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Reencuentros

La ligera vibración y un zumbido lo confundieron. No quería abrir los ojos, le dolia todo el cuerpo y lo último que recordaba era que traspaso la ventana. Se da cuenta entonces que se encontraba sentado, finalmente abrió los ojos y lo confirmo, se encontraba en un auto.

Gira como puede la cabeza y mira hacia la ventana, era de noche y se encontraban atravesando la ciudad.

Parpadea un poco mas, y distingue ver a la gente que viaja con el.

—¡Ah! ¿que es esto?!— grita reaccionando un poco alterado. Gira su cabeza y se topa con un par de ojos negros que lo miran— ¡Me secuestran chinos la puta madre!

Una risotada proveniente del conductor lleno la cabina. Mientras conduce lo mira de reojo.

Sin moverse mucho examina a quienes se encontraban en el auto. En el asiento de adelante se encontraba al parecer una mujer de cabello negro y lacio. Al lado de ella, el conductor, un hombre de cabello canoso y barba.

—Señor Kitamura —exclama despacio sorprendido reconociendolo.

Sin despegar sus ojos de la ruta, sonríe y le contesta.

—Estas más grande Luca, me gusta tu nuevo look.

Mira hacia sus brazos y se percata que tiene vendas cubriéndolo en todo el cuerpo. Mira hacia su derecha, tenían otro acompañante, el chico con el cual había peleado en el bar.

—¿Que hace usted acá? ¿A donde nos llevan?— comenzó a preguntar de repente el castaño.

—Les dijimos a los del bar que los llevaríamos al hospital, mi hija Mizuki se encargo de sus cortes. Fue difícil encontrarte, nos recorrimos casi toda la ciudad.

—¿Me estaban buscando?

—Tengo que hacerte unas preguntas, sobre el día del accidente, luego te dejaremos nuevamente en la casa de tus abuelos.

El conductor le pregunta a la mujer sentada a su lado algo en japones que el italiano no logra comprender. Esta luego se da vuelta y estira el brazo para sacudir al otro muchacho que se encontraba aun dormido. Estaba vendado y lleno de raspones. Su cara estaba un poco hinchada y con muy mala pinta.

Bueno, el estaba igual o peor.

El muchacho comienza a moverse y de a poco abre los ojos. En seguida se lleva la mano a la boca y frunce el ceño adolorido. Abre los ojos y se percata de la situación.

—¿Quien carajos son ustedes?— pregunta con la voz un poco ronca. El joven de cresta, que tenia algunos conocimientos en ingles, logra entenderlo.

—Los estamos salvando de un paseo por el hospital, un llamado a sus casas y un interrogatorio con la policía.— se da vuelta Hiroshi contestándole también en un perfecto ingles. — De nada.

El rubio se lo quedo mirando con cara de confusion un buen rato.

—Tengo que hablar con tu amigo, ahora te llevamos a tu casa y terminamos esto de una vez.— le ordeno el oriental mientras volvía la mirada al volante.

—Bájenme acá puedo volver solo.

—No voy a volver a llevarte al bar ni con esa gente, te llevo a la casa de tus padres.

—No vivo con ellos, bájenme maldita sea— intenta sacar el seguro de la puerta y abrirla pero fracasa.

Hiroshi y la copiloto comparten una fugaz mirada.

—Te llevaremos con nosotros y te prestaremos un teléfono para que te comuniques con alguien de tu confianza y vengan a buscarte— dijo tranquila la japonesa sin despegar la vista del camino.

El rubio resopla y deja caer su cabeza sobre el respaldar del asiento, resignado y maldiciendo por lo bajo.

El señor Kitamura estaciona el auto, frente a un pequeño hotel, lejos del centro de Nápoles. Apaga el motor y se gira a ver a sus acompañantes.

—Tranquilo Luca, solo serán un par de peguntas, luego te llevaremos a tu casa.

Luca mientras tanto solo quiere irse rápido, no había mencionado el asunto hace años, no quiere hablar sobre el accidente. Sus heridas nunca cicatrizarían, pero intentaba de todas formas hacer de cuenta que no estaba allí. Aún no estaba preparado para hablar sobre esto.

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