| EPISODIO III |
Sus pasos eran apresurados y firmes, odiaba que le hicieran llamar cuando estaba ocupado, ¿que acaso no habían otros Heraldos que pudieran hacer este trabajo?... Oh... Espera... Él solo sabía como hacerlo. Estúpidos compañeros suyos, solo eran simples peones de la Tsarista quien al chasquear sus dedos ellos estarían ahí en segundos, cumpliendo toda orden como perros fieles; y él odiaba hacerlo. No sabía hasta cuando seguiría con esta farza, pero todo fuera para sacar provecho propio, valía la pena.
Se detuvo frente a una inmensa puerta de madera reforzada con hielo, tocó dos veces y dicha puerta se abrió lentamente.
Dottore aún así no se digno a pasar, cruzó sus brazos detrás de su espalda esperando.
-Adelante -dijo una voz masculina de tono adulto y gruesa, se escuchaba harto, cansado.
Dottore caminó dentro de aquella inmensa habitación.
Al fondo había un enorme ventanal el cual permanecía abierto, el poco aire que había se colaba por este meciendo las cortinas que arrastraban en el suelo; al lado derecho había una chimenea que permanecía apagada, parecía permanecer así desde hace años atrás, la escarcha cubría parte de ella.
Mientras que al lado izquierdo, había una silla en dirección a la cama la cual permanecía cubierta por un inmenso manto blanco que se sostenía desde el techo gracias a la base de madera, cuatro pilastrones tallados decoraban en cada esquina de la cama.
En la silla permanecía sentado el primero de los Heraldos, era la mano derecha de la Arconte de Cryo y el más leal a ella de todos. Pierro.
Dottore avanzó sin romper pose, caminó tranquilamente hasta quedar aún lado de la cama observando la figura que había tras de ese manto blanco.
Colocó una mano en su pecho e hizo una reverencia.
-Majestad -Dottore sonrió para reincorporarse-. He de decir que bajo la luz de la luna acentúa aún más, hace mucho que no permanecía bajo ella.
Los otros dos claramente notaron aquel dejé falso ante las palabras del segundo Heraldo, pero nadie dijo nada, estaban acostumbrados a ello.
-¿Al fin lograste algo? -preguntó Pierro repentinamente, descansaba su barbilla en el dorso de su mano-. Ha pasado una semana desde tu último informe a la suprema Tsarista.
-Mis prototipos no pueden ser apresurados a la forma que deseas -Dottore no volteó a ver al otro hombre, pero sus palabras eran claramente dirigidas hacia él-. Un pequeño error y tendría que hacer esperar más a su majestad.
-Su reinado cesó desde hace dos meses atrás, el plan tuvo que cesar, y la deseada guerra contaré Celestia ha cesado de igual forma -la voz de Pierro era sería, había un deje de molestia pero sabía cómo ocultarlo-. ¿Y crees que esperaremos más tiempo? El reloj avanza, y la gnosis de Cryo no durará para siempre.
Ambos Herarldos se quedaron callados, pero si sus miradas pudieran matar, ambos hombres estarían sin vida en cuanto se observaron.
Una mano salió de entre el manto para extenderla frente a Dottore, quien de inmediato tomó aquella mano huesuda y con pocas arrugas, estaba pálida casi llegando a los tonos grises, parecía la mano de una anciana la cual le hubiesen drenado la mayoría de su sangre.
-Oh mis queridos primer y segundo Heraldos -la voz de la Tsarista era cansada y rasposa, incluso se escuchaba como una mujer de edad avanzada-. Han trabajado tan duro sin importar que, sus esfuerzos los aprecio y admiro de forma digna prometiendoles una debida recompensa una vez que me hayan ayudado por completo. La ansiada venganza contra Celestia se acerca cada vez más día a día. No os preocupeis.
-Suprema Tsarista -Pierro se levantó haciendo una reverencia-. Por favor no sienta pena por este desperdicio -Dottore chasqueó la lengua al saber a quien se refería Pierro-. Podrá regresar a la normalidad una vez que el suero esté listo, ¿o no, Dottore? -Pierro observó de reojo al doctor.
