| EPISODIO I |
Absoluto silencio.
Los animales habían dejado de coexistir en aquel lugar hace milenios atrás, ahora, tan sólo permanecía en pie un inmenso palacio construido con el más fuerte hielo de toda la nación, pero al mismo tiempo, los rayos de sol que a penas y logran traspasar las gruesas nubes, bañaba el palacio Zapolynary creando así un efecto de luz, su reflección parecida a la de un diamante.
La inigualable ventisca que asotaba casi todo el tiempo, había cesado por casi ya dos meses atras; la tranquilidad que vivían los habitantes de Snezhnaya parecía haber sido una bendición de su Arconte.
No les preocupaba, al contrario, estaban felices que por fin después de casi un año, la gente podía cosechar algo; el salir a convivir se había tornado algo comun desde entonces, teniendo en cuenta que aquello era un lujo cuando no era la época de primavera.
La gente del pueblo se oía cada vez más animada conforme pasaban los días, la tiendas volvían a abrir durante largas horas de la tarde; las familias que estaban separadas podían volver a reunirse, así como las posibilidades de salir al extranjero eran aún mayores, a lo que algunas personas regresaban y otras no volverían jamás.
Snezhnaya volvía a ser la nación de Cryo que alguna vez fue a principios de su creación.
Cuando la Arconte era venerada por ser distinguida ante sus demás compañeros, al brindar su único propósito hacia sus ciudadanos, el propósito del amor.
Tsarista había demostrado y otorgado durante muchos siglos la promesa del amor sin dudarlo; los ciudadanos eran recíprocos creando ofrendas, contando historias sobre su gran benevolencia, creyendo en ella sin dudar. O, al menos así fue hasta que un día, simplemente, todo se torno gris y opaco, hasta que la alegría y el amor de los ciudadanos tan solo se apagó.
La Arconte de Cryo ya no era la misma de siempre cuando quinientos y dos años atrás, después de la guerra contra Khaenri'ah la cual fue llevada junto a sus seis fieles compañeros que regían las demás naciones de Teyvat, las cosas en Snezhnaya darían un giro total al estilo de vida de los habitantes.
El amor que era representativo de Tsarista, fue arrebatado de las creencias de los ciudadanos de la nación, y el propósito de cada uno de los mortales por seguir venerado a su Arconte, fue esfumandose con el tiempo, quedando todo en amargos y tristez recuerdos del pasado.
La gente al poco tiempo no tardó en notar los cambios; lo primero siendo la fuerte y desgarradora ventisca, apareciendo y quedándose hasta el inicio de la primavera, a lo que sólo había tres meses donde las personas podían disfrutar de la ansiada tranquilidad, aprovechando al máximo sus días para cultivar, convivir y los que se había vuelto mas importante, sobrevivir.
Tiempo después, iniciaron trágicos acontecimientos; algunas familias eran obligadas a separarse de sus hijos para jamás volver a verse; si la familia se negaba, al día siguiente, curiosamente los mayores no volvían a ver la luz del mañana, y los menores desaparecían sin dejar rastro alguno de su paradero.
Cuando la gente parecía estar sufriendo y llegando al borde del dolor, las separaciones entre familias se detuvo rotundamente, y tras las rejas que rodeaban el palacio Zapolynary y sus extensas tierras, un extraño edificio fue construido, contando leyendas sobre el que aquellos niños desaparecidos, habían terminado ahi; aquellos rumores inducieron a los adultos a querer escalar las rejas del palacio, pero era inútil, pues el tan solo tocar el simple metal, les congelaba las extremidades en cuestión de segundos. Los adultos no tenías más opción que rendirse, teniendo esperanza de que algún día volverían a ver a sus hijos.
Al poco tiempo, aquel lugar había sido reconocido como un orfanato, donde extrañamente "huérfanos" de las demás naciones empezaron a arribar, y ante ello las familias de Snezhnaya jamás volvieron a ser separadas.
Tan sólo le causaba intriga a la gente que sucedía en aquel edificio, pues de ahí en adelante veían a niños entrar pero jamás salir.
