Posdata (La última Canción)
Termina de irte de una vez. ¡Exijo mantenimiento en mi vida! Quiero y necesito deshacerme de todo este desaire que desemboca de tus labios. No quiero que te quedes en ningún formato: ni en canción ni en recuerdo, ni en sonrisa ni mucho menos en lágrima. Vuela, sólo te pido eso esta madrugada, vuelta alto, Fer.
Elévate por encima de todo este desastre que soy yo. Siempre soñé con algún día verte por los cielos, alejándote de mí, mientras yo no dejo de sonreír, porque me has enseñado tanto y una de esas cosas es que puedo ser feliz sin ti, pero no contigo. Sin ti, pero no contigo. ¿Por qué la vida es tan dura de entender a veces? Desde el día que te vi, supe que había magia en ti y que tú eras mi independencia, que contigo sabría extender mis alas, mi libertad y mi Sol. Que contigo aprendería a abrir las cortinas para que los rayos calasen mi día y pudiese empezarlo con el pie derecho. O quizás toda la vida me he levantado del lado equivocado de la cama y no me he dado cuenta que buscaba un ser indestructiblemente dañino. Y luego tú, por supuesto, con todo ese baile que trajiste bajo esa sonrisa. Esta no es una dedicatoria, pero sí una posdata: sé feliz sin mí, que yo lo seré conmigo. O al menos intentaré vivir conmigo: amarme, respetarme y serme fiel, independientemente de las situaciones.
“Qué texto más triste de ese Diego”, dijo la gente una tarde. Sin saber que lo escribí llorando tras la partida de mi Fer. Y que mientras la veía hacerse añicos en el horizonte, mis pedazos rotos, en sincronización, se hacían más pequeños también.
Soy feliz sin ti, pero sí conmigo.
Y el mundo, de repente, fue cenizas. Y no supe nada de ella desde entonces y quizás ella nunca leerá nada de lo que le escribí, porque jamás la olvidé y ella quizás me olvidó a la última canción, que era mi favorita.
FIN
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