
Destino
-Luca, heyLuca
La lejana voz de su madre que lo llamaba, y los primeros rayos de sol que se filtraban en su ventana estaban comenzando a molestar su sueño.
-Dale hijo levántate, hoy vamos de los abuelos, desperta a tu hermano.
Su madre se retira de la habitación y Luca comienza a desperezarse y estirarse. Abre los ojos y ve la habitación ya totalmente iluminada, en la cama de al lado, dormía su hermano menor Gian, enredado en las sabanas.
-Gian- intenta despertarlo gritándole desde su cama.
Al bajar la escalera encontraron a su padre preparando el desayuno y su madre preparando sus mochilas para pasar el fin de semana de sus abuelos y su hermana Antonella ayudándola.
Una vez terminado el desayuno, la familia se dispuso a llevar los bolsos y mochilas al baúl del auto para salir a la ciudad. Sus abuelos vivían en una ciudad a unos kilómetros de su pequeño pueblo y de vez en cuando pasaban unos días en su casa.
Mientras llevaban los bolsos, Luca mira a la casa de al lado, a esa hora de la mañana, salía el señor Kitamura con una bolsa para salir a hacer unos mandados. Lo saluda desde lejos y sigue su camino. Si bien hace solo hace unos días se habían mudado estos nuevos inquilinos, ya se los había cruzado varias veces. El señor Kitamura ya había recorrido todo el poblado y conversaba con toda persona que se cruzase. Al parecer ya la mayoría de los pobladores lo conocía y había establecido una conversación con él. Sin embargo su nieto, Shion, era lo contrario. Solo lo había visto una vez.
Una vez todos los bolsos subidos al auto, todos pusieron sus cinturones y el señor Garibaldi puso en marcha el auto y se dirigió rumbo a la casa de los abuelos.
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El timbre del teléfono hace eco en la casa, todavía un poco vacía. Shion baja rápido las escaleras y logra atender justo antes de que cuelguen.
-¿Hola?
-¿Shion? Avísale al abuelo que ya casi estamos por llegar- la voz de su hermano suena a través del teléfono- acá mama y papa te mandan un saludo.
-Okey Kenji, ahora cuando vuelva le aviso. Saludos a todos, nos vemos dentro de un rato.
Corta el teléfono, y se dispone a volver a su cuarto a volver a sumergirse en su escritorio. Estaba sumido en sus libros, no iba a rendirse tan rápido. Dentro de el todavía seguía teniendo la ligera esperanza que no era un niño común y corriente. Algún día lograría ser tan bueno como su hermano y su familia, haría que se sientan orgullosos de él. Pero por ahora tenía que seguir trabajando duro e intentando una y otra vez.
Unos cuantos minutos más tarde siente el ruido de la puerta delantera, su abuelo había llegado de hacer los mandados y se disponía a guardar las compras en la cocina. Shion vuelve bajar las escaleras y le comenta a su abuelo sobre la conversación con su hermano mayor.
-Llamó Kenji dijo que ya estaban cerca.
-Rápido ¿habrá poco tráfico?- mira a su nieto y después vuelve la vista hacia las bolsas.
Shion nuevamente sube a su habitación, prende un pequeño ventilador y vuelve zambullirse en sus libros. A pesar del clima de verano, le gustaba ese pueblo, pensaban quedarse poco tiempo, por lo tanto quería disfrutar al máximo la tranquilidad del lugar, estaba acostumbrado a las grandes ciudades, al ruido del tráfico y a enormes masas de gente.
Shion era un chico que solía pasar más tiempo en su cabeza que en la tierra. Nunca iba a lograr entender que había pasado con él, porque él no era especial como el resto de su familia, le encantaba escuchar las historias de su hermano y de su familia, pero después las pasaba con un gusto amargo, el nunca viviría esa clase de aventuras. El terminaría el colegio, iría a la universidad, conseguiría un aburrido empleo y trabajaría hasta jubilarse. Nada más que eso.
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Cansado del sol quemándole los ojos, Luca comienza la típica y ardua tarea de cubrir la ventana del auto con lo que tenga a mano. Todavía faltaba un largo tramo para llegar a la casa de sus abuelos, y ya estaba empezando a sentirse contracturado.
Varios minutos después de abrir y cerrar la ventana, logra taparla con una camiseta y se dispone a intentar dormir, pero con el zumbido del andar y la radio de su padre no lograba concentrarse. No pudiendo pegar un ojo se dispone a revolver entre los bolsos en busca de sus auriculares para escuchar un poco de música.
