43.
—El primer ganador de la pasantía ha tenido un promedio general de 18.9 puntos. Ha sobresalido en cada prueba, en especial las que se han realizado en el restaurante Fraga. Sin embargo, en este caso, el señor Mauricio Díaz se abstuvo de votar u opinar por motivos que ya todos saben —explica Guzmán.
Montse y yo volteamos a ver a Cristian, seguras de que se trata sobre él, y noto que el pobre hombre ha palidecido tres tonos. Está más blanco que una cucaracha de panadería y eso me hace reír, pero tengo que reprimirme.
—Cristian Santos —anuncia el chef y Montse y yo aplaudimos con euforia, mientras el resto parece ya habérselo esperado.
«Ugh, menudos envidiosos» pienso.
— ¡Mi amor! —chilla Montse contenta, tirando de su cuello para abrazarlo mientras todos aplauden—. Sabía que lo lograrías, te amo.
—Gracias, bonita —le dice, sonriendo—- Yo también te amo.
¡Vaya! No sabía que la cosa había avanzado tanto entre ellos. Él me mira y yo le guiño un ojo, aplaudiéndole.
Cuando está por dar el segundo nombre, Montse y yo nos miramos. Si dicen el nombre de alguna de las dos, queda un solo puesto y no hay probabilidades de que los tres ganemos la pasantía.
Es decir, sería demasiada suerte y de eso tampoco es que me repartieron mucho cuando nací.
—Alma Suárez.
Todos aplaudimos y felicitamos a Alma, quien luce sorprendida y a la vez avergonzada por ser el centro de atención. Ella nos agradece a todos por igual, es muy amable. Aunque es tan callada que nunca pude tomarla muy en cuenta, pero supongo que si se ganó la pasantía es porque es muy buena en lo suyo.
—Y el último resultado es...
«Por favor, que no sea yo. No permitas que sea yo. Mauricio, no me hagas esto ahora» pienso, cerrando los ojos con fuerzas.
—Alejandra Gutiérrez.
Suspiro de alivio y abro los ojos para ver como ella se levanta, mirándome con suficiencia. Aunque a una parte de mí también le duele no haber ganado la pasantía.
Observo a Montse, quien tiene los ojos cristalizados, y acaricio su hombro. Capaz pensará que tanto esfuerzo ha sido en vano, pero no es así.
— ¿Sabes algo? Presiento que para ti vienen grandes cosas, más que una pinche pasantía —murmuro en su oído y ella me sonríe antes de darme un beso en la mejilla.
—Logré esto yo solita, ¿qué les parece? —habla, sonriendo—. Sin tener que ser el cuñado, la hermana o la amante del dueño.
—A ver, pendeja. ¿Qué carajos andas insinuando? —se levanta Montse de inmediato, molesta. Cristian se apresura a tomarla de los brazos por si se le lanza encima—. Soy la hermana de Mauricio, sí, pero creo que todos han visto como me he sudado la carrera. ¿Acaso crees que por ser familia tengo todo resuelto? Ninguno aquí sabe la maldición que es ser un Díaz, hijos de la chingada —gruñe, molesta.
—Basta las dos, ¡por favor! —Exclama el profesor—. O serás denegada de la pasantía, Alejandra y tú, Montserrat, serás expulsada.
— ¿Por qué? Si yo sí me la gané justamente —se queja Alejandra, cruzándose de brazos.
«Esta tipa se quiere morir hoy» pienso.
—Perra, mugrosa... —gruñe Montse a punto de abalanzarse sobre ella, pero Cristian la vuelve a detener.
—A ver, sé directa ¿o no te atreves? Di lo que estás hablando entre líneas —me levanto a defender a mi amiga—. Todos sabemos que Montse es hermana del señor Díaz, pero ¿crees que él permitiría que el prestigio de su restaurante se viera en riesgo por meter a su hermana a trabajar allí porque sí? No, Montse es excelente chef y, no solo eso, es buena persona. A diferencia de ti que no puedo decir lo mismo. Si no la eligió para la pasantía no es porque sea mala, imbécil.
—Ay, qué lindo como se defienden las cuñaditas —se burla, haciendo reír a su grupito de amigas.
—Alejandra, declino la oferta de la pasantía para ti y quedas expulsada de la escuela. Recoge tus cosas y deja tu uniforme en recepción, por favor —habla el chef Guzmán y muchos cuchichean por la sorpresa—. ¡Y no quiero oír ni un murmullo más! Que no he terminado.
— ¡Es injusto, chef Guzmán! Ellas son las que andan buscando pelea...
—Que te largues, pendeja. Lárgate, ¡lárgate! —le dice Montse, chasqueando los dedos para apresurarla.
