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38.

Nuestras manos enlazadas quedan suspendidas en el aire, coloca la suya libre en mi cadera y la mía la dejo caer sobre su hombro. Movemos nuestros cuerpos en un ligero vaivén y trato de no mirarlo a los ojos porque siento que se dará cuenta de lo que he descubierto hoy sobre mis sentimientos.

«¿Él se sentirá igual o me estoy ilusionando sola?» No puedo evitar pensar en eso, tengo que admitirlo. Me asusta que para él solo soy un rato de placer con el que acabará cuando se aburra, pero a veces veo un brillo intenso de otra cosa que me hace dudar y pienso que, muy en el fondo, algo está naciendo en su corazón. Solo que no sabe aún qué es.

― ¿Te gustó el almuerzo en honor a tu abuela? ―pregunta y yo asiento con una sonrisa en el rostro―. Lo haré en todos los negocios que tenga, durante un mes. Este mes, en su nombre.

―Gracias, amor ―se me escapa y cubro mi boca, avergonzada. Sin embargo, él sonríe tanto que se achinan sus ojos―. ¡Eso es tu culpa! Ya me lo pegaste.

―Pues qué lindo se escucha cuando me lo dices a mí ―musita, mirándome a los ojos con su intenso color miel mezclándose con mi color café.

La canción termina y Montse se nos une, sonriendo.

―Miren, ustedes que se detestaban ¿no? ―se burla, abrazando a su hermano―. Es inevitable no sentir un amor-odio por este señor, ¿cierto? Me alegra que se estén llevando bien, los quiero mucho a ambos y la tensión entre ustedes era terrible.

―Sí, bueno, hemos progresado bastante ―habla él y espero ser la única que note el doble sentido―. Gabriela no es mala persona y yo tampoco, lo bueno es que ambos ya lo sabemos. ¿Cierto, señorita Arellano?

―Cierto, Mauricio ―le respondo, sonriendo con incomodidad―. Si me permiten, iré a saludar a quienes aún no he saludado.

Montse asiente y yo me acerco a Cristian, que creo era el único que me faltaba, y él me abraza con fuerzas.

―Gaby, estás preciosa ―me halaga, derritiéndome con su acentico colombiano. Me da una vuelta para verme mejor y yo suelto una risita―. Me alegra ver que te estás sintiendo mejor. Ahora con tu mamá aquí, sí podrás tomar la pasantía ¿cierto? Porque yo estoy muy seguro de que la obtendrás.

―La verdad es que no lo sé, porque ya tengo una oferta de trabajo como chef en el café ―le comento, jugando con mis dedos.

―Yo creo que deberías tomar la oportunidad, mi Gaby. Me refiero a la pasantía ―dice y yo desvío un poco la mirada. ¿Cómo haría si Mauricio es mi jefe? No sé si pueda soportarlo―. Café Toscano es muy buen café y una gran oportunidad, no voy a mentirte, pero Fraga...

―Lo sé, aún no lo sé ―digo, mirándole―. Todavía lo estoy considerando.

―Además, por lo que veo, te estás llevando mejor con el señor Díaz ―comenta, alzando una ceja―. ¿No y que era un imbécil?

―Lo es, un poco. Solo que ya le conozco mejor y, bueno, no es la persona que pensaba que era ―admito, buscándole con la mirada y vuelvo a centrar mi atención en mi amigo―. Y tú andas muy acaramelado con Montse. ¡Lo siento! Ya no puedo callarme esto.

―Pues... sí, un poco. Tampoco es la persona que creía que era y la he conocido mejor, hemos tenido nuestras idas y venidas ―admite, observando por encima de mi hombro para, seguramente, poder verla.

― ¿Y son novios? ―curioseo.

―Aún no hemos definido esto, pero lo que sí es que no nos compartimos con nadie más ―responde, enfocando su atención en mí al terminar―. Y tú, ¿con tu ex? ¿Qué con él?

―Nada, de verdad ―respondo, rodando los ojos―. Le quiero, pero es un amigo para mí. Nada romántico. Me ofreció trabajo en Italia, pero creo porque estaba fantaseando con cosas que no van a suceder.

― ¿Te ofreció un trabajo en Italia y lo rechazaste? ―pregunta, sorprendido―. ¿Por qué?

―No lo he rechazado como tal, pero no creo que lo acepte. Tengo que aprender italiano, pagar el pasaje, la estancia, etcétera. No es un proceso fácil ―respondo, encogiéndome de hombros.

―Me suena a que estás excusándote, Gabriela. ¿Acaso hay algo que no sepa y por el cual no quieras irte? Porque querías irte de México en algún momento, ¿ya no?