Dottore jamás soltó la mano de la Tsarista, al contrario, acarició suavemente con su pulgar el dorso de la mano de la mujer, su fuerte no era expresar cariño y podía notarsele.
-Siempre en lo correcto, admirable del primer Heraldo. Pronto podrá lucir aún más joven y fuerte como nunca lo ha sido majestad, sólo pido un poco mas de tiempo -Dottore extendió su otra mano-. Si fuera tan amable, por favor.
Tsarista solo sonrió, aunque su rostro no podía verse, él sonido de estar satisfecha se escuchó por toda la habitación. Tras el manto una luz blanca apareció flotando, la cual avanzó para salir de aquel lugar y posarse lentamente en la mano vacía del segundo. La gnosis de Cryo.
En cuanto dicho objeto fue depositado en la mano de Dottore, está la tomó entre sus dedos para observarla con detenimiento, soltando al mismo tiempo la mano de la Tsarista.
Dicha gnosis estaba agrietada, había pedazos faltantes de la pieza similar a la del ajedrez, estaba opaca y las grietas parecían que ante cualquier manipulación errónea explotaría en miles de pedazos hasta volverse polvo, pero lo único que la mantenía en pie era aquella tenue luz en la parte superior. Claramente el poder de esta era mínima.
-Si tan solo pudiera absorber el demás poder de las otras gnosis, podría ser más fuerte que nunca -la voz de Tsarista era dulce, aunque la desesperación y melancolía estuviera ahí no deseaba mostrarlo, no le gustaba verse débil, en el fondo odiaba estar acostada en esa cama, perdía tiempo-. Pero los elementos parecen rechazar en volverse en uno solo. Sólo Cryo no parece ser un veneno para mí.
-¿Y por qué no acumular el poder de los portadores de visiones? -preguntó Pierro sin dudar-. Después de todo, el poder que les ha otorgado es suyo.
-Mi querido niño -habló Tsarista con tranquilidad-. Tú más quien nadie conoce el dolor de ser arrebatado por lo que más amás y sirves como propósito en este mundo, no debemos de ser tan crueles como Celestia -suspiró-. Y aunque deseará hacer aquel acto tan déspota, la acumulación de mi poder en las visiones que di como regalo a sus portadores, sería mínima para poder recuperarme y ser la misma de antes.
El silencio volvió a inundar el lugar. La Tsarista tenía razón, cualquier acto o plan que hiciera no tendría solución alguno, sólo tenía dos opciones y una de ellas no era para nada de su agrado, pues quien más le había dado el don del elemento Cryo que Celestia, ni aunque se arrastra como un vil gusano en la tierra volvería a pedir un favor a esa mujer. Su única salvación era confiar en la retorcida mente de su segundo Heraldo.
-Jamás la he defraudado su majestad -Dottore volvió a extender su mano para entregarle su gnosis-. Su poder en esta gnosis aún es muy débil para poder abrir el portal a Celestia, pero aún nos da tiempo para reunir los suficientes aliados y por fin poder derrotarla. El poder con el cual he estado experimentando es lo más cerca al poder de una visión, y se que es mucho más poderoso una vez llegando a su tope y pueda estabilizarse, así podré extraerlo y por fin dárselo a usted -la gnosis volvió a elevarse para desaparecer tras el manto blanco-. Así que si me permite su majestad, tengo trabajo que hacer en mi laboratorio.
Con aquello último dicho, Dottore volvió a hacer una revercia para después darse la vuelta y empezar a caminar fuera de aquella habitación.
-Se que no me defraudaras, Zandik -Dottore se detuvo cuando Tsarista le nombre-. Jamás dude de ti.
Dottore se detuvo en el marco de la puerta, la perilla era apretada con fuerza entre su mano, su quijada estaba tensa y la sangre subía a su cerebro con rapidez ante la furia que empezaba a sentir, odiaba que le llamaran por su antiguo nombre, el tan solo recordar por todo lo que tuvo que pasar para llegar a donde estaba hoy en día eran anectodas del pasado, era mejor guardarlas bajo llave y jamás volver a abrirlas.
