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40.

Montserrat está extraña, pero ni Cristian sabe por qué. De todas formas, estoy segura que debe ser por su padre. Sebastián me ha comentado que no ha tenido el valor de visitarle y pedirle explicaciones y yo lo agradezco en mi interior, aunque suene egoísta.

No me gustaría que se enterara por él que estoy con su hermano, mucho menos ahora que somos novios.

Me dan ganas de reír el solo hecho de pensar ello, porque si alguien me hubiese dicho que terminaría perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Díaz, seguro me le hubiese reído en la cara.

Pero aquí estoy, perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Alejandro Díaz Guerra.

Hoy hay una feria de gastronomía en el restaurante y todas las escuelas hemos sido invitadas. No puedo negar que me tiene un tanto nerviosa encontrarme en público con Mauricio, siento que nuestras miradas gritan lo que tanto nos esmeramos en ocultar.

Por ahora.

Han organizado esta feria en el ala de eventos del negocio y hay puestos de comida, así como reparten folletos de información y demás. Hay escuelas de todo el mundo, ofreciendo especializaciones y maestrías a diestra y siniestra. Yo me detengo en la que tiene la bandera de Inglaterra y sonrío, permitiéndome soñar por un momento.

Me imagino estudiando en Londres, mejorando mis conocimientos para convertirme en una chef de renombre. También me permito soñar que mi esfuerzo vale la pena y me ofrecen un lugar de trabajo en algún prestigioso restaurante de la ciudad y deba permanecer allí.

Vivir allí.

Creo que sería mi mayor sueño hecho realidad.

Uno de los encargados del puesto de Inglaterra se fija en mí y se acerca, preguntándome en inglés si estoy interesada y le digo que sí, aunque no vaya a postularme, solo para permitir que mi sueño tenga más nitidez.

No me imagino abandonando de nuevo a mi familia y sí, tampoco me veo alejada de Mauricio. No puedo negarlo.

Al final, el muchacho me tiende la planilla para postularme. Ha hablado tantas maravillas de las especializaciones que me ha entrado la duda.

¿Soy capaz de dejar mis sueños de lado por amor? ¿Y si esta es una oportunidad única? Creo que nada pierdo con intentarlo, ¿cierto?

Tampoco es como que vaya a quedar seleccionada, pero por lo menos sabré que he tocado la puerta.

Lleno los datos y dibujo mi firma, sonriendo cuando he terminado. Los nervios se adueñan de mí y sé que debo esperar a que finalice mi año para conocer una respuesta, pero me tranquiliza el hecho de saber que no falta mucho.

Es más, esta semana deberíamos conocer los resultados de las pasantías para empezar a realizarlas y ya solo quedarán tres meses más de clases y ¡seré chef! Con todas las de la ley.

Y será el mejor regalo de cumpleaños que pueda brindarle a mi mamá. Tener mi título, ser una profesional.

Degusto mucha comida, ¿para qué negarlo? Y converso con Cristian y Montse, aunque esta se vea un tanto perdida. Les comenté que me he postulado para hacer alguna especialización en Reino Unido y ellos me han comentado que ambos aplicaron para Grecia.

— ¡Vaya! Sería genial, ¿se imaginan? Además, cumplirías tu sueño, Cris —lo felicito y él afirma, contento.

—Ya nos veo a los tres, realizando la pasantía en el restaurante y luego cumpliendo nuestros sueños más grandes —responde él y enrosca su brazo en mis hombros, atrayéndome a él para apapacharme.

***

La semana de clases fue agotadora. No puedo creer que ya estemos por saber quiénes serán los ganadores de la pasantía, me tiene muy ansiosa porque he decidido que sí la aceptaré.

Ya no tengo por qué negarme, mi mamá está aquí conmigo y ha conseguido un trabajito de ama de casas gracias a Mauricio. Tengo tanto que agradecerle y todavía me sorprende porque no me esperaba sentirme así respecto a él.

Además, hemos tratado de vernos lo más posible (siendo lo más disimulados que podemos), a veces voy a su oficina al salir del trabajo o me lleva al café y nos damos una buena dosis de besos y arrumacos antes de continuar con nuestro día. Nos hemos mandado mensajes, me repite a cada rato que me quiere y que soy su reina.

Yo estoy terminando de empacar todo para el fin de semana que le prometí a Mauricio. Fede también se quedará con Sebastián, así que fue fácil mentirle a mi mamá sobre que estaremos todos allá (sí, incluí a Montse en la salida ficticia).

