Octubre 12
La magia de aquella mujer era haber descifrado los mecanismos de autodefensa que tenía y burlarlos todos.
Había llegado a encontrarse con mi lado más crítico y sensible en menos tiempo de lo que me costó esconderlo. Todavía no sé como lo hizo. Pero de repente ya me tenía hablándole de mis metas y diciéndole cosas que, de haberse tratado de cualquier otra, les hubiera restado importancia y pasado desapercibidas; me tenía en sus manos, y lo peor era que ella lo sabía.
Sabía que aquel arrogante no era yo y que hubo que ir más a fondo para descubrir mi esencia. Una natural. Una que nunca le mostré a nadie. Ésa fue su forma de demostrarme que no soy tan fuerte, y que toda mi coraza, por mucho hierro con el que esté hecha, siempre terminará derritiéndose ante sus caricias.
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