Y sin decir palabra alguna, salió de aquella habitación para cerrar tras de sí la puerta con suavidad, como si dicho enojo jamás hubiera estado presente.
Una suave y dulce melodia se escuchaba por todo el salón, el eco que provocaba la hacía sonar aún más heterea y hermosa, era un exquisito don.
La mujer de cabello azabache con rosado cepillaba con amor el cabello albino de aquella niña, pasaba la peineta con tranquilidad mientras seguía cantando.
Sus ojos permanecían cerrados tras de esa venda en forma de zigzags, mientras que unas hermosas alas que se movían por sí solas tras su cabeza la hacían lucir aún más bella.
Zanhia permanecía en un banquito cruzada de piernas en posición de mariposa, en su regazo descansaba el libro que estaba leyendo, dicha lectura siendo unas de sus tantas lecciones del día.
En cambio la mujer que le peinaba, permanecía de pie sin quejarse, era un tiempo de tranquilidad para ambas, pues la tercera Heraldo no se cansaba de escuchar la dulce voz de la niña recitar cada palabra.
Esta mañana siendo una de las tantas en la cual ambas disfrutaban de la presencia de una y otra, pues no era la primera vez que Zanhia le leía; sino hubiera sido porque un día la niña fue castigada por Epsilon y mandada a este lugar como castigo, Zanhia no creería verla jamás en este inmenso palacio. Después de todo y a pesar de estar viviendo en el toda su vida, tenía prohibido vagar por si sola, el que la biblioteca fuera un lugar nuevo en su lista para explorar la ponía contenta.
-Jamás creí ver un lugar tan verde -dijo de forma repentina la niña-. Bueno, aunque sólo es una imagen, se siente tan vivo -con su mano acarició la hoja de aquel libro, imaginando que se sentiría tocar el pasto.
-¿Por qué lo dices? -preguntó la mujer sin detener su actividad-. ¿No te gusta lo blanco que es el pasto aquí?
-No es eso -dijo Zanhia-. Es solo que al ver esta ilustración, parece tan viva, es como si pudiera sentir el aire cálido chocando contra mi rostro, y el escuchar de los animales de aquel lugar. Snezhnaya es bonito también, pero nunca logró salir para ver que hay más allá de las rejillas de este palacio -alzó su libro para mostrar la imagen a la Heraldo-. Mira, ¿es hermoso no es así? ¿Acaso no te gustaría caminar por estos valles, Columbina? -el rostro de la niña estaba llenó de alegría.
La mujer observó la imagen del libro con una sonrisa, a pesar de siempre permanecer con los ojos cerrados y con esa venda, la Heraldo podía observar con claridad todo a su alrededor, nadie sabía cómo lo hacía.
-Eso es Agua Clara -dijo Columbina para seguir cepillando.
-¿Agua Clara? ¿Dónde es eso? ¿¡Ya haz estado ahí!? -Zanhia empezó a preguntar con emoción para bajar el libro nuevamente a su regazo.
-Agua Clara es un lugar perteneciente de Mondstadt, la nación de Anemo -soltó un largo mechón de la niña para continuar con otro.
-¿Nacion de Anemo? -Zanhia volvió a llevar su mirada ha aquel libro-. Jamás había escuchado de ese lugar, el libro sólo menciona la climatología en diferentes lugares de Teyvat.
-Así como Mondstadt es regida por elemento Anemo, Snezhnaya es por el elemento Cryo, por eso su eterno clima frío.
-Entonces, ¿conoces más allá de Snezhnaya? -Zanhia perdió su interés en su lección al escuchar aquellas palabras de Columbina.
-Algo de ello, incluso podría contarte historias sorprendentes desde tiempos antiguos, pero tomaría preciado tiempo tuyo para concentrarte en tus lecciones -rió Columbina-. Lo que menos quiero es distraerte te tu aprendizaje, Zanhia.