El timbre de la casa me saca de mis pensamientos y cierro el bolso donde guardé la ropa. Escucho unas voces alegres y me encamino a la sala para saber quién ha venido.

Sonrío al darme cuenta de que es Carlos y me acerco a él, dándole un fuerte abrazo.

―Carlos, ¿qué haces por aquí? ―pregunto mientras me deshago del enganche―. Ya te hacía en Estados Unidos.

―Vine justamente por eso. Voy de camino al aeropuerto y me quería despedir de ustedes ―comenta, sentándose en el sofá individual. Mi mamá le tiende una taza de café y él sonríe, apenado―. Gracias, mamá Aida. ¿Cree que me pueda dejar hablar a solas con Gaby? Solo será un momento.

―Por supuesto, cariño. ¡No te vayas si despedirte! ―le advierte, tirando de sus mejillas con sus manos. Ambos nos reímos y ella sigue su camino.

―Cuéntame, ¿de qué quieres hablar? ―pregunto, tomando asiento en el sofá junto a él.

―Quiero ofrecerte, de nuevo, el trabajo en Italia ―habla y estoy a punto de responderle cuando vuelve a hablar―. No, espera, Gaby. Escúchame, por favor. Iré a Estados Unidos, pero si aceptas el trabajo, estaré aquí para cuando termines de cursar tus estudios y podremos irnos juntos. Sé muy bien que entre nosotros no va a pasar nada, así que toma esto como una propuesta de trabajo seria. No de un amigo. Yo conozco tu pasión por la gastronomía y las ganas que le has puesto a tus estudios, a tus platos. Sé que puedo confiar en tu sazón para ser cocinera en mi café.

―Lo siento, Carlos, pero mi respuesta sigue siendo no ―le digo, apenada―. Por ahora, tengo todo lo que quiero aquí y me siento bien. Y sí, sé que sueno conformista, pero no es así. En estos momentos no deseo irme de México. Lo siento.

―Es por él, ¿cierto? ―pregunta con un deje de tristeza en su mirada. Yo me tenso y me enderezo en mi lugar, frunciendo el ceño―. Noté sus miraditas, las ganas de estar uno sobre el otro siempre. Estás enamorada del hermano de tu mejor amiga, ¿no es así?

―No sé de qué me hablas, Carlos ―miento, desviando la mirada.

―Gaby, te conozco. Sé que por un hombre no lanzarías por la borda tu vida, ¿qué tiene él de especial para ti que vale más que ir a Italia, un lugar mucho mejor que este? ―pregunta y mis ojos se cristalizan―. A quien tengo en frente no es la Gaby que conocí.

―No soy más la Gaby que conociste ―corroboro, cruzándome de brazos―. El señor Díaz nada tiene que ver en mi decisión, simplemente no siento que sea el momento de irme.

―No me mientas, no a mí. No te mientas a ti misma ―me dice y yo tenso la mandíbula―. ¿Tanto te gusta?

―Lo amo, Carlos. ¿Estás contento? ―pregunto, irritada―. ¿Eso era lo que querías escuchar? Lo amo, en serio lo hago. Más de lo que pensé que podría llegar a amar a alguien.

Él deja caer su cabeza, mirando al suelo mientras niega con la misma. Palmea sus piernas y se levanta, mirándome con ojos tristes. Se acerca a mí para acariciar mi mejilla y yo retengo mi respiración, lista para evitarlo si me quiere besar.

―Mi propuesta no tiene fecha de caducidad. Si quieres ir a Italia y trabajar en mi café, dime y te mandaré un boleto. Así sea mañana, en un año o en diez. No importa ―musita, mirándome directo a los ojos―. Ya me lo pagarás con trabajo. Sé lo que te mereces y no es estar aquí, ni estar con él ―admite y una lágrima rueda por mi mejilla―. Mereces mucho más, Gabrielita.

Se endereza en su puesto y yo limpio mi rostro con el dorso de la mano. Mi mamá sale a los minutos ya que él la llama y nos despedimos de él con abrazos.

―Cuídense mucho ―nos dice y me mira―. Estaremos en contacto.

Le doy un tenue asentimiento con la cabeza y cierro la puerta cuando se marcha, soltando un ligero suspiro.

―Con que lo amas, ¿eh? ―dice mi madre y yo me paralizo en mi puesto―. Hija, nosotras las madres sabemos casi todo. ¿Acaso crees que no me di cuenta de lo cercana que eres con el señor Díaz? ¿Cómo lo miras?

La encaro, sintiendo de nuevo que mis ojos se llenan de lágrimas. Ella se acerca con una sonrisa en el rostro y toma el mío entre sus arrugadas manos.

