya la conocía de hace años, sabía que no era una mujer fácil de llevar y por supuesto que estaba dispuesto a cooperar para hacer que la nueva favorita el sultán Suleiman bebiera aquellas medicinas.

—Llevo buena relación con Ayse su compañera de habitaciones, además puede que sea una aliada también la detesta.

Lalessar dejó de moler un poco para mirarlo fijamente a los ojos, sus ojos color miel echaban chispas de alegría al menos consideraba que ya no tendría que valerse del pajarito tembeleque que era María la amiga de Hurrem.

—Entonces hazlo, y ya veremos cómo se preocupa al no quedar embarazada tan rápido como alardeó esta tarde.

Selim agha solo asintió.

—Bueno será mejor que vaya a rondar por los aposentos de la princesa, no sé si necesite algo más.

Lalessar estuvo de acuerdo.

—Pero no se te ocurra abrir la boca, y si lo haces te la arrancaré tenlo por seguro.

Ya con medio cuerpo afuera de sus habitaciones Selim solo hizo un ademán con las manos. Señal de que estaba de acuerdo con esas últimas palabras.

—Descuida, seré una tumba tus secretos son mis secretos.

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