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41.

Mauricio me abre la puerta de su Jeep y me tiende la mano para ayudarme a bajar. Cierra la puerta tras de mí y no me deja avanzar muy lejos, tira de mi mano hacia su pecho para unir nuestros labios en un beso que grita lo mucho que me ha extrañado. Su mano descansa en mi mejilla y la acaricia en círculos, mientras la otra reposa sobre la mía que reside en su pecho.

Suspiro cuando nos separamos y parpadeo con lentitud antes de mirarlo.

― ¿Vamos? ―pregunta con una sonrisa ladeada en el rostro.

―Vamos ―respondo.

Entrelaza nuestros dedos y lleva nuestros bolsos en su mano libre. Quiero ayudarle, pero se niega y la verdad es que parece que no se esfuerza mucho con el peso de ambas cosas. Nos adentramos en una de las cabañas, si no recuerdo mal es la que tiene la piscina, y vamos al comedor.

― ¿Quieres algo de tomar? ―pregunta―. Tengo jugo de naranja, agua, vino blanco, tinto, cerveza... No sé, lo que gustes.

―Pues... una cerveza no me viene nada mal ―le digo, sonriendo con inocencia.

Él rueda los ojos y niega con la cabeza, intento ocultar la sonrisa en su rostro. Escucho cuando destapa dos botellas y me tiende una, alzando de nuevo los bolsos con una mano mientras la otra sostiene su cerveza.

―Dejaré esto en la recámara ―me informa y yo asiento.

Le doy un sorbo a mi bebida y me encamino al living, donde hay una radio con increíbles parlantes a los costados. Enciendo el equipo de sonido e inmediatamente resuena en todo el lugar la música, así que busco de bajarle volumen o apagarlo, riéndome.

Logro bajarle el volumen y cambio de emisora hasta que consigo una canción que reconozco: ¿A qué te sabe el café? De Sebastián Romero. Es una ligera balada que me hace menearme con lentitud de lado a lado y sonrío al sentirme identificada con la letra.

Me doy media vuelta, chocando con el duro pecho de Mauricio. Alzo el rostro para mirarlo y su mirada brilla con alegría mientras sus manos se adueñan de mi cintura y baila conmigo al ritmo de la canción.

La mano en la que tengo la cerveza la coloco sobre su hombro y la otra la dejo sobre su pecho, acercando mi rostro al suyo para besarlo justo al final de la canción.

Me separo de él con emoción al reconocer una canción de Piso 21 y le doy un largo trago a mi botella mientras me muevo al ritmo del reggaetón. Escucho su risa tras de mí y se pega a mí, bailando conmigo.

Los ritmos urbanos se marcan en la música y sonrío al bailar. Amo demasiado este tipo de música por lo mismo, por sus ritmos, sus melodías. ¡Es para divertirse!

Me termino la cerveza y la dejo sobre la mesita en medio de la sala y me volteo para verle. Él me muestra sus dientes en una hermosa sonrisa y toma mi rostro entre sus manos para besarme.

―Tengo algo que decirte porque sé que vas a alegrarte ―le digo, rodando los ojos.

―A ver, ¿qué será? ―pregunta, alzando la ceja.

―Carlos se fue a Estados Unidos y de allí volverá a Italia ―le digo y él alza las manos al cielo, haciéndome reír―. ¡Sabía que lo disfrutarías!

―Por supuesto, así no tengo que estar pendiente de si se acerca mucho a ti o no.

―No seas ridículo, al único que quiero cerca de mí es a ti ―le digo, tirando de su camisa para rozar nuestros labios.

― ¿Qué tan cerca, señorita Arellano? ―pregunta en tono juguetón.

—Tendrá que hacerme el amor para averiguarlo, señor Díaz —respondo, acariciando con mi dedo índice la piel descubierta de su pecho.

Él maldice entre dientes y me toma con brusquedad, besándome con hambre. Yo gimo en su boca por la sorpresa y jadeo cuando me alza por el culo, caminando en dirección a la habitación. Cierra la puerta y me recarga de la misma, bajando su boca con ansia hacia mi cuello y pecho.

Yo cierro los ojos mientras jadeo por mi agitada respiración y le despeino los rizos con mis manos. Me lanza sobre la cama con cuidado, subiéndose sobre mí y me quita la camisa para tener mejor acceso a la piel de mi pecho. Mis manos viajan al cinturón de sus pantalones y lo desabrocho, metiendo la mano allí para sentir su dureza.