-¿Puedo escucharlas? -los ojos de Zanhia se llenaron de un brillo, dio la vuelta en su mismo lugar para observar a la mujer.
-¿Quieres escucharlas en verdad? -Columbina detuvo sus acciones para observar los ojos amielados de la niña.
-Me encantaría, se que Epsilon se enojaría conmigo, pero una vez que le explique que aprendí mucho más que la climatología de Teyvat, se quedará sorprendido -Zanhia volvió a abrir el libro para ver la misma ilustración de Agua Clara-. Aparte, siento como si yo ya hubiera estado ahí, me es tan familiar la sensación.
Columbina no dijo nada, tan solo seguía sonriendo y observando la misma ilustración, retomando su tarea de cepillar aquel hermoso y largo cabello albino.
La puerta de aquel salón fue abierta con dificultad, a lo que ambas mujeres llevaron su mirada hacia la entrada ante repentino ruido.
Rho caminó en dirección hacia ellas con libros en mano, intentaba no tirar ninguno al empezar a caminar. No fue hasta que vio a las dos que fue que se detuvo de golpe.
-Yo, creí que el lugar estaba vacío -dijo Rho con nervios-. Lo siento por molestar.
-No te preocupes, Rho -dijo Zanhia con alegría, bajo de su banquito para correr hacia el peli azul-. ¿No vas a creer lo nuevo que aprendí... hoy? -su voz fue bajando de tono al ver la condición en la que se encontraba el ojo de Rho, el cual estaba inflamado y con un leve moretón- ¿Qué te sucedió? -su voz se había tornado preocupada.
-No es nada -rodó su ojo con fastidio-. Me lastime cuando estaba estudiando unas máquinas.
-¿Estudiaste máquinas? Pero si ayer me habías dicho que sólo leías sobre ellas -Zanhia intentó quitarle los libros al peli azul para ayudarle, pero este los alejó de inmediato.
-Asi es, pero sabes que soy más inteligente que tu -el niño sonrió victorioso, intentando hacerle olvidar lo anterior-. Así que me ascendieron de puesto y pude revisar yo solo una máquina.
-Claro, y por eso te hiciste daño -dijo Zanhia con sarcasmo.
Rho bufó para apegar los libros a su cuerpo, su mirada se posó en Columbina quien les observaba con aquella misma sonrisa. No decía nada.
-No importa, Epsilon te está esperando -el peli azul se dio la vuelta para dirigirse a la salida-. Ya sabes en donde está.
-¿Qué no ibas a estudiar aquí? -preguntó Zanhia para ir a la mesa donde tenía sus libros.
-Si pero... Hoy iré a otro lugar a estudiar. Te veo después -y con aquello último dicho, Rho salió del salón.
Zanhia se quedó confundida ante la forma en que el peli azul se había comportado, ansiosa por correr hacia él y preguntar que le estaba pasando, pero la melodia dulce del tararear de Columbina la hizo reaccionar.
Suspiró y volvió a tomar su libro para regresar al lado de la Heraldo, solo que está vez no se sentó en su banquito.
Columbina tomó el rostro regordete de la niña para sonreírle.
-No preocupes de más tu cabeza, Zanhia -la Heraldo soltó las mejillas ajenas para entrelazar sus dedos-. Si Rho dijo que estaba bien, él lo estará. Mejor vete de una vez, no queremos que esa copia suya se enoje, ¿o si?
Zanhia agachó su cabeza para negar, no estando conforme como Columbina habló de Epsilon, pero ella ya sabía cómo era, así que era en vano discutir. Caminó de nuevo a la mesa y tomó sus libros. Se detuvo al ver el libro que había guardado en medio de los demás, sus ojos se abrieron de emoción al recordar.
-La próxima vez estaré ansiosa por escuchar tus historias, Columbina -se dio a la vuelta para mirar a la mujer-. Es más -sacó el libro que había guardado entre los demás para después mostrarle la portada-. Te leeré un nuevo libro que encontré en la biblioteca.
-Espero que así sea, Zanhia -dijo Columbina permaneciendo en la misma posición.
La albina apegó los libros a su cuerpo con una sonrisa, olvidando lo que había pasado hace unos minutos. Se despidió de la Heraldo para salir de aquel lugar.
Columbina exhalo satisfecha, en cuanto observó la portada del libro al que Zanhia se refería, no pudo evitar soltar una carcajada en su subconsciente.
«Oh, Dottore. Si que te haz vuelto descuidado en tu trabajo».
Epsilon dio vuelta a la página de aquel libro, estaba frustrado, por más que lo intentase no podía descifrar con que estaban hechas aquellas píldoras que Dottore le entregó.
Pudo encontrar residuos de plantas y hongos medicinales en micro porciones, algunos otros brebajes de los cuales estaba acostumbrado a utilizar, así como aquel distinguible suero azul que su original llevaba a todos lados. Sin embargo, juntando todos esos ingredientes provocaban la muerte inmediata ante cualquier ser vivo, solo bastaba una gota; esto significaba que su búsqueda no estaba completa, no creía que fuera complicado extraer cada elemento de las píldoras y estudiarlas.
Claramente Epsilon lo probó con otros seres vivos que tenía como conejillos de india, solo para asegurarse de que Dottore no estuviera proporcionándole veneno, pero aquellos seres seguían vivos, tan sólo habían caído en un profundo sueño, lo más seguro es que después no recordarían nada al despertar.
El toquido de la puerta se hizo presente, más no se digno a levantar su mirada del libro en su mano.
-Adelante -dijo con seriedad, su atención aún en aquella búsqueda.
-Así que estas ocupado -aquella voz irritante sería reconocida por todo el palacio, no entendía Epsilon porque se tomaría la molestia de tocar-. ¿Ahora tienes una nueva tarea? -preguntó con burla para entrar, cerrando la puerta tras de sí.
Epsilon ni siquiera le contestó, caminó a un sillón de cuero rojo para poder sentarse y cruzarse de piernas, aún enfocado en su lectura.
-Si necesitas los extractos de Fungus de Hydro que encargaste, están en el estante de congelación -señaló con su dedo índice, pero jamás le dirigió la mirada.
El hombre de la máscara colocó sus manos en sus caderas, llevó su mirada por todo el laboratorio, no pudo evitar soltar un risa de humillación.
-Sigo sin comprender porque te daría a ti el lugar más pequeño -lamió sus dientes afilados-. Eres el más congruente de nosotros cuatro, pero supongo que eso te hace el más idiota.
-Si solo vienes a burlarte de mis supuestas miserias esperando tener una reacción de lamento de mi parte, estas perdiendo el tiempo, Beta -Epsilon colocó su mano izquierda en su frente, intentando relajarse, odiaba lidar con esta copia en especifico.
Beta caminó a la silla que se encontraba detrás del escritorio de Epsilon, se sentó para poder subir su pies en la mesa y entrelazar sus manos, aquella sonrisa jamás borrandose de su nefasto rostro.
-Me lo ha comentado todo, aunque si soy sincero, Rho me lo dijo mucho antes pero el mocoso quiso guardarlo como un secreto, así que le di una lección para que no lo olvidase -Beta recargó su cabeza en el respaldo de la silla, estando hecha del mismo cuero que el sillón-. Supongo que el mensaje le quedó claro para seguir con su trabajo.
Epsilon tan solo suspiró, odiaba que lastimaran a Rho, aun era un niño. Aunque Dottore y Beta se encargaban de arrebatarle la inocencia cada día, sabía que los juegos entre Rho y Zanhia sólo eran falsos.
-Y entonces si ya lo sabes todo, ¿porque vienes a restregarme en la cara algo que me ha quedado claro de igual forma?
-Por favor, Epsilon -rió el de la máscara-. No nos hagamos tontos, hasta mi antiguo ayudante Krupp era mas leal de lo que tu eres.
-Que no me involucre en sus enfermos proyectos no me hace menos leal -cambió de página con calma-. Tengo mis propios métodos para conseguir lo que yo quiero sin necesidad de derramar sangre.
-Deja ya esa faceta de santo y haz como se te ordena -la voz de Beta se tornó molesta pero aún aquella burla era presente-. Crees que no me doy cuenta como tratas a esa mocosa. Ella no es tu hija para cuidar como un devoto padre. Tu sabes bien porque aun sigue con viva -formó un sonrisa de extremo a extremo, era un desquiciado.
Epsilon bajó su mirada de aquel libro, empezaba a preocuparse de que Rho no hubiese encontrado a Zanhia a tiempo para que viniera su laborario, o peor aún, que estuviera con Dottore en este preciso momento. Algo no le cuadraba ante lo que Beta estaba diciendo.
-Deja de preocuparte de mi trabajo y encargate de lo tuyo, a ti lo único que debería de importarte es cuidar de Rho. Dottore encargó a cada uno, un niño -cerró aquel libro de golpe, el deje de la molestia ya presente en su rostro-. Zanhia esta bajo mi cuidado y nadie más, así que no te entrometas con ella -una gota de sudor bajo por su sien, empezaba a preocuparse que Zanhia estuviera en peligro, pues se preguntaba en qué momento bajó la guardia.
Beta se rio con fuerza, aquella risa de un maniático era inconfundible, a cualquiera le pondría los vellos de punta de tan solo escucharlo. Se levantó de la silla para caminar hacia la salida, colocando sus manos en los bolsillos de su pantalón.
-Cinco días -dijo Beta de forma repentina-. Cinco días ha mencionado Dottore que son suficientes para poder empezar. Esa misma noche se celebrará y realizará un banquete en nombre de la Tsarista, su esperado regresó al trono y reinado sobre Snezhnaya -abrió la puerta pero se detuvo antes de poner un pie afuera, observando de reojo por su máscara el rostro de Epsilon, extasiado ante la expresión ajena que le había provocado-. Será mejor que te vayas preparando.
Y con aquello último dicho, Beta salió del laboratorio dejando la puerta abiertas tras de sí, el peli azul desapareciendo entre los inmensos pasillos, y el resonar del tacon de su zapato esfumandose ante cada paso que daba al alejarse.
El libro que Epsilon traía se cayó de sus manos para golpear el suelo de forma seca, la mirada del peli azul estaba perdida en ningún punto fijó.
Era poco tiempo, sólo cinco días, sus planes habían sido apresurados y no tenía de otra más que moverse, debía empezar desde ya.
Se levantó de golpe del sillón para caminar hacia su habitación, pateando el libro en su caminar apresurado. Entró a su habitación para revisar sus cajones, respirando cuando encontró la bolsa de tela café, deshizó el nudo del cordón rojo para poder abrir la bolsa, la cual estaba repleta de Moras.
Debia ser suficiente para poder darle un buen comienzo a Zanhia.
Cerró la bolsa para después poner alguna de su ropa sobre ella, para después cerrar el cajón y regresar a su estudio. Se detuvo al ver quien estaba en la entrada.
-¡Epsilon! No vas a creer lo que Columbina me enseñó hoy -Zanhia entró con una sonrisa para caminar hacia el peli azul.
Epsilon suspiró al ver que la niña estaba bien, formó una suave sonrisa para no preocupara, al fin podía respirar.
-¿Acaso la climatología no te pareció interesante? -preguntó Epsilon para dirigirse a la entrada y cerrar la puerta-. Es un tema importante por abarcar, Zanhia.
-Nada de eso -la niña negó con la cabeza en euforia-. Columbina me habló más sobre ello y sobre otra nación. Mondstadt es la nación de Anemo así como Snezhnaya es la de Cryo -Zanhia dejó sus libros en el escritorio-. Puedes creerlo, un lugar donde en vez de solo estar nevando todo el día, hay siempre viento frío o caliente, incluso puedo imaginar una suave brisa -cerró sus ojos tratando de sentir aquella sensación en su rostro.
