Capítulo Tres
La miré desafiante y ella me respondió de la misma forma mientras se cruzaba de brazos al lado de mi cama.
Había despertado hace cinco minutos y presionado el botón para que Ana viniera y me confirmara que lo de ayer no había sido un sueño. ¿El problema?
—Tú no eres Ana. —Hablé entre dientes. Admito que no fue un buen comienzo, pero en mi defensa ella me miró feo primero.
—Yo seré tu enfermera a partir de ahora. —Comentó de mala manera. —Espero que a mí no me metas en problemas, niña.
Así que no había sido un sueño, Aarón me había olvidado. Sentí un picor en los ojos al recordar su mirada confundida. No podía entender del todo lo que había pasado, pero no me iba a rendir tan fácil.
Karla se movió ágilmente a mi alrededor y miré como cambiaba el suero. Otra vez estaba conectada y no entendía por qué estaba tan débil.
—¿Me hicieron una transfusión de sangre? —Pregunté mientras le extendía el dedo a Karla para que me pusiera un objeto que indicaba mi nivel de oxigenación. Leí "95" en el aparato.
—Si no lo hubiésemos hecho hubieras muerto. —Respondió acercando un termómetro virtual en mi cuello. Apretó un botón y esperó unos segundos hasta que emitió un pitido. —No tienes fiebre al menos.
—¿Por qué debería tener fiebre? —Pregunté extrañada. Karla rodó los ojos y comenzó a tomarme la presión.
—Tu cuerpo puede rechazar la sangre donada. Tu tipo de sangre es O- y es muy compleja, así como es muy difícil encontrar donantes. —Comentó mientras anotaba mis datos en el tablero al final de la camilla.
Sin decir nada más se marchó de la habitación. Ya estaba extrañando el humor de Ana, esperaba que no la hubiera metido en problemas graves. Había sido tan buena conmigo que lo último que hubiera querido sería hacerle pasar un mal rato.
La curiosidad entró en mí cuando miré el tablero a los pies de la cama. Miré la puerta y pensé que si no era ahora, no sería nunca. Corrí las sábanas, me puse de pie y arrastré el suero conmigo hasta alcanzar la planilla. Le di una mirada rápida cuando la tuve entre mis manos.
Nombre: Alexandra Johnson M.
Edad: 18 a 3 m 25 d.
Tipo de sangre: O-
Diagnóstico: Intento de suicidio con alta probabilidad de logro. Lesiones contundentes en ambas muñecas.
Tratamiento: Transfusión de sangre urgente. Hospitalización y evaluación. Terapias diarias y medicamentos correspondientes.
Nombre del donante: Aarón Beckett.
Edad: 17 a 11 m 23 d.
Tipo de sangre: O-
—¡¿Qué estás haciendo?! —Exclamó Karla desde la puerta. Traía el desayuno y se veía muy molesta. —No puedes leer eso.
—¿Por qué aquí dice que Aarón Beckett me transfirió sangre si él estaba inconsciente? —Pregunté mientras elevaba la planilla al aire, furiosa. —Es ilegal.
—Cuando se trata de salvar vidas nada es ilegal. —Respondió seria mientras me arrebataba la planilla de la mano. —Él tenía el mismo tipo de sangre que tú y ya, no había tiempo de hacerle exámenes a tu familia.
—Podría haber sido peligroso para él. —Respondí mientras me devolvía a la camilla, llorosa. Hasta inconsciente Aarón me había salvado la vida.
—Si te soy sincera, habían más probabilidades de que tú vivieras antes que él. —Soltó en una pequeña risa. La miré indignada.
—No puedo creer que seas tan poco profesional. —Le reproché conteniendo mis ganas de gritarle mil insultos.
—No es lo que quería decir. —Intentó explicarse. Su semblante había cambiado. —Digo...
La puerta se abrió de par en par dejando ver a una chica rubia y alta entrar para nada discreta.
—¡Maldita perra depresiva! —Gritó Vicky extendiendo los brazos. Una cartera con el inconfundible logo de channel colgaba de uno de ellos.
Parecía cómico pero increíblemente mi amiga estaba llorando. Karla rodó los ojos y aguanté mis ganas de golpear su rostro. No sé si lo mencioné, pero Karla era una enfermera en práctica, solo era uno o dos años mayor que yo.
