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36.

GABRIELA

Mauricio respira hondo y puedo ver la lucha interna en su cabeza. Pensé que venía a aclararme lo de Charlotte, pero por lo que veo es algo peor y no tengo un buen presentimiento.

—Antes de empezar, ¿por qué no me contaste que mi papá intentó propasarse contigo, Gabriela? —pregunta y yo desvío la mirada, sintiendo las mejillas calientes por la vergüenza que me da ese recuerdo—. Me lo prometiste, mi reina.

—No quería causar más discordia entre ustedes y, además, puedo cuidarme sola. ¿O acaso no te dijo sobre la patada en los testículos que le di? —respondo, mirándolo con una ceja alzada.

—No me lo contó. Tuve que verlo con mis propios ojos —responde y yo lo miro con horror—. Y tuve que hacerlo porque pasó algo antes y tuve que revisar las cámaras. Algo que nos incluye a ambos y que sucedió el mismo día que fuiste a la suite como habíamos acordado.

«Entonces, ya sabe que fui...» pienso y me levanto porque no puedo verlo a la cara ahora. No quiero que me confirme si estuvo o no con ella, porque tengo miedo de la respuesta.

Me aterra.

—No voy a hablar de Charlotte, por ahora —habla y yo respiro hondo, llenándome de valor para encararlo—. El tema es grave y delicado, tenemos que actuar ya mismo.

—Me estás asustando, Mauricio. ¿Qué sucede? —pregunto.

Él se pone de pie y veo que sus ojos se llenan de lágrimas. Dios mío, se ve totalmente afectado y ahora que me doy cuenta parece que no ha pegado un ojo en noches.

—Mauricio, por favor —me acerco a él, tomando su rostro entre mis manos—. Háblame.

—Es que... te voy a perder después de esto, pero tengo que decírtelo —confiesa y yo frunzo el ceño, sin entender—. Leonardo Díaz sabe de nosotros.

Me tenso en mi lugar, sin poder siquiera pestañear. Mauricio toma mis manos y las aleja de su rostro por mí, pero no me suelta y sus ojos preocupados buscan en mí indicios de que estoy por perder la cordura.

De repente, me siento helada y el oxígeno a mi alrededor pareciera condensarse al punto de que me cuesta respirar y empiezo a temblar.

— ¿A-a qué te refieres? —balbuceo y él me ayuda a sentarme.

—Gabriela, respira hondo. No vendría a contarte esto si no hubiese una solución —me pide y yo trato de obedecerle—. Estás fría, amor.

—Termina de hablar, te lo suplico —pido, al bordo de las lágrimas y de un colapso.

Él saca su celular y coloca un video en su pantalla. Por la fecha y hora es del día que quedamos en vernos en la suite y para ese momento yo estaba en shock, viendo a Charlotte en ropa interior y con rosas y velas a su alrededor.

En el video aparecen Mauricio y Leonardo, pero no se ve muy amena la conversación y el más joven luce desesperado por irse. Y cuando logro escuchar lo que hablan, el mundo entero se me hace pedazos.

Mauricio se queda igual de paralizado como yo en estos momentos, mientras su padre le muestra fotos de nosotros y videos... videos demasiado comprometedores.

Jamás pensé en las cámaras de seguridad de los restaurantes. ¡Fui una tonta! ¡Me dejé llevar por la puta pasión y ahora él me puede destrozar la vida entera!

—Oh por Dios, no. ¡Oh por Dios, no! —Grito, levantándome y tirando de mis cabellos—. Mauricio, no puedes permitir que él muestre ese contenido a nadie. ¡A nadie! Eso no se puede difundir, me va a joder la carrera, ¡por lo que tanto me he matado! ¡La vida entera!

—Gabriela, escúchame. Te dije que tengo una solución —habla, elevando su voz debido a mis sollozos.

Fede sale a ver qué es lo que sucede, pero le pido que vuelva dentro porque me avergüenza que tenga que escuchar lo que está sucediendo.

— ¡Ese hijo de puta! ¡Debí golpearlo más duro cuando tuve la oportunidad! —mascullo, molesta y empujo a Mauricio cuando este se acerca—. Te lo dije muchas veces... Esto que surgió entre nosotros, ¡fue un error y era peligroso! ¡Te lo dije!

— ¡Lo sé, Gabriela! ¡Lo sé! —me grita y yo me quedo de piedra en mi lugar. Sus ojos también están llenos de lágrimas, de temor y dolor, su respiración es agitada y trata de calmarse antes de hablar—. Pero vamos a actuar ahora antes de que sea demasiado tarde, ¿sí? Necesito que te calmes.

— ¿Qué... qué tienes en mente? —inquiero en voz baja y él suspira, maldiciendo entre dientes por haberme gritado.