Lo escucho gruñir en el hueco de mi cuello y sonrío con triunfo mientras le masturbo con suavidad. Saca mis pechos de mi sostén y los lame, haciendo que mi espalda se arquee por el escalofrío que me recorre entera.

Sus manos se adueñan de mi short y tira de ellos al desabrocharlos. Se adentra en mi intimidad y me toca sin pudor alguno, haciéndome gemir al acariciarme en mi zona más sensible. Sus dedos se adentran en mí y mis uñas se encajan en la piel de su espalda baja, donde la camisa se le alza.

Aumenta el ritmo mientras me besa con la boca abierta y soy yo quien introduce la lengua en su cavidad. No dejo de manosear su miembro y lo veo desesperarse por la tela que nos sobra.

Se sienta para quitarse la camisa y yo me quito el sostén. Sus manos quitan mi ropa interior y se saca los pantalones de una patada, para luego enterrarse entre mis piernas con desesperación.

Estoy tan necesitada de él como él lo está de mí, desesperada por un nuevo encuentro de nuestros cuerpos y contenta porque está sucediendo.

Su mano viaja a la zona sur de mi cuerpo y me acaricia para estimularme mucho más mientras me embiste con fuerza, pero lento. Nuestras bocas se rozan, pero no nos besamos. Por otro lado, sus ojos dilatados están bien enfocados en los míos y el deseo que proclaman me prende más.

Aumenta las embestidas, haciendo que el contacto de nuestros cuerpos resuene por toda la habitación. Se endereza en su lugar y me toma de los tobillos, llevando mis pies al centro de su pecho, sin dejar de embestirme. Gimo aún más porque se siente en un lugar distinto, más profundo... diferente. ¡Y coño, cómo me gusta!

― ¿Te gusta así? ―pregunta y yo gimo en respuesta, sacándole una sonrisita arrogante.

Llego al bendito orgasmo a los minutos, sintiendo todo mi cuerpo temblar y él me alcanza a los segundos. Se deja caer sobre mí, con su cuerpo deliciosamente sudado y me llena la cara de besos.

Amo cuando hace eso, me derrite en mi puesto.

―Eso fue... ¡wow! ―le digo, haciéndolo reír.

Él se deja caer a mi lado y me estrecha contra sí. su respiración acelerada se va ralentizando poco a poco y suspiro, feliz de estar entre sus brazos.

—Pedí que viniera una masajista, por si te apetece ir —musita y yo me estiro en mi lugar, contenta por ello.

―No puedo decirle que no a eso, señor Díaz ―respondo, emocionada.

***

Salí de la zona de masajes con un rostro de felicidad increíble. Me quedé dormida de lo divino que se sintió todo y ahora me siento muy liviana, cero estrés, cero preocupaciones. Solo... paz.

Me adentro en la habitación, esperando encontrarme con Mauricio, pero me paralizo al ver una ropa tendida en la cama junto con una nota. Sonrío al acercarme y la tomo entre mis manos para leerla.

Te espero en el área de la piscina, mi reina. Viste lo que te he comprado, muero por ver que tan sensual vas a verte.

Tuyo, Mauricio.

PD: Te quiero.

Hay un traje de baño color vino y un vestido corto, holgado y floreado que hace juego con el bikini. Me visto con ello y me coloco unos tacones bajos que también dejó junto a la ropa. Me maquillo y me arreglo el cabello, sintiéndome bonita y consentida.

Tomo mi celular y me encamino al sitio pactado, encontrándome con un montón de luces colgantes y tulipanes. Hay un instrumental romántico sonando por algún lado y Mauricio está en medio del lugar con una sonrisa en el rostro. Está vestido sencillo, con unas bermudas negras y una camisa del mismo color de mi bikini. Extiende su mano hacía mí, acercándome a él para bailar.

―Quería hacer algo diferente para la cena ―habla en voz baja, sin perder detalle de mi rostro―. Sabía que lucirías hermosa.

―Gracias, a veces me consientes demasiado ―le digo, sonriendo con timidez.

―No lo suficiente ―responde, alzando una ceja y me da una vuelta hasta volver a pegarme a su pecho.

