Capítulo Quince
Alexandra
—¿Qué pasó, Lex? —Preguntó Matt asustado mientras veíamos el auto de mamá partir a través de la ventana.
—Nada bebé, vete a dormir. —aconsejé quitándole la mamadera de la boca. Matthew me miró con un puchero y lo tomé entre mis brazos. —Te haré dormir, ¿bien?
Matthew asintió y lo cargué hasta llegar a su habitación. Le acosté, lo arropé con las sabanas y me recosté a su lado.
—¿puedes contarme una historia? —pidió con su dulce voz infantil.
—Está bien, ¿Cuál quieres? —pregunte mirando al techo. La habitación estaba a oscuras, ni un rayo de luz artificial se filtraba.
—La de la niña que se enamoró de un músico y fueron felices para siempre. —pidió emocionado.
Le sonreí, con un dejo de tristeza imperceptible ante él. Comencé a relatar la historia, consciente de que era la mía. A excepción de algo, el final feliz. Matthew se quedó dormido y besé su frente antes de salir de su habitación por completo. Los momentos en los que él mismo no me permitía dormir con su llanto desesperado y una madre ausente vinieron a mí. Para ese entonces su llanto se mezclaba con el mío, una niña inexperta en bebés. Le cambiaba pañales, le preparaba la leche y me paseaba en brazos con el por toda la habitación. Al menos esos tiempos ya eran pasado.
Me acerqué a la habitación de Justin y la abrí lentamente, estaba dormido y su celular cargando en un mueble era la prueba de ello. Finalmente me acerqué a la habitación de Gabriela, la última del pasillo.
—¿Qué quieres? —Preguntó apartando la vista de su teléfono y dirigiéndola a mí.
—Duérmete. —aconsejé para luego cerrar la puerta a mis espaldas.
La casa se había sumido en un ambiente nostálgico, al menos así lo sentía. Estaba a oscuras, solo entraba la luz de los faroles por la pequeña ventana del pasillo. Entré a mi habitación dispuesta a revisar mi teléfono después de una semana, supongo que seguía castigada pero no iba a desperdiciar la oportunidad.
—¡Mierda! —Grité sujetándome el pecho y sintiendo mis latidos descontrolados. Esperaba que mi grito no hubiera alertado a nadie, pero lo dudaba así que cerré rápidamente la puerta con seguro y corrí a sus brazos. —Me asustaste.
Lo miré en un puchero hacia arriba y comencé a besarlo desesperadamente. Lo había estado necesitando todo el maldito tiempo y por fin podía tenerlo rodeándome, solo como él podía hacerlo.
—Te amo. —Susurró melancólico entre besos, los cuales comenzaron a descender por mi cuello. —Pensé que ya no me querías.
—No te quiero, te amo. —Aseguré bajo sus encantos. —Mi madre no quiere que esté contigo.
Debería haberlo dicho en algún momento en que estuviéramos sentados. Si mi madre se negaba a mi relación con Aarón significaba que era algo prohibido para mí, mientras viviera bajo su techo. Sin embargo ahí estábamos, revolcándonos en la cama como si nuestra existencia dependiera de ello.
—Lo sé —respondió con la respiración agitada mientras lo ayudaba a quitarse la camisa. —Elián me lo contó todo.
—¿todo? —pregunté sintiendo su miembro contra mí una vez que estuve sobre él. Solté un quejido de satisfacción.
—Todo, menos el por qué. —terminó en un jadeo.
Ma aparté de él aunque no quisiera hacerlo. Mi madre podría llegar en cualquier momento y era riesgoso tenerlo en mi habitación. Aarón se sentó y su abdomen se marcó, haciéndome delirar de deseo por recorrerlo. Hacer el amor con él era como tocar el cielo tres veces. Se acercó a mí y me besó en la frente antes de peinar mi desordenado cabello.
—Te lo pintaste rubio... —Susurró mientras lo tomaba entre sus manos.
—No lo hice, solo dejé de teñirme azul. —comenté nerviosa. —Está decolorado y por eso se ve tan tieso. De todas formas no puedo hacer nada, mi madre no me da ni para el pasaje del bus con todo esto del castigo. —solté frustrada y a la vez restándole importancia.
Aarón asintió dando a entender que comprendía la situación, lo vi ponerse la camisa atenta, admirando cada uno de sus movimientos. Hurgó un poco en su pantalón y luego extendió su mano hacia mí. Lo miré avergonzada.