—Vamos a denunciarlo ya mismo. Ambos somos sus víctimas y la Ley Olimpia te protege, así que formalizaremos la denuncia, llevaremos las pruebas y de inmediato deberían solicitar una orden para entrar en la propiedad de Leonardo y confiscar sus equipos tecnológicos —me explica.

—Pero... eso será un escándalo. De todas formas, todo México sabrá que...

—No, porque podemos solicitar que nuestros nombres se mantengan en anonimato —me explica—. Yo ya me asesoré y apenas nos trepemos en el auto, Juárez, mi abogado, estará en camino para apoyarnos en la fiscalía, ¿bien?

—Esto está mal, muy mal. Montse, Sebas, tú... el negocio —musito, sentándome sobre la silla—. Lo siento, Mauricio. Lo siento. Jamás debí dejar que mis sentimientos arruinasen tu familia.

—Mi familia ya estaba arruinada antes de tu llegada, Gaby. Ahora voy a enmendarla y, lamentablemente, la mejor forma de que eso pase es con Leonardo tras las rejas —responde él, tomando mi rostro entre sus manos—. ¿Vamos?

—Vamos —respondo, levantándome de inmediato—. Iré por mi bolso, calmaré a Federica y nos iremos.

—Te espero afuera —responde y yo afirmo en acuerdo.

***

Salgo de la fiscalía con unos lentes de sol cubriendo mis ojos hinchados. A la vida no le bastaba quitarme mi abuelita, sino que también me pone a Leonardo Díaz en el camino.

«Dios, no quiero ser tu guerrera más fuerte. Deja que brille un poquito la luz para mí» pido, admirando el cielo a través de la opacidad de mis gafas de sol.

La denuncia ya fue hecha y están analizando las pruebas que tenemos, así como también tomarán en cuenta mis testimonios sobre las constantes veces en las que me acosó Leonardo, incluso terminé llorando más de la cuenta y Mauricio me abrazó apenas salí de la sala de interrogatorios.

—Lo siento, mi reina. Siento mucho lo que ese imbécil te está haciendo pasar —musitó en mi oído y pude sentir el dolor que le ocasiona todo esta situación.

A él también lo está haciendo sufrir y me impresiona como a un padre le puede valer un pepino sus propios hijos, así como el mío al que yo no le importo ni media mierda.

Los fiscales nos dijeron que apenas tengan los resultados, pedirán la orden y allanarán la propiedad de Leonardo Díaz, así como sus oficinas. Buscarán el material, así como copias de lo mismo (si las tiene) y lo destruirán.

También revisarán las cámaras del restaurante para borrar el contenido de allí. Juárez le dijo a Mauricio que era mejor no borrarlas él mismo, para que así la policía viera de dónde sacó Leonardo Díaz aquellos videos tan íntimos.

Sé que Mauricio querrá explicarme lo de Charlotte más adelante, pero ¿qué decisión debo tomar con respecto a nosotros? Esta distancia me está matando y sé que a él también.

Sin Leonardo Díaz e nuestras vidas, ¿podríamos darnos alguna oportunidad? ¿Está escrito para nosotros ser felices... juntos?

***

Salgo de la escuela y me encuentro con Montse, Mauricio y Cristian. Los saludo a los tres, dándoles un beso en la mejilla y platico con ellos por unos segundos, mientras Montse me pregunta cómo me siento y si necesito algo. Ha estado muy atenta conmigo y eso solo hace que le quiera más.

Eso solo me hace saber que hice bien en denunciar a su papá. Ella será más feliz con él fuera de su camino.

―Vamos, Gabriela. Tu mamá debe llegar en un par de horas y el aeropuerto queda un poco lejos ―habla Mauricio y yo frunzo el ceño, confundida.

―Había hablado con Cristian para irla a buscar... ―comento.

―No te preocupes, bella. Yo me iré con él ―interfiere Montse, sonriendo.

Mmhum, pienso, sonriendo.

―Bueno... ―acepto, encogiéndome de hombros.

Me despido de mis amigos y me trepo al carro, agradeciéndole a Mauricio por abrirme la puerta en un gesto caballeroso. Respiro hondo, sintiéndome nerviosa de nuevo al estar completamente a solas con él.

Sé que quiere hablar conmigo sobre Charlotte y, tal vez, sobre el asunto de Italia. Honestamente, sigo sin estar preparada para saber si pasó o no algo esa noche entre ellos dos. Aún tengo el terror de que mi corazón se rompa en pedazos por él.

― ¿Te emociona ver a tu mamá, amor?

«Ahí está otra vez la bendita palabra» pienso. Trato de ignorar el regocijo en mi estómago al escucharlo, pero se me hace imposible.

―Eh, sí. ¡Claro! La extraño mucho ―respondo al darme cuenta de que no lo he hecho.