— ¡Montserrat Díaz, ya basta o irá por el mismo camino! —le regaña Guzmán y ella se sienta, cruzándose de brazos con molestia.
Le hago señas a Montse para que se quede quieta o le irá peor. Ella se cruza de brazos y se calla a regañadientes, frunciendo el ceño en dirección a todo el mundo.
—Gabriela Arellano —me llama el chef Guzmán y yo me enderezo en mi lugar—. Necesito hablar contigo en privado, al finalizar la clase.
—Seguro, chef Guzmán.
—Ay Dios, ¿qué te irá a decir? —pregunta Montse en voz baja, alterándome los nervios.
—No tengo idea —susurro.
Cuando la clase termina, me apresuro en cambiarme para ir a la oficina del chef Guzmán. Toco la puerta y él me permite pasar, pero me quedo a mitad de camino cuando veo quien lo acompaña.
Es Mauricio, trajeado, guapo y con ese delicioso olor a colonia varonil que me vuelve loca. Y con una sonrisa de oreja a oreja.
—Buenas tardes, señorita Arellano —saluda él y yo no sé qué hacer—. ¿No le es grata mi presencia?
—Eh, yo...
—Pase adelante, Gabriela. No se preocupe —me invita el chef Guzmán y me siento junto a Mauricio, en la silla giratoria—. Se preguntará por qué se encuentra usted aquí y es porque decidí darle su premio en privado, para que nadie sacara conjeturas erróneas. Pude apreciar que le molestaron mucho los malos comentarios del inicio de la clase.
— ¿Premio especial? ¿Cuál premio especial? —inquiero con voz temblorosa.
—Sé que tiene una relación formal con el señor Díaz, pero esto nada tuvo que ver con él. En parte sí, pero de forma profesional. Yo le sugerí que te diera una plaza fija en el restaurante y él aceptó, porque no se puede negar el talento y, además, el esfuerzo que usted le pone a sus estudios —anuncia el chef Guzmán y yo abro la boca, intercalando mi mirada entre ambos—. Señorita Arellano, tiene una oferta de trabajo en Fraga Restaurant que puede tomar ahora o al finalizar sus estudios, cuando usted lo desee.
¿Qué, qué? Esperen, estoy perdida. ¿Cuándo se habló de un premio especial, de todas formas?
—Gabriela, quiero que pienses en ti. No en Montse, en Cristian, en tus compañeros ni en los que trabajan en el restaurante. Ni siquiera pienses en mí, acepta el trabajo por ti, por toda la sangre, el sudor y las lágrimas que le has puesto a la carrera para poder tener la vida que quieres, que mereces —habla Mauricio, tomando mis manos entre las suyas—. Tú decides.
—Yo... tengo que pensarlo —musito y él afirma casi a regañadientes, aunque conforme porque mi respuesta no es un no—. Es una decisión difícil de tomar, aunque no lo parezca.
—Lo entendemos, Gabriela —asegura el chef Guzmán—. El señor Díaz te dejará un contrato para que lo leas y sepas a lo que te enfrentarás. En lo que decidas aceptarlo, se harán los ajustes.
»Y déjame decirte, ya en confianza, que si no aceptas esta oportunidad yo mismo te abriré la cabeza para ver qué está mal contigo, muchachita.
Eso me hace reír y no puedo evitarlo. El chef Guzmán sonríe y me regala un apretón de manos, para luego dárselo a Mauricio. Terminamos la reunión y salimos de aquella oficina, tomados de manos, hasta encontrarnos con mis amigos.
— ¿Qué te dijo Guzmán? —inquiere Montserrat.
—Es sorpresa, primero quiero hablar contigo —me interrumpe Mauricio y quisiera adivinar qué carajos está tramando.
—Lo siento, tú ya sabes que los Díaz son mandones —bromeo, alzando mis hombros y ella me saca la lengua—. Toca celebrar que nuestro parcerito ¡se ganó la pasantía!
—Enhorabuena, cuñado —lo felicita Mauricio, palmeando su hombro—. Quiero que sepas que soy muy profesional y la pasantía la ganaste por tus propios méritos, ¿bien? No dudes de ello.
—Muchas gracias, Mauricio. No sabes cuánto necesitaba oír eso —responde mi amigo y yo lo abrazo.
***
3 meses después...
En estos meses que han pasado se lograron muchas cosas. Mauricio negoció con Leonardo para que le cediera sus acciones, dejándole apenas el 2.5% de las mismas en "su poder", ya que no valen de mucho la verdad, para seguir generando ingresos en lo que salga de la cárcel.