—No... gracias, pero no puedo aceptarlo. —Admití apenada.
—Por favor, no lo veas como algo malo. —Insistió pasivo, seguía con la mano extendida.
—Es tu dinero, no voy a recibirlo, no corresponde.
—Soy tu esposo. —Dijo dolido. —No entiendo qué tiene de malo.
Mi estómago se apretó en el momento en que la palabra "esposo" salió de sus labios. Lo besé en agradecimiento, pero no recibí el dinero. Aarón asintió dándose por vencido y guardó el dinero en su pantalón. Le sonreí e iba a decirle que ya debía irse, hasta que soltó una confesión que me dejó helada.
—Te vi besarte con él. —Comentó serio. Podía apreciar un brillo en sus ojos, quizás era decepción.
—No es lo que parece, de verd...
—Lo sé, cariño. —Me interrumpió sonriendo hacia mí, comprensivo. —Tu madre lo forzó a todo.
—Elián está muy enamorado de mi madre. —Admití sorprendida.
—En realidad, tu madre esta muy enamorada de su padre y Elián la ve como una madre. —Explicó encogiéndose de hombros.
—¿Qué? —Pregunté sin entender. Aarón me tomó de los hombros y me miró directamente a los ojos.
—Tu madre nunca terminó con su amante como sospechabas, simplemente vino a vivir aquí y Elián es su hijo. —Confesó seriamente. —Todo es un plan, incluso que estudiaran en la misma universidad y la misma carrera.
—No entiendo, Aarón. ¿Qué plan? —Pregunté comenzando a sentirme desesperada. Cada vez descubría más y más cosas que no me hacían bien.
—Es obvio, Alexandra. —Comentó frustrado. —Un plan para que no estemos juntos.
—¿Por qué? —pregunté desesperada. Me acerqué a él y busqué su mirada. No podía entender por qué mi madre no quería que estuviéramos juntos.
—No lo sé. —Finalizó rendido.
Frunci el ceño y lo abracé, queriendo olvidar los problemas de una vez por todas. Era una lástima que no podríamos hacerlo, ¡porque no podíamos estar juntos! Sentí los ojos vidriosos y la nostalgia invadirme. De pronto se escuchó el sonido de la puerta principal cerrarse.
—¡tienes que irte! —Exclamé asustada sabiendo lo que ese sonido significaba. —Si mi madre te ve, estaré castigada por siempre.
Aarón se acercó a la ventana que por cierto ya estaba abierta. Se subió ágilmente para sentarse en el borde.
—¡Alexandra, ya llegué! —Escuché en un grito. Seguido unos pasos cada vez mas cerca.
—Lamento tanto no poder pasar una noche completa a tu lado. —Comenté apenada.
Era cierto. La única vez que habíamos dormido juntos fue cuando no había ni un impedimento entre nosotros. Por un momento habíamos sido felices y lo teníamos todo sin darnos cuenta. Si habría sabido que no volvería a estar tan cerca de él en tanto tiempo lo hubiera aprovechado más. Aarón me miró fijamente.
—Escapémonos.
—¿A dónde? —pregunté sintiendo al instante una mezcla de emociones, partiendo por el miedo.
—¡Alexandra!, ¿Dónde estás? —Preguntó mi madre desde el pasillo. Abrí los ojos en grande.
—Mañana temprano, afuera de tu universidad. —Soltó rápido dándome un casto beso en los labios y luego desapareció. Cerré la ventana rápido y me tiré en la cama.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó mi madre mirándo mi habitación de manera sospechosa. Entró al cuarto y abrió mi closet.
—Lo mismo me pregunto. —Solté entre aliviada y aún algo nerviosa. —¿Cómo esta Roxanne?
—Ella está bien. —Respondió una vez que salió del baño. Rodé los ojos en mi interior. La vi acercarse hasta mi cama y juré que vería debajo de ella, pero no lo hizo. Tomó mi teléfono que estaba encima de mi cama y se alejó. —Buenas noches.
Cerró la puerta a sus espaldas y me puse de pie, harta. Tomé mi mochila y puse en ella dos mudas de ropa y lo básico de aseo personal. Me acosté pensando que desde un punto de vista externo tener dieciocho años, haber intentado suicidarte, casarte y escapar de tu casa era una total locura digna de juzgar por cualquiera. Literalmente sería la deshonra de la familia si la tuviera cerca, por suerte no era así. La mayoría de mi familia vive en otro lugar del país y mi familia por parte de padre es casi inexistente como él en mi vida. En fin, no estaba muy convencida de lo que iba a hacer pero tampoco tenía dudas. En un momento lo pensé y lo sigo pensando. Jamás podría rechazar una petición de aquellos ojos verdes.