Amor, amor, amor es lo único en lo que puedo pensar.

―Mm... ¿Y Carlos? ―pregunta y de reojo noto que aprieta con fuerza el volante entre sus manos.

Eso solo me hace sonreír, ¿para qué mentirme?

― ¿Qué con él? ―pregunto, mirándole.

―No, bueno... es tu ex novio ¿no?

―Sí, como Charlotte es tu ex ―le recuerdo y él rueda los ojos.

― ¿Duraron mucho tiempo? ―pregunta, frunciendo un poco el ceño.

―No sé qué consideras mucho tiempo, pero duramos un año y un poco más ―respondo, desviando la mirada a la ventana―. Terminamos cuando le salió la oportunidad de continuar sus estudios en Italia.

―No porque quisieron... ―murmura, sobando su barbilla.

―No, no quisimos ―le digo y él me mira de reojo por unos segundos―. ¿Qué sentiste cuando viste a Charlotte de nuevo? Sé que lo de ustedes fue una situación distinta, pero... no sé.

―Nada. Solo duramos tres meses de novios y fue porque me parecía atractiva, no porque en realidad sentía amor por ella ―admite―. Recuerdo haberte dicho que nunca he experimentado algo tan intenso. ¿Tú sí? ¿Con él?

―Fue algo así como el primer amor maduro que tuve ―admito, dibujando figuras abstractas e invisibles con mi índice en la ventana―. Lo amé, sí, y fue bonito. No sabría decirte si intenso.

«En cambio, si hablamos de ti...» pienso, suspirando.

—Necesito pasar por la oficina. Será solo un momento, ¿me acompañas? —Pregunta y me mira por unos instantes—. Entendería si no quieres, por la situación que estamos viviendo ahora.

—No, está bien. Yo no le temo más a Leonardo Díaz, no voy a darle ese poder —le aseguro y él sonríe—. Y tú tampoco.

—Yo ya me harté de él, así que a la chingada con Leonardo —responde y eso me hace sonreír.

Estaciona frente a Fraga y vamos directo a su oficina. Busca unos papeles y los firma, frunciendo el ceño. Yo observo todo el lugar, sintiendo un poco de frío al ver las cámaras de seguridad en cada esquina del lugar.

—Listo —responde, atrayendo de nuevo mi atención. Tomo mi bolso, pero él me detiene, colocando su mano sobre la mía. Entonces, me doy cuenta de que mi piel sigue reaccionando ante su tacto y lo peligroso que es estar a solas con él—. Espera, todavía nos falta hablar de algo importante.

—Mauricio, no es momento. Mi mamá...

—Sí lo es. Estoy cansado de retrasarlo, sea por cualquier circunstancia —me interrumpe y yo cierro la boca, desviando la mirada—. Ya está claro que ambos sabemos que estuviste ese día en la suite y viste a Charlotte. Además, aceptaste el beso del idiota de tu ex y quiero creer que no lo harías si tú y yo hubiésemos estado en buenos términos.

Volteo a verlo y me cruzo de brazos, alzando una ceja.

―La aparecida de tú ex estaba muy sensual en tu cama, con un jodido babydoll puesto ―le recuerdo, entre dientes.

― ¿Por qué ni siquiera te sorprende que te haya visto darte un beso con Carlos? ―pregunta y yo suspiro, cerrando los ojos―. ¿Sabías que estaba ahí? ¿Es en serio, Gabriela?

―No sé de dónde sacas eso... ―mascullo, irritada―. Y de verdad, me vale un galón de estiércol si te tiraste o no a tu ex. No somos exclusivos, nunca lo acordamos.

― ¡No lo hice! No me la tiré, por amor a Cristo ―exclama, frustrado. Se acerca a mí, tomándome con un poco de brusquedad por los brazos―. Cuando llegué allí, pensé que eras tú la que estaba esperándome y cuando la vi todo se vino abajo. La corrí de la suite y fui a buscarte porque no contestabas mis llamadas y estaba preocupado por ti. ¡Por ti! Siempre te tengo en mi cabeza, Gabriela. ¿No lo ves? Solo tú, nadie más. Además, ¡justo acababa de pasar lo de Leonardo!

«Mierda, eso es cierto» pienso.

Mis ojos se llenan de lágrimas mientras el alivio se adueña de mi cuerpo, así como la vergüenza. ¡Soy una tonta! Y ahora él se ha dado cuenta de ello.

Él suaviza su agarre en mis brazos y una de sus manos acaricia mi mejilla, mirándome directo a los ojos de una forma que me estremece. No hay deseo, ni lujuria. Hay un sentimiento diferente y no sé cómo sentirme al respecto.

Él suspira, uniendo su frente con la mía y cierra los ojos. Luce dolido y la culpa me carcome por dentro.