—¡Maldita perra fácil! —Elevé la voz correspondiendo su abrazo.
Elevé la voz en parte porque la extrañaba y en parte porque quería fastidiar a Karla, quien salió de la habitación no tolerando nuestros chillidos.
—¡Te amo, no vuelvas a hacerme esto! —Exclamó Vicky mientras me apretaba fuerte.
—Lo siento mucho. —Susurré mientras algunas gotas caían de mis ojos. No había pensado en ella cuando intenté acabar con mi vida y me sentía sumamente egoísta.
—Dime que no volverás a intentarlo. —Se separó de mí y comenzó a secar sus lágrimas con un fino pañuelo que sacó de su bolso. —O yo misma te remataré cuando estés en tu ataud, perra desgraciada.
No pude evitar reír y la atraje nuevamente hacía mí, abrazándola fuerte. Agradecía tanto tener una amiga como ella.
—No volveré a intentarlo. —Dije alejándome y secando mis lágrimas. —Por tí y por Aarón.
—Sí supe de él. —Habló apenada mientras se sentaba a mí lado. —No había venido antes porque Carolina me dijo que no querías ver a nadie.
—¡A tí si quería verte! —Le dije en un puchero. —Pensé que no querías ser mi amiga nunca más.
—¿Cómo pensaste eso? Estás loca —Habló mientras urgaba en su bolso. —Se que está prohibido pero te traje esto. Escóndelo bien. —Terminó en una risita.
Mis ojos brillaron y tomé el frasco de nutella como niña pequeña. Lo escondí debajo de la almohada y agradecí con la mirada.
—Gracias por no dejarme nunca. —Me sinceré. —Te quiero muchísimo.
—Jamás voy a dejarte, eres mi hermana, ¿recuerdas? Nos tenemos la una a la otra, Natalia lo hubiera querido así.
Asentí encontrándole razón y comencé a comer el desayuno que Karla había traído. Le conté a Vicky todo lo que había pasado con Aarón y ella se veía apenada por mí. Me escuchó atenta hasta que finalmente habló.
—¡Tienes que reconquistarlo! —Exclamó mientras retiraba la bandeja y la dejaba en el carrito de comida. —Yo voy a ayudarte.
—Soy un desastre, Vicky. —Hablé resignada. —A mi no se me hace tan fácil coquetear como a tí... Si ni siquiera me considero femenina.
—Aarón se enamoró de tí y no se fijó en tu aspecto físico o en sí eras "femenina". —Comentó haciendo comillas con los dedos y rodando los ojos.
—De todas formas me estás maquillando ahora. —Comenté con los ojos cerrados mientras mi amiga me hacía un delineado.
—Porque pareces un fantasma, duh. —Respondió obvia. —Mira yo creo que para comenzar, deberías ir a su habitación y estamparle un besote.¡No te muevas!
—¡No me estoy moviendo! —Me defendí irritada. El maquillaje no era lo mío. —Ni siquiera sé su número de habitación, supongo que ya lo trasladaron de la UCI.
—Yo escuché algo de que estaba en la 137... —Se alejó y mantuvo el delineador en el aire, pensativa. —Sí, definitivamente está en la 137.
—Mierda.
—Maldita sea, Lex. ¡Te moviste otra vez! —Soltó frustrada. —Tendré que hacerlo todo de nuevo.
—¡Esta es la habitación 136, Vicky! —Exclamé emocionada. —¿Sabes lo que eso significa?
—Nop. —Respondido cabreada. Me golpé la cabeza contra la pared mentalmente.
—Está en la habitación de al lado. —Solté mirándola seriamente.
—¡Mierda! —Abrió los ojos de golpe. —¡Qué estás esperando para ir! —Exclamó emocionada.
—Ojalá pudiera, pero estoy demasiado vigilada. —Pensé en voz alta mordiendo mi labio. —Tendría que ser en la noche.
—Uy, que pervertida —Rió pegándome codazos. —Hacerlo en un hospital... Jamás lo había pensado. —Soltó mirando a la pared, soñadora.
Rodé los ojos, mi amiga no tenía remedio. Al parecer todo había empeorado cuando le expliqué que en los libros también existía el sexo. Desde entonces no deja de comprar libros +18. Increíblemente se los devora en un día y luego lo pone en práctica con sus novios.
