Octubre 16
"Puedo imaginarla durmiendo, a estas horas, cuando se supone que yo debería hacerlo. Dormir, quiero decir; no imaginarla, que viene a ser una idealización prematura de la belleza. A mí poco me gusta soñar despierto. Sólo inventar buenas historias que ocurren entre las cuatro paredes de mi imaginación, sin sentirme digno de ser el protagonista de ninguna.
Es tarde y creo que se me ha subido el café hasta el cerebro, o es que en realidad tengo muchas ganas de hablar con ella y decirle que quiero que volvamos a aquel parque, en donde si me miraba a los ojos yo comenzaba a olvidarme de que alguna vez alguien más hizo lo mismo sólo para hundirme un puñal con su sonrisa. Tiene que ser diferente con ella. Porque, verán, no puedo comprobarlo, pero cada vez que me dice “te quiero” estoy seguro de que nacen nuevas estrellas.
Y hoy sólo puedo quedarme en vela, imaginando la posibilidad de llegar a ser más que un par de personajes sin libreto. Que alguien, al levantar el telón, sepa que ha sucedido una de esas historias tan bonitas como para ser descritas.
Y que el mundo entienda que se equivoca al pensar que buscando razones a las circunstancias van a evitar que éstas sucedan inexorablemente. Yo es que siempre le he tenido miedo a las cosas bonitas porque no me siento capaz de abarcar semejante privilegio entre unos brazos cansados de sostener una realidad tan dura.
Creo que voy a darme la libertad de escapar por un momento de este embrollo. Imaginar, por ejemplo, que ella durmió pensando en mí y que si duermo vamos a coincidir en el mismo sueño. Pero, eh, es una de esas realidades que suceden sólo en mi mente.
Es tarde y sólo puedo imaginarla durmiendo, a estas horas, cuando se supone que yo debería hacerlo. Dormir, quiero decir, no imaginarla, que debe ser como crear constelaciones en un universo que se aprendió de memoria su sonrisa. "
D.SN.
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