―Claro que quiero irme de México, pero no tan pronto. No llevo nada aquí y disfruto mucho del lugar ―le digo mientras un mesero me entrega una copa de vino―. Gracias ―le digo.

―No creo que esa oportunidad tenga fecha de caducidad de todas formas ―musita, mirándome con pesar.

Le doy un sorbo a mi bebida y seguimos conversando un rato, hasta que vuelvo a acercarme a Mauricio ya que me hizo señas.

―Sé que hoy querrás quedarte con tu madre, pero mañana ¿podemos vernos? ―pregunta casi a modo de súplica―. Hay un hermoso lugar al que quiero llevarte, mi reina.

― ¿Cuál es? ―pregunto.

―Es sorpresa ―responde, sonriendo con inocencia fingida y colocando sus manos tras su espalda. Un gesto muy adorable.

―Podría tomarme otro día por luto, pero ya no más ¿eh? ―le digo―. Solo porque va a ser un poco más complicado, pues, vernos. A mi mamá no se le escapa nada.

―Ya veremos qué se nos ocurre ―dice, guiñándome un ojo―. No sabes cuántas ganas tengo de darte un beso en estos momentos, mi amor.

―Pues somos dos, señor Díaz ―le digo en tono sensual, guiñándole el ojo y él se queja por lo bajo, haciéndome reír.

El resto de la velada, siempre busca alguna forma de contacto. Ya sea acariciando mis hombros o colocando una mano en mi cintura por un tiempo, incluso a veces roza nuestros nudillos y es increíble como un simple roce me genera una corriente eléctrica en todo el cuerpo.

Tratamos de ser disimulados, pero creo que tenemos tatuado en la frente que algo tenemos. O tal vez es nuestra forma de mirarnos, tan diferente a la primera vez que nos vimos.

Creo que todos notan que entre nosotros hay una cercanía y que nada es como antes.

***

Ha salido en las noticias. Leonardo Díaz ha sido detenido por la policía debido a extorsión y por tener en su poder, sin consentimiento, contenido íntimo y privado.

En la noticia no ahondan mucho en el tema, debido a que nuestros nombres se mantienen en anonimato, pero informan que las pruebas han sido verificadas y confirmadas, dejando al futuro ex dueño del restaurante como lo que es: un cerdo depravado.

—Ay, Gaby. No sabes cuánto lo sentimos —musita Fede, acariciando mis brazos.

Observo a Sebastián y él luce totalmente apenado, así que busco su mano y la sostengo para capturar su atención.

—No lo sientan, no es su culpa —hablo y él afirma al entender que me refiero más a él que a cualquier cosa—. Solo él debería avergonzarse de quien es, no ustedes. Además, esto es lo que necesitaban para librarse de él. A ningún lado lo iba a llevar ser como es.

—En eso tienes un punto, Gaby —concuerda Sebas—. Mi hermana está devastada. Deberías contarle, ¿sabes? Todo.

—Me da un poco de miedo lo que pueda pensar, la verdad.

— ¿Por qué? Yo salgo con Sebastián y no se molestó, por el contrario, le encantó —responde Fede, frunciendo el ceño—. Y si no le gusta, pues que agarre un buche. Mauricio y tú merecen ser feliz, los hermanitos Díaz merecen serlo.

—Yo ya lo soy —asegura Sebas y le guiña un ojo a Fede, quien se sonroja—. Debo irme, mi hermana me necesita. Nos vemos luego, ¿les parece?

—Seguro, Sebas. Mucha fuerza para ustedes —le deseo y él me sonríe en agradecimiento.

Le da un beso en la boca a mi prima y a mí uno en la frente antes de salir por la puerta.

—Mauricio quería salir hoy, pero no sé si sea buena idea. Después de todo, él tampoco está bien con todo esto —le comento a Fede.

— ¡No seas tonta! Salgan, seguro eso le hará sentir mejor —me incita y yo suspiro—. Sabes que tengo razón. Ya no hay nada que se interponga entre ustedes, Gaby. Tienen que contarle a Cris y a Montse, luego esperar a las pasantías para hacerlo oficial.

— ¿Hacer oficial qué? No es como que me haya pedido ser su novia —le recuerdo, levantándome—. Pero tienes razón, merece distraerse.

Le escribo un mensaje a Mauricio y me meto a bañar. Cuando salgo de la ducha, leo su respuesta y sonrío. Dentro de poco estará aquí.

Me visto con jean, camisa de lino y zapatillas deportivas. Me ha pedido que lleve un suéter, así que obedezco, aunque en estos momentos no tengo frío así que lo enrollo en mi cintura.