Lo primero que hice al abrir los ojos fue mirar el reloj que estaba a mi lado en la mesa de noche. Me levanté como alma que lleva al diablo al ver que estaba retrasada. No tuve tiempo de darme un baño, así que até mi cabello en una coleta alta y me vestí con ropa oscura y holgada. Sabía que mi vestimenta levantaría sospechas, pero las circunstancias no ameritaban usar tacones y llevar maletín. Colgué mi mochila en mis hombros y corrí escaleras abajo, todos estaban saliendo de la casa.
—¿Por qué vas asi vestida? —pregunto mi madre mirándome de arriba abajo.
—Tengo educacion física. —mentí sin siquiera yo creerlo. Evidentemente la carrera de derecho no tenía como ramo educacion física, pero mi madre pareció conformarse con mi respuesta.
Mordí mis labios todo el viaje desde la casa hasta la escuela de mis hermanos y finalmente hasta llegar a la universidad. Mi madre bajó del auto y se alejó rápidamente bajo la excusa de un certamen importante. Agradecí muchísimo la instancia de quedar sola, porque así mismo me dirigí hasta la dirección de la universidad.
Pasé desapercibida bajo la mirada de todos en el lugar, menos bajo la de Elián cuando nos cruzamos en el pasillo. Lo miré haciéndole saber con la mirada que estaba muy molesta con él y pasé de largo sin siquiera hablarle. Era el hijo del amante de mi madre, eso significaba que había compartido muchos momentos con ella que ni siquiera yo siendo su hija había tenido la dicha de compartir.
—Quiero cancelar mi matricula.
La señora que estaba frente a mí me miró sorprendida y asintió lentamente mientras tecleaba mis datos en el computador. Luego de los minutos más incómodos de mi vida me puse de pie, estando muy consciente de lo que acababa de hacer. Jamás podría volver a estudiar sin conseguir una beca o encontrar trabajo, pero estaba dispuesta a hacerlo, por mi felicidad. No estudiaría algo para ser infeliz toda la vida empleando.
Me alejé por los pasillos de la universidad y cuando llegué afuera lo vi apoyado en su motocicleta. No tenía ningún bolso o mochila, a pesar de llevar el uniforme escolar. Sentí una enorme satisfacción al verlo así, tan adolescente rebelde. Su chaqueta de cuero terminaba de complementar su vestimenta y le daba ese toque único que solo Aarón Beckett podía tener. Corrí hasta su lado y estampé mis labios contra los suyos, elevando mis pies unos centímetros del piso.
—Sabía que saldrías. —comentó aún rodeándome entre sus brazos. —Gracias por acompañarme, prometo que haré todo lo que sea necesario por nuestra estabilidad.
Asentí totalmente enamorada de él y de sus palabras.
—¿Dónde iremos? —pregunté mientras tomaba el casco entre mis manos y me subía a la moto.
—Mientras tanto iremos donde mi madre. —Comentó nervioso. —Yo sé que no la conoces, pero ella me ofreció su casa y sé que no va a juzgarnos. Al menos por un tiempo, hasta que encontremos nuestro lugar.
—¿hay algo más que deba saber antes de? —Pregunté conforme con su propuesta. Aarón se rasco la nuca y me miró algo nervioso.
—Valentina...
—Vive ahí. —Completé por él, interrumpiendo lo que fuera a decir. Comprendía la magnitud de la situación. Desde ahora tendría que vivir bajo el mismo techo que Aarón y su hermanastra enamorada de él. —Genial.
Le sonreí mostrando los dientes exageradamente y Aarón rió sincero. Me tomó de la cintura y me besó apasionadamente antes de subir a la moto. Entonces el viaje transcurrió como en cámara lenta, a pesar de que solo fueron treinta minutos de viaje. La madre de Aaron vivía a veinte minutos desde mi antigua casa, quizás la había visto alguna vez y no lo sabía.
Aarón condujo la moto por un condominio muy caro y me retracte de inmediato, era imposible que yo conviviera alguna vez en la vida con alguien que viviera en aquel lugar.
Nos detuvimos frente a una casa enorme, como una de esas casas en las que piensas que jamás vas a entrar. Por un momento me sentí emocionada de vivir en un lugar como ese, quizás no sería tan malo.