Antes de ponerse los auriculares escucha hablar a su padre.
-¿Qué hace?
Se asoma y se esfuerza por mirar lo que su padre mira a lo lejos. Un auto venia zigzagueando entre los escasos autos del carril de al lado, y los bocinazos comienzan a sonar cada vez más cerca.
-Esa chata de atrás hace lo mismo- señala su madre también esforzándose por ver.
Parecía una típica escena de película de acción, el auto que venía zigzagueando estaba siendo perseguido por una chata que venía a alta velocidad. Los autos comenzaban a tirarse a la banquina a medida que los dos se venían acercando.
El padre de Luca comienza rápidamente a disminuir la velocidad para poder esquivar los dos vehículos. Una acelerada por parte de la chata y hace que esta esté exactamente a centímetros del auto... sube más la velocidad y lo choca de atrás, entonces el auto, al ir a tanta velocidad, el conductor pierde el control del vehículo y empieza a dar giros como un trompo. Y una vez más la chata aprovecha lo vuelve a impactar de lleno, y esta vez el auto sale disparado llevándose todo a su paso.
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-¡Shion!
Escucha la voz de su abuela desde abajo. Cierra nuevamente sus libros y baja. Lo primero que ve es a su abuelo, con cara de perplejidad, y la voz un poco temblorosa le dice:
-Llamaron del hospital.
Termino de escuchar esa oración y se le aflojaron las piernas. Mil escenarios pasaron por su cabeza, y con miedo se anima a preguntar.
-¿Que paso?
-Hubo un accidente en la ruta. Los están trasladando al hospital, alcánzame las llaves del auto, vamos.
Como puede y manoteando entre todas las chucherías del estante logra alcanzar la llave y salen corriendo con su abuelo a subirse al auto.
Shion sube al auto e intenta calmarse y no imaginar lo peor. Todo el tiempo se veía inmerso en estos tipos de situaciones, sus padres y su hermano siempre estaban ocupados, viajando y cumpliendo trabajos a veces peligrosos. Pasaba varias semanas preocupado y sin saber de ellos. Pero al final, siempre todos volvían a casa, preparaban la cena y se disponían a contar sobre sus aventuras.
Ya quería que pase esos momentos, esos días de tensión, y estar sentados todos juntos en casa. Odiaba quedarse con su abuelo, que a veces el también tenía sus quehaceres. Estaba cansado de estar solo, esperando que todos vuelvan, se sentía tan inútil, tenía tanta impotencia.
Su abuelo estaciona frente al hospital y bajan corriendo.
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De frente al auto de Luca venían los dos vehículos, siendo arrastrados, y a ese choque empiezan a sumarse cada vez más vehículos que pasaban por el lugar. El padre de Luca comienza a hacer todo tipo de maniobras. Escucha las frenadas de su padre, el auto comienza a salirse de control, y da un par de vueltas, rodeados de otros autos y con los dos vehículos que se dirigían a toda velocidad hacia ellos no hubo mucha posibilidad de maniobrar. Se aferró fuerte a sus hermanos para protegerlos, la frenada de las gomas contra el pavimento lo aturden, su pecho acelerado, los segundos fueron horas, el tiempo se detuvo y por un momento, solo escucho los latidos de su corazón. Y en ese estado de letargo, que fue menos de un segundo, en esa espera, solo puede pensar:
«No, por favor no»
Cerró los ojos con fuerza, esperando lo peor.
Todo se volvió blanco. No se escuchaba nada. Pero de repente, siente una ¿brisa? en su cara
Asustado abre los ojos, y no se encontró con nada de lo que imaginaba. Ese no era su auto, no estaban sus hermanos ni sus padres. Se refriega los ojos y logra ver que estaba en un extraño lugar. Un pastizal, y estaba amaneciendo. Empieza poco a poco a recuperar sus sentidos, y no solo siente el viento sino que ahora puede oírlo, puede oír las ramas de unos los arboles lejanos que bailaban con el viento.
Se esfuerza por ver aún más y gira un poco la cabeza para seguir recorriendo el paisaje, y se topa con un par de ojos.
Ojos profundos. Un enorme animal lo estaba mirando. Su cola se movía lentamente, y sus ojos felinos no se despegaban de los suyos, la brisa hacia que se mueva su tupida melena. Y entonces comenzó a dar pasos hacia él.
El horrible sonido metálico interrumpió su sueño. La imagen desapareció y la explosión le perforo los tímpanos, y entonces todo se volvió negro.
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