La fiesta de pedida de mano privada tiene lugar hoy en el gimnasio, la oficial será en diciembre, en Alemania.
Paola y yo pensamos primero en el bar de mis padres para celebrarla, pero se nos quedó pequeño con la lista de invitados. Nunca pensé que tuviéramos tantos amigos y familiares con los que compartir nuestra dicha. Eso sí, el cambio de lugar no ha sido impedimento para que se sirvan las deliciosas croquetas de mi madre esta noche, por nada del mundo dejo sin ellas a Paola que se ha vuelto una adicta, y más desde que son su antojo número uno.
Hemos tardado seis meses en decidirnos a festejar, solo y exclusivamente queríamos hacerlo cuando las obras del gimnasio estuvieran finalizadas y el material nuevo colocado. Paola ha querido que todo sea diferente esta vez, proyecto nuevo, lona nueva, dijo cuando lo pisamos por primera vez tras su recuperación. Y bueno, yo no tardé en complacerla y donar a la parroquia del barrio el dinero que obtuvimos por las cosas antiguas en Wallapop.
En realidad lo hice por beneficio propio, necesitábamos agrandar el despacho ahora que será la casa de los tres cuando estemos en España. ¿Qué importa ya el retraso de apertura, cuando su embarazo de treinta y cuatro semanas la tendrá inactiva un mes más? Sí, echando cuentas, cuando al fin cayó en su malestar matutino, Paola descubrió que estaba embarazada desde el día de reyes.
Paola todavía no termina de arreglarse mientras yo la espero en la puerta del despacho, a punto de irme sin ella a abrir la puerta, porque los primeros invitados ya están a punto de llegar.
—¿Qué miras con esa cara? —pregunta al coger mi mano para que salgamos juntos.
¿Pues qué va a ser?, su ropa. La que no deja de sorprenderme a diario. Hicimos bien en abrir ese armario junto a la chimenea eléctrica, Paola ha podido triplicar su guardarropa, gracias a que yo reduje a la mitad el mío.
La miro con ese vestido de color rojo que me excita sobremanera, el tejido parece suave y creo que no tardaré en probarlo cuando se acerque a mí. Es tan ceñido que de concentrarme un poco podré verle la cara a mi hija por primera vez fuera de un monitor de ecografía.
—Estás impresionante.
—Ya. Siento no poder decir lo mismo de ti —naturalmente me lo dice riendo—. Un chándal, Hugo, ¿en serio? ¿No has podido dejar de ponerte un chándal hoy?
—Oye, que ahora los hacen con mucho estilo, y este en concreto de Gucci vale casi quinientos pavos.
—Definitivamente, he creado un monstruo —acepta sin pelear, y se da por vencida.
—No te quejes, cariño, que sabré estar a la altura cuando estemos en Frankfurt.
—Eso no me preocupa ya, sé cuánto te estás esforzando en estudiar. —Paola se cuelga de mi cuello, le cuesta pegarse a mí, imagina, con la enorme barriga. Yo le ofrezco mis labios para facilitarle la tarea, deseo más que ella nuestro beso—. Y es por eso que hoy tendrás una recompensa por tu esfuerzo y trabajo.
—¿Cuál? —Después de darme el bufete, ya no me asustan sus costosos regalos—. Paola, no, Paola, espera. No puedes dejarme así… Paola, joder, quiero saberlo... —Pero se va a atender a nuestros invitados muerta de risa.
¡Con lo curioso que sabe que soy y me lo suelta de esa manera!
La noche se me hará interminable.
Ya en la puerta, saludamos uno por uno a los que entran. Visto así parece que se nos ha ido de las manos el protocolo al tratarse de nuestros amigos, y aquí en el barrio Llano además, pero nos hacía ilusión hablar con cada uno de ellos al menos por unos segundos, que luego este tipo de las fiestas se desmadran con el alcohol y la musica alta y nunca da para verlos a todos el tiempo que quisieras. Menos mal que mis suegros hablan con mis padres y no están junto a nosotros también para dar la bienvenida, todavía me avergüenza eso de hacer lo mismo que el duque hace habitualmente.