Tras un par de años, Snezhnaya empezó a ser plagada de soldados que vestían extrañas ropas y eran portadores de elementos como las visiones que otorgaban los Arcontes sólo a los dignos y merecedores de ellas. Aquellos soldados eran conocidos como Fatui, siendo fieles seguidores de Tsarista quienes cumplían toda orden sin dudar, empezando a dispersarce por toda Teyvat como una plaga.
Gracias a ellos, grandes negocios, comercios y acuerdos con las demás naciones empezaron a enriquecer a Snezhnaya, no tardó mucho en ser creado un banco en dicha nación, donde claramente Fatuis controlaban y los civiles de la nación de Cryo se vieron obligados y necesitados a intercambiar bienes con dicho establecimiento.
La gente empezaba no sólo a temer de los Fatuis, sino también tiempo después, algunos de ellos servían ante la Tsarista como su mano derecha, eran conocidos como los Once Heraldos.
Siendo el noveno de ellos, dueño de aquel banco y exportador, así como comercialista número uno de todo Teyvat, un hombre podrido en dinero que no dudo un segundo en explotar su corrupto deseo para aprovecharse del necesitado.
Por otro lado, la cuarta de los once era conocida por ser la dueña de aquel extraño orfanato; los rumores sólo decían que niños de todas las naciones terminaban ahí si se encontraban vagando solos a altas horas de la noche, ante ello, los niños temían de esa historia considerándola como un cuento para hacerlos portar bien y no estar vagando por sí solos.
Y ante cada rumor que se exparcia por toda la nación, se supo quienes eran aquellos once que servían ante la Tsarista como devotos y fieles perros.
Todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos después de quinientos y dos años, Snezhnaya ya no era reconocida por el amor que tenían sus habitantes hacia su Arconte, así como de forma recíproca. Poco a poco, sus corazones se fueron enfriando hasta quedar convertidos en hielo.
La esperanza parecía resurgir, cuando hace dos años atrás, una viajera de otro mundo arribó a la nación de Cryo, prometiendo liberar a los habitantes de Snezhnaya de las fauces de su Arconte, los Heraldos y los Fatui, trayendo así la anhelada paz.
Pero, aquella historia jamás llegó a su final feliz; una día la viajera jamás volvió a ser vista, y lo que era una gratificante leyenda, fue apagandose por toda Teyvat, todo volvía a ser como antes.
Y la gente, volvió a permanecer en un largo silencio.
Eran altas horas de la madrugada, aún la luna estaba en su total resplandor, gracias a que las nubes eran escasas y las estrellas podían observarse después de algún tiempo. Como era sabido desde ya hace semanas atras, la brutal ventisca seguía sin asotar en aquella nación, era el tiempo perfecto para poder descansar sin remordimiento alguno.
O así parecía en el centro de la ciudad, pues a las orillas permanecía un bosque cubierto de grandes capas de nieve al igual que las copas de los pinos, los cuales fueron sacudidos con fuerza cuando tres personas corrían entre los arboles para dispersar al enemigo. La nieve caía al suelo o sobre aquellos soldados Fatui que perseguían sin detenerse, a pesar de ya llevar bastantes minutos así, aquellos jóvenes eran hábiles en lo que hacían gracias a su entrenamiento de toda la vida y el conocer aquel bosque como la palma de su mano.
El menor de los tres se detuvo abruptamente para distraer a sus perseguidores, quienes dos de ellos empezaron a ir tras de él olvidando por un momento a los otros dos.
El menor, en un movimiento rápido subió a una de las ramas de un pino, intentando esconderse lo mejor que pudo.
Observaba por debajo, estando atento ante cualquier movimiento hostil; fue el crujir de los pasos bajo la nieve lo que los delataron, el menor les miró fijamente, sudando frío al ver como ante cada paso que los soldados Fatui daban, estában a punto de caer ante su trampa.
-Mierda -bufó uno de los Fatuis, apretando sus manos en forma de puño ante el estrés que sentía-. ¿En donde se metieron?
-La suprema Tsarista nos matará si regresamos con las manos vacías -suspiró la otra Fatui, posando sus manos en sus rodillas para respirar con más tranquilidad-. Nuestros demás compañeros ya deben de haber atrapado a los otros dos.
El niño tomó con ambas manos la cuerda que colgaba de aquel pino, sosteniendola con fuerza, esperando a que ambos Fatuis dieran un paso más, para acto seguido, tirar de la cuerda.
-No debe haber ido tan lejos, ese maldi-
Las palabras del Fatui fueron cortadas, cuando una flecha traspaso su corazón de golpe, el Fatui no articuló palabra alguna cuando la sangre empezó a brotar de su boca, y en unos segundos, cayó al suelo muerto.
-¡Issac! -exclamó la mujer Fatui asustada, observando a su compañero con horro y dando un paso hacia atrás.
El niño reaccionó de inmediato para jalar de la cuerda, la red que permanecía en el suelo escondida gracias a la nieve, se alzó y atrapó a la mujer Fatui junto con el cadaver; la sangre empezando a gotear y pintando de rojo dando contraste con el blanco de la nieve.
-¡Teucer! -gritó una voz masculina joven, corriendo hasta detenerse frente a la trampa y apuntando con su arco a la mujer.
-Acá arriba -exclamó el menor, atando en un nudo la cuerda a la rama, para acto seguido, brincar y descender al suelo de golpe, la nieve amortiguando su caída.
-Malditos Fatui -fanfarroneó una joven de cabello anaranjado, quien se acercaba a los nombrados con una especie de espada curvada en manos-. Pagarán por lo que nos han hecho -y ante aquello último dicho, la peli naranja golpeó en la cabeza a la mujer Fatui con el mango de la espada, dejándola inconsciente.
Teucer observó con algo de temor, a pesar de haber realizado todo lo anterior con valentía, el ser violento no podía llevarlo en la sangre por más que lo pensara.
-¿Dónde quedaron los demás Fatuis? -preguntó Teucer a sus hermanos, para amenar un poco el ambiente.
-Cayeron al precipicio como habíamos planeado -contestó el hermano de en medio, Anton, bajando su arco estando más tranquilo-. Tonia creía que no lo lograrías.
-Pues claro que lo he logrado -reclamo Teucer, para observar a su hermana mayor con enfado, pero aún con aquel distinguible deje de miedo en sus ojos.
-Al menos no te quedaste congelado esta vez -suspiro Tonia, para acercarse a sus dos hermanos-. Haz mejorado con el tiempo -acarició el cabello del menor de forma juguetona.
-Si nuestro hermano Ajax estuviera aqui-
-Pero no lo está -interrumpió Anton a Teucer de golpe-. Tu muy bien sabes que desde hace dos años atrás no hemos vuelto a saber nada de él.
-¡Pero no fue su culpa! -exclamó Teucer, alejandose de las caricias de Tonia-. El solo cumplía con su deber y le traicionaron -murmuró aquello último- ¿Por qué no simplemente vuelve a casa? -se tayó sus ojos irritados.
Ambos hermanos mayores se quedaron en silencio, observando al menor con tristeza, pues ellos comprendían el porqué su hermano mayor no podía regresar a casa con ellos.
-Escucha -habló Tonia con dulzura, levantando la barbilla del menor-. Hoy es el gran día, ¿sí? Mamá y papá estarían orgullosos de nosotros después de todo lo que hemos logrado, así que no desperdiciemos ningún segundo más en estarnos quejando de lo que ya pasó.
-Los extraño -las lágrimas empezaban a acumularse en los ojos de Teucer, mientras sorbia su nariz-. A Ajax, a mamá y a papá. Todos se fueron y nos dejaron solos.
-Mamá y papá lo arriesgaron todo por nosotros para que este día llegara, por fin ser libres de esta nación -dijo Anton con una sonrisa y tomar de los hombros al menor-. Te prometo que volveremos a reunirnos con Ajax, solo hay que salir de aquí, Liyue será nuestro próximo destino como siempre los hemos dicho.
-Mientras estemos todos juntos -corrigió Tonia-. Seremos más fuertes que nada.