Realmente las cosas comenzaban a acomodarse a pesar de sentir remordimiento por abandonar mi casa sin decirle a nadie. Aarón me tomó de la mano y me sacó de mis pensamientos. Me guiaba hasta la entrada de la casa y la puerta se veía mas costosa que toda mi casa completa. Su mano comenzaba a acercarse al botón pero la puerta se abrió de par en par, logrando asustarnos.
—Niño Aarón... —Exclamó la anciana que nos abrió la puerta, se veía emocionada. —La señora Louisa los está esperando, pasen. —invitó haciéndose a un lado.
Aarón sonrió tímido ante ella y se adentró a la casa. No se veía muy cómodo y por mi parte tampoco lo estaba. Iba a conocer a su madre y eso me ponía mas nerviosa que el hecho de haberme escapado de mi casa.
A medida que nos íbamos adentrando al lugar, no podía evitar mirar la lujosa decoración que había en el. Cuando llegamos a la sala, nos recibió una larga cabellera castaña. Tenía un bebé entre sus brazos envuelto en mantas.
—Al fin llegas. —Soltó mirando directamente a Aarón. Seguido de eso, desvió su mirada hacia mí. Me miró con los ojos entrecerrados e hizo un respingo.
—Te vi, Valentina. —La amenazó Aarón. —No olvides que Alexandra es mi esposa ahora. Merece tu respeto y el de todos en esta casa.
Valentina rodó los ojos y finalmente cambió el semblante, a uno más amable. Mientras nosotros nos sentábamos en el caro material del sofá, ella se acercó con el bebé y lo extendió hasta nosotros. ¿era su hijo?
—Es nuestro hermano. —Explicó dirigiéndose a Aarón. —Se llama Daniel.
Valentina lo extendió hacia él, pero Aaron parecía estar en shock y lo único que hacia era mirarlo fijamente. No sé por qué lo hice, pero extendí mis brazos y lo tomé entre ellos. Esperaba encontrar ojos verdes como los de Aarón, pero unos cafés me miraron expectantes y sentí una sensación extraña. ¿Cuándo había sido mi último periodo? No podía estar embarazada, ¿o sí?
Intenté ignorar la sensación de malestar y le devolví el bebé que no pasaba los cinco meses. Valentina lo tomó otra vez y entonces se oyeron pasos desde lejos. Aarón se puso de pie, nervioso y tenso.
—Hijo. —Escuché en una dulce voz y luego miré la escena, conmovida. Su madre tenía los ojos llorosos y lo abrazaba como si fuera lo único que quisiera hacer por el resto de su vida. —Al fin viniste, gracias, muchas gracias.
La escena logró conmoverme, porque para entonces la mujer lloraba desconsoladamente y Valentina tenía los ojos vidriosos.
—No vine solo. —Comentó con la seriedad que lo caracterizaba mientras se abría hacia mí.
Me puse de pie rápidamente y me acerqué a ella elevando mi mano a modo de saludo. La madre de Aarón dejó de llorar y me quedó mirando fijamente. El color se había ido de su rostro y parecía que se iba a desmayar en cualquier momento. Bajé la mano, avergonzada. Quizás no sería tan bien recibida como había pensado. El ambiente se volvió tenso y se podía observar bajo la mirada molesta de Aarón.
Nuevos pasos se sintieron y todos dirigimos nuestra mirada hacia el pasillo. La angustia se había apoderado de mi cuerpo y solo quería salir corriendo de esa casa sin entender por qué. Hasta que lo vi. Todos lo miraron, pero él solo me miraba a mí.
—Aarón, él es mi padre. —Explicó Valentina acercándose a él. —Es tu padrastro.
Mi esposo me miró y vi cómo se desgarraba por dentro. Así mismo me sentía yo, totalmente rota y desolada con la noticia. Valentina era la hermanastra de Aarón y tenían un hermano en común. Valentina acababa de decir que era la hija de Alex, mi padre. Valentina era mi hermana y eso quería decir una sola cosa.
Yo, Alexandra Johnson, me había casado con Aarón Beckett, mi propio hermanastro.
Todo había cobrado sentido. Amar a Aarón Beckett había comenzado a doler. Y dolía, dolía como la mierda.
FIN
Aaaah no se crean, no es el fin. Aún quedan unos capítulos más, ya saben, para que no me odien tanto.
Los amo.
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