Sí, yo soy la víctima que debe escuchar todo eso, pobre de mi mente ya está turbada con tanta experiencia sexual.
En fin, el día al lado de Vicky se había pasado volando, la extrañaba muchísimo. Estar en el hospital es realmente aburrido, no hay nada que hacer.
—Espero que la tipeja esa de Karla no te obligue a quitarte el maquillaje. —Habló vicky interrumpiendo mis pensamientos mientras salía del baño.
—Lo más probable es que lo hará, ¿ya viste como me miró cuando vino a dejar la cena? —Pregunté mientras llevaba la cuchara de sopa a mi boca.
—Te tiene envidia, es obvio. —Dijo poniéndose su abrigo. —Eres hermosa y ella parece un espantapájaros andante.
Me aguanté la risa para que la comida no saliera disparada de mi boca. Vicky decía cada estupidez y me alegraba la existencia por completo.
—No seas así, ella me ha estado cuidando todo el día. —Solté riendo.
—Sí claro, se nota que lo hace obligada. —Soltó urgando en su bolso. —Tu madre sabía que vendría hoy y me pidió que te entregue esto. —Me extendió el pequeño objeto. —Tengo que irme, la hora de visitas se acabó.
Tomé mi teléfono y lo dejé en la mesa que estaba al lado mío. Extendí mis brazos hasta vicky con un puchero, igual que ella hacía mí.
—No sé cuanto tiempo más estaré aquí, aún tienen que hacerme exámenes porque dicen que estoy muy débil. —Comenté acariciando su espalda envuelta en su caro abrigo. —Ven a verme más seguido.
—Lo haré y prometo que voy a rezar para que tus exámenes salgan bien. —Dijo esperanzada mientras tomaba mis manos.
Asentí agradecida y me despedí con la mano cuando se giró antes de salir por la puerta. Minutos más tarde entró Karla e intenté ser agradable con ella, después de todo tenía que cuidarme todos los días.
—Mañana a primera hora tenemos que bajar para hacerte exámenes. —Dijo mientras me hacía el chequeo correspondiente. —Te quitaré el suero, ya no lo necesitas.
Sonreí en mi interior y me mantuve callada mientras Karla desconectaba todo. Sentí un pequeño pinchazo cuando retiró la aguja de mi brazo. Tendría otro moretón más para la colección pero no me importaba para estos momentos, estaba ansiosa de poder colarme en la habitación de al lado.
—¿Vendrás a verme en unas horas? —Pregunté con una sonrisa inocente. —Es que puedo necesitar el suero, no sé.
—No vendré hasta mañana. —Soltó cerrando un mueble blanco que estaba en la esquina de la habitación con llave y tomando el carrito de comida. —Por favor quítate el maquillaje antes de dormir. Buenas noches.
Apagó la luz y cerró la puerta a sus espaldas. Miré la luz de los faroles que entraba por la ventana, iluminando la habitación. Mi corazón latía rápido de tan solo pensar la locura que iba a cometer.
Me quedé así al menos unos diez minutos y cuando ya creí que era tiempo suficiente para no tener obstáculos en mi plan, quité la sábana y me puse de pie lentamente. Alisé el pijama de seda que supuse mi madre había traído y me puse la bata que estaba colgada en un perchero.
No sabía si era una maldita broma o qué, pero la bata era de manga tres cuartos y mis vendas se podían ver a la perfección. Realmente no le tomé mucha importancia, lo único importante era que nadie me viera salir de mi habitación.
Abrí la puerta y me asomé al pasillo. Si hubiera sido una película de terror habría sido tétrico, porque todo estaba demasiado silencioso y vacío.
Cerré la puerta intentando no hacer ruido y caminé rápidamente en busca de la habitación 137. Era un número más pero podría estar al otro lado del pasillo, no podía saberlo.
No había avanzado mucho cuando un nuevo pasillo hacía la izquierda apareció. Me adentré en él y entonces la vi, era la habitación 137. Me acerqué victoriosa pero entonces algo sucedió.
La puerta se abrió sin darme tiempo de esconderme. Tampoco había un lugar para hacerlo, así que de todas formas iba a ser descubierta. Abrí los ojos sorprendida cuando vi a Ana salir de la habitación. Ella me quedó mirando de igual forma, adivinando mis intenciones.
Bajé mi mirada ante la suya reprobatoria, realmente frustrada. Di media vuelta rendida sintiendo mis ojos llenarse de agua.
—Amnesia postraumática disociativa. —Soltó a mis espaldas y me giré asombrada.
—¿Él lo sabe? —Pregunté en voz baja.
—Lo sabe, pero no quiere aceptarlo.
Dicho esto, Ana pasó por mi lado dejándome estática. No me había regañado, ni siquiera me había obligado a devolverme a mi habitación, aún cuando esto no era correcto ni profesional para ella.
—Gracias... —Hablé a sus espaldas, girándome. Ana me miró por su hombro y me guiñó un ojo para luego desaparecer por donde yo había venido.
Respiré profundo antes de tocar la manilla. La giré temblorosa y cuando abrí la puerta inmediatamente su mirada cayó sobre mí. Sus hermosos ojos verdes me miraban asustado y sentí compasión de él. Yo estaría igual en su lugar.
—Tú... —Comenzó a hablar. Su voz ronca me encendía de una manera increíble, no terminaba de entender lo que sentía. —¿Qué haces aquí?
Cerré la puerta a mis espaldas suavemente y me acerqué a él. Mi corazón latía sin control, mis manos sudaban, mi mente dudaba pero tenía que ayudarlo a recordar, él no podía olvidarme. No podía permitirlo.
Su mirada sobre la mía no se apartó en ningún momento, aún cuando cada vez estabamos más cerca. Acaricié su rostro y cerré mis ojos, muy cerca de él. Entonces lo besé, lo besé suavemente y sentía que mis emociones iban a estallar en cualquier momento, porque me estaba correspondiendo.
Yo comencé el beso y de un momento al otro él lo guiaba. Movía sus labios sobre los míos de la misma forma en que tiempo atrás lo había hecho. La calidez era la misma, era imposible que me lo estuviera imaginando. Mi ilusión solo duró unos segundos hasta que se apartó.
—Esto está mal. —Habló con la respiración acelerada. Sus labios se veían rosados y más apetecibles que antes.
Me acerqué y lo besé nuevamente, no soportando su rechazo, su lejanía. Pero él no me siguió el beso.
—Escuchame... —Dijo corriendo su boca a un lado y tomando mis manos que estaban en su rostro. —No deberías estar aquí. No recuerdo quien eres y yo tengo novia.
Abrí los ojos de par en par y fruncí el ceño, cuestionando la credibilidad sus palabras. Tal parecía que el golpe si le había afectado porque hasta lo que yo sabía, Aarón estaba perdidamente enamorado de mí. Iba a decírselo pero la puerta se abrió. Los dos desviamos nuestra mirada hasta la puerta, asustados.
—¿Alexandra? —Preguntó desde la puerta. Traía un café entre sus manos y se veía agotada.
—¿María Paz? —Pregunté mirándola confundida.
No entendía nada. Ella jamás se había visto cercana a Aarón en la academia, todo lo contrario. Parecía como si no se conociesen y tampoco tuvieran interés en hacerlo. Además, juraba que María Paz traía algo con Nath.
—¿Se conocen? —Preguntó Aarón interrumpiendo nuestro duelo de miradas. Volví mi vista a él y me alejé un poco cayendo en cuenta de que aún estábamos muy cerca.
—Sí amor, luego te lo explicaré. —Respondió María Paz cerrando la puerta y dejando el café sobre una mesa.
No entendía nada, pero necesitaba saber de inmediato qué mierda estaba pasando aquí.
—¿Amor? —Pregunté dirigiéndome a María Paz mientras me cruzaba de brazos. Se veía nerviosa. La respuesta que no quería oír se pronunció detrás de mí.
—María Paz es mi novia.
Sentí de inmediato la rabia fluir por mi cuerpo, esa rabia que sientes cuando te enteras que te han visto la cara de estúpida todo el tiempo. María Paz me miraba pálida y me estaba conteniendo de golpearla.
—Puedo explicarlo... —Comenzó María Paz, pero no lo soporté y estallé mi mano contra su rostro. Estaba demasiado molesta.
🌷🌷🌷
Me costó demasiado escribir este capítulo, pero aquí lo tienen.
Miren a María Paz y tan calladita que se veía jaja.
¿Cómo habrían reaccionado ustedes? ¿Creen que Lex se pasó de verga?
Abrazos.
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