Mi mirada se cruza con la de él y siento que un "te amo" se me atasca en la garganta. Sin embargo, trago con dificultad y me lo guardo porque tal vez aún no sea el momento de admitirlo en voz alta.

Cuando la canción termina, salgo de mi nebulosa y me suenan las tripas. Él se ríe, negando con la cabeza y se separa de mí.

—No esperaba que escucharas eso —musito, avergonzada—, pero como usted verá: tengo hambre.

— ¿Qué quieres comer? Aprovecha a tu novio chef —me dice y yo lo golpeo con suavidad en el pecho.

—Yo también cocino, señor Díaz —le recuerdo y luego me doy cuenta de algo—. Ahora que lo dices: nunca hemos cocinado juntos. ¿Qué te parece si hacemos pizza?

—Usted es mi reina, sus deseos son órdenes para mí —me indica y yo sonrío cuando se acerca a besarme—, pero antes...

— ¿Qué...?

La pregunta muere en mi boca cuando Mauricio nos lanza a la alberca. Quisiera decir que se ve romántico, tal cual como en las películas, pero la verdad es que he tragado agua hasta por la nariz y termino tosiendo con poca educación cuando alcanzo la superficie.

Mauricio se ríe de mí y yo le lanzo agua, molesta por arruinar mi lindo atuendo, pero termino contagiada por su risa.

— ¡Eres un tonto! —exclamo.

— ¡Lo soy, así me tienes! ¡Tonto por ti, Gabriela Arellano! —grita, su voz retumbando en todo el lugar.

Luego de cambiarnos de ropa, para mi pesar porque me sentía muy bonita, nos encaminamos a la cocina. Me encargo de armar el mise and place mientras Mauricio limpia el lugar donde haremos la pizza y enciende el fogón, ya que la haremos a leña.

Cuando todo está organizado, nos ponemos manos a la obra. Juntos hacemos la masa de la pizza, aunque sea un presagio al desastre.

Él me toca la nariz con un dedo lleno de harina de trigo y yo hago lo mismo, hasta que terminamos lanzándonos del polvo blanco que sobra de la masa mientras esta reposa.

—No, no, no. ¡Luego nos toca limpiar! —me quejo y él se detiene, observando como todo el lugar está hecho un desastre.

—Ay, no le diré a Marta que limpie esto. Qué vergüenza —habla, dándose cuenta de nuestro error.

Yo me encargo de hacer la salsa de tomate para pizza y él la prueba, diciéndome si le gusta o si cree que le falte algo. Al final, ambos quedamos complacidos y él se encarga de estirar la masa para que podamos untarle mi salsa.

Abro la nevera y tiene de todo: jamón serrano, queso mozzarella, queso azul, champiñones, maíz, tomates, tocineta y jamón. Tomo todo eso y lo esparcimos por la pizza cruda antes de que él la coloque en la leña a cocinarse.

—Nuestra primera preparación juntos y somos un desastre. ¡Mira nada más este reguero! —exclamo, abriendo mis brazos para señalar el lugar.

—Vamos a limpiar, así cuando la pizza esté lista nos sentamos a comer. No quiero escuchar de nuevo al monstruo que tienes en tu barriga, ¿eh? —se burla.

—Muy gracioso, señor Díaz —ironizo y él se carcajea más alto.

Luego de limpiar y volvernos a arreglar, ya que quedamos enharinados hasta los cabellos, nos sentamos para comer y degustar de nuestra creación. Apenas le damos el primer mordisco, gemimos de goce y nos reímos por nuestra reacción.

—Tanto pelear tú y yo para nada, hacemos excelente dupla —comenta Mauricio y yo sonrío.

—El mejor equipo: Díaz Arellano —respondo y él acerca su mano para acariciarme la mejilla.

—Me gusta como suena eso —murmura—. Mi nombre junto al tuyo.

Y yo siento que mi corazón no aguantará más.

N/A:

¿Están listas para el finaaaal? 

Les comento que este será el horario de los capítulos:

Este jueves, capítulo 42.

Este viernes: Publicación del primer capítulo de "Caricias de chocolate". La historia de Sebas y Fede.

Próximo martes: final + epílogo y extra.

¡Le decimos hasta pronto! Recuerden que ellos aparecen igual en el segundo libro *-*

¡Recuerden votar y comentar! Las quiero mucho, gracias por acompañarme en este recorrido :D

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