Teucer se limpió las lágrimas, respiró hondo y sacudió sus manos en su pantalón. Asintió intentando demostrar que era valiente, pero a pesar de tener solo doce años aún era un niño que no lograba comprender al cien por ciento las cosas que sucedían a su alrededor.
-Sigamos -Anton sonrió para empezar a caminar en dirección a las afueras del bosque.
Si seguían caminando, llegarían a la frontera entre Snezhnaya y Mondstadt; podían tomar un barco en el puerto, pero eso significa que estarían más expuesto a que les descubrieran, aparte, no tenían el suficiente dinero para pagar una embarcación desde Snezhnaya hasta el Liyue, era más rápido pero más arriesgado.
No tenían otra opción que primero llegar a Mondstadt y de ahí caminarían hasta la nación de Geo, eso les tomaría al menos dos semanas.
Los tres hermanos siguieron con su camino en silencio, estando atentos a los que sucedía a su alrededor. Teucer permaneciendo detrás de los dos mayores, Tonia liderandoles al saber por dónde ir.
La madrugada era demasiado silenciosa, era como si el ambiente estuviera muerto, los inmensos árboles permanecían quietos.
-Muy bien, veamos -Tonia sacó de su mochila un mapa-. Este es el inicio del bosque.
Los dos hermanos observaron a su alrededor, era cierto, estaban a la entrada del bosque, lugar que dirigía directamente a la capital de Snezhnaya, más allá del inicio del bosque, había tierra plana, cubierta de poca nieve, y el clima empezaba a tornarse un poco más agradable, había uno que otro árbol, pero lo más notorio eran rocas y maleza congelada.
-¿Cuánto nos queda para llegar a la frontera? -preguntó Anton, observando hacia la lejanía de aquellas tierras, desde donde permanecían podía observarse el mar.
-Arproximadamente un kilómetro, debemos pasar la estatua de Tsarista, y de ahí estaremos saliendo de Snezhnaya -Tonia retomó el caminar aún con el mapa en manos.
-Entonces esas montañas allá -Teucer señaló hacia las montañas del sur, las cuales parecían lejanas- ¿Es Mondstadt?
-Estas en lo correcto, querido Teucer -dijo aquella voz tranquila.
Los tres hermanos se dieron la vuelta de golpe, Anton apuntando con su arco hacia los repentinos extraños, Tonia sacó su espada mientras arrugaba él mapa en su otra mano, Teucer en cambio se había escondido detrás de sus dos hermanos mayores.
-No... -murmuró Tonia al ver de quien se trataba, sus ojos expresando confusión y miedo.
-Veo que han logrado avanzar lo suficiente -dijo aquel Herarldo de característica vestimenta azul-. Pero debo decir que la entrada a Snezhnaya siempre a sido muy fría, claro, en el sentido figurativo -rió mostrando una sonrisa que aparentaba ser dulce-. Me sorprende que han llegado hasta aquí sin un resfrío.
-Abuelo Pulcinella -Teucer sonrió al ver a aquel hombre, sintiéndose más tranquilo al ver de que quien se trataba.
El nombrado suspiró, como si exhalara toda preocupación que llevaba consigo, acomodó sus lentes y observó al menor de los tres hermanos.
-Olvidaste algo, Teucer -Pulcinella sacó de su saco un peluche-. No ibas a irte sin el preciado regalo de tu hermano, ¿o si?
-El señor cíclope -murmuró Teucer para empezar a caminar hacia el Heraldo, aquel peluche siendo muy importante cuando viajó por primera vez a Liyue él solo, jamás olvidaría el día en que Ajax junto con aquella joven rubia y la niña flotante jugaron a las escondidas.
-¡Espera, Teucer! -gritó Anton para extender su mano y tomar la ropa del menor, pero fue en vano.
Un Fatui apareció repentinamente para tomar a Anton del cuello e inmovilizarlo con su brazo, una daga de Pyro cerca de la cara del peli naranja.
Teucer se dio la vuelta al ver lo que sucedía, empezando a sudar frío. Mientras Tonia se quedó estupefacta al no poder hacer nada.
-Abuelo Pulcinella, ¿por qué haces esto? -preguntó Teucer con temor, juntando sus manitas al ver lo que le estaban haciendo a su hermano-. Somos nosotros, no somos malos.
-Mi querido Teucer -Pulcinella caminó hasta quedar frente al menor-. No es nada por que preocuparse, solo quería adelantar las buenas noticias.
-¿Buenas noticias? -preguntó Tonia con ironía-. ¿Tener de rehén a Anton y amenazarnos son buenas noticias? -exclamó con enojo-. Déjanos ir de una vez por todas, maldito Heraldo.
Pulcinella se puso de cuclillas para quedar a la altura de Teucer.
-Entonces Ajax se pondrá triste al oír de ello -Pulcinella fingió pena, agachando su cabeza para darle el peluche a Teucer.
Teucer regresó su mirada al frente, observando con asombro al mayor, tomó rápidamente el peluche y lo apegó a su cuerpo.
-Ajax -la voz de Teucer tembló- ¿Ajax regresó? -sus ojos azules empezaban a llenarse de brillo y emoción- ¿En verdad regresó?
-¡No lo escuches Teucer! -exclamó Anton, aún permaneciendo aprisionado por el Fatui-. ¡Te está mintiendo! ¡Ajax no ha regresado! -su mirada se posó en la del quinto Herarldo-. Y el bien sabe el por qué Ajax no ha podido regresar a Snezhnaya -escupió aquello último con odio.
-Pero el abuelo Pulcinella, el siempre nos ha-
-¡Teucer! -grito Tonia para correr hacia su hermano menor-. ¡El nos ha trai-!
Una Fatui de Hydro tomó a Tonia de sorpresa, apretando con fuerza su mano sobre la boca de la peli naranja para que no hablara, así como al mismo tiempo inmovilizandola.
Teucer sin comprender estaba apuntó de darse la vuelta para ver a sus hermanos, pero Pulcinella actuó rápido, levantándose y cubriendo con su saco por completo al menor, distrayendole.
-Yo jamas te he mentido, ¿o si? -preguntó Pulcinella para seguir sonriendo-. Aquella vez, cuando dijiste que el caminar sobre el hielo del lago sería peligroso, y yo te prometí que jamás se rompería, ¿estuve mintiendo cuando jugaste sobre él? -Teucer negó con la cabeza ante las anectodas de Pulcinella-. Tu hermano Ajax arrivó a la capital desde las semana pasada, sabes que su trabajo no le permite llegar a su casa de inmediato.
-Ajax -murmuró Teucer, las lágrimas acumulándose en sus ojos-. Creí que me había abandonado tal como lo hizo mamá y papá.
-Nada de eso, Teucer-Pulcinella dió unas suaves palmadas en el hombro del menor, para empezar a avanzar de nuevo hacia el bosque a paso lento-. Ajax estuvo los dos años fuera de la nación de Cryo para poder expandir el negocio en la venta de juguetes por toda Teyvat -un brillo malicioso se mostrada en los ojos del quinto Heraldo-. ¿O acaso haz escuchado alguna vez que el propietario debe desatender su establecimiento?
-Yo... -Teucer observó su peluche confundido, un extraño aroma dulce emanaba de él-... No.
-Entonces, vamos -volvió a caminar Pulcinella junto con Teucer-. Tu hermano debe estar esperando con ansias el volver a verte después de tanto tiempo, sería espléndido sorprenderlo, ¿no lo crees?
-Pero, Anton y Tonia... -Teucer se zafó del agarre de Pulcinella, tomándose de la cabeza cuando un extraño dolor empezó a punzarle en la cabeza, se dio la vuelta observando a donde minutos atrás estaban sus hermanos-. ¿En donde están? -su corazón se aceleró al no ver a sus hermanos ni al Fatui de Pyro, habían desaparecido- ¡Tonia! ¡Anton! -grito buscándolos con la mirada.
-¡Teucer, por favor, aquí estamos! ¡Teucer! -gritó Anton con desesperación, teniendo a su hermano frente a ambos, pero extrañamente, Teucer ya no podía verles.
Tonia lloraba en manos de la Fatui, observaba con dolor ante el comportamiento de su hermano menor.
-Debieron de adelantarse cuando escucharon la noticia -dijo Pulcinella, observando a ambos hermanos mayores con burla-. Sabían que yo te llevaría con él, así que te dejaron aquí conmigo.
-¡Eres un maldito Pulcinella! ¡Jamás debiste de entrar en nuestras vidas! -gritó Anton con rabia- ¡Teucer, por favor! ¡Estamos aquí, no lo escuches, por favor!
Pulcinella observó de reojo al Fatui Pyro, haciendo una seña con la cabeza.
El Fatui entendió de inmediato, sonriendo desquiciadamente, encajó de forma lenta y tortuosa en la yugular de Anton, quien empezaba a ahogarse con su propia sangre, la desesperación apoderándose de su rostro al no poder hacer nada.
Los gritos desgarradores de Tonia podían escucharse por todo el lugar, por más que intentar zafarse del agarre de la Fatui, era inútil, las lágrimas se acumulaban en sus ojos y caían a la nieve.
El cuerpo sin vida de Anton cayó al suelo de golpe, a tan solo unos centímetros de Teucer, quien no se percataba de lo que estaba sucediendo.
-Quizás se adelantaron -murmuró Teucer con un deje de decepción.
¿Qué era en realidad lo que estuvieron haciendo sus hermanos todo este tiempo? Teucer observó una última vez la frontera, para darse la vuelta y caminar hacia Pulcinella, quien le esperaba con una sonrisa cálida.
-¿Que te mantiene triste? ¿No estás alegre de ver a Ajax? -preguntó el quinto Heraldo, cubriendo al peli naranja con su saco nuevamente y retomar su camino.
-Claro que lo estoy, pero, mi cabeza me duele -Teucer seguía abrazando su peluche-. No entiendo muchas cosas, a veces no entiendo lo que mis hermanos tratan de decirme, es como si me ocultara cosas, pero no quiero decepcionarlos en estar escuchando de mas en lo que no me importa.
-¿Y qué e es eso que te carcome la conciencia, hm? -preguntó Pulcinella.
-Me dijeron que los Fatui son personas malas, que su propósito era acabar con nosotros, por eso huíamos de casa -Teucer suspiró-. También, dijeron que tú, abuelo Pulcinella, eras uno de los Heraldos y los Heraldos son peores que los Fatui, que ellos no tenían piedad. Qué Ajax no podía regresar por problemas que tenía en Snezhnaya, pero Ajax siempre me había dicho que él no era alguien que buscaba problemas, solo quería seguir siendo el mejor vendedor de juguetes de todo Teyvat, ¿entonces como sabían que Ajax tenía problemas si no lo hemos visto desde hace dos años atrás? -la lágrimas se acumulaban en sus ojos ante la presión que empezaba a sentir.
-Si los Fatui fueran malos, desde hace mucho tiempo atrás no seguirías vivo. Y yo, sí, soy un Heraldo, ¿pero acaso vez que sea alguien malo o peor, Teucer? Estoy aquí contigo, protegiendote como siempre lo he hecho, tus hermanos tal vez estaban asustados, pero no conocían la verdad -Pulcinella sonrió maliciosamente, solo que por aquel prominente bigote no podía notarsele.
-¿Qué verdad? -preguntó Teucer, alzando la mirada para observar a Pulcinella.
-Somos gente buena y tenemos un propósito para seguir adelante, nosotros solo queremos protegerles del mal que hay allá afuera.
Pulcinella y Teucer se iban alejando cada vez más y más de la entrada del bosque, sus pasos tornándose en eco al crujir de la nieve hasta que no se escuchaba o veía nada.
El cuerpo sin vida de Tonia cayó al lado de Anton, quedando con los ojos abiertos llenos de dolor y tristeza al no poder haber hecho nada para salvar a Teucer.
La Fatui de Hydro se limpio sus manos para despues, simplemente teletransportandose de ahi, dejando los dos cadáveres a merced del frío, los animales salvajes se encargarían de comer su carne, o tal vez la nieve les cubriría, enterrandolos hasta que sus huesos vieran la luz del día.
El interior del palacio Zapolynary era igual de frío al exterior, a pesar de estar alumbrado por innumerables candelabros, el calor no era suficiente, a lo que era necesario seguir llevando ropa abrigadora dentro del edificio.
Los múltiples pasillos permanecían en silencio, cada habitante del palacio ocupado en sus propios asuntos, pero eso no impedía que la risa de dos niños se exparciera gracias al eco del inmenso lugar, ambos niños perdidos en su propio mundo.
Una niña de cabello albino, abrió la puerta que conectaba con el pasillo del cual venía, apresurada en salir para escapar de su perseguidor, entre risas giraba su cabeza para ver que tan lejos estaba del otro niño.
-¡Eres muy lento, Rho! -exclamó la niña con alegría, regresando su mirada al frente para seguir corriendo.
El nombrado de cabello azulado, salió del otro pasillo, observando a la albina para seguir corriendo tras de ella con una sonrisa.
-La puerta anterior la cerraste casi en mi cara -exclamó Rho-. Por tu culpa casi pierdo la nariz.
La albina se topó con otra puerta, a lo que la abrió de inmediato, asegurando de cerrarla tras de sí y observar al lugar donde había entrado, el cual era completamente nuevo para ella.
Detuvo su correr, para caminar hacia el centro de aquella inmensa biblioteca, había enormes estantes que llegaban hasta el techo, había numerosas escaleras deslizable en los libreros, así como miles y miles de libros, la niña juraría haberse mareado al ver tantos de ellos.
-Son demasiados -murmuró para sí misma la albina.
Pero lo que más la dejó boquiabierta, era el centro de aquel lugar, la luz de la luna brillaba con fuerza, traspasando los cristales del domo en forma de cúpula, dando así el reflejo en el suelo de mármol tonos blancos, azules y verdes.
-¡Te atrape! -exclamó repentinamente Rho, tomando de los hombros a la niña quien saltó ante el susto-. Aunque volviste a cerrarme la puerta.
-No es justo, estaba distraída y tu te aprovechaste -la albina se cruzó de brazos fingiendo enfado, pero observando de reojo la luz de la luna-. Jamás había entrado a este lugar.
-Es un palacio inmenso, ¿que esperabas? -Rho se cruzó de brazos para merodear-. Aunque la verdad, yo tampoco conocía de este lugar. Dottore siempre me prohíbe estar husmeando en lugares que no.
Ambos niños siguieron curioseando, el lugar también estaba lleno de macetas con plantas, propias para el clima de aquel lugar.
-Pero Epsilon es diferente -dijo la niña, acercándose a una mesa para tocar la portada hecha de tela de un libro, el título estaba escrito en un idioma que no reconocía-. Aunque tal vez se enfade un poco esta vez -llevó su dedo índice a su boca, para morder su uña con preocupación.
-Y vaya que lo estoy -la repentina voz de aquel hombre provocó un salto involuntario en ambos niños, quienes sudaron frío al reconocer la voz-. Creía que estarían dormidos a estas horas, Zanhia, Rho -el hombre de cabello azulado, el cual traía atado a una coleta baja, se encontraba en una de las escaleras del librero.
El hombre bajó las escaleras con un libro abierto en mano, para caminar en dirección hacia los dos niños.
-Epsilon -respondió Zanhia, con una sonrisa a forma de consuelo al ver al peli azul en aquel lugar-. No teníamos sueño, así que decidimos buscar un vaso de leche para poder dormir.
-Puedo ver que ambos estaban muy distraídos como para encontrar la cocina, lo mas seguro es que ya despertaron a todos con sus risas -Epsilon rodó los ojos para cerrar su libro de golpe, pero manteniendo una sonrisa amable en su rostro-. ¿Y bien, Rho? -está vez llevo su mirada al niño.
-Nos perdimos -dijo Rho, cruzandose de brazos e inflando su pecho para verse más serio, lo cual era todo lo contrario-. Íbamos en dirección a la cocina, pero al final no la encontramos. A lo que Zanhia empezó a distraerse con otras cosas y terminé persiguiendola para regresar, pero ella lo tomó como un juego así que corrí tras de ella.
-Pero te estabas divirtiendo -Zanhia observó a Rho, para sacarle la lengua.
-Bueno, como sea, ambos se levantaron y salieron de sus cuartos cuando saben muy bien que esta prohibido -Epsilon caminó a una de las mesas para dejar su libro-. En este lugar no todos son muy amables, y tu lo sabes Rho -el mayor observó al niño está vez con seriedad, como si supiera a lo que se refería, a lo que el niño entendió de inmediato y olvidó su juego con Zanhia.
-¿Por qué no nos mostraste este lugar antes? -preguntó la albina, para caminar al centro, la luz empezando a cubrirla-. Es hermosa -susurró.
Epsilon caminó hacia Zanhia, para acariciar su cabello con dulzura y acomodar el listón negro a forma de diadema que adornaba en su cabeza, atando bien el nudo.
-Hay cosas que son mejor descubrirlas con el tiempo -dijo el hombre, dando un leve apretón a la mejilla de la niña, la cual se torno rosada de inmediato-. Tarde o temprano llegarías aquí, así como nuevas cosas llegarán a tu vida conforme pase el tiempo. Pero tu decidirás si quedarte con ellas o no.
-Entonces quiero cantar igual de hermoso como lo hace Columbina -extendió sus manos con emocion-. Así como me gustaría mucho conocer más sobre las estrellas.
-¿Las estrellas? -La voz de Epsilon tenía un deje de preocupacion-. ¿Que tienen de especial las estrellas, dulzura?
-No lo sé -Zanhia alzó los hombros como excusa, llevando su mirada hacia el domo, sus ojos amielados observando cada una de las estrellas que podía ver junto a la luna-. Siempre me han parecido tan lejanas pero al mismo tiempo llenas de algún significado.
-Estas loca -dijo Rho burlándose de la albina-. Son sólo pedazo de roca en el espacio.
-¿Y tu que sabes de esas rocas? -preguntó Zanhia con enfado-. Es más aburrido estar leyendo libros de máquinas sin sentido.
-Al menos yo si leo -Rho empezó a caminar a la mesa para poder tomar un libro de los tantos que permanecían ahí-. Ni siquiera podrías durar despierta con uno sin siquiera leer una palabra.
-Pues empezaré a leer sobre las estrellas, y verás que no me aburrirre de ellos -Zanhia se cruzó de brazos bufando.
Epsilon suspiró, acarició el cabello de la albina, quien alzó su mirada al hombre al ver por qué repentina acción, Rho de igual forma, dejó el libro para poner atención al mayor.
-Ya es suficiente, sus discusiones carecen de sentido, mañana llegarán a una conclusión sin tanto ajetreo -Epsilon apretó el puente de su nariz con sus dedos-. O eso espero -susurró aquello último.
-¿Entonces puedo volver para leer sobre las estrellas? -pregunto la albina con emoción.
-Si Zanhia, si tanto quieres estudiar sobre las estrellas, lo harás. Pero por ahora, es momento de dormir -dijo con cansancio él mayor, tomó ha ambos niños de las manos para salir de aque lugar.
Zanhia abrazó a Epsilon con fuerza, su cara llena de alegría por aquello nuevo que llegaría en su vida, anseaba que la mañana llegará en cuanto antes.
El mayor solo sonrió para seguir caminando y salir de la biblioteca, su mente divagaba en lo que la niña pedía, empezaba a preocuparse.
Al fin, regresé después de tantos meses sin publicar jeje.
Tal vez tengan dudas de que rayos está pasando en esta historia con todos estos personajes, pero creanme, la trama se va a poner buena jaja, poco a poco las cosas irán explicandose conforme lean futuros capítulos.
Se que dolió el leer de la muerte de Anton y Tonia, cuando lo estaba escribiendo se me estrujó mi corazón jajja, pero es importante para que la historia siga uwu, amén.
Gracias por haber leído el capítulo, nos leemos en el siguiente.
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