― ¿Te hace feliz? ―pregunta.

―Como no tienes idea, mamá ―respondo sin dudar y ella sonríe aún más.

―Entonces, tomaste la decisión correcta. No te tortures ―me aconseja.

―Todavía no podemos decir nada por...

―Las pasantías, lo sé. Y te conozco demasiado como para saber que también creerás que será un embrollo cuando sea tu jefe, pero créeme que no. Puede ser tu jefe y tu novio, no hay problema con eso ―me dice y yo sonrío―. La gente siempre hablará, hija. Así hagas las cosas perfectas, uno no es una monedita de oro pa' caerles bien a todo el mundo.

―Ay, maíta. No sabes cuánto te extrañé ―le digo, abrazándola―. Das los mejores consejos, de verdad.

―Lo importante es que tú seas feliz, lo demás que agarren un buche o coman mierda ―dice, haciéndome reír.

―Gracias, mamá ―le digo, aún riendo―. Lo que si te digo es que Montse no sabe, no siento que sea el momento adecuado.

―Mija, dígaselo. Ella es su mejor amiga y es su hermano con quien estás saliendo, tiene que saberlo ―me aconseja―. Mauricio está bien grande ya para tomar sus propias decisiones y ella se dará cuenta de que tú le haces bien a él tanto como él a ti, así que lo terminará aceptando y hasta se adorarán más. ¿Quién sabe? ―pregunta, encogiéndose de hombros.

―Ay mamá, tú sí que tienes las respuestas para todo, ¿no? ―me burlo, haciéndola reír un poco.

―No para todo, pero te hablo desde la voz de la experiencia ―dice y luego hace una mueca de burla―. Aunque tu papá nunca fue un Mauricio, ese fue una desgracia.

Ambas nos carcajeamos por su comentario y niego con la cabeza, divertida por toda la situación. Mi mamá está loca y de allí viene mi locura.

Ya no necesito ocultarle que Mauricio y yo somos novios. Ella está feliz por mí y ya quiero que estén frente a frente como lo que son: suegra y yerno.

Mauricio toca el claxon y salgo de la casa. Él baja el vidrio y su sonrisa muere cuando nota que no cargo mis cosas conmigo.

—Señor Díaz, hay alguien que quiere tener la charla con usted —hablo, cruzándome de brazos y mi madre asoma su cabeza, entrecerrando los ojos en dirección a mi novio.

Él se ríe sin poderlo evitar y se baja del carro, quitándose el sombrero vaquero que cubre sus rizos. Yo suspiro porque el condenado es tan guapo...

En lo que pone un pie en la casa, mi mamá lo abraza y eso me hace sonreír. Ella lo invita a tomarse un café y él acepta, también luce contento.

—Estoy muy feliz porque mi hija, al fin, consiguió un hombre que la aguante —le dice, palmeando su hombro y Mauricio se ahoga con el café, riéndose de mí.

— ¡Oye! —Me quejo, frunciendo el ceño—. Tampoco soy tan ladilla, mamá.

—Un poquito, mija, y lo sabes —bromea y yo me cruzo de brazos—. Solo quería decirles que bendigo su relación, espero que tengan un hermoso futuro, juntos, y luchen con dientes y uñas por ello. El amor es complicado, lleva paciencia y trabajo, pero la recompensa es muy valiosa. No importa nada más mientras ustedes pongan su amor por delante, ¿bien?

—Muchas gracias, señora Aida. Tiene una hija increíble y se nota que eso se debe a usted —habla Mauricio y le cubro la boca a mi mamá cuando está por bromear por el donante de esperma, haciéndole reír—. Yo a su hija la quiero mucho y en mis manos está sana y salva. Lo juro.

Él me guiña un ojo y yo sonrío, feliz con la luz que al fin entró a mi vida.
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N/A: Bueno, chiquis calenturientas... Quedan 3 caps y se nos acaba A fuego lento.

Esta semana subiré el primer capítulo de "Caricias de chocolate" para que la agreguen a sus bibliotecas y tengan una idea de lo que se avecina 🤭

¿A quiénes veré por allá? 😏🍫😋

Noticia: ya les dejé un apartado, pero por si no lo leyeron: hay grupo de telegram para hablar de esta y todas mis historias, así como adelantos exclusivos de próximas publicaciones y demás. Si se quieren unir, dejen un comentario aquí para pasarles el enlace.

¡Espero se unan! Quiero que seamos amiguis 🤭💖

¡Nos leemos el martes!

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