Tercer Asalto3️⃣
Christian vuelve a insistir, dice que no tenemos que permanecer encerrados en el interior del despacho cada noche, porque eso es exactamente lo que hemos estado haciendo desde que me decidí a darle una oportunidad, la semana pasada cuando salí de aquel bar del fútbol. Y en consecuencia no hemos salido de la cama.
Pero esa es mi idea precisamente, mantener la mente ocupada y el cuerpo plenamente satisfecho para poder dormir cuando luego se marcha a su casa.
¡Para no pensar en el cabrón de Hugo!
Sí, sé que es una excusa ridícula y que de esta manera corro el riesgo de entusiasmar a Christian. Y sí, sé también que aficionarme a los puzles, la lectura o los sudokus de madrugada, después de un duro día de entrenamiento, hubiera dado el mismo resultado para acabar frita.
Pero nooooo, a mí me gusta el precipicio, la adrenalina del peligro correr por mis venas, ¿no veo que si nos consolidamos como pareja, Christian se terminará por enamorar de mí? Y ese es mi temor, el mayor de los remordimientos, no poder corresponderle como se merece.
—Por fin podré presumir de ti —ha dicho el pobre mío cuando he aceptado salir con él, cuando me ha besado como agradecimiento.
Llegamos al estadio de fútbol casi dos horas antes del inicio del concierto. Me ha parecido la mejor de las opciones cuando me llamó Ruth, la novia de Jota, para salir con nosotros. Nada de cena íntima o reserva de hotel que nos incite a lo mismo de siempre. Por eso lo he visto el lugar perfecto, mis amigos y más de quince mil personas cantando enardecidas nos cohibirán a la hora de ponernos las manos encima.
Quedamos en vernos en las taquillas con Jota y Ruth, porque ellos traen todas las entradas, podremos así tomar algo antes. Christian se atreve a cogerme entonces la mano. Si me ha visto pegar un bote de la impresión no ha dicho nada, solo me ha sonreído como respuesta.
—No me lo puedo creer.
Ni yo misma me lo creo, joder, y eso que se puede considerar uno de quince mil un porcentaje ínfimo de lotería. Pues toma, me ha tocado. No sabía que Hugo también venía.
Retiro la mano que Christian me agarra convenciéndome a mí misma de que la necesitaré para estamparla en la cara de Hugo.
—Te veo muy bien, Paola —dice él con burla.
Me contengo, no me verá asqueada porque esté acompañado por Marta. Ambos sonríen, yo no tanto. Tengo la impresión de que él le habla de mí al oído.
—Es evidente que no me agrada tu compañía, pero no puedo negarle nada a mi cari —dice ella buscando la mejilla de este para besarlo—. Me ha pedido que os invite a ti y a tu hermano pequeño al backstage.
—No es mi hermano, es un amigo —me apresuro a decir, a cada segundo más enfadada con ellos.
Hugo finge disculparse entre risas que me están alterando más. Lo miro con rabia y doy un paso al frente para defenderme del insulto, ¿Christian mi hermano pequeño?, ¿eso qué quiere decir, que yo le parezco mayor? Que se aparte de mi camino porque la patada se la lleva.
—¿Podemos ir con vosotros? —pregunta Christian, deslumbrado por la invitación de Marta, sin darse cuenta de nada.
—No, gracias, esperaremos a Ruth y a Jota, aquí —digo tirando del brazo de Christian para marcharnos.
Lo de patear las pelotas de Hugo tendrá que ser otro día, que quince mil personas me estarán mirando.
—¿Por qué no podemos ir con ellos?
—Piénsalo, Paola. Yo llamo a Jota para que nos espere. Y así le harías un regalo increíble a tu novio, ¿verdad, chaval? —dice Hugo en un intento de convencerme.
¡Y yo que de nuevo tengo ganas de cascarle los huevos!
—He dicho que no, gracias.
—Por favor, Paola, ¿por qué no podemos ir? —Y con ese argumento tan mono trata Christian de hacerme recapacitar.
—Sí, anda. Venid con nosotros, será muy divertido. Todos juntitos en la zona VIP. —Y Hugo que no para de reír.
Puedo dar los dos pasos que me separan de él, levantar la pierna a la altura de su estómago y borrarle esa maravillosa sonrisa que dan ganas de bes… “recuerda, inconsciente, que tu pareja hoy es Christian, respétalo”.
Demostrando una vez más que seré la adulta responsable del grupo, eso si logro pensar con la cabeza y no con las hormonas cachondas por Hugo, digo:
—Está bien, vamos con vosotros. —Y cojo a Christian del brazo, para seguirlos a continuación al ascensor de los palcos vips.
Ya en el interior, miro para otro lado. Al parecer Hugo me ha invitado para darme un espectáculo previo al concierto. Por un momento creo que Marta lo absorberá a través de su boca, en un beso asqueroso de babas que bien puede durar todo el trayecto. Es inevitable verlos y no compararlos con aspiradoras de saliva de un dentista. Desde luego que a algunos les da igual lo que puedan pensar de ellos en público. Y lo entiendo, sin título nobiliario que representar, o la prensa alemana pegada a tu culo a todas horas, así cualquiera podría. Hasta yo me pegaría el homenaje.
Y maldigo a mi subconsciente.
El homenaje que acabo de pegarme ha sido con el propio Hugo y no con quien es mi pareja esta noche.
En cumplimiento de las reglas de decencia del Ducado de Baverburgo, Paola Neumann, hija de Johan II de Baverburgo solo puede entrelazar sus dedos con los de Christian. Y eso es lo que hago.
Una caricia de pulgar por aquí o un beso en la muñeca por allá. ¿Lo peor de todo? Que Christian se conforma con este roce tan inocente, cosa que a mí me hace sentir de nuevo culpable por estar utilizándolo en sustitución del aspirador bucal.
Cuando ya pasamos el control de seguridad a la zona vip y Hugo puede acercarse a mí por detrás, en un descuido de nuestros acompañantes, me dice al oído:
—Así que también eres canguro los sábados por la noche, ¿no?
—¿Qué?
—Tu amigo. Parece que aún no cumple los veinte, cuidado y no tengas que pedirme ayuda profesional cuando te detengan por asaltacunas.
Está visto que no piensa dejarme tranquila y olvidar a Christian.
Miro a mi alrededor, naturalmente contando hasta diez. Gente “Very Important People” ríe con sus copas de champán en la mano sin importarles siquiera qué grupo vienen a ver. La prensa cubre el evento. Marta, todavía no ha metido la pata como aquella vez en el restaurante, a gritos, y estoy segura que es por su exposición en las redes. Así que yo, condicionada por las advertencias de mi padre, no puedo levantar la mano contra el acompañante de tan importante mujer.
Las ganas de golpearlo se vuelven más intensas. Por hacerme estremecer con su aliento, lo primero, por obligarme a oler el perfume de Marta, lo segundo, y por su nueva broma con Christian, lo tercero. O no, lo de Christian me da igual ya, su cercanía y que huela a otra mujer sí que me matan.
—No te preocupes por mí, Casanova, es mayor de veinte. ¡Ah!, y de edad también. No tendré problemas con él —contesto yo sin dejar de reír.
Rival o no de lucha, Hugo no encaja bien los golpes porque endurece su rostro en un gesto serio. Cualquiera diría que no le ha sentado bien mi respuesta.
No sé dónde está Christian, puede buscarme en las taquillas porque yo regreso con Jota y Ruth.
Pero Hugo no me deja marchar, me agarra del brazo. Y es cuando me provoca ganas de arrancármelo a mordiscos solo para que deje de mandarme sensaciones eróticas al cerebro.
Llevo semanas esperando mi triple cita con Marta. Concierto, cena y copas. Noche de sábado perfecta. Además de estar con una mujer tan complaciente como ella, conoceré a personas influyentes de ámbito sociocultural.
No es exactamemte un contrato, pero hemos quedado en que antes del concierto ella me presentará a alguno de sus amigos, posibles clientes de mi futuro bufete, a cambio yo tengo que satisfacerla más tarde, a solas. El mismo día que Paola me besó, e hizo que me hirviera la sangre en aquel baño donde me masturbé, concreté con Marta nuestro encuentro. Digamos que recuperé las ganas de follar después de aquel desatasco.
Me he encargado personalmente de la reserva del restaurante y de la habitación del hotel, como hago siempre en estos casos nunca dejo cabo suelto en mis relaciones comerciales. Que esta vez espere hasta el desayuno para despedirme de Marta depende del resultado de mis negociaciones, y solo por las personalidades que asistirán al concierto sé ya que el amanecer me dará junto a ella.
Pero claro, si tengo una mínima posibilidad de que mi noche de negocios se estropee, antes incluso de empezar, esa se llama Paola. Si hubiera sabido que las dos entradas de última hora que me pidió Ruth eran para ella, me hubiese negado. Y no por volverla a ver, sino por ese otro tío a su lado.
Paola espera en la taquilla junto a él, que le sostiene mano. El chaval parece estar flipando, porque no deja de sonreír. Un deseo extraño me invade en este instante, quiero quitárselo de encima.