Salgo de casa justo a tiempo para ver el carro negro estacionarse. El vidrio polarizado baja, dejándome ver la sonrisa enorme con un ras de barba de Mauricio. Sus ojos mieles me derriten el corazón y me levanto con una sonrisa, metiéndome con rapidez en el carro.

El cabello le ha crecido bastante rápido y ya puede hacerse una semi coleta y le queda muy bien al condenado. Además, está vestido muy casual: camisa blanca holgada, chaqueta de jean y pantalones oscuros con zapatillas deportivas blancas.

¿Acaso esto es una cita?

―Por fin me dirás cuál es el lugar sorpresa, ¿no? ―inquiero, sonriendo.

―Hola, Mauricio. ¿Cómo estás? ―imita mi voz de forma muy graciosa, haciéndome soltar una enorme carcajada―. Yo estoy bien, Gabriela ¿y tú? Oye, estás muy guapa, mi amor.

―Lo siento, lo siento. Tú también estás muy guapo, amor ―respondo y me mira de reojo mientras maneja, sin quitar la sonrisa de su rostro―. Aunque te he visto tanto en trajes que me parece irreal que estés vestido así.

―Los trajes me tienen hasta la madre. Los uso porque me veo sexy e imponente ―se jacta y yo ruedo los ojos.

— ¿Viste las noticias, no? ¿Seguro estás bien? —inquiero, acariciando su mejilla y él toma mi mano, dándole un beso que me hace cosquillas por su barba.

—No sabes el alivio que siento ahora, Gaby. Es un gran peso menos —responde—. Me preocupan mis hermanos, pero sé que habrá noticias que les subirán los ánimos más adelante.

No me sorprende cuando libera una de sus manos para entrelazar sus dedos con los míos y yo lo contemplo mientras conduce. Su barba cuidada y oscura, con ligeras canas regadas por ciertas zonas, sus rasgos toscos pero bonitos, su piel acanelada y sus ojos mieles. Me trago un suspiro, sintiendo que me encanta y que le quiero.

―Me vas a desgastar con la mirada ―se burla, sin despegar la vista del camino y yo miro hacia el frente, sonrojada―. Me gusta como me mira, señorita Arellano.

No respondo nada y le subo un poco de volumen al radio. Él se ríe al notar que me he sonrojado y le saco la lengua.

A los veinte minutos, me suelta la mano para estacionar pero no logro tener alguna pista del lugar al que venimos. Él saca una corbata del cajoncito de mi asiento y hace el ademán de ponérmela, pero yo le esquivo.

― ¿Qué haces? ―pregunto.

―Recuerda que es una sorpresa. Sé obediente, por favor ―me pide y yo me estremezco en mi puesto.

Respiro hondo y me dejo colocar la bendita corbata, cubriendo por entero mi visión. Mauricio roza sus labios con los míos y yo los dejo entreabiertos, respirando por la boca.

Siento su barba rozar mi barbilla, haciendo que una corriente eléctrica me recorra entera y me enderezo en mi lugar. Su nariz recorre la curva de mi cuello y luego reparte besos húmedos que intercala con su lengua y, en un acto involuntario, termino cerrando las piernas de golpe.

―Mejor vamos al sitio sorpresa ―murmura en mi oído y yo afirmo con torpeza.

Escucho que abre su puerta y luego el portazo, para luego abrir la mía. Toma mis manos entre las suyas y me ayuda a salir, cerrando el carro tras de mí. Me guía colocando sus manos en mi cintura y yo camino con inseguridad hasta unas escaleras, donde me paralizo por completo.

Me ayuda a subir y yo trastabillo un par de veces, pero él me sostiene y se ríe un poco hasta sentir un ligero cambio de temperatura. Hay un poco de frío en esta nueva zona.

― ¿Estás lista? ―murmura en mi oído y yo afirmocon lentitud, llena de expectación con respecto al lugar.

N/A: No sé que me gusta más, que le diga "mi reina" o que le diga "mi amor". Son apodos tan simples, pero es que con Mauricio todo es taaan intenso que aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Lo quiero para mí, agradezcan que se les comparto, ¿eh? gfkgfad

Faltan alrededor de 6 capis para el final y quiero saber ¿extrañarán al mero macho y a la reina? ¿Quiénes se quedarán para leer la historia de Sebas y Fede? Transcurre en la misma línea temporal que esta, es decir, a la par y podrán tener un poco de la perspectiva de ellos sobre cómo se formó esta relación. 

Van a amar a Sebas tanto como Mauricio, aunque al principio cae mal (como todo Díaz jajaja)

En fin, no se olviden de votar y comentar. ¡Amo sus comentarios! Quiero saber sus reacciones. ¡Las quiero! *-*

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