Yo solo espero que ese viejo verde haya aprendido la lección y salga de allí siendo una mejor persona. Lamentablemente, seguiré topándomelo en el camino en unos años, por ahora puedo disfrutar de la paz que me brinda el no tenerlo cerca por cinco benditos años.
Por otro lado, Mauricio le cedió gran parte de las acciones a Sebastián y ahora cada uno dirige un restaurante. Su relación mejoró un montón cuando Leonardo salió de sus vidas y ahora ambos están en los lugares que merecen.
Quieren abrir un tercer restaurante a mediados de fin de año, en lo que logren recuperar la inversión del segundo, y así cedérselo a Montserrat cuando se gradúe.
Su hermano mayor le explicó que ella debió ganarse una pasantía debido a su esfuerzo, pero que no se la cedió porque entraría a trabajar de una vez en el restaurante (como yo) y porque más adelante sería uno de los dueños del negocio familiar. Asimismo, ella le comunicó que estaba esperando respuesta de un post-grado para especializarse en vinos y que si lograba realizarlo, se iría a Grecia por un año y luego tomaría el lugar que le corresponde.
El reinado Díaz, por así decirlo, se ha fortalecido y unificado, cosa que me pone muy contenta.
Y bueno, sobre Mauricio y yo, ya la prensa se olvidó.
Ahora, enfocándome en la actualidad, hoy es uno de los días más importantes de mi vida: es la graduación.
Luego de cuatro años esforzándome para pagarme la carrera, para tener el mejor puntaje y formarme como una excelente chef; hoy me entregan mi título.
Hay un alboroto en la casa, por supuesto. Mi mamá, Federica y mi tía se están arreglando y es un desastre la corredera. Yo respiro hondo porque este ambiente me pone muy nerviosa.
Voy vestida con unos pantalones blancos de vestir, un tanto holgados para caminar con comodidad, un top de tirantes con escote sutil con un estampado como de piedra preciosa azul y un blazer del mismo color que los pantalones. Los tacones que llevo son brillantes y los accesorios que me he puesto, como el collar de corazón y los aretes redondos que me regaló Mauricio, combinan gracias a que son bañados en oro.
Me teñí el cabello un par de tonos más claro, tirando casi al rubio ceniza y ahora lo llevo ondulado. Me he maquillado muy sutil, con el labial rojo que tanto le gusta a mi novio y un delineado negro muy delgado y corto.
Las manos me sudan, pero no me atrevo a limpiarlas de mi pantalón para no ensuciarlo. Mi mamá entra a la habitación y se cubre las mejillas, sonriéndome.
—Ay, mi niña. Tu abuela estaría tan contenta de verte así, tan hermosa —me dice, haciendo que me lagrimeen los ojos.
—Lo sé, mamá. Estoy muy feliz de tenerte aquí, conmigo —le digo, abrazándola con cuidado para no arrugar su vestido azul o despeinarla.
—Tu galán ya llegó y creo que está más nervioso que tú —me dice, haciéndome reír—. Y está muy guapo y ardiente, ¿para qué negarlo?
— ¡Ay, mamá! —exclamo, negando con la cabeza.
Respiro hondo antes de salir y encontrarme con mi guapo y ardiente novio. La respiración se me atasca al verlo con un traje negro hecho a la medida y corbata. Su cabello rizado se lo ha rebajado un poco, pero igual sus rizos saltan de aquí para allá y se ve... increíble.
Y mi corazón se llena de emoción al ver un arreglo pequeño de tulipanes y margaritas en su mano.
—Dios mío, Gaby. Estás... yo... ¡Ni siquiera sé qué decir! —habla y se acerca, tomando mi rostro entre sus manos. Coloco mi mano entre nuestros labios, ya que no quiero que me quite el labial y se ríe—. ¿Te has puesto ese labial para provocarme, cierto? —murmura.
Afirmo con la cabeza y se ríe, contagiándome en el acto. Deposita un beso en mi mejilla, pero no me entrega el ramo todavía. Dice que es para cuando reciba mi título.
Nos trepamos en su auto, yo sentada de copiloto, y él maneja hasta el restaurante, ya que en el salón de eventos será la graduación.
N/A: No se supone que hoy les iba a traer este capítulo, peeeero es que quiero celebrar que ¡YA ESTÁ DISPONIBLE EL PRIMER CAPÍTULO DE CARICIAS DE CHOCOLATE! Así que luego de leer esto, corran a leer el primer capi de la historia de Sebas y Fede, agregar a sus bibliotecas y votar y comentar *-*
Eso sí, ¡no se vayan de aquí sin votar y comentar aquí también, eh! Las vigilo o_o
Nos leeremos el martes para el final de "A fuego lento". ¡Las quiero mucho!
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