Hace días que no la veo y creí tener mis dudas controladas, pero nada, ni la belleza de Marta a mi lado eclipsaría la suya tan básica y natural, con esas malditas mallas negras y ese forro polar amarillo chillón que se me mete por los ojos. De nuevo su ropa despierta en mí algo que no sabría definir.
La quiero cerca, y a ser posible lejos de ese tal Christian.
Por eso hago que Marta los invite a venir con nosotros a la zona VIP.
Es nuestra cita a solas, lo sé, pero me es fácil convencerla. Marta desea complacerme en todo y esto no le supone un inconveniente para disfrutar de mí al acabar la noche.
Y ahora me arrepiento. Porque la broma que quiero gastarle, a costa de su amigo, acaba por volverse en mi contra cuando tengo que oír las "maravillas" del crío.
—Suéltame o acabarás llorando delante de tu novia —me amenaza sin levantar la voz, todavía.
—Sabes que no es mi novia, y eres tú la que aún no se aparta de mí.
Levanto las manos para que ella las vea bien, hace rato que ya no agarro su brazo, e incluso así, Paola sigue imantada a mi cuerpo, haciendo que yo me estremezca con cada aliento y con cada exhalación suya que me hacen arder.
—¿Esto de quedarnos a solas forma parte de algún juego de seducción tuyo?
Una sonrisa se le escapa, dándome una réplica coqueta.
—Dímelo tú, que sigues a mi lado —contesto devolviéndole la sonrisa mientras miro su boca.
—Deja de decir tonterías y no me mires así. —Y ella se concentra ahora en la mía.
—¿Así cómo?
—Como si fueramos a besarnos otra vez.
—¿Y qué harás si me acerco y te como la boca? —pregunto sujetando su cuello. Alcanzo su nariz con la mía sin resistencia alguna, una caricia que la hace gemir.
—Castrarte, Casanova.
El aliento de mi risa hace que ella sonría.
—Dime que no es cierto, al menos no antes de que tú y yo podamos hacerlo.
—Hugo, por favor…
De repente el griterío entusiasmado de los fans anuncian la entrada del grupo para atender a la prensa en el photocall. Nuestra burbuja se ha roto, y ambos regresamos a la realidad, al intercambio de golpes, y no de besos, entre nosotros.
Paola no desaprovecha la ocasión que la gente a nuestro alrededor le brinda para apartarse de mí con un empujón y salir corriendo.
Visto su nuevo rechazo no me queda más remedio que regresar al trabajo. Ajusto los puños de mi camisa bajo las mangas de la chaqueta, reviso el nudo de la corbata y me aseguro de tener la chaqueta cerrada a la altura de la cremallera del pantalón. Ahora a la que tengo que besar y hacer gemir es a Marta. Figúrate las ganas que tengo cuando Paola me ha dejado tieso.
Tardo poco en hablar con sus amistades. No puedo decir que me sienta del todo a gusto, demasiado esfuerzo necesito esta vez para sonreír y saludar de manera falsa. Pero me joderé, que para eso he venido. Que la boca de Paola ocupe mis pensamientos no es excusa para no ser simpático y educado con los demás.
Miro el reloj deseando que empiece el concierto, para que de esa manera termine cuanto antes y así poder irme con Marta a cerrar el trámite de nuestra cita.
Solo que dentro de las gradas del estadio la cosa va a peor.
Marta no deja de besarme, ¡que asco!, basta que lo hiciese antes en el ascensor, pero ahora no me apetece. Aquí solo estoy para disfrutar de la música, del ambiente y de mis propios amigos, no para aguantar sus babas y sus manos hurgando en mi cuerpo, que espere a que lleguemos a la cama, ese era el trato.
Pero claro, esa es mi compensación por las entradas y las presentaciones de antes. ¿Soy idiota o qué? ¿Qué ocurre con mis escrúpulos últimamente si llevo años follando por favores, y hasta por dinero?
No, Paola tan cerca de mí y ese otro tío tan cerca de ella no tienen nada que ver. Olvídalo.
Al acabar el concierto estrecho un par de manos a la salida, que espero volver a estrechar pronto, y convenzo a Marta para que nos marchemos ya. Ni me despido de Jota para no tener que hacerlo con Paola después. No he podido sacarla de mi cabeza en toda la noche, tan agarrada de ese crío, con tanto besito tonto y tantas caricias de enamorados.
Imagen que no me beneficia.
Porque influencias + dinero = bufete personal, Paola + sentimientos = fracaso neuronal y profesional.
Y no quiero pensar demasiado en el fracaso eréctil, que es lo que más me preocupa de todo. Porque no levanto cabeza últimamente como no sea con ella.
Lo siento por Marta, esta noche no será diferente.
HAGAN SUS APUESTAS ⬇️
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