―Gaby, por favor, quiero que esto que tenemos siga funcionando. Yo estoy poniendo de mi parte, ¿podrías hacerlo tú también? ―pregunta y yo le miro, a pesar de que no ha abierto los ojos―. Confía en mí un poco más, te lo suplico. Si tienes dudas, háblalo. No supongas. No quiero hacerte daño, no soy el malo de la historia. ¿O acaso no quieres continuar?

— ¿Lo dices por Leonardo? —inquiero y él afirma.

—Entendería si esta situación hace que...

—Sí, tengo miedo. Mucho más que antes —admito con voz entrecortada. Abre los ojos y me mira, haciendo una mueca triste―. Lo siento, de verdad, lo siento.

―Yo también tengo miedo, pero juntos podemos vencerlo ¿no crees? ―pregunta antes de estrecharme entre sus brazos—. Todavía creo que hay esperanza para nosotros, Gabriela. Quiero ser feliz, por favor.

Hundo mi rostro en su pecho y rodeo su cintura con mis brazos. Dejo fluir un poco las lágrimas y él toma mi rostro entre sus manos para verme, las limpia y me estampa un beso en la boca que me deja anonadada en mi lugar.

No me había dado cuenta de cuánto lo extrañé hasta que mi boca saborea la suya. Mis manos arrugan las solapas de su saco y lo atraigo lo más que puedo a mí, sintiendo que mi corazón se acelera a más no poder. Sus manos viajan a mi cintura y yo me tambaleo hacia atrás, caminando de a poco mientras el beso se vuelve más intenso y me estremece por completo.

Siento el pomo de la puerta encajándose en la curva de mi espalda y nos separamos, respirando con agitación. Su mirada aún mantiene ese sentimiento intenso, pero brilla con deseo y sé que yo estoy igual.

—Gabriela, por favor... No voy a poder detenerme si no me lo pides. No quiero alejarme de ti otra vez —murmura y su voz se ha enronquecido más debido a la excitación—. ¿Vamos a la suite?

¡Al diablo! ¡Me vuelve loca este hombre!

Afirmo y él sonríe, robándome un beso intenso antes de tomar mi mano y abrir la puerta. Nos encaminamos al ascensor, en el área del hotel, y me sonrojo de inmediato. Nos metemos en el mismo y no me deja ir muy lejos, ya que toma mis manos y las sube sobre mi cabeza, recargándome de la pared para comerme la boca. El agarre se suaviza y me permito bajar las manos a su pecho, metiéndolas debajo del saco para acariciar su abdomen por encima de la camisa negra que viste.

El ascensor se abre y nos encaminamos hacia atrás, todavía besándonos. Le quito el saco y lo lanzo lejos mientras él enreda sus dedos en mi cabello y tira con suavidad para acceder mejor a mi cuello.

Nuestros besos y caricias son un poco bruscas y nos desvestimos con ansias, drenando las ganas que nos hemos tenido todo este tiempo que hemos estado distanciados por mi culpa.

Él me sujeta el rostro con ambas manos y me mira con una sonrisa en el rostro, parece que quiere decir algo pero no lo hace. Por el contrario vuelve a besarme.

Baja de nuevo a mi cuello y yo jadeo al sentir su boca húmeda que me eriza la piel. Cierro los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás para darle más acceso y despeino su cabello con mis dedos.

Acaricio su torso desnudo y caliente, sintiendo como se endurecen aún más sus músculos bajo mi tacto. Mis manos siguen hacia su espalda, atrayéndolo más a mí y caemos en la cama con cuidado, riéndonos.

―Gaby, tengo que confesar algo... ―dice un poco jadeante.

―Eso no suena para nada bien en un momento como este ―le digo, acariciando su barba creciente con mi índice.

―No es nada malo, creo ―dice, sonriendo―. Me tienes loco, mi amor. Me gustas, no puedo negarlo.

―Yo tampoco puedo negarlo, no más. También me gusta, señor Díaz ―digo y lo atraigo a mis labios de nuevo.

N/A: HASTA QUE AL FIN LO DIJERON, NO JODAAA. ¿No las tenía como en una angustia ese tira y afloja de estos dos? ¡SE. GUSTAN! ¡QUE HABRÁ BODA DICEN! 

Okno, ya bueno... ya saben qué hacer: viten, comenten y compartan con sus amigos. ¿Lo han hecho? ¿Han recomendado la historia a sus amigas lectoras? 

Si llegan a hacer alguna reseña en Instagram, no olviden etiquetarme. Me encuentran como "historiasdedani". ¡Quiero leerlas!

¡Nos leemos el martes! (PD: GRACIAS POR LOS 45 K DE LECTURAS! LAS AMO!)

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