Son minutos de besos y abrazos de enhorabuena, de risas sinceras y emocionadas, que compartimos con todos ellos.
—Y yo que pensaba que el primero en cambiar pañales sería Jota —dice Dani dándome un abrazo, mientras Alma toca la barriga de Paola, emocionada.
—Bueno, quizá te demos la sorpresa pronto. Así Ebba tendrá con quien jugar, ¿no? —Ruth aparece tras ellos. Se planta frente a Paola y ambas gritan de la alegría al verse después de tantos meses. Han regresado para las vacaciones de verano.
—Hay una cosita que se llama condón, capullo, y previene embarazos con una efectividad del noventa y ocho por ciento —dice Jota con su teoría matemática. Me ha saludado con un puñetazo en el hombro.
Yo río, encantado con mi acierto, no podría haberlo tenido mejor en toda mi vida, y no lo digo por el penalti de mi hija, ella hubiera venido tarde o temprano, sino por Paola, al escogerla a ella. Que ella me escogiese a mí.
—Háblale así a mi marido otra vez y regresas a Boston en camilla.
Todos reímos cuando Paola le devuelve el golpe a Jota.
—Lleva meses sin pelear, yo que tú no le hinchaba la vena de la frente. Recuerda que ahora tiene un ejército para ella solita —le digo en un susurro a mi amigo que sigue riendo sin que nadie se lo impida.
Y si ya Paola está contenta de verlos a todos, cuando aparece Raúl con Tina estalla de felicidad. Yo no tanto cuando él me dice, riendo, que nuestra historia es buena para contar en un cómic de los suyos, y a continuación me enseña su rotulador.
Los dejamos a todos hablando y riendo, nosotros tenemos que seguir saludando al resto de invitados.
Tras mis compañeros de trabajo, me está costando hacerme a la idea de que son mis empleados, Ramón y su mujer nos besan. Paola, que tiene debilidad por este hombre, que además trabaja ahora para su padre, recibe un regalo para nuestra hija que no duda en abrir aquí mismo. Patucos y jersey de lana, que parecen unas converse rojas y una chaqueta de dobok con cinturón negro incluido. Regalo que provoca lágrimas en ella y hace que la gente que espera para saludarnos, tengan que hacerlo un poco más.
Como por ejemplo mi hermana.
Ella se acerca a Paola y la besa con cariño. Hace meses que olvidaron el día que se conocieron, ahora se llevan muy bien. A mi costa, claro. Fue algo similar a: Disculpa por haberte llamado puta, no pensaba en otra cosa que no fuera la pena del estúpido de mi hermano. A lo que Paola riendo contestó: Yo no debí nunca amenazarte, cuando al que quería matar de verdad era al estúpido de tu hermano. Total, que descartando a mi madre, para la que seguiré siendo siempre su niño pequeño, tengo a las mujeres de mi vida confabuladas contra mí. Hasta que nazca Ebba y equilibre la balanza, porque no dudo de que ella me defienda de su madre y de su tía.
—Paola, cariño, tu padre espera para dar la noticia.
—¿Qué noticia? —quiero saber yo, siento haber interrumpido a mi suegra de manera tan vulgar, pero es que de verdad quiero saberlo.
—Espera y verás. —El guiño de ojo no es suficiente.
Sin apiadarse de mí, Paola me besa como una disculpa por dejarme solo y se va con su madre. La mía no tarda en acercarse y me suelta un golpe en la nuca.
—¡Mamá!
—Veinticinco trajes tienes. Veinticinco, Hugo. Y no has sido capaz de vestirte para la ocasión esta noche.
Mi padre que la ha seguido, me mira y se ríe, mi cuñado desde lejos, con mi sobrino en brazos, también. ¿Por qué no querrá Paola que nos vayamos a vivir a Alemania mañana mismo? En momentos como este estaría más que justificado. Tengo treinta y cinco años, soy económicamente independiente de ellos y en un mes, cuando nazca mi hija, seré duque consorte de Baverburgo —de ese mismo lander que tiene historia propia y que yo seré parte de ella—, y al que solo mi suegro podrá reprochar algo. Ya no soy el crío al que daban de cenar cada noche porque no conseguían que abandonase el nido.