-He escuchado sobre ello, dicen que la vida en Mondstadt es agradable -Epsilon caminó de nuevo a su escritorio para acomodar algunas cosas.
-Me gustaría alguna vez ir -Zanhia bajó su cabeza con tristeza-. Snezhnaya es muy pequeño.
-Snezhnaya es inmenso, Zanhia -el peli azul guardo las píldoras en su bolsillo.
-Pero solo conozco este palacio, jamás he salido de aquí, ni siquiera e podido observar desde las rejas que hay más allá del bosque -la albina se cruzó de brazos-. Solo quiero salir una vez más allá de este lugar, conocer nuevas cosas.
Epsilon suspiró, se dio la vuelta para arrodillarse a la estatura de Zanhia, le tomó de las manitas para acariciar con delicadeza. Una sonrisa se formó en su rostro, intentando alegrala.
-Te diré algo -Epsilon pausó, aún dudaba en decirle, pero no tenía otra opción, el tiempo se le estaba acabando-. Haremos algo tu y yo muy especial -se calmó al ver como la albina se sorprendía-. Ya que tanto insistes, y... Tienes notas pasable en tus lecciones.
-Mis notas son perfectas, Epsilon-Zanhia corrigió con una sonrisa-. Bueno... Aunque álgebra no se me da bien -puso un dedo en su boca, mordiendo la punta de este ante lo apenada que se sintió de ello.
-Lo se -Epsilon acomodó la manga del abrigo de la niña-. ¿Te parece si hacemos un viaje a Sumeru? -por dentro suplicaba en qué la niña no le cuestionase.
-¿Sumeru? -los ojos de Zanhia se abrieron ante la emoción, sus pupilas empezaban a dilatarse ante la noticia-. ¿Es alguna parte de Mondstadt? -por dentro quería gritar de la alegría.
-No -Epsilon rio-. Sumeru es otra nación de Teyvat, así como existe la nación de Anemo y Cryo, Sumeru es la nación de Dendro, conocida por la ser también la nación de la sabiduría, aunque, con esas notas tuyas no creo que el título te quede una vez que lleguemos -bromeó aquello último.
-Soy inteligente, no me rindo nunca y tu lo sabes -Zanhia se señaló así misma con orgullo.
-Lo sé cariño -Epsilon acarició el rostro de la niña con amor, sabía que no era su verdadero padre, pero la quería como su propia hija, mataría por qué Zanhia no corriera peligro.
Zanhia se soltó de la caricia del peli azul, para correr hacia el abrazarlo, Epsilon casi se caía hacia atrás si no hubiera mantenido su balance. Correspondió al abrazo con calidez, cerrando sus ojos para olvidarse tan sólo un instante de todo lo negativo que le rodeaba, sus preocupaciones esfumandose como la misma brisa de Monsdtadt.
-Por fin conoceré un lugar nuevo que el palacio, gracias Epsilon -la niña abrazó con fuerza al mayor, para después alejarse de él y mirarle con emoción-. ¿Y cuando partimos?
-Cuatro días, nos iremos en la madrugada para poder llegar primero a Liyue -Epsilon se incorporó para recoger el libro que había tirado hace un rato atrás-. De ahí tomaremos un barco que nos llevará a Sumeru.
Zanhia no podía pensar en ninguna otra cosa, su cabeza estaba llena de nuevas ideas, nuevas expectativas, el saber que conocería nuevos lugares la hacían saltar de lo viva que se sentía.
-Yo se que amaré cada día que nos quedemos en Sumeru, explorar toda la nación los días que estemos, y traeré recuerdos a Columbina, y Pulcinella y a Rho -Zanhia era una bomba de emociones.
«Jamás regresaremos», se lamentó Epsilon en su mente de tan solo decepcionar a Zanhia, sabía que eso destrozaría a la niña, pero ella no debía saberlo.
Al menos no era el momento de confesarle todo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro