
Capítulo Uno
Miré el suero caer lentamente, gota a gota. Llevaba así veinte minutos, el mismo tiempo que llevaba despierta.
Nadie había entrado a la habitación y esperaba que fuera así por mucho más. Realmente me sentía avergonzada, frustrada y muy débil. No sé cómo me encontraron, ni quién, pero prefería no saberlo. En el fondo estaba aliviada de no haberlo logrado luego de leer la carta de Aarón.
No fue difícil asimilar que lo que decía en su carta era cierto, porque lo recordé en ese mismo instante en el que lo leí. Si tan solo lo hubiera sabido antes, todo hubiera sido muy distinto.
—Veo que has despertado. —Dijo una enfermera entrando a la habitación. La miré avergonzada. Yo no estaba aquí por un accidente, estaba aquí porque había intentado suicidarme. —Tus familiares están afuera, ¿Quieres que pasen?
—Preferiría que no todavía. —Respondí mientras la veía cambiar el suero.
—Está bien, no vamos a obligarte a verlos si no quieres. —Dijo mientras miraba mis vendas. —Las heridas fueron muy profundas, pero con un poco de tiempo lograrán cicatrizar bien.
—¿Cuántos días llevo aquí? —Pregunté somnolienta.
—Llegaste anoche. —Respondió mientras escribía algo en un tablero al final de la camilla.
—¿Sabías si un chico venía conmigo? —Pregunté esperanzada.
—No lo sé, yo estoy a cargo de tí a partir de hoy. —Dijo apenada. —Pero quizás está afuera, ¿cómo se llama?
—Aarón Beckett. —Respondí despacio. La enfermera levantó las cejas y cerró los ojos, todo en un gesto rápido. Se veía nerviosa.
—Él llegó contigo anoche. —Comenzó y sentí una enorme felicidad. —Pero llegó casi muerto.
La sonrisa de mi rostro se borró de inmediato. No podía creerlo, no podía creer que de verdad haya cumplido su palabra de quitarse la vida si yo lo hacía. Sentí mis ojos aguarse y comencé a llorar sin ocultarme.
—Tranquila, tranquila. —Decía la enfermera mientras acariciaba mi cabello. No se veía angustiada, pero si preocupada. —Él está vivo aún.
—¿Aún? —Pregunté secándome las lágrimas. Mis brazos estaban llenos de agujas y cables por todos lados. Era extraño.
—Está en un coma inducido. —Comentó. —Las heridas físicas no son tan graves como lo es un golpe fuerte en la cabeza. —Explicó mientras se alejaba de mi cama. —Necesitamos asegurarnos de que su cerebro esté en las condiciones necesarias para poder seguir una vida normal.
—¿Cómo? —Pregunté confundida. —¿No intentó suicidarse?
—Tuvo un accidente en motocicleta. No llevaba casco e iba en exceso de velocidad. Es un milagro que siga vivo. —Reconoció la enfermera sorprendida.
—Es mi culpa. —Dije llorando con fuerza. —Estoy segura, si se muere será mi culpa. —Finalicé secando mis lágrimas.
—Solo fue un accidente. —Dijo sonriendo. —Los accidentes no tienen culpables.
—Necesito verlo. —La miré suplicante. —Por favor.
La enfermera que tenía en su placa "Ana" me miró compasiva.
—Primero necesitas descansar, perdiste mucha sangre. Veremos tu evolución y luego decidiremos si puedes verlo, ¿Está bien?
—Está bien. —Asentí aún llorando.
Realmente no quería ver a mi familia, no quería ver a nadie. Al único al que quería ver desesperadamente era a Aarón, y resulta que podría no despertar nunca más. ¿Qué haría yo sin esos ojos verdes mirándome fijamente? No podría soportarlo, mucho menos si todo es por mi culpa.
—Iré a buscar tu cena y luego de comer te quitaré algunas intravenosas, ¿sí? —Preguntó amable y yo asentí. —Le diré a tus familiares que despertaste para quitarles la angustia.
—No... Por favor. —La miré angustiada.
—Tranquila, no vendrán aquí. —Finalizó saliendo de la habitación.
¿Y ahora qué? No podía moverme, estaba conectada de todos lados. Si me movía podía ser peligroso, pero lo único que quería era ver a Aarón.
—Alexandra, tu novio quiere pasar a verte. —Dijo Ana mientras arrastraba una bandeja con comida. —¿Quieres que pase?
Mi novio está en coma.
—Está bien. —Asentí rendida. Pobre Matthew, el cargo de conciencia que debe tener.
Ana dejó la bandeja sobre la plataforma en la camilla y me hizo una señal que debía comerlo todo mientras se iba de la habitación. Al minuto después entró un chico pálido y delgado, estaba más ojeroso de lo normal.
—Alexandra... —Susurró una vez frente a mí. —Estaba muy angustiado.
—¿Por qué? —Pregunté mientras comía la sopa, estaba un poco malita. —¿Se te acabaron las drogas?
—No seas así. —Dijo sentándose al lado mío en una silla. —Me siento culpable.
—Te entiendo, pero en parte es la verdad. —Respondí sincerandome.
—Lo sé y quiero pedirte perdón. —Mientras decía esto sacó un anillo. Mierda, que no sea lo que estoy pensando. —Te compré este anillo para que me perdones.
—Matthew un anillo no va a comprar mi perdón. —Hablé en parte aliviada. —Pero te perdono, porque también te fallé. Yo estoy enamorada de Aarón. —Confesé.
—¿Crees que no lo sé? —Preguntó mientras ponía el anillo en mi mano derecha y la acariciaba. —Siempre lo supe, sabía que no me correspondías, y sentía rabia. —Sus ojos se critalizaron. —Todo lo malo que hice, lo hice motivado por la rabia. No entendía por qué no podías mirarme como a él.
—¿Y ahora? —Pregunté mirando el anillo en mi dedo. Luego elevé la cuchara a mi boca otra vez.
—Ahora lo entiendo y por eso te pido perdón por ser tan egoísta. —Dijo abriendo la jalea. —Tengo claro que no podemos seguir con lo nuestro si se puede llamar así. —Sonrió triste.
—Podemos ser amigos. —Propuse abriendo la boca cuando llevó una cucharada de jalea hacia ella.
—Amigos entonces. —Sonrió mientras limpiaba una lágrima loca que bajó por mi rostro.
—Creo que deberías irte. —Sugerí melancólica. Aunque no estuve enamorada de Matthew, siempre es triste despedirse de alguien.
—¿Puedo darte un último beso? —Preguntó poniendose de pie.
Asentí silenciosa y cerré los ojos cuando sentí sus labios contra los míos. Fue un beso tierno, nada pasional ni desbordado de emociones.
Corrí mi vista hacia la ventana que daba al cielo. El día estaba nublado. Mantuve la vista ahí el suficiente tiempo como para que Matthew ya se hubiera marchado, no quería mirar cuando se fuera.
Terminé de comer en silencio y en compañía de algunas lágrimas. Me sentía triste de haberle causado daño a Matthew, porque finalmente todo lo había hecho por causa de mi desamor. A él también le dolía no ser correspondido.
Ana apareció en la habitación y comenzó a contarme una historia de su hijo para distraerme mientras me quitaba las intravenosas. Daba pequeños saltitos cada vez que sentía un pinchazo que avisaba una introvenosa menos y finalmente terminé con mis brazos parchados por todas partes.
—Se pondrá morado alrededor de los parches pero es normal, así que no te preocupes. —Me informó.
—Gracias. ¿Puedo ver a Aarón ahora? —Pregunté inquieta. Lo necesitaba. —Me comí toda la comida y prometo tomarme todos los antidepresivos que dejaste en la mesa. —Hablé como una niña pequeña.
—Está bien. —Habló resignada. —Te voy a ayudar a ponerte de pie, ven. Hazlo despacio...
Me moví ágilmente y me puse de pie en un segundo para demostrarle que estaba perfectamente. Inmediatamente sentí un mareo que me habría hecho caer al piso si no fuera porque Ana me agarró fuerte.
—¡Despacio! —Exclamó mientras me volvía a sentar en la cama con su ayuda. Me tomé la cabeza entre mis manos, todo me daba vueltas. Sentí un fuerte dolor en mi brazo.
—El suero se ha desconectado. —Dijo algo molesta. —Acuéstate, por favor. Tendré que volver a conectarlo todo antes de que sea peligroso.
—Lo siento. —Respondí apenada y cabizbaja.
—La que lo siente soy yo, Alexandra. Porque no dejaré que te pongas de pie al menos un par de días. —Dijo mientras se movía ágilmente a mi lado. —No estás para nada bien.
🌷🌷🌷
Primer cambio en la temporada: Matthew fuera. ✅
¿A quién le dio penita?
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