Todavía estoy pensando cómo decirle a mi madre que la quiero con locura, pero que yo decido qué ponerme de ropa en la que será "mi casa", cuando Paola pide toda la atención de los presentes.
—Este es un regalo que quiero hacerle a Hugo,
Y estalla la locura con sus palabras.
Joder, joder, joder, se avecinan cambios en el Ducado.
Heller, que estaba tan animada charlando con mis amigos, corre llorando a abrazar a Paola en cuanto la oye. El Duque presencia la escena y abraza a sus dos hijas, es tan alto que las envuelve, literalmente, con sus brazos. Mi suegra, que llora de alegría también, se deja consolar por mi madre y coge el pañuelo de papel que le da ella. Mis amigos vienen a saber qué opino de la decisión de Paola.
Todos aplauden y sonríen por lo ocurrido cuando yo les digo que estoy aún asimilando mi futuro, tal vez mañana pueda decirles algo más porque ahora mismo no salgo de mi asombro.
Todos, menos Viktor, que ha permanecido impasible a varios metros de distancia de Paola.
Mi mujer ha esquivado a todos hasta llegar a mí. Me acaricia la cara al tiempo que sonríe.
—Supongo que ahora sí que tendré que trabajar duro —digo sonriendo al entender su discurso.
—Por supuesto, Casanova, el dinero no da la felicidad, pero ayuda a vivir. ¿No dicen eso? —me dice poniéndose cariñosa, demasiado para no poder echar a la gente del gimnasio y disfrutar de sus caricias.
—Quizás me haga cargo ahora de asuntos sociales, el bufete se maneja solo con Sebastián y Laura, y los chicos del barrio me necesitan de oficio.
—Mmm, me gusta. Trabajarás cerca, y vendrás cada día a almorzar al gimnasio. —Ella echa las manos por mis hombros para poder bailar conmigo.
—Sí, pero habrá que pensar en cambiar la dieta de sándwiches.
—Me parece bien, Ebba y las croquetas acabarán con mi carrera deportiva.
—Puedo decirle a mi madre que me enseñe a hacer paella.
—¿Estrategia de manual, Casanova?
—La número siete sí, conquista a tu rival por el estómago.
Paola se ríe a carcajadas mientras la cojo por su inexistente cintura y bailo con ella al son de la música reaggetton que ya suena.
—Y habrá que recortar algunos gastos también ahora que somos pobres. Tendré que dejar mis clases de taekwondo y la terapia con la psicóloga.
Más risas de su parte, más besos de la mía, y todo cuando me llama payaso. Me encanta, por ella lo soy.
Por cierto, se me olvidaba, Paola renunció a su título bajo el beneplácito de su padre, ya solo seremos la hermana y el cuñado de la próxima duquesa de Baverburgo, con domicilio en España. Heller es quien regresa a Alemania a hacerse cargo de sus responsabilidades con el Ducado. Allí conocerá a Christian, que lleva tres meses estudiando alemán porque en septiembre entra a la universidad, donde se formará también como futuro integrante del equipo de guardaespaldas. Creo que se puede liar buena, porque Paola acaba de decirme que Viktor ha solicitado de nuevo hacerse cargo de la seguridad de Heller. Nunca me lo dijo y nadie habla del tema en la casa, pero por sus miradas sé que alguna vez estuvieron juntos.
Ella es ese alguien tan parecido a Paola, por quien Viktor tiene sus propios miedos.
Nunca fue mi intención hacer una segunda parte y continuar la serie, pero Viktor fue ganando terreno en mi mente,y creo que en mi corazón jajajaja....y no podía dejar de saber que ocurrió con él y su cicatriz.
Os veo por su historia el año que viene entre el ONC y los Wattys❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro