Capítulo Cuatro
Llega un momento en la vida en que ya no sabes que hacer contigo, porque ya hiciste de todo y nada ha dado resultado. Eso estaba sintiendo, que nada me había dado resultado en la vida. Había tenido oportunidades y las había desperdiciado, había fallado, había un mentido, había perdido, pero jamás ganado.
Había sido traicionada, engañada y está bien, podía aceptarlo de Matthew. Incluso lo perdoné e hice como si nada hubiera pasado, pero fue tan fácil porque no lo quería, mucho menos lo amaba. Yo no estaba enamorada de Matthew.
En cambio la traición de Aarón me dolía, quemaba. No podía creer que él y María Paz me hubieran estado viendo la cara viéndose a escondidas todo el tiempo. Aarón me prometía atención y me confundía a costa de diversión.
Todo había sido un juego para él y en algún momento lo sospeché, pero no le tomé el peso y me arrepentía. Ahora me daba cuenta que no fui tan importante para él, porque si hubiera sido importante no me hubiera olvidado. A María Paz no la olvidó.
—No sé, Lexa. —Dijo Nath mientras desempacaba mis cosas. —Yo tampoco pensé que María Paz me traicionaría así, pero no ha respondido mis llamadas desde hace una semana.
—Me duele mucho por tí, Nath. —Dije levantándome de la cama. Me acerqué a él y lo ayudé a sacar mis cosas de las cajas. —Al menos ahora somos vecinos y puedes venir a mi casa cuando quieras.
—Es un hecho. —Terminó extendiendo sus brazos hacia mí.
Le correspondí el abrazo, agradecida. De todos los chicos de la banda, Nath siempre ha sido mi amigo más cercano. A pesar de vivir lejos siempre iba a mi casa y se quedaba a cenar conmigo o a ver películas cuando estaba sola. Al menos antes de que Matt apareciera en mi vida, siempre lo hacía. Recuerdo que cuando recién comenzamos a ser amigos Nath confesó estar enamorado de mí, pero no le correspondí y él no tuvo problema con eso. Seguimos nuestra amistad normal.
—¿Qué pasó con tu papá? —Preguntó interesado. Nath siempre le tuvo miedo a Alex por la seriedad que irradiaba.
—Con mamá ya iniciaron los trámites de divorcio. Supongo que se fue a vivir con su otra familia. —Respondí encogiendome de hombros.
Mis padres iniciaron los trámites de divorcio y vendieron la casa. Actualmente yo estoy viviendo con mi madre y mis hermanos en otro barrio. Realmente nadie quería volver a pisar mi habitación, ni siquiera yo misma. Mucho menos querían estar en una casa en donde alguien intentó quitarse la vida. Este era un nuevo comienzo y a pesar de tener mi corazón destrozado, sentía ganas de seguir.
Mi nueva casa era más pequeña que la otra, pero era acogedora. También tenía dos pisos pero las habitaciones el espacio era más reducido. Una gran diferencia es que la habitación de mi madre ahora estaba en el primer piso. Por otro lado, el barrio se veía más tranquilo y era céntrico.
Nath vivía a dos minutos de caminata desde mi casa. Ben y Vick vivían a dos casas de Nath. Margó vivía a diez minutos y Vicky a quince. Increíblemente todas las personas que quería estaban cerca de mí y eso me animaba demasiado, creo que mi madre hizo una buena elección esta vez.
—En realidad, vine a buscarte para que me acompañes a trotar. —Dijo Nath sonriente una vez que terminamos de desempacar la mitad de mis cosas. —Después si quieres te ayudo a desempacar todo.
—¿Tengo cara de deportista? —Custioné risueña mientras sacaba ropa de una caja.
—Te hará bien, vamos. —Insistió tomándome de los hombros. —Lexita, por favor, acompáñame.
—No me digas Lexita. —Dije rodando los ojos. —Está bien, iré.
—¡Sí! —Exclamó emocionado mientras hacía un baile de fornite.
Me cambié frente a él sin importar. Nathaniel era como mi hermano, lo conocía desde que teníamos once años, en la academia. Me puse ropa deportiva que casi tenía el polvo impregnado pero que mas daba, realmente no conocía a nadie del barrio como para impresionar, a penas habíamos llegado ayer.
—¡Mamá, iré a trotar con Nath! —Grité saliendo de la casa.
Mientras trotábamos Nath me hacía un mini tour del barrio indicando los parques y los almacenes cerca. A penas llevábamos diez minutos trotando y ya sentía que iba a morir, en cambio Nath ni siquiera se veía cansado. Maldito deportista.
Cuando pasamos por un parque no pude evitar mirar a una pareja que estaba haciendo estiramientos en el pasto. Se veían realmente felices, saludables y todo lo que se puedan imaginar. Sentí un poco de envidia sin quererlo. De seguro así estaban Aarón y María Paz, muy felices.
Recuerdo perfectamente cuando golpeé a María Paz en el hospital y como luego salí corriendo como una cobarde, no iba a soportar que me viera llorando. Pedí el alta al día siguiente, ni siquiera esperé los resultados de los exámenes. Simplemente firmé un papel que me hacía responsable de mi salud y de las consecuencias de salir del hospital tan pronto, pero no podía seguir ahí, menos con lo que me había enterado.
—Ya queda poco. —Me alentó Nath cuando llevábamos al menos cuarenta minutos de trote. —¡Ahí está tu casa Lexa! No te rindas ahora.
—Te odio. —Dije mirándolo mal, sentía que iba a morir. —Nunca más volveré a castigarme de esta forma.
—Eres una exagerada. —Dijo riendo cuando ya estuvimos frente a mi casa. Nos encontrábamos haciendo ejercicios de respiración para después comenzar a elongar.
—Inhala y exhala —Dijo mientras levantaba los brazos y los bajaba. Se veía gracioso.
Mientras me reía de él, un auto blanco se estacionó afuera de la casa que estaba frente a la mía. Me pareció extraño, pensé que ahí no vivía nadie porque aún no sacaban el letrero que decía "en venta". Lo ignoré y seguí elongando pero Nath detuvo sus ejercicios y su cara se transformó.
—¿Qué pasa? —Pregunté volviendo a mi posición normal y dirigiendo mi mirada hacia dónde estaba la suya. —Mierda.
Adolf bajó del auto. Seguido bajó María Paz y finalmente Aarón.
Lo miré conmovida, se notaba que caminaba con dificultad. María Paz lo abrazaba por la espalda y Adolf llevaba un bolso. Evidentemente le habían dado el alta médica, una semana después. No entendí que hacían entrando a esa casa hasta que caí en cuenta. No, no, no.
María Paz sintió nuestra mirada porque giró la suya hacia nosotros. Miré a Nath y desvió la mirada muy dolido. De pronto su mirada cambió y lo miré asustada. Lo conocía muy bien para saber lo que su alocada cabeza estaba maquinando.
—Ni lo pienses. —Pronuncié intentando no mover demasiado los labios.
—luego me lo vas a agradecer. —Dijo rápido segundos antes de estampar sus labios contra los míos. Quise apartarme pero Nath no me lo permitió hasta que no hubo nadie en la calle.
—¡Asqueroso! —Grité cuando se apartó, fingiendo una arcada. —Estás loco. —Lo mire asqueada.
—De nada, Lexita. —Dijo sonriente. Besó mi frente y luego me dio la espalda, desapareciendo calles más abajo.
—¡Te va a salir caro! —Grité lo suficiente alto como para que me escucha. Nath se giró y me guiñó un ojo mientras me apuntaba con sus brazos y seguía caminando en retroceso.
Me adentré en la casa asqueada y molesta. Mamá estaba en la cocina preparando el almuerzo y su semblante cambió cuando me vio.
—¡¿Por qué lo hiciste?! —Grité furiosa. —¿Por qué, mamá? Si sabes que él no me recuerda.
—Hija, no pensé que las cosas se darían así. —Intentó excusarse. —Ellos querían una casa que se amoldara a sus necesitades, yo les comenté de esta...
—¡Nunca piensas en mí! —Elevé la voz, fuera de mí. —Piensas en todos menos en mí. —Terminé dolida.
—¿Por qué te duele tanto? —Preguntó sin comprender. Luego abrió los ojos de par en par. —¿Te gusta Aarón?
Me giré frustrada. Mi madre no tenía idea, no sabía nada. No sabía que Aarón estaba así por mí culpa, no sabía que nos conocíamos hace más de un año, que lo quería y había jugado conmigo.
Subí a mi habitación y comencé a ordenar mis cosas intentando no pensar negativo. Peter dijo que debía distraerme y no dejar de tomar mis antidepresivos hasta que tuviera el alta médica, pero faltaba mucho para eso.
Mientras ordenaba movía mi cuerpo al ritmo de mi playlist en spotify. De vez en cuando la música se detenía de golpe y la aplicación se cerraba. Me gustaría tener spotify premium pero solo me alcanzaba para la versión transfuga descargada de Google.
Terminé de ordenar y miré mi habitación satisfecha. No tenía muchas cosas, pero no me molestaba. Las cosas materiales van y vienen, no son importantes. Realmente no entendía a las chicas que tenían más de cien lápices labiales o ropa hasta que el closet explotara. Hay gente que ni siquiera tiene para el pan, no podría comprar un bolso que cueste más de veinte dólares. De todas formas respetaba a las personas que sí lo hacían.
—Te buscan. —Dijo mi hermana Gabriela abriendo mi puerta de golpe.
Tan rápido como abrió la puerta la cerró y bajé las escaleras con curiosidad. No tenía idea de quien vendría a buscarme un día viernes a las cuatro de la tarde. Hasta que la vi sentada en el sofá.
—¿Qué quieres? —Pregunté desafiante a penas la vi.
María Paz se puso de pie y me di cuenta de lo alta que era. Me sacaba fijo una cabeza de alto, aunque en realidad yo era bastante baja. Instintivamente me encontraba a la defensiva, pero ella no se veía molesta ni dispuesta a pelear, al contrario.
—Nada es como tu piensas... —explicó rápido. —Por favor, tienes que escucharme.
—¿Qué quieres que escuche? —Pregunté en una risa sarcástica. —¿Qué me vieron la cara de estúpida todo el tiempo?
—¡No es así! —Elevó la voz intentando defenderse. —¡Yo estoy enamorada de Nath!
—¡¿y por qué mierda estás con Aarón entonces?!
—Alexandra. —Se asomó mi madre bajo una mirada reprobatoria. —No eres una niña, compórtate. —soltó para luego desaparecer. Rodé los ojos y María Paz volvió a hablar.
—Estoy con él porque... Maldita sea —Soltó desesperada tomándose el rostro con ambas manos y sentándose en el sillón, rendida. —¿Tienes algo con Nath? —Preguntó llorosa.
Al verla así mi semblante se suavizó y me senté a su lado, de pronto más calmada. María Paz se veía demasiado dolida, triste. Se veía igual que yo y no entendía por qué, si ella estaba con Aarón.
—No tengo nada con Nath. —solté sincera ante sus ojos llorosos. —Solo me besó porque quería darte celos.
—Yo si estuve con Aarón —Comenzó a hablar. —Pero fue hace más de un año. —Finalizó sincera.
No pude evitar sentir una pizca de celos cuando María Paz reconoció haber estado con Aarón, pero me contuve de golpearla otra vez porque hace más de un año aún no conocía a Aarón. Además, se veía realmente dolida.
—Nos conocimos en la academia. Él iba a clases de piano y yo a clases violín —Siguió hablando mientras jugaba con sus manos. —Nunca fuimos novios, solo salimos un tiempo... Y un día me dejó sin más.
Asentí asimilando lo que acababa de oír. Pero si nunca habian sido novios, ¿por qué lo eran ahora? Muchas cosas no calzaban en mi mente.
—Necesito que me digas todo. —Le dije intentando armar el rompecabezas. Maria Paz suspiró dispuesta a hablar.
—Cuando lo conocí era el primer día que Aarón iba a la academia. Luego de ese día no volvió, no estaba interesado, pero nosotros seguimos hablando y viéndonos hasta que me dejó. —Reconoció levantando las cejas mientras miraba la pared. —Al principio no lo entendí, no sabía por qué me había dejado pero le insistí tanto que me contó la verdad. Estaba interesado en otra.
Me mordí el labio sintiéndome mal por ella y conociendo una faceta de Aarón que no me había imaginado. Era tan silencioso y aún así había tenido romances complejos. Había dañado a María Paz por otra perra.
—Lo siento... —comenté compasiva.
—Esa otra eres tú, Alexandra. —Terminó en una sonrisa triste. Intenté no reír pensando que acababa de llamarme perra a mí misma. —Aarón te conoció y le interesaste desde el primer día. ¿El motivo? No lo sé, no sé lo que pasó entre ustedes. —Ahora hablaba mirando el piso. —Solo sé que tenía mucha rabia contra tí y entré a la banda motivada por eso. —Me miró directamente y abrí los ojos, sorprendida y asustada. —Lo sé, es muy enfermo. Sin embargo ahora te agradezco, porque conocí a Nath y me enamoré de él.
Las piezas se iban acomodando de a poco en mi cabeza, pero aún tenía una incógnita más grande, una duda que no me dejaba tranquila.
—¿Por qué estás con él ahora? —Cuestioné cada vez encontrandole más la razón a María Paz. Necesitaba saberlo para estar tranquila.
—Porque Aarón no te recuerda. —Pronunció lentamente, intentando ser delicada. —Tuvo un golpe tan fuerte en la cabeza que le produjo amnesia disociativa, eso significa que su mente eliminó cierta parte de sus recuerdos. —La miré fijamente, interesada. —Su mente eliminó todos los recuerdos en los que apareces tú. Es decir, su mente eliminó todos los recuerdos desde el primer día en que se vieron. Hace un año atrás, cuando Aarón todavía estaba conmigo.
—Entonces él cree que aún están juntos... —Susurré comprendiendo. Me sentía aliviada, demasiado.
—No. —Interrumpió descolocándome.—Hoy le conté todo, Alexa. Le conté de tí, de mí y de él.
—¿por qué hiciste eso? —pregunté incrédula, podía imaginar el dolor que Aarón estaba sintiendo. —Lo destrozaste...
—Le dolerá hoy, mañana, unos días quizás. —Sonrió hacia mí. —Pero yo se que no más tiempo. Él no está enamorado de mí, Alexa.
María paz se puso de pie y se acercó a la puerta dispuesta a irse. Quise pedirle disculpas, pero no lo hice. Me quedé estática un par de minutos hasta que me puse de pie y abrí la puerta. María Paz se giró y la miré estática.
—Buscalo, él te necesita. —Comenzó sus palabras finales. —No hay nadie en su casa, sus abuelos se fueron hace un rato.
La miré desaparecer y cerré la puerta. Tuve que sentarme a comer por obligación de mi madre, quiso hacer una comida familiar ya que debía irse de viaje por temas laborales y mi padre vendría pronto a buscar a mis hermanos para llevárselos a su nueva casa. Comí rápido y corrí escaleras arriba. Me di una ducha rápida, sequé mi cabello, me peiné y me vestí según yo, bonito. Bajé las escaleras animada mientras guardaba las llaves de la casa en mi suéter y abrí la puerta. Mis hermanos ya se habían ido.
—¿Dónde vas? —Preguntó mi madre atajandome. —Me iré en diez minutos y llegaré mañana en la noche.
—Le daré la bienvenida a los vecinos, nos vemos mañana. —Finalicé en una sonrisa cerrando la puerta detrás de mí.
🌷🌷🌷
Esto me huele a...
(comida, romance, drama, ¿sexo? Nah...) 😛
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